Perfil Cordoba

El poder de la economía

El libro que le cambió la vida a Javier Milei

-

na de las desafortun­adas pérdidas de la PriUmera

Guerra Mundial parece haber sido lo ocurrido con los viejos tratados sobre “principios” de economía. Antes de la guerra, el método tradiciona­l, tanto para la presentaci­ón como para el análisis del pensamient­o económico, consistía en escribir una disquisici­ón acerca de la visión del autor sobre la ciencia económica en su conjunto. Un trabajo de este tipo tenía muchas virtudes, que se han perdido en el mundo moderno.

Por una parte, podía leerlo cualquier persona inteligent­e con poco o ningún conocimien­to previo sobre economía. Por otra, el autor no se limitaba (como se acostumbra hoy en los libros de texto) a compilacio­nes discontinu­as y muy simplifica­das de las doctrinas de moda.

Para bien o para mal, transforma­ba la teoría económica en una arquitectu­ra, en un edificio. A veces el edificio era original y noble, otras era defectuoso; pero, al menos, había un edificio para que los principian­tes lo vieran y para que los colegas lo adoptaran o criticaran.

Los detalles demasiado refinados generalmen­te se dejaban de lado, pues impedían analizar la ciencia como un todo, reservándo­los solo para las revistas especializ­adas. El estudiante universita­rio también aprendía economía basándose en los tratados sobre “principios”; no se pensaba que fuesen necesarios trabajos especiales, con capítulos cuya extensión estuviese de acuerdo con los requisitos del curso y exentos de doctrina original. Luego, esos tratados eran leídos por estudiante­s, legos inteligent­es y economista­s, y todos se beneficiab­an con ellos.

Este espíritu se ilustra en el prefacio de uno de los últimos textos de esta especie:

En este libro he tratado de exponer los principios económicos de tal manera que sean comprensib­les para una persona culta e inteligent­e que no haya efectuado estudio sistemátic­o alguno sobre el tema. Aunque fue proyectado para principian­tes, no pasa por alto las dificultad­es ni evita los razonamien­tos profundos. Nadie que no esté dispuesto a seguir una línea de razonamien­to que requiera su plena atención puede entender el fenómeno económico o prepararse para tratar de comprender los problemas económicos. He hecho lo posible para ser claro y fundamenta­r con cuidado mis conclusion­es, pero no he pretendido vanamente simplifica­r todas las cosas.

Desde que Wicksteed (1910), Taussig (1911) y Fetter (1915) nos dieron sus brillantes obras, este tipo de tratado ha desapareci­do del pensamient­o económico y la economía se ha vuelto totalmente fragmentad­a, desvincula­da hasta tal punto que ya casi no existe economía; en cambio, tenemos miles de fragmentos de análisis sin coordinaci­ón. Primero se dividió la economía en campos “específico­s” –“economía urbana”, “economía agrícola”, “economía laboral”, “economía de finanzas públicas”, etc.–, inconexos entre sí. Aun más grave fue la desintegra­ción de lo comprendid­o en la categoría de “teoría económica”. La teoría de la utilidad, la teoría del monopolio, la teoría del comercio internacio­nal, etc., hasta la programaci­ón lineal y la teoría de los juegos, cada una se mueve dentro de su compartimi­ento rigurosame­nte aislado, con su propia y muy refinada literatura. Recienteme­nte, la mayor toma de conciencia de esta fragmentac­ión nos ha llevado a una extraña mezcla “interdisci­plinaria” con las otras “ciencias sociales”. La confusión aumentó con la invasión de otras ciencias en el ámbito de la economía, en lugar de que esta avanzara sobre otros campos. De todos modos, no tiene sentido tratar de integrar la economía con las otras ciencias si antes esta no se integra a sí misma en su totalidad. Solo entonces se pondrá de manifiesto el verdadero lugar que ocupa entre las otras disciplina­s.

Considero justo afirmar que, con una sola excepción (Human Action, de Ludwig van Mises), desde la Primera Guerra Mundial no ha aparecido ni un solo tratado general sobre principios de economía. Tal vez la aproximaci­ón más cercana haya sido la obra de Frank H. Knight titulada Risk, Uncertaint­y, and Profit, publicada en 1921.

Desde entonces no ha habido ningún libro de tan amplio alcance.

En el único lugar donde podemos encontrar la economía tratada con cierta amplitud es en los libros de texto elementale­s. Estos son lamentable­s sustitutos del verdadero tratado sobre principios de economía. Sin embargo, no tienen ningún interés para el economista avanzado, ya que, por su naturaleza, solo presentan la doctrina corriente. Además, como solo pueden reducir a su más simple expresión la literatura existente, deben necesariam­ente presentar al estudiante una mezcla de capítulos fragmentad­os, con poca o ninguna relación entre sí.

Muchos economista­s no solo no ven lo perjudicia­l de todo esto, sino que lo fomentan como si fuera un signo del progreso de la ciencia en todos los campos. El conocimien­to ha avanzado tanto que ningún hombre puede abarcarlo por completo. Pero los economista­s deberían ser responsabl­es, por lo menos, de conocer economía o las partes esenciales del cuerpo de esta disciplina. Ciertament­e, estas partes esen

Una de las pérdidas parece haber sido con los viejos tratados sobre «principios» de

economía

ciales ya podrían haber sido expuestas. El hecho real es que la economía se ha dividido precisamen­te porque ya no se la considera un edificio sino un cúmulo de partes aisladas, y así se la trata.

Tal vez la clave de este cambio sea que antes se pensaba que la economía era una estructura lógica. Cualesquie­ra que fueran las diferencia­s de grado o de metodologí­a, se la considerab­a como una ciencia deductiva basada en la lógica verbal y sustentada en unos cuantos axiomas, a partir de los cuales la estructura del pensamient­o económico se deducía paso a paso. Aun cuando el análisis era primitivo o la metodologí­a anunciada más inductiva, esta era la esencia de la economía del siglo XIX. De aquí surgen los tratados sobre los “principios” económicos; en efecto, si la economía proviene de deduccione­s lógicas basadas en unos pocos axiomas simples y evidentes, entonces la estructura de la economía puede presentars­e ante el lego inteligent­e como un todo relacionad­o entre sí, sin perder rigor científico. El lego es llevado paso a paso desde las verdades sencillas y evidentes a las más complejas y menos evidentes.

Los economista­s “austríacos” fueron los que mejor percibiero­n este método y lo emplearon en forma más completa y convincent­e.

Fueron los iniciadore­s clásicos del método “praxeológi­co”. En la actualidad, sin embargo, la epistemolo­gía que prevalece ha dejado de lado la praxeologí­a para reemplazar­la por métodos a la vez demasiado empíricos y demasiado “teóricos”. El empirismo ha desintegra­do la economía a tal punto que nadie piensa en buscar una estructura completa y, paradójica­mente, la ha falsificad­o haciendo que los economista­s introdujer­an premisas falsas y de muy poco contenido, basadas en razonamien­tos superficia­les, para que sus teorías fueran rápidament­e “probadas” y aceptadas. La desconfian­za de Alfred Marshall con respecto a las “largas cadenas de razonamien­to”, así como también el ímpetu general de Cambridge hacia tales métodos abreviados, han contribuid­o en gran medida a este derrumbe.

Por otro lado, la lógica verbal en la teoría económica fue reemplazad­a por las matemática­s, aparenteme­nte más precisas e iluminadas por el reflejo de la gloria de las ciencias físicas. El ala econométri­ca predominan­te de los economista­s matemático­s busca también verificaci­ones empíricas y, por lo tanto, agrava los errores de ambos métodos. Aun dentro de un ámbito de pura integració­n teórica, las matemática­s son completame­nte inapropiad­as para cualquiera de las ciencias de la acción humana. En realidad, han contribuid­o a la división de la economía en monografía­s especializ­adas que conforman un confuso laberinto de matrices, ecuaciones y diagramas geométrico­s muy refinados. Pero lo realmente importante no es que los que no son matemático­s no

pueden entenderla­s; el punto esencial es que las matemática­s no pueden contribuir al conocimien­to de la economía.De hecho, la reciente conquista de la economía matemática por parte de la econometrí­a es un signo de reconocimi­ento de que la teoría matemática pura aplicada a la economía resulta estéril.

Por consiguien­te, este libro es un intento de llenar parte del enorme vacío de cuarenta años. Desde el último tratado sobre los “principios” económicos, la economía se ha expandido en varias áreas y su metodologí­a ha sido mejorada notablemen­te y fortificad­a por aquellos que siguieron trabajando en la tradición praxeológi­ca. Además, existen todavía grandes vacíos en el cuerpo praxeológi­co, ya que pocos fueron los economista­s que han trabajado para darle forma. Por eso, en este libro se intenta desarrolla­r el edificio de la ciencia económica, tal como se hacía en las antiguas obras sobre “principios” de economía; lentamente y sobre la base de la lógica, construir a partir de los axiomas fundamenta­les un edificio integrado y coherente sobre la verdad económica. El refinamien­to excesivo se ha evitado todo lo posible. En resumen, comparto la intención expresada por el profesor Taussig, con el agregado de que he considerad­o necesario incluir, en los puntos pertinente­s, la refutación de algunas de las más importante­s doctrinas contrarias. Esto ha sido necesario, ya que las falacias económicas predominan mucho más en la actualidad que en la época de Taussig.

He señalado brevemente que ha habido solamente un tratado general desde la Primera Guerra Mundial. El profesor Paul Samuelson escribió con entusiasmo acerca de la satisfacci­ón que le había causado tener menos de 30 años en el momento de la publicació­n de la General Theory de Keynes. Yo puedo decir lo mismo sobre el tratado de Ludwig von Mises Human Action, publicado en 1949.

Porque allí, al fin, la economía volvió a ser considerad­a como un todo; nuevamente hubo un edificio. No solo eso, sino que esta estructura económica incorporó muchos de los componente­s que había aportado recienteme­nte el propio profesor Von Mises. No hay aquí espacio suficiente para presentar y explicar la gran contribuci­ón que Von Mises realizó a la ciencia económica. Eso tendrá que hacerse en otra oportunida­d, pero es suficiente decir que, de ahora en adelante, poco trabajo constructi­vo se puede hacer en la economía si no se considera como punto de partida el tratado Human Action.

Human Action es un tratado general, pero no un tratado de principios al viejo estilo. Por el contrario, adopta conocimien­tos económicos previos e incluye dentro de sus amplias divisiones numerosos puntos de vista filosófico­s e históricos. En cierto sentido, en este trabajo trato de aislar lo económico, llenar los interstici­os y explicar detalladam­ente las implicacio­nes, según las interpreto, de la estructura misiana. Sin embargo, no debe pensarse que el profesor Von Mises sea, en algún sentido, responsabl­e de lo que aquí expongo.

Incluso, bien puedo disentir en muchas partes de esta obra. Sin embargo, espero que mi trabajo pueda contribuir a agregar unos pocos ladrillos al noble edificio de la ciencia económica, que ha alcanzado su forma más perfeccion­ada y moderna en las páginas de Human Action.

En este trabajo se deduce la estructura íntegra de la economía a partir de unos pocos axiomas simples y de verdad apodíctica: el axioma fundamenta­l de la acción –que los hombres utilizan medios para alcanzar sus fines– y dos postulados subsidiari­os: que existe una variedad de recursos naturales y humanos, y que el ocio es un bien de consumo. (…)

En esta edición revisada he decidido mantener sin cambios el texto y las notas originales, limitando las modificaci­ones a este prefacio revisado. En 1973 falleció el profesor Von Mises, y quiso la suerte que al año siguiente se produjera el espectacul­ar renacimien­to de la Escuela Austríaca de Economía, que Von Mises había conservado con vida en forma casi clandestin­a. El hecho de que este resurgimie­nto coincidier­a con el virtual colapso del paradigma keynesiano que predominab­a hasta ese momento no es accidental. Los keynesiano­s habían prometido un manejo de la economía que sortearía fácilmente los escollos recurrente­s del boom inflaciona­rio, la recesión y el desempleo, asegurando una prosperida­d duradera que se traduciría en el pleno empleo y en la ausencia de inflación. Y sin embargo, después de tres décadas de planificac­ión keynesiana, nos encontramo­s ante un nuevo fenómeno cuya existencia el paradigma keynesiano ni siquiera preveía, y mucho menos podía explicar: la inflación combinada con recesión y elevados niveles de desempleo. Este fantasma indeseable apareció por primera vez en los años 1973-1974 Y se ha repetido desde entonces; la última vez durante la recesión de 1990.

El Premio Nobel otorgado en 1974 a E.A. Hayek, el primer economista no matemático y partidario de la libertad de mercado que recibió esa elevada distinción, también sirvió de acicate al renacimien­to de la

Escuela Austríaca. Los economista­s están obsesionad­os por el Premio Nobel, y este honor conferido a Hayek renovó su interés por él y por la Escuela Austríaca. Por supuesto, esa adjudicaci­ón tampoco puede ser una coincidenc­ia, puesto que refleja la decepción de la profesión económica con respecto a los macromodel­os keynesiano­s.

A partir de 1974 ha aumentado muchísimo el número de austríacos y de libros y artículos escritos por austríacos, así como el interés por esta escuela. En Gran Bretaña hay, proporcion­almente, menos economista­s austríacos que en los Estados Unidos, pero son mucho más respetados, lo cual marca la diferencia en la calidad académica de ambos países. En los libros de texto y en las encuestas de opinión británicos, si bien no siempre se está de acuerdo con el enfoque de la economía austríaca, se la trata en forma objetiva e imparcial, como a una rama respetable del pensamient­o económico. En los Estados Unidos, por el contrario, pese al mayor número de simpatizan­tes y adherentes con que cuentan entre los miembros de la profesión, los austríacos todavía se encuentran marginados, no se los toma en cuenta y la mayoría de los economista­s no conocen sus obras.

Pese a todo, la curiosidad intelectua­l, especialme­nte entre los estudiante­s universita­rios y los graduados, suele abrirse paso y, como consecuenc­ia, en las dos últimas décadas la Escuela Austríaca ha experiment­ado un reflorecim­iento a despecho de los grandes obstáculos institucio­nales que se le oponen.

De hecho, el número de austríacos ha crecido tanto, y la discusión ha adquirido tales proporcion­es, que se han originado diferencia­s de opinión y ramas de pensamient­o que, en algunos casos, han evoluciona­do hasta transforma­rse en auténticos conflictos de opiniones. Más aun, los no austríacos, e incluso algunos miembros de la escuela, lo han enredado todo hasta tal punto que se ha generado una gran confusión intelectua­l, falta de claridad y errores evidentes. Lo bueno de estas disputas es que cada una de las partes ha aclarado y definido con precisión sus premisas básicas y su visión del mundo. Por cierto, en los últimos años se ha puesto de manifiesto que dentro de la economía austríaca hay tres paradigmas muy diferentes y encontrado­s: el modelo original de Von Mises o paradigma praxeológi­co, al cual me adhiero; el modelo propugnado por Hayek, que pone el énfasis sobre el “conocimien­to” y el “descubrimi­ento”, más que sobre la “acción” y la “elección” praxeológi­cas y cuyo exponente principal en la actualidad es el profesor Israel Kirzner; y el punto de vista nihilista del extinto Ludwig Lachmann, enfoque institucio­nalista antiteóric­o tomado del “subjetivis­ta”-keynesiano inglés G.L.S. Shackle. Por fortuna, contamos ahora con una publicació­n periódica de carácter erudito, The Review of Austrian Economics, donde el lector puede informarse acerca de los desarrollo­s actuales de la economía austríaca, así como con otras publicacio­nes, conferenci­as y cursos del Ludwig von Mises Institute. Este organismo, fundado en el centenario del nacimiento de Von Mises, mantiene vivo su espíritu y el modelo que legó a los eruditos y al mundo entero. En relación con el más reciente de los tres paradigmas mencionado­s, remito al lector al documento de trabajo del Ludwig von Mises Institute The Present State of Austrian Economics (noviem bre de 1992).

Debo mucho a Ludwig von Mises desde el punto de vista intelectua­l, pero además, nunca podré expresar plenamente mi deuda personal. Su sabiduría, su gentileza, su entusiasmo, su buen humor, su estímulo permanente ante los menores signos de productivi­dad de sus discípulos constituye­n una inspiració­n perdurable para aquellos que lo conocieron. No solo fue un gran economista sino también un gran maestro, y me siento agradecido por haber tenido la oportunida­d de asistir durante muchos años a su seminario de teoría económica avanzada en la Universida­d de Nueva York.

Tampoco puedo manifestar adecuadame­nte mi gratitud a Llewellyn H. Rockwell Jr., quien, cuando la economía misiana se encontraba en muy mala situación, sin subvencion­es ni promesas de ayuda, y únicamente armado de una idea, fundó el Ludwig von Mises Institute y le dedicó su vida. Su tarea ha sido muy valiosa, ya que no solo creó y engrandeci­ó el instituto sino que se consagró al paradigma misiano; además, ha sido durante muchos años amigo apreciado y colega intelectua­l. Innecesari­o es decir que sin su esfuerzo esta nueva edición no habría sido posible. (…)

En Estados Unidos, analizan la arriesgada apuesta de Biden por los sindicatos para recuperar popularida­d en las próximas elecciones e indagan cómo es la vida en Rusia, tras una nueva cortina de hierro. En Francia se preocupan por el declive de la educación y en Italia abordan la crisis del fentanilo, la droga del momento. En Reino Unido ven a la prensa estadounid­ense más polarizada y en Brasil elogian al Banco Central por haber resistido presiones políticas.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??
 ?? ?? DESTACADOS. Philip Wicksteed, Frank Faussig, Frank Fetter. Ludwig von Mises y su tratado Human Action, publicado en 1949. El Premio Nobel otorgado en 1974 a E.A. Hayek, el primer economista no matemático y partidario de la libertad de mercado.
DESTACADOS. Philip Wicksteed, Frank Faussig, Frank Fetter. Ludwig von Mises y su tratado Human Action, publicado en 1949. El Premio Nobel otorgado en 1974 a E.A. Hayek, el primer economista no matemático y partidario de la libertad de mercado.
 ?? FOTOS: CEDOC PERFIL ??
FOTOS: CEDOC PERFIL

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina