“Yo me enamoro de los proyectos”
El actor presenta La burbuja, película de Miguel Ángel Rocca donde actúa junto a Alfonso Tort y Victoria Almeida. Reflexiona sobre tu trabajo en Sagai.
DANALíA MELGAR esde el 21 de diciembre, La burbuja, película de Miguel Ángel Rocca, con sorprendente final, llega a los cines nacionales, luego de su previo estreno en el Festival de Biarritz. Por sus posibles interpretaciones, acaso podría ser un thriller, acaso un drama familiar, acaso tener un acercamiento con la ciencia ficción, por la presencia de situaciones catastróficas futuras. Lo cierto es que los protagonistas, Alfonso Tort y Victoria Almeida, construyen un matrimonio que tiene dos hijos. Los cuatro deben ir a cuidar al padre de la mujer, que vive recluido en una casa de campo en la pampa argentina. En ese espacio, una crisis energética en todo el país complica el retorno a sus hogares. El conflicto se agudiza en el encierro hogareño, paradójicamente rodeado de árboles y aire fresco, pero sin comunicación y con escasez de alimentos y objetos de primera necesidad. En ese contexto, Jorge Marrale construye un complejo personaje, un anciano que casi no habla y apenas se desplaza. Acciones mínimas y miradas son capturadas por Rocca, para construir la narración.
—¿Cómo construiste, Jorge, a este personaje que está limitado en su despliegue físico y verbal?
—Me parece un personaje fantástico. Las limitaciones de este rol están apoyadas en algo de lo que le pasa a este hombre, sobre todo después de la muerte de quien había sido su esposa. Con Miguel Rocca, intentamos la composición de un señor de muy pocas palabras, lo que también le da forma al vínculo que tiene con la hija, y al vínculo pasado de su hija con su madre. Aporta una suerte de apoyo al pensamiento o a la situación que vive la hija. Es una especie de testigo mudo de lo que sucede. En el cine, la imagen puede tener una síntesis interpretativa. La primera aparición de él es tirado en el piso de un baño. Después, cuando juega con los nietos, parecería que está en una recuperación psicofísica, y vislumbra, sobre todo históricamente, el vínculo que tiene con su yerno. Aunque este hombre ayudó a la construcción de esa pareja, también descubrió algo en ese yerno.
—¿Qué reflexiones se puede hacer acerca de la vejez, a partir de cómo aparece este personaje y su resistencia a abandonar su propia casa?
—
Desde ese mutismo, se puede ver a un hombre que ha fallado en algunas cosas, pero también tiene algo de sabiduría. Por su vejez, en términos de lo físico, está muy limitado; también, en la voluntad de no querer hablar. Pero, si hay alguna definición que él pone, es “Esta es mi casa y acá me quedo”. Es el derecho a la vida y a la elección que todos hacemos respecto de nuestra voluntad, de nuestra necesidad: cuál es mi espacio, cómo lo protejo, cómo procuro que no me lo toquen; es el lugar donde también voy a recordar a mis muertos. Ese derecho que tienen los adultos mayores a
“No me atrae la forma en la que está encarada la comunicación en este momento.”
resolver su vida además es muy probable que sea controversial; por ejemplo, su hija vive lejos. El derecho de elegir la vida que se quiere es universal, pero la vejez necesita protección: también está el derecho a ser protegido, a que su vida no sea dolorosa.
—¿Qué propone la película sobre la realidad que nos construyen y nos construimos a partir de los medios de comunicación, y cómo te llevás vos con la información en los medios masivos?
—En la película se ve a una persona de la tercera edad, pegada a la televisión para escuchar noticias. Es bastante común eso. Sobra mucho el tiempo y se sientan a ver noticias: ni películas, ni series, ni telenovelas turcas. Por mi parte, he tomado ya la determinación de mirar poco. Miro por arriba la web de los diarios, en la computadora. No me atrae la forma en la que está encarada la comunicación. Me informo, por supuesto, pero no miro una sola opinión ni una sola tendencia, no quedo subyugado, pegado a las noticias de la televisión.