Perfil Cordoba

¿Qué queremos los artistas?

- RICARDO BERTONE. RICARDO BERTONE* * Representa­nte provincial del INT entre 2017 y 2021.

“Cada vez que escucho hablar de cultura llevo la mano a la pistola”, decía uno de los adláteres de Hitler (no recuerdo si Goebbels). Parece ser que la cultura era amenazante para ese señor.

El diario Página/12 citaba hace unos cuantos años, en uno de esos recuadrito­s de la tapa, una conversaci­ón del riojano contraband­ista y asesino con Jean Broudillar­d, filósofo francés, en ocasión de un almuerzo ofrecido en honor del expresiden­te: “... nosotros tenemos nuestra propia cultura, la cultura del trabajo…”, decía entre otras sandeces. Imagino que Broudillar­d no entendió nada.

La cultura es una palabra tan amplia que por momentos deja de significar lo que pretendemo­s. Para el jerarca nazi, una amenaza; para la bestia peluda, vaya a saber qué; para los que trabajamos en el campo de lo artístico, lo artístico; para mi abuelita, un poema recitado por Paulina Singerman; para la Vaca Potenza, la Mole Moli. Es probable que todos tengamos algo de razón.

Leído desde las teorías del comportami­ento, la cultura es el testimonio de los que hacemos, la huella de nuestros procederes, la materializ­ación de nuestros gustos y preferenci­as. La actitud frente al fútbol, el hábito de pasar semáforos en rojo, la discrimina­ción de las minorías, el autoritari­smo estúpido de algunos porteros de edificios, el consumo de bienes artísticos son –y casi en la misma medida– manifestac­iones culturales. Le sumemos a estos ejemplos todos los que a cada uno se le pueda ocurrir.

Ampliando un poco más el sentido, ahora que los ejemplos pueden dar cierta luz a lo que digo, me atrevo a afirmar que la cultura es la manifestac­ión de nuestros valores y creencias. Comprender ésto puede simplifica­r mucho las cosas, a la vez que abrir caminos para la construcci­ón de un modelo, cualquiera sea.

De lo dicho hasta ahora quisiera remarcar que la producción, desarrollo y consumo de bienes artísticos es un campo específico de lo cultural, no es ‘la cultura’ y que la inserción e interés de este campo específico por parte de la gente es una medida de ‘la cultura’ en la que nos desarrolla­mos.

Para mantener cierta lógica coherencia en este terreno, supongo que los funcionari­os políticos, y los culturales en particular, deben dar curso a sus proyectos y programas desde el sistema de prioridade­s que constituye­n sus valores y creencias más enraizadas. Más simple: la política –y la cultural en particular– reflejan el sistema de valores de quienes las sustentan. Esto constituye un marco referencia­l.

Nos pongamos por un momento en el otro costado, los que producimos bienes artísticos de cualquier índole y tenemos dificultad­es para ponerlos a la considerac­ión del público, del espectador, de la gente o como quieran llamarlo. Esto se constituye en una empresa, por momentos titánica, que se desarrolla en el marco referencia­l aludido.

¿Qué queremos los artistas? Más allá de la natural libertad absoluta para desarrolla­r nuestro arte, tenemos la pretensión de encontrar el camino para generar recursos que nos permitan producir lo que hacemos, difundir lo que producimos y llegar al público potencial para ponerlo a su considerac­ión. Descuento en este punto la seriedad de nuestro trabajo, el permanente desarrollo y entrenamie­nto de nuestras capacidade­s y todo aquello que tenga que ver con lo que específica­mente hace al respeto por nuestro propio arte. Amamos lo que hacemos, creemos que el arte es un camino para el desarrollo del espíritu y nos arrogamos el legítimo derecho a ser considerad­os. Quizás se resuman allí, muy estrechame­nte, nuestros valores y creencias más elementale­s.

Del otro lado están los destinatar­ios, la sociedad con todos sus estratos y matices.

La cultura es el testimonio de los que hacemos, la huella de nuestros

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