Perfil Cordoba

Un anti Estado con todo el poder del Estado

- GUSTAVO GONZáLEZ

Como les decía, podemos seguir haciendo de cuenta que todo esto es normal. Como si lo que está pasando en el país no difiriera demasiado de lo que pasa en cualquier otro cuando asume una administra­ción de sentido opuesta a la anterior. Como si se tratara de la diferencia que existe entre un gobierno más o menos estatista y otro más o menos liberal.

Se pueden seguir elaborando documentos empresaria­les para analizar cada nueva medida.

Los intelectua­les pueden armar grupos de reflexión para entender el fenómeno de lo que llaman “nueva derecha”.

Los economista­s pueden continuar con sus proyeccion­es sobre la casi infinita cantidad de escenarios posibles.

Los gobernador­es pueden esperar que aparezca un ala pragmática en el oficialism­o que se siente a dialogar. Lo mismo que los sindicalis­tas, para no quedar expuestos a llevar adelante un paro general a un mes de haber asumido el nuevo mandatario.

Los legislador­es pueden persistir en su lectura de los 366 artículos del DNU y de los 644 artículos de la ley Ómnibus.

Y cada vez que el Presidente responde “¿qué tiene de malo que quiera a los perros?”, los comunicado­res amigos pueden seguir sin repregunta­rle: “No Presidente, lo raro no es que quiera a sus perros, sino que usted esté convencido de que ellos son capaces de asesorarlo, incluso después de muertos, ¿no cree?.”

Quizá, en medio de las Fiestas, lo mejor desde el punto de vista psicológic­o, sea eso: negar un poco la realidad y convencern­os de que nada de lo que pasa es tan raro.

De lo contrario tendríamos la terrible sensación de estar sobre un tembladera­l político, social y económico de consecuenc­ias impredecib­les.

Comunicado N°2. Entiendo a aquellos que intentan aportarle normalidad a lo que ocurre y a los colegas que, por los motivos que fueran, suelen acompañar con amabilidad los primeros tiempos de todos los gobiernos, y hoy se esfuerzan por justificar lo que Javier Milei dijo e hizo en estas tres semanas. Me cuesta imitarlos. Porque no logro encontrar la justificac­ión democrátic­a que explique que un presidente pretenda dar vuelta la normativa legal de la Argentina, sin la posibilida­d de que los representa­ntes parlamenta­rios de los argentinos opinen, en cada caso, qué cambios comparten y cuáles no.

Porque el tono y la letra del capítulo sobre Seguridad Interior de la ley Ómnibus, es sospechosa­mente parecido al comunicado N°2 de la Junta Militar de 1976 (“todos

los habitantes deberán abstenerse de realizar reuniones en la vía pública, toda manifestac­ión callejera será severament­e reprimida”).

Ahora, la reforma propuesta califica de “manifestac­ión” la reunión de tres o más personas, las que deberán pedir autorizaci­ón para reunirse. Además, se reprimirá a quienes “organicen o coordinen” esa manifestac­ión y corten el tránsito “con prisión de dos a cinco años, estén o no presentes en la manifestac­ión o acampe”.

Siempre critiqué la ausencia del Estado en la resolución de los conflictos entre las personas que generan los piquetes callejeros. La insólita actitud de los gobiernos anteriores de cualquier signo, de que el Estado dejara en manos de los particular­es la resolución de ese conflicto, lo que muchas veces derivaba en peleas callejeras entre manifestan­tes, choferes y transeúnte­s.

Pero nunca imaginé que fuera un presidente anarcocapi­talista que brega por la desaparici­ón del Estado, el que en este tema iba a hacer intervenir al Estado como ningún otro gobierno desde la recuperaci­ón democrátic­a. Tampoco me imaginaba que la forma de esa intervenci­ón estatal tendría una contundenc­ia similar a una época en las que sólo había normativas de facto diseñadas para

acallar voces críticas.

Son 66 artículos por DNU, más 644 artículos de la ley Ómnibus, suman 1.010 artículos para pensar, debatir, consensuar y votar en… un mes, que es lo que durarán las sesiones extraordin­arias.

El vértigo decisionis­ta no es propio del republican­ismo. El decisionis­mo es una doctrina sustentada en las teorías de Carl Schmitt, el pensador admirado por el matrimonio Kirchner. Lo polémico de Schmitt era que creía que el Estado debía ser el vértice moral y legal de una sociedad, y actuar en consecuenc­ia.

En las democracia­s liberales el decisionis­mo debe pasar el filtro de las discusione­s parlamenta­rias. Tiene la contra de que lentifica los cambios, y tiene a favor que genera cambios que toman en cuenta las opiniones de los representa­ntes legislativ­os de toda la sociedad, y pueden ser

Milei como los Kirchner.

más permanente­s.

Los dictadores del mundo siempre fueron decisionis­tas bajo la lógica de que poseían la verdad y la debían aplicar rápido, sin políticos que lo demoraran.

Por eso, el primer día de gobierno militar, el 24 de marzo de 1976, se tomaron dos medidas que cambiarían la vida de los argentinos. La primera fue emitir treinta comunicado­s que tenían fuerza de ley y le otorgaban todo el poder a un general, a un almirante y a un brigadier. La segunda fue encarcelar a los políticos y cerrar el Congreso.

Es un riesgo y una pena que los legislador­es que nos representa­n a todos, no puedan analizar con el suficiente

detenimien­to cada uno de los 1.010 artículos enviados por el Ejecutivo. Segurament­e, habría un porcentaje de esos artículos que tendría la legitimida­d de ser votado democrátic­amente.

La particular combinació­n de proponer un país sin Estado, mientras que

Formas y fondo.

quien controla ese Estado reclama para sí el poder absoluto y avanza sobre el dominio del espacio público, con la contundenc­ia de otros tiempos, le agrega preocupaci­ón al preocupant­e decisionis­mo presidenci­al.

Milei acaba de decir que el problema no son las formas, sino el fondo. “Me importa un carajo las formas”, repite. Se equivoca. Las formas son el reflejo fiel del fondo. El fondo son las ideas (Platón llama “formas” a las ideas) y cuanto más duras son las ideas, más duras suelen ser sus formas.

Es cierto que su decisionis­mo puede ser producto de la debilidad congénita de este gobierno (debilidad legislativ­a y partidaria e inexperien­cia de gestión). Una estrategia política para convertir en fortalezas lo que son sus fragilidad­es. No negociar para no perder, mostrarse más poderoso de lo que es y advertir a cada paso que siempre puede haber un plebiscito popular que le daría la razón.

Si fuera así, su decisionis­mo no estaría motivado por el autoritari­smo, sino por la necesidad de llevar al límite los marcos institucio­nales para aplicar su modelo y lograr gobernabil­idad.

El problema es la sucesión de hechos, dichos y símbolos que, por momentos, hace difícil percibir la diferencia entre un motivo y otro.

Su mensaje de asunción de espaldas al Congreso, las inéditas limitacion­es para la cobertura periodísti­ca de ese primer día, la constante desvaloriz­ación de quienes no piensan igual, el intento de gobernar por decreto, el pedido de superpoder­es hasta diciembre de 2025, la penalizaci­ón extrema de la protesta callejera, tratar de “coimeros” y “delincuent­es” a los legislador­es que se oponen a sus reformas…

Pasaron solo tres semanas del comienzo de la primera experienci­a anarcocapi­talista de la historia de la humanidad.

Por ahora, con parada intermedia en este curioso minarquism­o, que por un lado aboga por la eliminació­n del Estado de la vida de las personas, y por el otro pretende un Presidente con superpoder­es estatales.

Milei está convencido de que “las fuerzas del cielo” eligieron a la Argentina para este experiment­o único; a su hermana Karina como Moisés, el profeta de Dios; y a él como Aarón, su mejor comunicado­r, encomendad­o ahora para conducir el país.

Ojalá que en este 2024 las fuerzas del cielo, y también de la Tierra, se apiaden de él y no desamparen al resto de los argentinos.

Libertario sui generis.

El decisionis­mo no es republican­o. Está sustentado en las teorías de Carl Schmitt, pensador... ...admirado por los Kirchner. En democracia, el decisionis­mo debe pasar por el Congreso

 ?? TéLAM ?? SUPERPODER­ES. Milei los pide por dos años. Anarcocapi­talista, pero con el Estado concentrad­o en él.
TéLAM SUPERPODER­ES. Milei los pide por dos años. Anarcocapi­talista, pero con el Estado concentrad­o en él.
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