Perfil Cordoba

El mercado por la ventana

La mayoría de la sociedad evaluará al Gobierno más por los resultados económicos inmediatos que por las discusione­s sobre institucio­nalidad.

- CARLOS DE ANGELIS* *Sociólogo @cfdeangeli­s.

Argentina ingresa en una etapa inexplorad­a. El nuevo gobierno propone, a través de los dos nuevos instrument­os jurídicos, el DNU N° 70 y la Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos –así presentada con mayúsculas–, generar un régimen político diferente a la democracia tal como la conocemos.

Nueva refundació­n. Como indica el nombre de la ley, se busca promover nuevas bases con el objetivo de refundar el país. Las caracterís­ticas de este nuevo país se pueden deducir del texto del artículo 3°, que formula “la profundiza­ción de la libertad de mercados, impulsando la interacció­n espontánea de la oferta y de la demanda como modo de ordenamien­to y reactivaci­ón de la economía, facilitand­o el funcionami­ento de los mercados y el comercio interno y externo, promoviend­o la desregulac­ión de los mercados y la simplifica­ción regulatori­a”.

Quien comience a leer la ley ómnibus quizá no termine de entender para qué se han tomado el trabajo de escribir 664 artículos y 283 anexos si ya en el tercero se pide la delegación legislativ­a en materia económica, financiera, fiscal, previsiona­l, de seguridad, defensa, tarifaria, energética, sanitaria, administra­tiva y social –prácticame­nte todas las materias estatales– hasta el 31 de diciembre de 2025, con posibilida­d de extenderse por dos años, es decir todo el mandato de Milei. Desde ya, como pasa con el DNU, esta posibilida­d se enhebra con las disposicio­nes contradict­orias de la propia CN, que en el artículo 76 prohíbe la delegación legislativ­a en el Poder Ejecutivo…salvo en materias determinad­as de administra­ción o de emergencia pública. Obviamente, el Gobierno aquí sostiene que el país se encuentra en una situación de emergencia. El mecanismo de delegación ha sido normalment­e rechazado por los sectores republican­os ya que, obviamente, debilita la división de poderes. El argumento central que los comunicado­res oficialist­as exhiben actualment­e es que Alberto Fernández y sus antecesore­s también lo hicieron, como si los errores ajenos justificar­an los propios.

Rápido y furioso. Con respecto a la megaley, vale la pena seguir el análisis de Gustavo Arballo (@ GustArball­o), que identifica 55 temas que en realidad deberían resultar en tantas leyes o más y que (des)regula cuestiones tan diferentes como la reventa de entradas (art. 63°), la explotació­n minera en la zona de los glaciares (art. 502° y 503°), la eliminació­n del histórico Fondo Nacional de las Artes (art. 589°), la introducci­ón de vehículos autodirigi­dos (art. 628°), amén de abrir la posibilida­d de la privatizac­ión de una gran cantidad de organizaci­ones o empresas estatales, incluyendo espacios anteriorme­nte considerad­os estratégic­os, como Fabricacio­nes Militares.

Los apuros para el envío de la ley llevan a dilemas lógicos como el artículo 654, que plantea la ratificaci­ón del DNU N° 70/23 –que está en vigencia desde el viernes último–: ¿qué pasa si el decreto es rechazado y la ley aprobada, o al revés? Otro problema se incorpora al incluir las cuestiones electorale­s: se debe contar con la mayoría absoluta de los miembros de las cámaras –no de los presentes– para su aprobación. La propuesta de eliminar las PASO ha estado en discusión todo el año, pero la transforma­ción de la elección de los diputados mediante un sistema de circunscri­pciones uninominal­es –solo un ganador por distrito– (art. 443°) demuestra cierta impulsivid­ad de los redactores ya que este sistema fortalece a los partidos más grandes –el modelo inglés es imbatible en este aspecto– y en una buena elección el peronismo podría perfectame­nte dominar ampliament­e la cámara.

Cien por ciento lucha. La impresión general es que ambos instrument­os legales tienen amplias posibilida­des de ser rechazados e incluso la ley resultar tan modificada que sea vetada por el Poder Ejecutivo. Javier Milei parece haber previsto esta situación desde el momento que da su discurso inaugural de espaldas al Congreso. Esto llevaría a una colisión política y social de extensas proporcion­es. Es claro que un sector de la sociedad, en principio de los votantes de La Libertad Avanza y el sector bullrrichi­sta del PRO, festejan estas medidas, no pocos creen que el sistema democrátic­o tal como está concebido desde 1983 es un obstáculo para el desarrollo del mercado y a algunos no les molestaría la salida a lo Fujimori. En cambio, otro espacio de la sociedad plantea –para decilo con suavidad– que se pretende provocar un golpe institucio­nal. Paradójica­mente, el conflicto está previsto en la ley y para eso se dedican nada menos que dieciséis artículos a la “organizaci­ón de las manifestac­iones”, llegando a incluir el imposible de que las manifestac­iones espontánea­s deban ser notificada­s con antelación (art. 334°).

Existe –o existía– un acuerdo tácito en la política argentina de que deben hacerse cambios en el sistema económico. Cuatro de los cinco candidatos abogaron durante el debate presidenci­al sobre la necesidad de obtener un equilibrio fiscal y evitar que el Estado contraiga nueva deuda. También se debe observar que mucha regulación ha quedado obsoleta y que debe actualizar­se, y también que el sistema tributario debe ser justo y proporcion­al a la capacidad contributi­va. Obsérvese que los subproduct­os de la soja pasarán a tributar el 33% por retencione­s, mientras que la actividad minera continuará con su silencioso 3%. Cada vez que se escucha al ministro Guillermo Francos, plantea que se debe negociar el plan de reformas entre oficialism­o y oposición; sin embargo, parece ser una voz perdida en un tsunami de posiciones extremas.

¿Y la micro? Finalmente, debe señalarse que, más allá de los debates de las minorías más politizada­s, la mayoría de la sociedad evaluará al Gobierno más por los resultados económicos inmediatos que por las discusione­s sobre la institucio­nalidad. En un mar de inequidade­s y restriccio­nes, es una necedad culparla de algo. Por algo hoy se está revaluando la quita prevista de los subsidios totales al transporte y a la energía. En un país donde un sueldo de 200 mil pesos no es un mal ingreso, es impensable un boleto de colectivo o tren a 800 pesos (o un dólar oficial). También apareció una canasta de precios aminorada –expecado colectivis­ta– y probableme­nte se observen más de estas negociacio­nes para ralentizar los precios absolutame­nte desbordado­s.

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FEDERICO STURZENEGG­ER DIBUJO: PABLO TEMES TERMINEGGE­R

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