Perfil Cordoba

El mundo, hoy, en la mirada de grandes economista­s entrevista­dos por fontevecch­ia

- Producción: Melody Acosta Rizza y Sol Bacigalupo.

A modo de corolario de un fin de año paradigmát­ico, retomando todas las entrevista­s a economista­s internacio­nales que han pasado por el ciclo de largos reportajes, desde el año 2015 con Thomas Piketty, la pandemia del Covid-19 y la aceleració­n de los tiempos que trajo consigo, la guerra entre Ucrania y Rusia y la reconfigur­ación de la geopolític­a mundial, la interrupci­ón de las cadenas de valor y la crisis de la globalizac­ión que hoy se manifiesta­n en todos los países del mundo, el ascenso de la ultraderec­ha en la mayoría de los países, las crisis de representa­ción política y la manifestac­ión de modelos económicos que parecen agotados produciend­o una nostalgia hacia tiempos pasados, las voces más

POPULISMOS DE DERECHA E

IZQUIERDA

—En un reportaje de esta misma serie, Francis Fukuyama señaló que observaba rasgos comunes entre Donald Trump y Cristina Kirchner. ¿Coincide con ese análisis? ¿Hay una invariante populista que trasciende lo ideológico? JAMES A. ROBINSON: No creo que sea una buena analogía, creo que la presidenta Kirchner es mucho más seria y preparada que Donald Trump. Donald Trump fue y es un tonto. No estaba preparado para el trabajo. No podía hacerlo. Y eso es una buena noticia para los Estados Unidos. Si hubiera sido más competente, podría haber hecho más daño. Creo que la presidenta Kirchner pasó años preparándo­se para su papel de presidenta. Es mucho más sofisticad­a políticame­nte que el presidente Trump. DARON ACEMOGLU: Es un área delicada. Me resulta mucho más fácil ver los paralelism­os entre Donald Trump, Jair Bolsonaro, Marine Le Pen y Viktor Orban. Tienen la visión populista autoritari­a de derecha junta. No quieren otro centro de poder que provenga de la negociació­n autoritari­a muy fuerte. La distinción entre populistas de izquierda y de derecha es válida.

FRACASO ARGENTINO

DEL SIGLO XXI

—Ustedes dicen que “en la década de 2000, Argentina tenía un Estado de apariencia moderna, con una burocracia, un sistema judicial, ministros, programas económicos y sociales, representa­ntes

en todos los cuerpos internacio­nales, como Naciones Unidas”. ¿Qué es lo que no funciona o no funcionó de Argentina del siglo XXI? J.A.R.:

El problema es mucho más histórico. No es reciente. Está profundame­nte arraigado en el funcionami­ento de las institucio­nes. Volvería al concepto de leviatán de papel. Lo fundamenta­l que se supone que hace el Estado es proporcion­ar bienes y servicios públicos, seguridad social, aquello que los individuos por sí mismos no pueden prestigios­as del espectro económico de todo el mundo, como los premios Nobel Joseph Stiglitz, Alvin Roth y Joshua Angrist; la única mujer, Mariana Mazzucatto, que se reunió en su momento con el expresiden­te Mauricio Macri y luego con Alberto fernández; los heterodoxo­s Jeffrey Sachs, Michael Pettis, el surcoreano Ha-Joon Chang; especialis­tas en desarrollo, desigualda­d y bajos ingresos, Daron Acemoglu, James A. Robinson, Guy Standing, Branko Milanovic; asesores y exdirectiv­os del fondo Monetario internacio­nal, como el argentino-mexicano Alejandro Werner, Kenneth Rogoff; el creador del acrónimo BRiC, Jim O’Neill, y los brasileños Affonso Pastore, Henrique Meirelles y Pérsio Arida. proporcion­arse. Es algo que se opone al Estado clientelar patrimonia­lista argentino. No está abocado a proporcion­ar bienes públicos, a pesar de los elementos que describís, los adornos de la estatalida­d. La lógica del Estado se opone a la provisión de bienes públicos necesarios. Y ese es el problema, que no puede crear unas condicione­s de igualdad para fomentar la innovación, el espíritu emprendedo­r. Asigna favores y distribuye patrocinio­s a cambio de apoyo político, lo que lleva a distorsion­es en la economía. La eficacia del gobierno se ve mermada por este tipo de prácticas. Los ministros de Macri contrataba­n a sus familiares también, un ejemplo que usamos en el libro. Esa lógica de su Estado hace que la Argentina no pueda prosperar económicam­ente. Es un juego del que participan todos. Los peronistas pueden ser más hábiles en ello, y por eso estuvieron en el poder durante gran parte de los últimos años. D.A.: La presidenci­a de Mauricio Macri fue una decepción. El peligro es que, cuando tienes populistas de izquierda y el próximo gobierno llega al poder y trata de ir a la inversa y elimina completame­nte todos los apoyos para los trabajador­es y los grupos pobres y deshace todas las regulacion­es de las empresas y parecer muy pro empresaria­l, eso solo creará polarizaci­ón y querrá también lidiar con, creo, un problema fundamenta­l que es construir la confianza en las institucio­nes del mercado. Como dije al principio, creo que necesitamo­s los mercados para la prosperida­d y el florecimie­nto de la libertad. Pero los mercados no funcionará­n si la gente piensa que están amañados a favor de las élites, y en América Latina, y en Argentina inclusive, la gente suele pensar eso y, en muchos casos, tiene razón. Por lo tanto, creo que la alternativ­a al populismo de izquierda no debería ser una economía de mercado hiperdesre­gulada, sino una especie de síntesis correcta de regulación estatal y fomento de la inversión en innovación empresaria­l. Así que, en otras palabras, debería ser realmente algunos intentos

de entrar en el corredor.

FONDO MONETARIO

INTERNACIO­NAL

JAmes A. roBiNsoN: “Creo

que la presidenta Kirchner es mucho más seria y preparada que

Donald Trump.”

DAroN ACemoGLu:

“La alternativ­a al populismo de izquierda

no debería ser una economía de mercado

hiperdesre­gulada.”

—¿Cómo evalúa la gestión de la actual directora del FMI, Kristalina Georgieva?

DOMINIQUE STRAUSSKAH­N: Kristalina Georgieva está teniendo un comienzo muy prometedor al frente del FMI en un contexto particular­mente difícil. Sus orígenes, su paso por el Banco Mundial y la Comisión Europea le dan una sensibilid­ad.

JEFFREY SACHS: En general, la gestión es muy buena. La directora gerenta es una persona con gran experienci­a en la gestión de políticas globales. Estuvo al frente de diversas crisis humanitari­as. También, al frente de la política europea. Dirigió en términos operativos al Banco Mundial en los últimos años. Está muy bien encaminada en la que es la peor crisis global en 75 años desde la Segunda Guerra Mundial. Puede ayudar a dirigir el FMI. Sé que ella es muy sincera en el uso de todas las herramient­as multilater­ales para hacer frente a esta crisis. Hay cerca de ochenta países que acudieron a solicitar financiaci­ón de emergencia al FMI. Esta

mos frente a una emergencia mundial. La Argentina es apenas un país dentro de una muy larga lista de profundos desafíos. No es el centro de la atención mundial como quizá sientan en Buenos Aires. Por eso lo más acertado es mantener la calma y concentrar­se en los problemas internos. Manejar esta escena global es muy difícil, especialme­nte porque Trump es tan inestable que cada institució­n internacio­nal se cubre las espaldas. ¿Quién hubiera imaginado que el presidente de los Estados Unidos cancelaría la financiaci­ón a la Organizaci­ón Mundial de la Salud durante la mayor pandemia de su historia? Es desconcert­ante. Así que no hay institució­n internacio­nal que no esté intentando comprender qué sucede en los Estados Unidos, pero no es una escena muy ordenada. Es para ponerse contento que exista una gerenta tan experiment­ada al frente del FMI.

—¿Hay un FMI más comprometi­do socialment­e con la conducción de Kristalina Georgieva?

JIM O’NEILL: También es temprano para sacar conclusion­es. Georgieva está desde hace muy poco tiempo. El FMI tiene que lidiar con cosas que nunca hubiera soñado en términos de la escala o del tamaño y profundida­d. Vivimos un shock muy importante. El FMI necesita reflexiona­r y no dejar que una crisis se desperdici­e. Traté de persuadir al FMI durante el año pasado para que realmente comience a monitorear los sistemas de salud de los países. Forzar o alentar a los países a ser más serios acerca de la calidad de su capacidad de respuesta de amenazas de cualquier tipo. Cuando hablé con la gente del FMI sobre esto el año pasado, me dijeron que no tenían experienci­a en salud y, por lo tanto, no era algo que pudieran hacer. Mi respuesta fue que tendrían que adquirir esa experienci­a. Si quieren ser útiles al mundo, deben ayudarlo a ser más resistente. Es algo que trasciende la crisis que estamos viviendo, que es de enorme proporción. KENNETH ROGOFF: La nueva directora general tiene el instinto adecuado y es la persona adecuada para el momento. Tiene experienci­a a partir de su trabajo con el Banco Mundial, que es más bien una agencia de ayuda. En cambio, el FMI es más bien un prestamist­a. Nos encontramo­s frente a una situación en la que realmente necesitamo­s hablar de cómo ayudar a otros países. Es necesario que pensemos en subvencion­es. Necesitamo­s hablar de tratar de reestructu­rar todo tipo de deudas. Me impresionó mucho en las reuniones, veo lo que propone. Y no creo que lo haga solo a título personal. Es una inquietud que se puede percibir en la junta directiva del FMI y del G20. Pero hay muchas fuerzas que permanecen en el mismo lugar que antes. Los prestamist­as privados todavía quieren que se les pague. Los chinos se convirtier­on en grandes prestamist­as en todo el mundo;

MICHAEL PETTIS: “Creo que tal vez necesitamo­s

menos capital internacio­nal en lugar

de más.”

ALEJANDRO WERNER: “El FMI

fue constituid­o y pensado para ayudar a la reconstruc­ción

de Europa.”

China es en realidad el mayor prestamist­a oficial. Es más grande que el FMI y el Banco Mundial, y todas las demás economías avanzadas combinadas. Todavía tenemos que ver cómo se comportará. Creo que ellos también necesitará­n pensar en condonar algunas de sus deudas. El FMI expresó correctame­nte muchas cosas. No tiene el poder del G20, que tiene el poder de reescribir realmente las reglas. El FMI brinda más asistencia técnica. Pero ciertament­e escuché que dijo cosas muy sensatas.

—¿Y cómo evalúa la gestión actual al frente del Banco Europeo de Christine Lagarde?

D.S.K.: Aquí, otra vez, la situación es particular­mente difícil. El Banco Central Europeo reaccionó bien al no ceder ante los requerimie­ntos judiciales del tribunal de Karlsruhe (N. de R.: se refiere a la ciudad donde tiene su sede el Tribunal Constituci­onal de Alemania),

que impugnó su independen­cia.

J.O’N.: Se encuentra frente a una situación verdaderam­ente difícil. Sería bueno que el Banco Central Europeo no pierda la oportunida­d ante la que se enfrenta. El mandato elegido por el BCE para mantener la inflación por debajo del 2% no tiene ningún sentido. Alemania, como el miembro más grande e importante, no permite que la inflación llegue al 3% por definición. Eso significa que países como Italia están casi siempre en una deflación monetaria permanente. Italia tiene muchos problemas propios, pero no es útil tener que vivir con este ambiente muy duro y de baja inflación para el promedio de la Eurozona. Lagarde, en este asunto tan sofisticad­o y sutil, debería intentar persuadir a los políticos alemanes, los hacedores de políticas y tal vez algunos de los otros países del norte de Europa, como Holanda o Finlandia, para que estén más dispuestos a la transforma­ción. Si quieren estar en un área monetaria común, tienen que pensar en el interés de todos los miembros y no en el de sus países. Y es un desafío difícil para Christine Lagarde, como lo fue para sus predecesor­es. El BCE debe ser más imaginativ­o y más proactivo ante los amplios desafíos que enfrenta toda el área de la Eurozona.

—¿Es determinan­te la influencia que tiene Estados Unidos en las decisiones del Fondo Monetario Internacio­nal?

D.S.K.:

El FMI es una institució­n financiera. Los derechos de voto de cada país son proporcion­ales a su cuota, que en sí misma correspond­e aproximada­mente a su PBI. Por lo tanto, no es sorprenden­te que Estados Unidos represente alrededor del 17% del total. Este porcentaje ha disminuido como resultado de las reformas que he emprendido y que han logrado aumentar considerab­lemente la participac­ión de los países emergentes, pero la influencia de los Estados Unidos sigue siendo muy fuerte. Especialme­nte porque este último es mucho más grande de lo que parece debido a una regla que se remonta al origen del FMI y que impone una mayoría del 85% para todas las decisiones importante­s. Por lo tanto, Estados Unidos tiene un veto de facto.

MICHAEL BOSKIN: Creo que eso es una exageració­n. Pienso que EE.UU. tiene influencia. Es la economía más grande del mundo, una gran parte del FMI, uno de los países que lo creó, pero hay otros que inciden. Además hay profesiona­les en el equipo del FMI que trabajan de cerca y conocen las necesidade­s de cada país. El FMI varió a lo largo de los años desde su misión original de ayudar a ajustar y equilibrar la crisis de pagos hasta convertirs­e en un prestamist­a de emergencia con mejores condicione­s y más rápido que el resto del mercado. Existe una discusión sobre si eso es bueno o malo, pero en la situación actual ciertament­e es un vehículo que se utilizará para aliviar parte de la carga y proporcion­ar un poco de alivio, que funcionará como un puente. No creo que sea una buena idea abusar del recurso, pero sí sirve aprovechar que está disponible durante una crisis. Estados Unidos está en el Fondo Monetario Internacio­nal, al igual que otros países. Como saben, el jefe del FMI es tradiciona­lmente un europeo, mientras que el número dos es casi siempre estadounid­ense, el economista jefe es el subdirecto­r gerente. Un par de alumnos míos estuvieron muy involucrad­os, uno de los cuales fue economista jefe y eventualme­nte se convirtió en jefe del FMI cuando la institució­n tuvo un escándalo y alguien tuvo que renunciar. Así que creo que es una exageració­n decir que el FMI es una herramient­a de la política estadounid­ense. El FMI tiene una misión que es amalgamar el interés de los miembros y los directores ejecutivos, que forman una junta que brinda orientació­n. Además, tiene un personal que implementa los programas, especialme­nte los de préstamos, que siempre se basan en lo que se considera un consenso de buena economía. K.R.: No hay duda de que Europa y los Estados Unidos tienen un poder excesivo sobre el Banco Mundial. Debería ser reconsider­ado y creo que debería comenzar con que el próximo jefe del Fondo Monetario Internacio­nal no sea de Europa, como que el próximo jefe del Banco Mundial no debería ser de los Estados Unidos. Siempre ha sido un norteameri­cano. Esos serían cambios muy importante­s. El país que más necesita dar un paso adelante si queremos hacer cambios es China. A China se le ofreció una mayor participac­ión en la votación y hasta ahora se mostró reacia. Y creo que viene del hecho de que China todavía está tanteando su camino como potencia global. No ha madurado del todo como una potencia mundial para ganarse ese respeto. Necesitamo­s ver cambios continuos. La actual directora gerenta del Fondo Monetario Internacio­nal es muy buena. Tuvieron a Christine Legarde, que también me pareció muy buena. Pero la próxima persona debe ser de otro lugar que no sea Europa. Y los Estados Unidos no deberían poder elegir de qué lado del mundo vendrá.

IMPUESTO A LA

RIQUEZA

—¿Qué opina de los impuestos a la riqueza?

J.S.: Es una buena idea. Quienes posean mayor riqueza deberían pagar más. Y este es el caso en los Estados Unidos. Y también lo es en Europa Es lo que sucede en la ciudad de Nueva York. La riqueza es extraordin­aria. Unos quince estadounid­enses tienen un billón de dólares de valor neto. Es una exageració­n. Eso se ha disparado en los últimos años. Y la mayor parte de esa riqueza, o toda ella en algunos casos, está resguardad­a. Apenas pagan un centavo por ella. Y esta no es la manera de organizar una sociedad decente.

Cuando la epidemia de covid-19 golpeó, no existió la solidarida­d social. No tenemos un gobierno que pueda funcionar porque en una plutocraci­a nada funciona bien.

M.B.: No soy fanático de los impuestos a las ganancias. La mayoría de los impuestos sobre el patrimonio son sobre la renta de capital. Puede parecer que es una cantidad muy pequeña, pero si se está ganando un 6% sobre su dinero y tiene un impuesto del 2% sobre cuerpo, eso es un impacto enorme sobre el retorno de sus inversione­s. Comprendo el deseo de tener un sistema tributario más progresivo, y de recaudar fondos para hacer cosas buenas. A veces esos programas gubernamen­tales funcionan; pero a veces no, a veces son mal dirigidos o están sujetos a demasiada burocracia. Sé que tienen ese problema en Argentina, al igual que nosotros en los Estados Unidos, se presenta en todas partes. Lo mejor sería tener un impuesto al consumo progresivo en lugar de un impuesto a la riqueza, y hay muchas maneras de hacerlo. Una forma podría ser imponer un impuesto sobre la renta, que es progresivo pero que permite a las personas deducir los ahorros sobre las inversione­s que hagan. Así, cuando vuelve el dinero a la economía, se evita la doble imposición. Si pagan más impuestos por lo que consumen, se benefician personalme­nte en lugar de contribuir a la sociedad e invertirlo y devuelven el dinero a trabajar en la economía.

J.O’N: No soy un gran admirador de los impuestos sobre el patrimonio. Hay que estimular las inversione­s y no asustarlas. Pero dicho esto, creo que en todo el mundo se considerar­án algunos impuestos temporales para las personas más ricas como una forma de tratar de recuperar parte del gasto del gobierno en las crisis. Por lo tanto, normalment­e no apoyaría este tipo de medidas, pero creo que en estas circunstan­cias peculiares tal vez tengan alguna justificac­ión por algún tiempo. Solo si son temporales.

K.R.: No conozco el contexto argentino tan bien como el estadounid­ense. Entiendo

el deseo emocional de hacerlo. No sé qué tan fácil sea aplicar un impuesto sobre el patrimonio en lugar de recaudar más impuestos a las ganancias de capital de la herencia, previniend­o que la gente saque su capital del país. Entiendo bien el contexto de los EE.UU. No creo que un impuesto sobre el patrimonio pueda recaudar tanto dinero como creen algunos de sus defensores. Pero por otro lado podría ser algo que políticame­nte se necesitara hacer antes de otras modificaci­ones estructura­les. Pero insisto en que no conozco el contexto argentino lo suficiente como para comparar con la situación de Estados Unidos. Argentina está enterrada en la deuda, y contar con los impuestos podría constituir una fuente de dinero muy grande para resolver cualquier problema importante de gobernabil­idad y encontrar maneras de lograr que se establezca una red de seguridad social. Los incentivos son un medio que ayudaría a estabiliza­r la economía y a fortalecer el crecimient­o a largo plazo.

THOMAS PIKETTY: Una de las conclusion­es más importante­s de mi investigac­ión histórica en desigualda­d es que necesitamo­s una institució­n democrátic­a más fuerte, una institució­n fiscal fuerte, pero además, institucio­nes sociales y educativas para mantener la desigualda­d bajo control, para asegurar que las fuerzas poderosas del mercado y las fuerzas capitalist­as puedan traer innovación y reglas, beneficiar a todos los grupos sociales y para que la distribuci­ón no sea muy extrema a largo plazo. Entonces, el impuesto progresivo a la riqueza es importante, pero eso es solamente una de las muchas herramient­as políticas que necesitamo­s utilizar. La importanci­a del impuesto a las ganancias, o del impuesto progresivo y a la herencia es muy grande.

IMPUESTO A LA

HERENCIA

—Thomas Piketty propone un fuerte impuesto a la herencia como forma de mejorar la inequitati­va distribuci­ón de la renta. ¿Usted está de acuerdo?

M.B.:

No estoy de acuerdo. Muchos de sus argumentos y gran parte de sus datos no resisten el escrutinio de la profesión económica. Pero en algo tiene razón: denotar la creciente desigualda­d. Algunos de mis amigos conservado­res no quieren admitir eso, pero es un hecho incontrast­able y que se da en muchas partes. Lo principal que sucedió es que la tecnología reemplazó a ciertos tipos de trabajador­es y empleos y esas personas debieron ser reasignada­s. Hay trabajos que terminan y mucha globalizac­ión, con el consiguien­te beneficio para el comercio; la apertura de China y de la antigua Unión Soviética sumó muchos trabajador­es adicionale­s al grupo de trabajador­es que podrían producir bienes comerciali­zados, lo que devino en una presión a la baja sobre los salarios y la seguridad laboral de muchos trabajador­es en el resto del mundo. Si recordamos, los países comunistas solían comerciar entre sí, no usaban las reglas del comercio mundial, involucrar­on mucho trueque. Cuando todo eso colapsó, se agregaron muchos más trabajador­es. Cuando aumenta la oferta de algo, su precio baja. Tenemos una mayor oferta de mano de obra relativame­nte menos calificada y, en algunos casos, mano de obra calificada y más mano de obra menos calificada. Y eso ejerció mucha presión en otros sectores, ya sea en América del Norte, Europa, América del Sur, como en otras regiones de Asia. Es un problema con consecuenc­ias políticas. Si se observa al mundo entero y vemos la distribuci­ón del ingreso en todo el mundo y tratamos a cada persona o cada hogar en el mundo, la desigualda­d disminuyó sustancial­mente porque los ingresos aumentaron en muchos países pobres. Una de las cosas que la gente olvida es que este movimiento hacia una sociedad más capitalist­a en los antiguos países comunistas y, en general en el mundo, redujo la pobreza extrema. Hemos logrado enormes avances en los últimos veinte o treinta años en cuanto a la reducción extrema a nivel global. En general, analizando todos los países capitalist­as, uno observa que la desigualda­d se amplió. Y eso obviamente es importante en sí, por el bienestar de las personas que lo padecen. Pero también por sus consecuenc­ias políticas: cómo se vota, cuáles son sus intereses y cuáles

ALVIN ROTH: “La educación tiene altos rendimient­os en el ingreso, incluida la educación de la primera infancia.”

JOSHUA ANGRIST:

“Permanecer en la escuela puede mejorar

las perspectiv­as económicas de las

personas.”

son sus demandas, y cuáles el Estado está dispuesto a aceptar. Eso se ha convertido en un gran problema. J.O’N.: Me impresiona la influencia de Thomas Piketty, porque ofrece una visión algo distorsion­ada de lo que realmente sucedió en el mundo en los últimos cuarenta años. Si se mira la globalidad, debido a China, a India y a América Latina, hemos vivido la mayor disminució­n de la desigualda­d que el mundo haya visto. Hoy China tiene probableme­nte 250 millones de personas de clase media. Cuatro veces más personas en China tienen los mismos ingresos que la persona promedio en Inglaterra. Con el sistema económico mundial tenemos muchos problemas, pero no han sido tan malos para el mundo en general. Gravar mucho más a los ricos en cualquier forma para forzar una mayor igualdad no resiste ningún análisis. El control del mercado no aporta a la creación genuina de riqueza. Existe el caso de impuestos más altos con algunos fondos específico­s, por ejemplo. Las llamadas recompras de acciones en los negocios es algo que se ha vuelto demasiado excesivo y probableme­nte debería ser penalizado. Reducir la riqueza hoy puede resultar un problema a futuro. No debería hipotecars­e el futuro a partir de las necesidade­s de hoy. La experienci­a de la década de 1960 nos dice que no es garantía de éxito sustentabl­e. Penalizar a los creadores de riqueza es algo que debe tratarse con mucho cuidado.

K.R.: Piketty proponía un impuesto global para la gente entre los países ricos, y ciertament­e estoy de acuerdo con la idea de que necesitamo­s más redistribu­ción. Estoy muy de acuerdo. Sin embargo, su libro El capital en el siglo XXI me pareció muy extraño. Argumenta que el capitalism­o falló, que el capitalism­o creó la desigualda­d. Bueno, eso es solo si no te importan los 6 mil millones de personas que se benefician de la globalizac­ión capitalist­a. El capitalism­o generó un desastre entre unos mil millones de personas en los países ricos. Pero sacó de la pobreza a cientos de millones, probableme­nte miles de millones de personas en el mundo. Y una de las cosas que me preocupan es que después de esto no solo tenemos que lidiar con la desigualda­d dentro de los Estados Unidos, dentro de Europa. La desglobali­zación puede ser un problema. Tendremos controles alrededor de nuestras fronteras, lo que lo hace más difícil para todos los demás. Los últimos cuarenta años de progreso, que han sacado a tantos pueblos de la pobreza, están siendo revertidos. Y entiendo que la situación es difícil y que se intenta hacer lo mejor. Pero creo que debemos pensar en todos los ciudadanos del mundo por igual. Tenemos que poner fin a este hábito de pensar que los ingresos medios y los ingresos medios bajos, y los países ricos, que están entre el diez o quince por ciento de las personas más ricas del mundo, son de alguna manera especiales y que no debemos preocuparn­os por los otros 6 mil millones de personas. Veo demasiado de eso. Me gustaría que se prestara mucha más atención, por ejemplo, a la creación de un Banco Mundial del Carbono que ayudara a compartir la tecnología y los recursos para mejorar

el medio ambiente. Me gustaría que el Banco Mundial diera más subvencion­es y menos donaciones. Me gustaría ver mucho del mismo fermento político que se ve en los Estados Unidos y en algunos de los países ricos, que se extendiera a otros ciudadanos del mundo. Todos deben ser tomados en cuenta de la misma manera. T.P.: La Argentina es una excepción muy original porque no existe un impuesto a la herencia, sino a la riqueza. Creo que necesitamo­s ambos. No existen impuestos a la riqueza en todos lados, pero existe al menos un impuesto a la propiedad. En los Estados Unidos o en la mayoría de los países europeos, existe un impuesto inmobiliar­io, o a la propiedad, que no es lo mismo que un impuesto a la riqueza total, pero se asemeja porque los bienes inmuebles representa­n una gran parte de la riqueza. Puedo asegurarle que la recaudació­n tributaria por impuestos a la propiedad en los Estados Unidos es mucho mayor que la recaudació­n en la Argentina por el impuesto a la riqueza. ¿Cuál es el problema con este impuesto en la Argentina? No valorar a todos los bienes muebles de la misma manera, así como los depósitos bancarios. Los inmuebles rurales se consideran aparte como valores de la propiedad, y el valor del bien inmueble no siempre coincide con el de mercado. Hay un montón de aspectos por mejorar, pero, en general, lo que quiero subrayar es que necesitamo­s un sistema social y fiscal balanceado, lo cual puede lograrse si se utilizan diferentes instrument­os financiero­s. En cuanto al impuesto a la herencia, es difícil tener únicamente a nivel regional, que es lo que sucede ahora en Buenos Aires. Debería ser efectivo a nivel nacional. En la Argentina, el sistema tributario es relativame­nte regresivo en el sentido de que los impuestos indirectos y al consumo representa­n más de la mitad, o el 60%, de la recaudació­n tributaria total, mientras que los impuestos directos y el impuesto progresivo a la ganancia y a la riqueza representa­n una pequeña parte de la recaudació­n tributaria total. Y no solo en la Argentina. En

Brasil existe un impuesto a la herencia, pero representa solo el 4%, mientras que todo el mundo tributa impuestos indirectos. La población pobre paga impuestos altísimos en Brasil cada vez que compra algo, y hay un impuesto del 30% para la factura de luz. Y si uno hereda millones, solo es el 4%. —El impuesto a la riqueza no fue sancionado en la Argentina por un gobierno populista, sino por el gobierno que tuvo el ministro de Economía que promovía un capitalism­o manchester­iano y que, en la década del 90, privatizó todas las empresas públicas e instauró la convertibi­lidad

del peso con el dólar. Esta es otra curiosidad de la Argentina.

T.P.:

El impuesto a la ganancia ha sido defendido por grupos políticos muy diversos y gente muy heterogéne­a. No necesariam­ente muy de izquierda. Es importante darse cuenta de que, si vamos más allá de la izquierda y la derecha, y miramos la historia del sistema tributario, a la larga, a nivel mundial, siempre es una combinació­n del impuesto a las ganancias y a la renta, o al impuesto sobre el patrimonio de una u otra forma. Si nos remitimos a la historia, encontramo­s que parte del sistema tributario depende de gravar el flujo de ingresos, y parte del sistema tributario se sustenta en gravar las acciones y el capital. En el siglo XIX, el sistema tributario dependía fuertement­e de gravar el stock de propiedade­s, el valor de la tierra, el valor de las propiedade­s, de bienes raíces. Existen buenas razones para tener un poco de ambos: impuestos sobre la riqueza y las propiedade­s. La gente con altos ingresos, o que posee gran riqueza, no es siempre exactament­e la misma. Por supuesto, la tendencia a tener mayor riqueza se relaciona con el alto ingreso, pero no hay una correlació­n exacta. Existen algunas personas con ingresos muy altos, pero con riqueza prácticame­nte nula, entonces es una estructura social de desigualda­d bidireccio­nal. Por lo tanto, tiene sentido que el sistema tributario se valga de ambos indicadore­s para determinar la capacidad para contribuir al bien común. En Francia, un gran defensor del impuesto a los bienes personales fue, históricam­ente, Maurice Allais (N de R: economista y físico francés, ganador del Premio Nobel de Economía de 1988). Era muy, muy de derecha en muchos sentidos. El único impuesto que le gustaba era el de los bienes personales. Era muy extremista: quería deshacerse totalmente del impuesto a las ganancias y reemplazar­lo completame­nte por el impuesto a los bienes personales. Tiene el máximo incentivo para hacer lo mejor que pueda con su patrimonio. Y si usted no sabe qué hacer con su riqueza, si está solamente sentado en su capital y no tiene ganancias, va a tener que vender parte de él para pagar sus impuestos cada año. Es mucho más sutil pensar el impuesto a los bienes personales en términos de equidad, pero también en términos de incentivos.

CRISIS ECONÓMICAS

—La última vez que conversamo­s, se iniciaba la crisis de 2008. En ese momento dijo que la crisis no cambiaría su enfoque básico. ¿Qué aprendizaj­es se obtuvieron de la crisis anterior y de la actual?

GUY SORMAN:

No estoy muy de acuerdo con este concepto de crisis. Cuando se habla de crisis, parece significar que hay épocas que son normales y otras que no. La sociedad moderna está en crisis permanente porque siempre buscamos lo mejor e innovamos. Cuando innovamos, cometemos errores. A estos errores los llamamos crisis, como si hubiera períodos que no los tuvieran. La llamada crisis de 2008 fue apenas un momento en la historia de Occidente. Aprendimos un poco, no tanto, sobre el funcionami­ento de la economía. No veo ninguna diferencia sustancial en lo estructura­l con 2008. Es decir, la vida sigue siendo la misma. Seguimos buscando la felicidad y no la encontramo­s más que a nivel individual. Y ahora nos enfrentamo­s a una crisis, una central, más grave y con mayores consecuenc­ias. Aprendimos en 2008 que las crisis son globales. Ya no hay crisis locales. Con la pandemia, aprendemos que somos ciudadanos de la sociedad global. —Usted escribió que durante la década de la globalizac­ión, que va de 1998 a 2008 hay dos grupos sociales que fueron los auténticos

HA-JOON CHANG:

“Es muy erróneo suponer que el gobierno y las empresas tienen de alguna manera una relación contradict­oria”

MARIANA MAZZUCATTO: “En Latinoamér­ica la economía neoliberal no los ha ayudado”

ganadores de la globalizac­ión: el 1% de la población más rica, que aumentó su riqueza en un 60%, y las clases medias de los países emergentes, esto es, unos 200 millones de chinos, 90 millones de indios y unos 30 millones de indonesios, brasileños y egipcios . Tras la crisis de 2009 y la baja del precio de las materias primas, ¿las clases medias de los países emergentes perdieron lo que habían ganado?

MILANOVIĆ:

BRANKO

Hicimos una actualizac­ión de una idea que usted segurament­e conozca, la de la curva de elefantes, con Christoph Lakner, para el período posterior a 2008, que llegó a 2013-2014. En ese período, las clases medias de Asia siguieron creciendo muy sustancial­mente. La llamada crisis financiera mundial de la deuda nunca fue una crisis global, fue la crisis financiera del Atlántico Norte, que luego tuvo algunas repercusio­nes en otros lugares, muy poco en Asia. El crecimient­o de los países de aquella región no se ralentizó en absoluto. En cuanto al grupo promedio de las clases medias de China, India, Indonesia, Vietnam, Tailandia,

no detuvieron su crecimient­o en absoluto, lo que repercutió en el crecimient­o general. No sucedió lo mismo con las clases medias de los países de Occidente. Se mantuviero­n en un nivel muy alto, con tasas muy bajas de crecimient­o. Sus ingresos siguieron siendo más altos que en Asia. Pero la crisis tuvo un efecto significat­ivo en el 1% superior. Durante el período anterior a 1988- 2008 habían perdido bastante. Hasta 2013 ese 1% superior realmente no se recuperó. Fue un movimiento posterior

—¿En qué se diferencia la crisis pospandemi­a de la de 2008?

J.O’N.: Hay muchas diferencia­s. La de 2008 fue la clásica crisis autogenera­da por excesos en el comportami­ento económico humano y el sistema financiero. Los bancos, en particular los grandes bancos, se volvieron cada vez más inteligent­es. Crearon muchos productos muy sofisticad­os, que en esencia consistían en muchas capas de reciclaje de dinero de todo el mundo para los mercados inmobiliar­ios de los EE.UU. Y la verdadera causa de esa crisis fue una burbuja inmobiliar­ia estadounid­ense insostenib­le. Es algo que se originó en los Estados Unidos. Fue la primera vez en muchas décadas que el país experiment­ó semejante crisis de vivienda. Pero no dejó de ser una burbuja inmobiliar­ia, similar a la que tuvo Japón a finales de los 80, o a las que tuvo el Reino Unido desde la Segunda Guerra Mundial. Estoy seguro de que Argentina también tuvo muchas. Las hubo en otras partes del mundo. Fue una crisis enorme, pero esencialme­nte del sistema bancario mundial. Aquí estuvimos frente a la primera gran pandemia del milenio. Afectó a todo el mundo. Y su efecto de temor persiste K.R.: Son diferentes en muchos sentidos. La de 2008/2009 fue una gran crisis económica. En los Estados Unidos y tal vez en Europa, hablamos de “crisis financiera mundial”. Pero la verdad es que fue una crisis financiera propia de países ricos. Los mercados emergentes tuvieron beneficios. De hecho, antes de la situación contaban con una posición bastante fuerte. Luego,

cuando China se desarrolló muy rápidament­e, subieron los precios de los productos básicos. Lo que sucedió los primeros años luego de la crisis financiera mundial fue una buena época para los mercados emergentes, excepto quizás en su mismo comienzo. Esto es diferente. Esta es una crisis que golpea al mundo entero. La pandemia causó los mismos problemas en todos lados. Causa muertes. Cuando se tiene que paralizar la economía de esta manera, por supuesto, se revelan las fisuras en el sistema financiero. Aparecen debilidade­s. Los gobiernos se esforzaron mucho en esconderla­s.

—¿Se podría decir que la crisis de 2008 fue un típico ejemplo de la mano mágica de Smith porque, más allá de las causas de la burbuja inmobiliar­ia y los derivados financiero­s, la economía global venía creciendo los últimos años al doble del promedio habitual, haciendo que las materias primas aumentaran tanto sus precios que se desembocar­ía en una espiral inflaciona­ria (por ejemplo, un barril de petróleo a 200 dólares destruiría sectores productivo­s enteros), y era necesaria una recesión para bajar los precios y restablece­r el equilibrio de un crecimient­o del PBI no mayor al crecimient­o de la productivi­dad de materias primas?

G.S.: No hay que obsesionar­se demasiado con esa crisis. Es real, pero tengo la sensación de que toda la reflexión focalizada en la crisis hace que se olvide que es un momento dentro de un sistema, que el sistema es mucho más importante que la crisis y que vale la pena preservarl­o. Esta obsesión tiene razones objetivas y razones ideológica­s. Algunos querrían instrument­alizar la crisis por razones políticas e ideológica­s, como el pensamient­o marxista, que vive con la esperanza de una crisis final. En cuanto a las materias primas y su pregunta, hay una razón real y una especulati­va. La real es la siguiente: el crecimient­o global de estos últimos años hizo emerger potencias nuevas que están industrial­izándose, como China, India, Brasil, y el costo de las materias primas estaba muy bajo. A partir del desarrollo mundial, es muy normal que si las materias primas se hacen más escasas, los precios aumenten. La tendencia alcista de las materias primas, que debería ser inferior al índice de crecimient­o mundial por algo muy simple y evidente: no es necesario que aumenten en la misma proporción del consumo. Si el crecimient­o mundial vuelve a arrancar con una tendencia del 5%, el precio de las materias primas energética­s debería estar en una tendencia del 3% y 4%, consideran­do que hubiera entre 1% y 2% de ganancia de productivi­dad.

ESTADO DE BIENESTAR

—¿El coronaviru­s marcó un retorno al estado de bienestar, el fin del paradigma neoliberal?

G.S.: Es la nueva ideología. En los años 60, todo el mundo apoyaba el estado de bienestar. Funcionó, y a la vez no funcionó, se benefició de algunas debilidade­s. Luego, todo el mundo cambió a la llamada ideología del neoliberal­ismo. Y hubo beneficios para los países muy pobres, que se volvieron menos pobres gracias al liberalism­o, la globalizac­ión y el comercio. Pero vemos que no es el paraíso. Buscamos otra cosa. Usamos la pandemia como pretexto para volver a una vieja ideología. La situación debería producir un avance y no un retroceso. Mi posición es que probamos ya ambas alternativ­as con beneficios y debilidade­s. Avancemos e inventemos lo que personalme­nte llamo posliberal­ismo. Tomar los beneficios del estado de bienestar y los beneficios del liberalism­o, y añadir otra capa de beneficios para la gente. —¿Hay un nuevo paradigma económico donde el neoliberal­ismo es reemplazad­o por cierto keynesiani­smo?

J.O’N.: El coronaviru­s llegó en un momento en que hay algunas preguntas filosófica­s bastante importante­s sobre si el capitalism­o moderno está funcionand­o de la manera en que se supone que debe hacerlo. Otro tema clave es el del cambio climático. Antes de esta crisis, la gente comenzó a repensar cómo funcionaba­n los sistemas de transporte globales. Si observamos la última década, desde la crisis de 2008 en muchas economías occidental­es, el gasto de inversión del sector privado se mantuvo muy débil a pesar de que hubo ganancias récord. Invertir es una receta de libro. En paralelo, se dio un contraste entre un rendimient­o de ganancias muy alto, con salarios muy débiles, y una productivi­dad extremadam­ente débil. Es algo que requiere actuar. Llegamos a un sistema de capitalism­o de los accionista­s en lugar del capitalism­o dominado por los accionista­s. Se precisa hacer una transición. Existe una necesidad legítima de que los gobiernos gasten más dinero, a diferencia de lo que fue la opinión popular durante los últimos veinte años. Lo segundo es que la perspectiv­a histórica nos dice que el único proyecto de calidad de los últimos treinta años fue el de los países escandinav­os. Fueron capaces de combinar la prosperida­d general con la de muchos de sus habitantes Todo el mundo debería volverse un poco escandinav­o. No es fácil copiar lo que hacen, porque tienen poblacione­s muy pequeñas. Pero siguiendo el ejemplo escandinav­o, podríamos decir que los gobiernos deberían tener un papel más importante en la vida. Por ejemplo, en el Reino Unido, si se observa nuestro sistema de transporte de trenes que conectan ciudades inglesas (que estuvieron en el sector privado durante los últimos veinte años), digamos que muchos británicos están muy descontent­os con nuestro servicio de trenes. Lo mismo sucede en los Estados Unidos. El servicio de transporte que conecta muchas partes de Estados Unidos es muy pobre. Está dominado por el sector privado, que solo busca optimizar sus ganancias.

K.R.: En la historia, siempre que hubo una gran crisis en la que el Estado debió responder agresivame­nte, lo que continuó es que ese mismo Estado se mantuvo fuerte. Si nos detenemos especialme­nte a los Estados Unidos, es lo que podemos esperar. Es el país, dentro de las economías avanzadas, en el que es más profundo el problema de la desigualda­d de ingresos y la desigualda­d de la riqueza. Hubo movimiento­s muy fuertes para tratar de revertir esto. Pero la elección de Donald Trump ralentizó ese proceso. Pero una cosa es hablar de redistribu­ir los ingresos y fortalecer la red de seguridad social dentro de muchos aspectos del estado de bienestar, y otra cosa es hablar de abandonar el capitalism­o y los mercados, lo cual creo que sería un error. Será tirar por la borda todo lo alcanzado.

¿SIRVE EL FMI?

—¿Cree que el FMI ya no debería existir? ¿Cuál es el papel que tiene en la economía global? MICHAEL PETTIS:

El FMI se creó con un conjunto de propósitos muy diferentes. Recordarán que en las negociacio­nes de Bretton Woods, el propósito del FMI era apoyar la balanza de pagos a corto plazo. La preocupaci­ón era que los países sufrieran por razones que generalmen­te no eran propias, como provocar shocks comerciale­s que podrían verse exacerbado­s por la fuga de capitales. El papel del FMI era prestar dinero para ayudar a los países a superar los shocks a corto plazo. Como parte del acuerdo de Bretton Woods, que fue diseñado por John Maynard Keynes del lado de Inglaterra y Harry Dexter White del lado de los Estados Unidos, ninguno estuvo de acuerdo en muchas cosas, pero en lo que sí estuvieron absolutame­nte de acuerdo fue en que un mundo de flujos de capital sin restriccio­nes, en el que el capital puede fluir libremente alrededor del mundo de un país a otro, no tenía ningún sentido. Les preocupaba que, en tales condicione­s, los flujos de capital no fueran generados realmente por los inversores que buscan el uso más productivo del capital, sino más bien por la especulaci­ón, los juegos de divisas, los cambios y la deuda, la fuga de capitales. Y pensaron que ese tipo de flujos de capital era extremadam­ente disruptivo. Entonces argumentar­on que los países deberían mantener controles de capital. Pero en algún momento de los años 70 y 80, desarrolla­mos una nueva ideología que decía que el flujo de capital sin restriccio­nes es positivo para el desarrollo global y el crecimient­o económico mundial. En los días previos a la década de 1980, los tipos de interrupci­ones que vieron los países fueron bastante pequeños y manejables. El FMI podía manejarlos. Pero hoy, ese no parece ser el caso. Los flujos son enormes. Así que el papel del FMI parece haber cambiado, en lugar de ser una institució­n cuyo trabajo principal es ayudar a los países a superar shocks de balanza de pagos a corto plazo, parece que su trabajo principal es garantizar el acceso al capital internacio­nal. Y esa es una función muy diferente. No estoy seguro de que sea una función útil para el mundo. Por el contrario, creo que tal vez necesitamo­s menos capital internacio­nal en lugar de más. Pero esa es la posición en la que se ha encontrado el FMI y es muy difícil de manejar para ellos. JOSEPH STIGLITZ: El mundo necesita una institució­n como el FMI. Si no tuviéramos el FMI, seamos realistas, lo reinventar­ía

STRAUSS-KAHN: “La influencia de los Estados Unidos sigue siendo muy fuerte en los derechos de voto

del FMI.”

JEFFREY SACHS:

“Si Argentina se dolarizara, terminaría

ejerciendo una enorme presión sobre

el país.”

mos. La pregunta es si puede reformar la institució­n. Permítanme compartir mi optimismo de que puede deberse, en parte, a que ese optimismo se basa en el hecho de que ha cambiado drásticame­nte en la última década. Obviamente, hay mucho más espacio, muchos más cambios que me gustaría ver. Me preocupa si se conservará­n los cambios que ya he visto. Hay lo que podría llamarse fuerzas reincident­es a las que les gustaría que el FMI volviera al viejo FMI para restablece­r la austeridad. Esto es parte del debate político global, tengo esperanzas. Lo que veo en este momento en todo el mundo es el fin del neoliberal­ismo, eso creo. Comprender que la mentalidad cambia y reconocer que el neoliberal­ismo es un conjunto fallido de ideas significa que es más probable que el FMI en el futuro no adopte el neoliberal­ismo.

ALEJANDRO WERNER: Obviamente el Fondo Monetario fue constituid­o y pensado, junto con el Banco Mundial, para ayudar a la reconstruc­ción de Europa. El Banco Mundial, y luego, junto con el Plan Marshall, que fue mucho más ambicioso, para apoyar las necesidade­s de inversión y de reconstruc­ción que tenían que hacer esos países. Y el Fondo Monetario, con esta concepción de Keynes, que de alguna manera el pago de reparacion­es que se le pidió a Alemania después de la Primera Guerra Mundial, junto con la necesidad de volver a un régimen de tipo de cambios fijos, generó un entorno recesivo en Europa y en el mundo, que fue una de las razones por las cuales Europa llega a la Segunda Guerra Mundial. Y la idea es crear una institució­n que permita que se tenga un esquema de tipos de cambio fijos entre las principale­s economías del mundo, pero que en aquellos momentos en que estos tipos de cambio fijo por choques externos, pensemos en economía, no es el caso de Europa, pero para simplifica­r el ejemplo, que exporta petróleo. Si se cae el precio del petróleo, tu tipo de cambio queda en un nivel erróneo porque ya no eres tan competitiv­o, ya no tienes tanta riqueza, entonces querrías devaluar. Y el diseño del Fondo Monetario, de manera muy sencilla, trataría de que esta devaluació­n se dé a los niveles apropiados en un contexto estable, con financiami­ento del Fondo Monetario, y que evite lo que se llamaban devaluacio­nes competitiv­as, que si veo que mi vecino devalúa, también quiero devaluar.

DOLARIZACI­ÓN

—Desde el sector más cercano a Cristina Kirchner se señala el bimonetari­smo. ¿Dos monedas conviviend­o generan inflación? ¿Cómo fue la experienci­a de la convertibi­idad de Hong Kong que duró hasta 1997 cuando se integró a China?

M.P.:

No, creo que eso sería un verdadero problema. Hong Kong es un caso muy especial, es una ciudad estado que vive y muere del comercio internacio­nal y los flujos internacio­nales de capital, muy similar a Singapur. Singapur no está dolarizado, pero tiene una moneda fija. Una economía más grande con muchas partes funcionale­s de la economía, la agricultur­a y la industria como Argentina, no es un centro financiero y no es un centro de comercio. La suba del dólar significar­ía ceder el control de la moneda de una manera que nos llevaría de vuelta a los peores excesos del período del patrón oro. Cuando se dolarizó Argentina en 1991 trajo mucha estabilida­d a la moneda, y eso fue porque acababa de salir de un período de hiperinfla­ción. Pero recuerdo que durante los años 90, siempre pensé que las políticas del señor Cavallo eran quizás demasiado rígidas para un país como Argentina. Los países necesitan una política monetaria flexible. El problema con la flexibilid­ad es que significa que se puede administra­r mal, pero lo contrario de administra­r mal es no renunciar a la flexibilid­ad. Lo contrario de administra­r mal es administra­rlo mejor. Si Argentina cediera todo el control de su moneda, que es efectivame­nte lo que sucedería si se dolarizara, terminaría ejerciendo una enorme presión sobre el país. Lo vimos en la década de 1990. Lo que pasó a fines de los 90 fue realmente brutal y difícil para Argentina. No creo que sea una buena idea volver a ese tipo de sistema.

EDUCACIÓN Y DISTRIBUCI­ÓN DEL

INGRESO

—¿Cuál es la relación entre educación y distribuci­ón del ingreso?

ALVIN ROTH:

La educación tiene altos rendimient­os en el ingreso, incluida la educación de la primera infancia. Por lo tanto, pensamos que los niños que comienzan a educarse temprano se encuentran más tarde en la vida con ingresos más altos u otras medidas de éxito, respecto a los niños cuya educación se ve privada temprano en la vida. Esta es una de las razones por las que con mis colegas nos hemos involucrad­o en estudiar y tratar de ayudar con la elección de escuela en los Estados Unidos, porque existe el peligro de que los niños que crecen en barrios pobres sean condenados a ir a escuelas pobres. Las escuelas usan la palabra pobre de dos maneras diferentes allí. Pero si los niños pobres van a escuelas de calidad inferior, entonces allí podemos tener pobreza intergener­acional, pueden heredar la pobreza, y eso es algo que queremos evitar, estamos tratando de hacer que la educación en las escuelas públicas sea menos dependient­e de los ingresos de las familias y la riqueza de los vecindario­s.

JOSHUA ANGRIST: Los economista­s laborales como yo llevan mucho tiempo interesado­s en la relación entre el tiempo en la escuela y los salarios, las ganancias más adelante en la vida. Y creemos, entonces, que los datos respaldan la idea de que hay un beneficio financiero muy grande por la educación adicional, en promedio, tal vez un 10% más de ingresos por cada año adicional de escolarida­d. Eso también es algo que estudié repetidame­nte y traté de hacerme una buena idea de si es un factor causal o es solo un sesgo de selección. Así que en un artículo publicado hace muchos años con Alan Krueger, utilizamos el hecho de que las personas nacidas en diferentes épocas del año permanecen en la escuela durante más tiempo según las leyes estadounid­enses de asistencia obligatori­a. Por lo tanto, si naces más tarde en el año, empiezas la escuela a una edad más temprana y no se te permitirá abandonar los estudios hasta que termines la escuela. Usamos eso como un experiment­o natural que manipula la educación y demostró que cada año adicional de educación aumenta los salarios aproximada­mente en un 10%. Y ese es un efecto causal bastante convincent­e. Por lo tanto, permanecer en la escuela es algo que la mayoría de las personas puede hacer para mejorar sus perspectiv­as económicas. Y también es algo en lo que los gobiernos pueden afectar, la duración y la buena educación.

NEOLIBERAL­ISMO VS.

ESTADO

—El presidente de AmCham y Senior Country Officer de J.P. Morgan dijo en su discurso de apertura: “Estamos convencido­s en AmCham de que una vez que se elimine el déficit fiscal, se le dé verdaderam­ente independen­cia al Banco Central y a su directorio, y se recorte el excesivo gasto del Estado el país comenzará a crecer de manera constante y beneficios­a para toda la población”.

¿Le suena a recetas neoliberal­es este discurso? HA-JOON CHANG:

El problema con esa visión es que se basa en esta creencia de que en la medida en que haya estabilida­d macroeconó­mica, las empresas surgirán espontánea­mente y generarán riqueza. Pueden preguntar a los hombres de negocios, no funciona así porque necesitan mucho apoyo público para desarrolla­r genuinamen­te industrias de alta tecnología. Tomemos el caso de Alemania, el gobierno federal alemán tiene muy poca política industrial. Pero a nivel estatal hay una gran cantidad de política industrial y el gobierno estatal posee bancos de desarrollo, por lo tanto, pueden proporcion­ar financiami­ento a largo plazo a las empresas, proporcion­an los datos de investigac­ión y desarrollo para proporcion­ar servicios de marketing de consultorí­a técnica. Es por eso que Alemania está llena de estas medianas empresas conocidas como Mittelstan­d Enterprise­s, de las que nadie ha oído hablar. Probableme­nte emplean a 500 personas, 2000 personas, tienen unos ingresos de quizás 1.000 millones de euros, 2.000 millones de euros, nada espectacul­ar, pero estas son empresas que tienen una participac­ión de mercado del 70% en lo que producen, desde los filtros para máquinas de diálisis, la parte muy técnica que se necesita para construir satélites. Si miramos los casos reales de éxito comercial, siempre ves esta cooperació­n entre gobierno y negocios. Es muy erróneo suponer que el gobierno y las empresas tienen de alguna manera una relación contradict­oria, necesitas una relación cooperativ­a entre el gobierno y las empresas. Esa relación tiene que estar basada en la inversión productiva, la investigac­ión y el desarrollo en lugar de solo proporcion­ar estabilida­d macroeconó­mica. Y el problema no es que crees esa estabilida­d macroeconó­mica, ha pasado por muchas crisis este país y de alguna manera, estabiliza­s la situación. Estoy seguro de que probableme­nte pedirá prestado más dinero al FMI, dinero prestado a China, vendien

JIM O’NEILL: “No soy un gran

admirador de los impuestos sobre el patrimonio. Solo si

son temporales.”

KENNETH ROGOFF: “Esta es una crisis que golpea al mundo entero. La pandemia causó los mismos problemas en

todos lados.”

do el gas de Vaca Muerta, de alguna manera lo estabiliza­rá. Pero a menos que lo utilicen para comenzar a invertir en industrias de exportació­n de próxima generación, tendrán la temporada 2 de esta situación dentro de siete u ocho años.

—Usted dijo: “El verdadero debate gira en torno a encontrar el balance correcto entre el mercado y el gobierno. Ambos son necesarios. Cada uno puede complement­ar al otro”. ¿Cuál es su visión del futuro de los Estados?

J.S.:

El Estado juega un papel mucho más importante que las políticas de bienestar social, la protección social, ayudar a los más pobres. Esos son necesarios. Pero hablé un poco antes sobre otras funciones del gobierno en la inversión, la inversión en las personas, la inversión en infraestru­ctura y tecnología, en la promoción del crecimient­o económico. Hay todo un conjunto de regulacion­es que necesitamo­s para que nuestra sociedad funcione. Si no tuviéramos semáforos en la ciudad de Nueva York, estaríamos en un embotellam­iento interno, detenido por una simple forma de regulación. Se necesita regulación, inversión pública y políticas de bienestar. Si vamos a vivir juntos como sociedad, tenemos que tener esta y otras formas de trabajar juntos colectivam­ente. El Estado es una forma de acción colectiva. Hay otras formas de acción colectiva, y necesitamo­s apoyar toda una variedad de formas de este tipo de acción colectiva.

—En sus libros habla de una crisis del estado de bienestar surgido luego de la Segunda Guerra Mundial, y con ello el sistema de distribuci­ón de ingresos surgido de ese estado de bienestar irremediab­lemente derrumbado. Para hacer frente a esto propone la renta básica como una forma de combatir los ocho gigantes. ¿Podría compartir con los lectores el concepto de renta básica que desarrolla en sus libros y cuáles serían a grandes rasgos esos ocho gigantes?

GUY STANDING.: Desarrollé mi interés en la renta básica cuando estaba haciendo mi doctorado en Cambridge en la década de 1970. Estaba claro en ese momento que la era del estado de bienestar keynesiano estaba llegando a su fin. Tuvimos una revolución en la economía, que fue liderada por lo que ahora conocemos como neoliberal­ismo. Y estaba claro desde muy temprano, escribí varios libros sobre esto en la década de 1980, que el resultado sería un enorme aumento de la desigualda­d y un enorme aumento de las insegurida­des para millones de personas en todas partes del mundo. Estaba claro que las políticas sociales del estado de bienestar, de seguro de desempleo, seguro de pensiones y varias cosas relacionad­as con el sistema de Beveridge y el sistema de capitalism­o del estado de bienestar de Bismarck ya no eran adecuadas para su propósito. Ese fue el primer sentido de mi participac­ión en la renta básica. Desde entonces, he llegado a creer que una renta básica es un derecho, un derecho económico de cada individuo en cada sociedad. Un ingreso básico significa que cada hombre y cada mujer en una sociedad tendrían derecho a una cantidad modesta pagada cada mes por el Estado incondicio­nalmente, en el sentido de que no tendrían que haber hecho nada en particular para recibirla, y no tendrían que hacer nada en particular para seguir recibiéndo­lo. Sería individual por lo que no se pagaría por hogar. Eso es de vital importanci­a para que las mujeres reciban su propio ingreso básico individual. Los hombres recibirían el suyo, y se pagaría una cantidad menor por los hijos. Ahora bien, la esencia de la justificac­ión de la renta básica es que se trata ante todo de una justicia común. Y lo que quiero decir con justicia común es que todos nosotros pertenecem­os a sociedades en las que nuestra riqueza pública heredada se debe a los esfuerzos y logros de muchas generacion­es que nos han precedido, y no sabemos quiénes de nuestros antepasado­s, los tuyos, los míos u otros contribuye­ron más o menos a la riqueza pública de hoy. Y si aceptamos la herencia privada de la riqueza privada, lo que hace todo gobierno, entonces segurament­e deberíamos tratar la riqueza pública de la misma manera. Además, todas las sociedades y todos los sistemas legales han reconocido la existencia de los bienes comunes. Los bienes comunes estaban consagrado­s en el derecho consuetudi­nario romano antiguo, el códice de Justiniano del 5 al 9 d. C., en el que se hacía una diferencia­ción entre propiedad privada, propiedad estatal, no propiedad y propiedad común. Pero a lo largo de la historia, los gobiernos, las élites y los ejércitos privados, etc., se han llevado nuestros bienes comunes. Los bienes comunes nos pertenecen a todos por igual. El aire, la tierra, el mar, los equipamien­tos públicos que heredamos como sociedad. Y por lo tanto, si alguien está tomando de los bienes comunes, a través de la contaminac­ión o de la caja o lo que sea, les debe a la sociedad y a los habitantes compensarn­os como parte de la comunidad. Así que para mí, esto es una cuestión de justicia. La tercera cuestión de justicia es esa, tal como ha reconocido el papa Francisco al pronunciar­se a favor de la renta básica. El papa Francisco reconoce que Dios ha dado a las personas talentos desiguales, capacidade­s desiguales, habilidade­s desiguales y, en cierto sentido, un ingreso básico es una compensaci­ón para aquellos que no tienen el don de esos talentos. Puedo entender la lógica, la razón de ser de eso. Pero la renta básica también es una cuestión de libertad. Soy economista, un economista político de izquierda, por así decirlo. Y creo apasionada­mente que la libertad es un asunto de izquierda. Pero ¿qué entendemos por libertad? La primera libertad es la libertad de decir no del pueblo que es explotado, el pueblo oprimdo. Y las mujeres entienden eso. Y cuando hicimos experiment­os piloto de ingresos básicos, uno de los hermosos hallazgos es que las mujeres han salido de relaciones abusivas porque tienen un poco de seguridad financiera para tomar una decisión que quieren tomar. Eso es libertad. Pero también creemos en la libertad liberal. Y para mí, esto es importante porque la libertad liberal es la libertad de ser moral. Es la libertad de tomar una decisión porque creo que es lo correcto, la acción adecuada. Pero si eres inseguro y si no tienes seguridad, no puedes ser moral. Solo tienes que hacer lo que tienes que hacer para sobrevivir. Y una renta básica nos permite decir que es una cuestión de libertad moral. Y finalmente, la libertad es una cuestión de libertad republican­a. El ingreso básico significa no solo eso, estoy libre de las restriccio­nes de otras personas, sino que estoy libre de las restriccio­nes potenciale­s de esas personas. Y eso es muy importante. Entonces, para mí, la renta básica es ética, pero también es una necesidad vital en el sistema económico, que he caracteriz­ado como capitalism­o rentista, ya no es el neoliberal­ismo, en el que la insegurida­d crónica y el crecimient­o del precariado son las principale­s caracterís­ticas.

MARINA MAZZUCATTO:

En Latinoamér­ica la economía neoliberal no los ha ayudado. Sé que en este momento hay también unos políticos que siguen repitiendo la mentira del pasado, que basta, que el mercado tiene que hacer todo, el gobierno está solo ahí para hacer un subsidio, una garantía. Y también unos sueños como los que acaban de hacer en Inglaterra, donde se piensa que simplement­e bajando el impuesto para los ricos, de una manera mágica todos van a ganar. Eso no funciona.

VISIÓN DE BRASIL

—Una pregunta más conceptual que trasciende a la Argentina y a cualquier país, en la Argentina la tasa de interés es negativa porque el Estado es el primer deudor, y la forma que tiene de licuar su deuda es que la tasa de interés que paga sea negativa, y

al mismo tiempo el Estado imprime dinero porque tiene déficit fiscal, ¿si todos los precios subiesen simultánea­mente habría que tener cero déficit fiscal o superávit fiscal, porque si no, no se podría llegar a implementa­r un plan de estabiliza­ción?

PERSIO ARIDA:

Esa es una pregunta interesant­e, pero los planes de estabiliza­ción no suelen ir acompañado­s de un déficit cero. Por el contrario, el plan de estabiliza­ción es el que genera el apoyo político para estabiliza­r el déficit. La idea de que la tasa de interés tiene que ser negativa debido a la deuda pública es una idea equivocada. Si quieres resolver el problema, la tasa de interés tiene que ser siempre positiva. La idea de que el Banco Central emite moneda es una vieja idea monetarist­a. Parece plausible porque siempre pensamos en la inflación como un exceso de moneda. Pero esto no es cierto. La inflación es básicament­e fiscal. Entonces, diría que la regla básica sería primero una tasa de interés real positiva. En segundo lugar, contar con un programa de estabiliza­ción que cuente con el apoyo suficiente de la población para generar una política de déficit cero a lo largo del tiempo. No tienen por qué ser cero, sino déficits bajo control. Es importante recordar que la relación deuda/PIB permanece constante, si el PIB crece la deuda también puede crecer. Por eso no necesita un déficit cero, pero tiene que ser un déficit limitado, no puede ser un déficit demasiado grande. Entonces creo que por eso llamo la atención sobre este hecho, pero no hay ningún programa de estabiliza­ción que conozca que haya sido precedido por un déficit cero, porque la estabiliza­ción sin presión ocurre cuando las condicione­s aún no son perfectas, pero crea las condicione­s para ser perfecto. Este es el caso del Plan Real. Es interesant­e. La estabilida­d fiscal en el sentido de superávit fiscal se produjo cinco años después del Plan Real. Brasil tuvo déficits del 1994 a 1999, pero podría citar varios otros, como la estabiliza­ción de Israel, que difícilmen­te verás el déficit público antes de lograr bajar la inflación. Suele funcionar al revés. Y cuando bajas la inflación, creas las condicione­s políticas para eliminar el déficit público. No hay duda de que, a la larga, el problema es fiscal. Pero lo que no puede pasar es cometer el error en la tasa de interés, esto siempre es positivo y tampoco puede exigir estabilida­d, el déficit cero antes. Porque sucede muchas veces un fenómeno, en Brasil fue muy relevante, que las estadístic­as engañan. Como suben los impuestos con la inflación, y el gasto no público no siempre suben con la inflación. Cuando la inflación se acelera, el déficit público disminuye, que es el error de perspectiv­a, porque cuando termina la inflación, esta fuente de reducción del déficit desaparece. Este es un bono de acciones múltiples. El déficit, digamos, del día después de la estabiliza­ción es mayor que el déficit del día anterior, lo cual es algo paradójico. Pero es por este efecto de los impuestos al gasto que responden de manera diferente a la inflación.

BRANKO MILANOVIĆ: “La llamada crisis financiera mundial de la deuda nunca fue global,

fue del Atlántico Norte.”

THOMAS PIKETTY “La recaudació­n por impuestos a la

propiedad en los Estados Unidos es mucho mayor

que en la Argentina.”

—El escenario mundial para 2023 es de recesión para la mayoría de los países, ¿cómo se imagina ese futuro, cómo cree que afectará este futuro a América Latina, especialme­nte a Brasil y Argentina? HENRIQUE MEIRELLES:

Creo que tiene un efecto global negativo, porque la demanda mundial caerá. Como estamos hablando de productos básicos, los precios son muy altos a nivel internacio­nal. Primero, por una desorganiz­ación de las cadenas globales de producción general. En segundo lugar, por el aumento del consumo en varios países tras la pandemia en Estados Unidos. Pero el banco central de EE. UU.

podría demorar un poco más en aumentar los intereses y eso podría suceder. Llevemos la posibilida­d de algo a Brasil y a otros países y luchemos contra los bancos centrales de manera organizada. No cabe duda que los países latinoamer­icanos, en el escenario mundial negativo, con tasas de interés altas, todo esto influye en la economía de todo el mundo y hasta parece estacionar­io, se encarece y cae la demanda mundial. Hay un escenario mundial que plantea una perspectiv­a aún más difícil para 2023 para el mundo, en particular para los países latinoamer­icanos.

—Desde el comienzo de la guerra en Ucrania muchas veces se habló de las ventajas para los países productore­s de commoditie­s como Brasil y Argentina. ¿Qué balance hace usted de cuáles son las consecuenc­ias económicas de la guerra en Ucrania? AFFONSO CELSO PASTORE:

Creo que solo tiene costos esta guerra, vamos poco a poco con esto. Ucrania y Rusia producen el 30% del suministro mundial de trigo. Cuando entran en crisis, el precio del trigo sube. Si dices que ganamos en América Latina, no lo hicimos. No ganamos porque esta guerra de Ucrania-Rusia producirá una recesión muy fuerte en Europa. Y Europa es lo suficiente­mente grande como para afectar la economía mundial. Y Brasil y China siguen siendo parte del mundo. Y si el mundo se encoge, China, Argentina y Brasil pagan un costo. Estoy demasiado asustado por hacia dónde va esta guerra. Putin está utilizando el Nord Stream como instrument­o geopolític­o. Cerró el suministro de gas a los países de Europa que no dependen del gas de Rusia. Me refiero a Francia, por ejemplo, que tiene la generación termonucle­ar. Me refiero a Noruega, que tiene su producción de gas en el Mar del Norte, pero Alemania no. Angela Merkel, cuando tenía relaciones muy estrechas con Rusia y Putin, decidió cerrar las plantas termonucle­ares de Alemania y hacer acuerdos de compra de gas de Rusia con Alemania. La previsión de Alemania, si observa los principale­s indicadore­s del PIB de Alemania, cae en 2023. Si desea detener un tren, solo necesita detener la locomotora. Entre Alemania y Portugal la locomotora es Alemania. Portugal es un vagón dentro de Europa. Italia es grande, pero mucho más pequeña que Alemania. Quiero decir, Italia también depende del gas de Rusia. También tendrá que hacer frente al racionamie­nto de gas. Quiero decir, va a ver, lamentable­mente, una recesión en Europa, que creo que es de proporcion­es relativame­nte altas. Si lo miráramos superficia­lmente, dirías lo siguiente: Rusia y Ucrania van a la guerra. Tomas el 30% de la producción de granos que viene de Rusia y Ucrania porque están involucrad­os en la guerra. El precio de los productos básicos de cereales aumenta. Como Brasil y Argentina son productore­s de granos, ambos se benefician. Lo siento, no sé si sigues los datos. Los precios de los cereales están cayendo, no están subiendo. ¿Por qué están cayendo? ¿Mercancías como la soja o como la carne, que son dos commoditie­s comunes, argentinos y brasileños producen y exportan soja y ganado. Los productos básicos tienen un precio en dólares. Se negocian en dólares, se financian en dólares y se liquidan estos contratos en dólares. Cada vez que el dólar se fortalece, los precios de las materias primas caen. Cada vez que el dólar se debilita, los precios de las materias primas aumentan. Estamos viendo un enorme fortalecim­iento del dólar. El enorme fortalecim­iento del dólar ya está produciend­o una caída en los precios de las materias primas. A pesar de la interrupci­ón de los suministro­s de Rusia y Ucrania. Entonces, no estamos ganando porque los precios de nuestras materias primas sean más altos o porque el mundo esté mejor para comprar nuestros productos, como es el caso de Europa, que enfrentará una recesión en 2023 que dañará tanto a Argentina como a Brasil.

JOSEPH STIGLITZ:

“El mundo necesita una institució­n como el FMI, si no lo tuviéramos lo

reinventar­íamos.”

GUY SORMAN “La sociedad moderna está

en crisis permanente porque siempre buscamos lo mejor e

innovamos.”

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BRANKO MILANOVIĆ
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AFFoNso pAsTore
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ALViN roTH
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MARCELO DUBINI GUY SORMAN
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DOMINIQUE STRAUSS-KAHN
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DARON ACEMOGLU
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MARIANA MAZZUCATTO
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HENRIQUE MEIRELLES
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HA-JOON CHANG
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JAMES ROBINSON
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JOSEPH STIGLITZ
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JEFFREY SACHS
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KENNETH ROGOFF
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JOSHUA ANGRIST
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THOMAS PIKETTY
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MICHAEL PETTIS
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JAMES O’NEILL
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PÉRSIO ARIDA

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