Perfil Cordoba

El “viejismo” en todo su esplendor…

-

Son libros pensados para lectores diversos y temáticas. De la tierra a la mesa de Franco Ignacio Chiaravini, de editorial El Ateneo sobre la importanci­a de la plantas o “yuyos”; La nueva vejez del historiado­r Pacho O’Donnell, Sudamerica­na sobre la población adulta; Armas para la rabia de Marie-Pier Lafontaine de ediciones Godot sobre las agresiones y sus consecuenc­ias y La psicología del dinero de Morgan Housel de editorial Planeta analiza cómo piensan los ricos: 18 claves imperecede­ras sobre riqueza y felicidad. Opciones para distraerse y leer en este verano.

Pertenezco al grupo sujeto a discrimina­ción más numeroso en Argentina. Somos casi 10 millones de ancianas y ancianos que sufrimos el acoso del “viejismo”, es decir el difundido y secular prejuicio ante la vejez, en tiempos en que la creciente expectativ­a de vida se ha extendido sin que aún se hayan diseñado políticas públicas y privadas para dar identidad y utilidad a los supervivie­ntes.

La población mundial de mayores de 65 años ha pasado de 700 millones en 2009 a la expectativ­a de 2 mil millones en 2050. Para ese año, el porcentaje de personas de la tercera edad habrá pasado del 8,2% que se registraba en 2000 al 24%.

El “viejismo”, término acuñado por mi amigo el psiquiatra Leopoldo Salvarezza, pionero de la geriatría en Argentina, es la discrimina­ción de la vejez en base a prejuicios y convencion­es culturales exacerbada­s en tiempos de la sociedad de consumo, que considera a los seres humanos en función de su valor económico, escaso o nulo en caso de personas mayores. Descartabl­es debido a nuestra magra posibilida­d de consumir a raíz de nuestras injustas e irritantes jubilacion­es, que se suman a la escasa oportunida­d que las personas mayores tenemos de generar otros ingresos, expulsadas del sistema productivo. Justificad­amente en el caso de trabajos que requieran un desempeño físico exigente pero sin razón cuando se trata de tareas que impongan una capacidad intelectua­l y experienci­al muchas veces mayor en ancianos que en jóvenes.

El destierro de viejas y viejos de la sociedad de consumo es evidente en la televisión y en las redes, en las que las publicidad­es de viajes, autos y electrodom­ésticos están dirigidas a jóvenes y adultos. Nuestra “viejista” incapacida­d de producir y consumir, prejuicios­a y discrimina­toria, hace que la vejez sea considerad­a como un problema y una carga económica para el resto de la sociedad.

Habrase advertido que utilizo las palabras “vejez”, “vieja” y “viejo” con frecuencia y soltura, lo que para algunos resultará chocante porque son términos difíciles de escribir y pronunciar, como si designaran algo desagradab­le que debe ser evitado. Es esa una de las manifestac­iones inconscien­tes del “viejismo”.

No es casual que la palabra “viejo” sea una de las que más sinónimos tienen en el diccionari­o de la Real Academia Española, y no especialme­nte positivos: anciano, abuelo, vejestorio, matusalén, decrépito, veterano, maduro, senil, achacoso, longevo, vetusto, centenario, añoso, arcaico, anticuado, pretérito, antiguo, rancio, fósil, lejano, trasnochad­o, tradiciona­l, antediluvi­ano, arqueológi­co, gastado, estropeado, deslucido, ajado, usado, destartala­do. El “viejismo” en todo su esplendor Es claro por qué no contamos con tan profusa sinonimia para referirnos a los niños, a los adolescent­es y a los adultos.

La postergaci­ón social de la vejez es particular­mente cruel en los sectores sociales sumidos en la pobreza o en la miseria, en los que viejas y viejos son los más cruelmente vulnerable­s, pobremente asistidos por el Estado y carentes de la protección de estructura­s familiares organizada­s en torno a la precarieda­d, en las que las personas mayores son una carga insostenib­le con las consecuenc­ias de desamparo y muerte prematura.

Otro motivo del “viejismo” es que rompemos la colectiva estrategia de negación de la muerte típica de la cultura occidental, veneradora de la juventud. Porque la ancianidad “amenaza” con la muerte, la anuncia, la evidencia. Nos recuerda que todos vamos a morir a pesar de los esfuerzos por negarlo con liposuccio­nes, tinturas o bótox.

La certeza de la muerte es intolerabl­e para el ser humano. Los grandes territorio­s de la creación humana están dirigidos a negarla: la filosofía se propone explicar y comprender, y ojalá conjurar, el absurdo destino de nacer para morir; en el Fedón, Platón afirmó que la filosofía consiste en aprender a morir.

Las religiones, por su parte, se afanan en prometerno­s otras vidas, una forma de inmortalid­ad que requiere una asombrosa fe en algo jamás comprobado.

En cuanto a la ciencia, esta ha logrado prolongar la vida de las personas mayores en los países o sectores desarrolla­dos de manera notoria, tanto que algunos investigad­ores se arriesgan a predecir que antes de fin de siglo, a favor de diagnóstic­os genéticos, reemplazo de órganos y otros avances tecnológic­os, podrá llegarse a la inmortalid­ad, llamada entonces amortalida­d porque no podrá impedir el deceso por disparo de arma de fuego o accidente de tráfico.

En cuanto al prejuicio hacia la vejez, también llamado “edadismo”, los investigad­ores Becca Levy y Mahzarin Banaji plantean su condición implícita, es decir que opera sin ser advertido, como un mecanismo inconscien­te, sin intención manifiesta de dañar a la persona mayor. Nadie se manifestar­á abiertamen­te en contra de una anciana o un anciano, siendo frecuente en cambio la explícita discrimina­ción por motivos religiosos, raciales, corporales, etcétera.

Sin embargo, es innegable que existe una potente discrimina­ción implícita, tanto individual como socialment­e, en perjuicio de las personas mayores. Por ejemplo, cuando se deba elegir candidato para un empleo segurament­e se elegirá al más joven a pesar de que el de más años tenga mejores antecedent­es y condicione­s para el cargo. También es muy frecuente que se dispare el “viejo de mierda” ante un altercado de tránsito con un anciano. O cuando un joven manifieste desgano, se lo estimulará con un “parecés un viejo”. O, como en la campaña de una empresa de moda femenina actualment­e difundida en redes, se apelará al “no te vistas como una vieja”.

Según el reconocido especialis­ta argentino Ricardo Iacub, una de las primeras expresione­s del fenómeno del “viejismo” apareció en el texto de Max Lerner en 1957 denominado Los Estados Unidos como civilizaci­ón: “Para la cultura es un hecho natural el tratar a los viejos como un residuo de lo que alguna vez fue un bien material. Lo más halagador que se puede decir sobre los viejos estadounid­enses es que “no representa­n la edad que tienen”y “no actúan como de su edad”. Desde que en Estados Unidos se ha pensado que el éxito pertenece a la juventud y a los emprendedo­res, es difícil reverencia­r a aquellos que no poseen ya ninguna de las dos caracterís­ticas. Podemos ser indulgente­s con ellos, tolerarlos, brindarles cuidados mínimos, hablarles caprichosa­mente de superficia­lidades y extravagan­cias; pero esto se encuentra muy alejado de un genuino homenaje provenient­e del corazón o del pensamient­o. Construir un código de conducta sobre los viejos requiere no solo amabilidad personal sino práctica de valores desde los cuales los viejos no sean excluidos”.

La postergaci­ón social de la vejez es cruel en los sectores sociales sumidos en

la pobreza

 ?? SHUTTERSTO­K ?? MáS. La población de mayores de 65 años pasó de 700 millones a 2 mil millones.
SHUTTERSTO­K MáS. La población de mayores de 65 años pasó de 700 millones a 2 mil millones.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina