Perfil Cordoba

El pintor de Dios

- LAURA ISOLA

“No pinto para los hombres sino para Dios”, dice en un momento el personaje de Andrei Rubliov, el gran pintor de íconos religiosos rusos, en la película de Andrei Tarkovski. Lo explica cuando su crisis llega al extremo de eternizar el blanco en las paredes y hacer votos de silencio porque no puede pintar. Un silencio y un vacío de colores y formas que se terminarán, cuando el mensaje divino llegue desde lo alto. Por su parte, la primera mención sobre él es de 1405, cuando decoró iconos y frescos para la catedral de la Anunciació­n del Kremlin de Moscú, en compañía de Teófanes el Griego y Prokhor de Gorodet.

Este conflicto espiritual no se deja ver en su obra: parece que Rubliov sólo pintó cuando estuvo preparado. Eso se nota en la ausencia de sombras –sólo el color se oscurece para hacer resaltar al que tiene al lado–, la luminosida­d y brillo de su paleta y la flexibilid­ad de sus composicio­nes. En La Trinidad, el ícono más famoso, se ve como todo está sometido a la idea única y también la ausencia de detalles excesivos.

Si bien Dionissi (1440-1508) que es su sucesor e intenta mantener la religiosid­ad, hay algo que se irá desarrolla­ndo a partir de mediados del siglo XV: el tratamient­o profano de los temas religiosos. Aparecerá en el arte final de este mismo siglo, la predilecci­ón por lo elegante y lo ornamental

. La pasión por la divinidad, ahora está puesta en el dibujo y las escalas cromáticas. O, tal vez, sin desmerecer a esta magnífica época, el elegido de Dios fue uno solo y llegó a ser santo (canonizado en 1988 por la Iglesia Ortodoxa Rusa).

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