No importa tanto lo que dice el presidente, sino lo que comprenden los ciudadanos
gente favoreció a los “distintos”, sean Pedro Castillo, Bolsonaro, Boric, Trump o Milei.
La opinión pública se había formado tradicionalmente con la red de conversaciones que se producían en una sociedad en un momento determinado. Actualmente tiene poco que ver con las palabras, se construye a través de un intercambio masivo de informaciones, memes, sensaciones, sentimientos, supersticiones, que se realiza entre desconocidos.
Las elites perdieron fuerza. Sus opiniones se disuelven en el mar de elementos visuales y auditivos que intercambian todos los días miles de millones de personas, que no reconocen jerarquías.
Se perdió la distancia entre el emisor y el receptor del mensaje. No es tan importante lo que dice el candidato o el presidente, sino lo que comprenden los ciudadanos comunes, cómo lo reformulan y viralizan. Todos quieren participar, pero no son obedientes, lo hacen imponiendo su agenda y sus temas.
Las opiniones políticas son cada vez más fanáticas, y se difunden masivamente supersticiones que carecen de lógica. Los algoritmos nos conectan con quienes tienen percepciones del mundo semejantes a las nuestras, haciéndonos creer que nuestros mitos son la única verdad.
Al mismo tiempo que la ciencia avanza a una velocidad vertiginosa y el observatorio James Web nos permite pensar que nuestro universo es un evento que ocurre dentro del agujero negro de un universo más amplio, las teorías conspirativas logran que se forme una Asociación Mundial de Terraplanistas. La red difunde los avances de la ciencia, pero también teorías y supersticiones ridículas que tienen impacto en la población.
Todos tenemos en el bolsillo un artefacto que es computadora, máquina de fotos y filmadora. Cualquiera puede poner, de manera gratuita, un canal de televisión en su casa, convertirse en youtuber y cobrar influencia y dinero. Como señalamos en uno de nuestros últimos libros, nos precipitamos en un caos que necesitamos entender para reformular un paradigma racional que nos permita replantear la política y los valores.