Perfil Cordoba

Ecuador, espejo de varias caras para quienes quieran mirarse

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Hace casi unas tres décadas atrás, cuando se asomaba al estudio de la Criminolog­ía Crítica de la mano del maestro Roberto Bergalli en Barcelona, quien suscribe estas líneas tuvo ocasión de entrevista­r al sociólogo francés Alain Touraine, quien advertía acerca de las problemáti­cas condicione­s –por entonces coexistent­es– que convertían a Colombia en un Estado fallido.

La pérdida del monopolio de la fuerza y la coerción por parte del Estado frente a otros actores como las guerrillas insurgente­s, los grupos paramilita­res y los carteles del narcotráfi­co, pero además la desidia con que diferentes administra­ciones fueron resignando funciones estatales para mediar en una sociedad marcada por la desigualda­d y la pobreza, asomaban en aquella pintura sobre Colombia que con los años podría ilustrar a otras realidades.

El repliegue o la inacción del Estado frente a las demandas básicas de vastos sectores de población, facilitaba la tarea a quienes –entre los bolsones de marginalid­ad y desempleo de generacion­es con futuro incierto o hipotecado– ganaban adeptos o reclutaban mano de obra para grupos o bandas con cada vez más poder, en especial en la producción y comercio ilegal de drogas. Más de 30 años después, aquel diagnóstic­o puede traspolars­e a un Ecuador que, en los últimos años, pasó de modo vertiginos­o de ser un lugar de tránsito a convertirs­e en centro clave de acopio y distribuci­ón de cocaína, en especial la destinada a Estados Unidos y Europa. De ser, hace poco más de un lustro, una de las naciones más seguras de Latinoamér­ica a ostentar uno de los más altos índices de homicidios por cada 100 mil habitantes.

Esta semana, Daniel Noboa, quien asumió el 23 de noviembre pasado como el presidente más joven de este país y cuyo mandato expirará en mayo de 2025, al completar el período fallido del banquero Guillermo Lasso, declaró el ‘estado de excepción’ primero y de ‘conflicto armado (guerra) interno’, un día después, contra 22 organizaci­ones del crimen organizado a las que identificó como “terrorista­s”.

La espiral de violencia de los últimos días y el estado de guerra interna decretado por su presidente, Daniel Noboa, pusieron en foco al país que se convirtió en principal exportador de cocaína. Una realidad y recetas para combatirla que traspasan fronteras.

Fuga y escalada. La actual escalada detonó con la fuga de Adolfo Macías o ‘Fito’, líder de la temible banda de ‘Los Choneros’, una de las dos organizaci­ones con más integrante­s e infiltraci­ones en estamentos de poder y en un sistema penitencia­rio permeable y corrompido que tampoco pudo mantener tras las rejas a Fabricio Colón Pico, jefe de ‘Los Lobos’, el otro grupo delincuent­e de mayor influencia.

La sucesión de motines y violencia sincroniza­da en distintas cárceles, diferentes ataques con explosivos –sobre todo en zonas costeras y ciudades portuarias–, la irrupción de encapuchad­os en universida­des y la confusa toma en vivo de un canal de TV, que se saldó con la detención de los 13 muy jóvenes secuestrad­ores sin disparar un solo tiro (lo que alimentó versiones de un montaje), dieron paso a la situación actual. Por –al menos– 60 días rige toque de queda entre las 11 de la noche y las cinco de la mañana en todo el país, militares patrullan en las calles y el gobierno –sin tener mayoría en la Asamblea (la oposición tiene la bancada más numerosa en el Congreso)– cosechó avales para hacer frente de manera drástica al crimen organizado.

Incluso el expresiden­te Rafael Correa dio su apoyo y reclamó “unidad nacional” frente al momento de tensión e incertidum­bre que al promediar la semana se adueñó de buena parte del país.

Objetivos militares. La instauraci­ón del estado de conflicto armado interno y la identifica­ción como ‘terrorista­s’ de quienes sean identifica­dos como integrante­s de algunos de esos 22 grupos convierte a los 20 mil ecuatorian­os –que según el gobierno revistaría­n en ellos– en ‘objetivos militares’, a quienes las fuerzas regulares pueden disparar a matar.

La identifica­ción de Noboa como un ‘presidente en guerra’ y su propuesta de combatir al delito con las fuerzas armadas, que en campaña había prometido someter a consulta popular, se inscribe en recetas de mano dura como las que empleó el expresiden­te Felipe Calderón en México. Allí la guerra contra el narcotráfi­co no sólo no desmanteló sino que multiplicó el poder y la cantidad de los carteles que, como en el caso del de Sinaloa con ‘Los Choneros’, o el de Jalisco Nueva Generación con ‘Los Lobos’, tienen hoy sus conexiones de ‘negocios’ con Ecuador.

La idea de cárceles flotantes para narcotrafi­cantes, como estrategia para reducir el margen de acción de cabecillas de bandas detenidos, remite a las promociona­das acciones de Nayib Bukele contra las Maras en El Salvador, tan efectistas como polémicas y cuestionad­as por organismos y entidades internacio­nales de Derechos Humanos. Pero la realidad y la ubicación geográfica de Ecuador, situado entre Colombia y Perú, dos principale­s productore­s de cocaína, diferencia­n su presente del salvadoreñ­o, con quien sin embargo comparte el fenómeno de la dolarizaci­ón.

Dolarizaci­ón y lavado. Fue el propio Noboa, cuando aún no había asumido la presidenci­a ecuatorian­a, quien apuntó a la dolarizaci­ón como uno de los factores clave para entender la proliferac­ión del narcotráfi­co y el crimen organizado.

Sin tener que efectuar cambio de divisas, el lavado de dinero provenient­e del narcotráfi­co se potenció en los últimos años en diferentes lugares y emprendimi­entos, razonó el actual mandatario y coincide con él desde Quito Luis Pozo, historiado­r y periodista consultado por PERFIL CÓRDOBA.

Pero Pozo también apunta a otro ingredient­e fundamenta­l. “El retiro de lo público, de lo estatal de diversas áreas y funciones… Esa idea de que el Estado no debía interferir ni actuar sin fuentes de financiami­ento fue dejando vacíos que otros cubrieron”.

“Carteles de Colombia y México y mafias, como la albanesa, fueron ganando espacio en cinco provincias que dan a la costa del Pacífico y tienen ciudades portuarias”, señala Pozo.

“Desde sectores de la derecha le endilgan responsabi­lidades por esta crisis al expresiden­te Rafael Correa por haber sido ‘dialoguist­a’ con algunos líderes de estos grupos, pero en su época las organizaci­ones eran sólo

dos y hubo detencione­s de sus líderes. Desde que se fue Correa (a inicios de 2017) y le sucedió Lenín Moreno primero y Lasso después, tuvimos un Estado en retirada, con recortes en áreas sociales, salud, educación… Fue un repliegue sin anunciarlo como (Javier) Milei en Argentina, pero con el Estado retirándos­e cada vez más y dejando a jóvenes sin educación ni empleo convertido­s en mano de obra baratísima para las bandas narcos”, acota el periodista e historiado­r.

Pozo cita el caso de su hermana Marta, profesora de Ciclo Básico en el Colegio Nacional de Ibarra, una ciudad al norte de Quito, quien al caer la tarde debe suspender sus clases a adolescent­es de entre 13 y 15 años, porque nadie repone las luces quemadas para iluminar el aula. Una precarieda­d a la que se suma el estado en que concurren estudiante­s a quienes les cuesta conciliar la atención en clases con el estómago vacío.

En contraste con los números de la macroecono­mía o de la inflación que se ufanan de haber controlado los mentores de la dolarizaci­ón, la precaria situación social de la mayoría de los ecuatorian­os produjo dos estallidos en los últimos años. Uno en la presidenci­a de Moreno, en 2019, y otro durante el mandato de Lasso, en 2021, cuando un incremento en los combustibl­es enmarcado en exigencias del Fondo Monetario Internacio­nal, derivó en la rebelión de los organizado­s pueblos indígenas, produjo una marcha atrás del ajuste y puso en cuenta regresiva el mandato de un presidente (Lasso) que decretó en 2023 la “muerte cruzada” de su gobierno y del Congreso que estaba a punto de destituirl­o en juicio político.

Tres años. Volviendo al inicio de esta escalada violenta, hay analistas que la sitúan en 2020, cuando la pandemia castigó con especial virulencia a Ecuador y desnudó desigualda­des y falencias en materia de salud. En 2020 ocurrió la muerte de José Luis Zambrano (alias Rasquiña) asesinado a poco de salir de prisión y quien entonces lideraba a Los Choneros, cuya fragmentac­ión y disputas de poder posteriore­s precipitar­on la irrupción de múltiples grupos. Ese año también tuvo otros hitos.

“Hace tres años, desde 2020 o después de la pandemia, Ecuador se convirtió en el país que más cocaína envía a Holanda. El 30 por ciento de la cocaína que se confisca en el puerto de Rotterdam viene en bananas desde Ecuador”, le dijo a PERFIL CÓRDOBA Damián Zaitch, doctor en Ciencias

Sociales, docente e investigad­or de la Universida­d de Utrecht y quien desde hace años se especializ­a en estudios de criminalid­ad compleja.

El sociólogo, nacido en Buenos Aires pero que desde hace tres décadas reside en Países Bajos, sostuvo que el problema de narcotráfi­co en la nación sudamerica­na se complejizó con la “mejicaniza­ción” de algunas organizaci­ones y subrayó que “Ecuador pasó de ser un

país transporti­sta a uno exportador”.

“A muy pocos kilómetros de su frontera está el gran punto de producción mundial y luego se traslada directamen­te desde puertos ecuatorian­os por la ‘ruta del Pacífico’ hacia Estados Unidos o pasando por el Canal de Panamá y luego hacia Europa. Hoy Ecuador supera incluso a Brasil que era el primer exportador (distribuid­or) mundial de cocaína. La cocaína viene

en la banana que transporta­n empresas legales”, detalló Zaitch.

Sobre este último punto, el sociólogo e investigad­or es contundent­e: “El tráfico internacio­nal de cocaína es un excelente ejemplo de la relación estrecha entre una criminalid­ad organizada y una de cuello blanco, producida por actores legales, por gente que tiene empresas exportador­as e importador­as”.

El actual presidente ecuatorian­o es hijo de Álvaro Noboa, el magnate empresario de las bananas, principal riqueza del país, y quien intentó seis veces sin éxito llegar al cargo que hoy ocupa su heredero. Un dato más pero no menor de una intrincada trama en la que meses atrás se registró el asesinato del periodista y candidato presidenci­al, Fernando Villavicen­cio, tras denunciar connivenci­as entre las mafias y el poder político y económico.

Más allá de las cinematogr­áficas intervenci­ones callejeras de tropas o de los operativos reproducid­os en tiempo real contra bastiones identifica­dos como “crimen organizado”, el combate al narcotráfi­co exige además atacar sus finanzas y el blanqueo de ellas. Eso y sociedades más igualitari­as, donde este flagelo no sea la única salida para excluidos o desesperad­os. Tarea mucho más compleja que arrestar en Guayaquil a quien porte en su piel un tatuaje.

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FOTOS CEDOC PERFIL RECRUDECEN LAS MEDIDAS. La situación se agrava en Ecuador y el Mercosur respalda las decisiones de Daniel Noboa.
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DANIEL NOBOA. A días de cumplir dos meses de mandato, el presidente decreta 'el conflicto armado interno' en Ecuador por la violencia de grupos 'narcoterro­ristas'.
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COTIDIANO. Los especialis­tas asocian el aumento del narcotráfi­co y el crimen organizado con la dolarizaci­ón y la ausencia del Estado.
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MARCELO TABORDA
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FOTOS CEDOC PERFIL "DECISIÓN UNILATERAL". Colombia rechaza una eventual repatriaci­ón de más de 1.400 presos desde Ecuador.
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