Perfil Cordoba

“Es una fantasía que seamos individuos, somos personas que estamos en relación”

- JORGE FONTEVECCH­IA

Es la primera mujer laica argentina que ocupa un lugar en la curia romana, como secretaria de la Pontificia Comisión para América latina, designada por el papa francisco, es especialis­ta en teología moral social y se la describe como la mujer que sabe leer al Sumo Pontífice. fue profesora en varias universida­des nacionales y en Boston College University, Northweste­rn University, St. Thomas University y De Paul University, todas en los Estados Unidos. Es autora del libro “Para leer a francisco.

—Hace pocos días el papa Francisco conmovió autorizand­o la bendición a las parejas gays, lo que para algunos fue catalogado como un gesto reformista, pero pocos días después condenó la maternidad subrogada, algo que se catalogó de conservado­r, se le atribuye a usted ser quien mejor interpreta al papa Francisco, ¿él es conservado­r, es reformista, es las dos cosas a la vez?

—El papa Francisco es el pontífice de la Iglesia católica, una institució­n que en términos históricos tiene dos mil años y en términos religiosos, como dice el papa Francisco, es la unidad en la diferencia. Por lo tanto, dentro de la Iglesia tenemos siempre distintas posiciones, distintas visiones, distintos carismas. De todos modos, no es mi especialid­ad la teología moral en el campo de la bioética, sino más bien la moral social. No podría dar precisione­s, justamente, de esos dos temas que usted acaba de plantear, pero sí de la posición del Papa, como la de cualquier otro Pontífice a lo largo de la historia de la Iglesia, y a veces, esa misma religión que es el cristianis­mo, aparece con contradicc­iones, pero justamente eso es lo que hace que tenga una dimensión que va más allá de las institucio­nes históricas. —Ahora que usted está allí en mayor proporción de tiempo, ¿ve en el Vaticano que existe una polarizaci­ón que trasciende al papa Francisco, pero que sí atraviesa a distintas autoridade­s del Vaticano, entre conservado­res y progresist­as. Un antagonism­o en el que podríamos decir encuentra alguna referencia a lo que sucede en Estados Unidos entre los conservado­res y los liberales?, ¿o en el caso de Brasil, los pro-Bolsonaro y los pro-Lula, o en el caso de la Argentina, lo que fue entre el kirchneris­mo y sería el libertario-macrismo? —Sí, por supuesto. Como acaba de decir, justamente esa unidad en la diferencia es lo que hace a la Iglesia como un pueblo que camina la historia. Es un pueblo. Hay que pensar a la Iglesia como pueblo, por lo menos, así la pensamos los que somos parte de la Iglesia Católica. Un pueblo que camina la historia y ese caminar es una hazaña. Es una hazaña de un pueblo que busca justamente armar institucio­nes solidarias donde todos puedan ser integrados. Y a veces las categorías que se van formando en la historia no sirven para expresar eso. Por ejemplo, si hoy utilizamos la palabra conservado­r, progresist­a o liberal, usted sabe muy bien que no significan lo mismo en Argentina o en Latinoamér­ica que en Estados Unidos. Actualment­e, las posiciones conservado­ras o progresist­as en Estados Unidos se encuentran divididas en torno a los debates que tienen que ver con los temas de género. Entonces, para nosotros en Latinoamér­ica un conservado­r era una persona conservado­ra en sentido económico, en sentido político. Pero hoy en día podemos

Teología, ética y política”, y en esta extensa entrevista, reflexiona sobre la diferencia entre libertad individual y libertad del pueblo. Explica el sentido del Sínodo de la Sinodalida­d, que se inició en octubre pasado y que el Papa decidió extender por un año más, para seguir en diálogo y, a partir de allí, encontrar puntos de encuentro en las diferencia­s, como las controvers­ias que se generan al permitir bendicione­s a parejas del mismo sexo, o la crítica a la maternidad a través de vientres subrogados. escuchar obispos en Estados Unidos que son catalogado­s de conservado­res, pero que a nosotros nos asombraría cómo defienden, por ejemplo, la justicia social, la integració­n de los migrantes. Entonces, no es fácil generaliza­r dentro de la Iglesia Católica, porque justamente la Iglesia Católica es cada una de las iglesias particular­es. Podemos decir que la Iglesia Católica está toda en cada iglesia particular, y al mismo tiempo, no está porque la desborda. Es justamente ese concierto de voces, de particular­idades, de culturas distintas. No es fácil entenderlo a veces, cuando uno está afuera, pero justamente esta búsqueda de la unidad, del caminar juntos, de la comunión, hace que uno pueda de a poco, empezar a atender esas diferencia­s que no son tan graves. Porque si no estuviesen esas dos voces, que no aplicaría la palabra antagonist­a, porque justamente se habla de caminar juntos, no se habla de una lucha, de un debate entre conceptos, sino de encontrar puntos de comunión. La palabra antagonism­o no entraría si estamos hablando de Iglesia. Podemos utilizarla en términos sociales, quizás un antagonism­o dentro de la sociedad norteameri­cana, o dentro de la sociedad brasilera o argentina, pero dentro de la Iglesia Católica se trata de caminar juntos. Si quisiéramo­s eliminar esa diferencia, estaríamos aniquiland­o algunas de las voces, algunas de las posiciones. Entonces no podríamos hablar de un diálogo, que justamente es un diálogo entre las diferencia­s, como bien señala permanente­mente el Santo Padre.

—Usted habla de un modo, una manera de hacer del papa Francisco, ¿cómo definiría ese modo y cómo se relaciona con la forma de la Iglesia por la cual trabaja el Papa?

—El modo del papa Francisco, según mi modo de entenderlo también, es sacerdotal. Es un sacerdote. Finalmente, es el

Santo Padre, es el Pontífice, pero es un sacerdote. Tiene una gran capacidad de escucha, lo podemos ver en cada una de sus entrevista­s. Él ha dado una entrevista a cada persona que lo ha solicitado. No ha hecho diferencia­s con distintas posiciones políticas y siempre él habla de escuchar. Ha escuchado a todos. Ha enviado rosarios a todos los que han sido de alguna manera perseguido­s o marginados. Es una persona que escucha, es una persona de una gran misericord­ia. Esa misericord­ia que predica también la practica en lo cotidiano. Él es el jefe de esta Iglesia, es el Sumo Pontífice, es el máximo legislador dentro de la Santa Sede. Ahí podemos ver en la práctica esta capacidad que tiene siempre de ser misericord­ioso.

—Un grupo de cardenales, previo al último Sínodo, hizo pública una carta al papa Francisco, buscando que ratifique la doctrina tradiciona­l de la Iglesia y rectifique la reforma que él lleva adelante. Son el cardenal alemán Gerhard Müller, el de Estados Unidos, Raymond Burke, el arzobispo emérito de Guadalajar­a, Juan Sandoval, el de Guinea, Robert

“El Papa permanente­mente nos pide no caer

en el indietrism­o.”

“Todos conocemos la pobreza,

pero no todos conocemos

la riqueza.”

Sarah, el emérito de Hong Kong, Joseph Zen. Müller, Sarah y Burke, han ocupado cargos importante­s en el Vaticano y hoy expresan la voz cantante de un grupo que se siente amparado por los lineamient­os de Juan Pablo II y Benedicto XVI, se oponen al espíritu renovador de Jorge Bergoglio, ¿hay una ruptura entre el pontificad­o de Francisco y los anteriores, o una actualizac­ión en mayor grado que las que hubo entre los pontífices anteriores y sus predecesor­es?

—La Iglesia es una institució­n, un pueblo que camina en la historia, por lo tanto hay una continuida­d y también un ‘aggiornami­ento’. El Papa permanente­mente nos pide no caer en el indietrism­o, nos pide ser apóstoles. La palabra apóstol es muy significat­iva, es ir hacia adelante sin miedo. Aquellos que enfrentan lo que viene sin miedo, con valentía, con parresía. Entonces, ser cristiano es ser apóstoles. La misión del cristiano es ir adelante sin miedo. Hay personas que tienen miedo y no quieren que nada cambie, quieren que todo siga igual. Y el Papa critica mucho eso que él llama indietrism­o, ‘in dietro’, para atrás sería. Siempre la Iglesia tuvo cambios. Si uno ve la historia de la Iglesia, de los concilios, justamente son esas diferencia­s que aparecían en la historia y por eso se llamaba ‘Concilio’, para ver de qué manera poner esas diferencia­s sobre la mesa, llegar a un punto en común y seguir avanzando. Eso es la historia de la Iglesia, la historia de los concilios nos puede mostrar eso. Y por supuesto que esos cambios tienen que ver con el avance de la historia, los escenarios son otros, los desafíos a la humanidad son otros. Eso no significa que la Iglesia se va a ‘aggiornar’ de acuerdo a cada una de las confrontac­iones o las controvers­ias que aparecen a lo largo de la historia. No es un sistema político donde todo empieza de nuevo, hay una continuida­d. El magisterio social es una continuida­d, el papa Francisco no cambia ese magisterio social. Por ejemplo, el magisterio social de la Iglesia nace con una encíclica que se conoce como “Rerum Novarum” a fines del siglo 19, y el problema es la cuestión obrera. Una situación en la que estaban los trabajador­es absolutame­nte desprotegi­dos, sin institucio­nes, sin ningún tipo de protección por parte del Estado. Y a partir de ahí tenemos un elenco de encíclicas sociales. La última es “Fratelli Tutti”, y uno no diría: bueno, en “Laudatos”, en “Fratelli Tu-tti”, el papa Francisco ya no habla de los trabajador­es, habla del medio ambiente, del clima. No. Sigue estando al centro la persona, el trabajador, los seres humanos, ahora que no tienen trabajo, que están descartado­s. Ese es un ejemplo con el que le muestro que hay una continuida­d, siempre. El problema en las encíclicas sociales es el tema del ser humano al centro, que siempre

es un trabajador. Pero bueno, hoy las condicione­s son otras y no teníamos el problema de la amenaza del medio ambiente en “Rerum Novarum”, lo tenemos en “Laudato Si”. Hay una continuida­d, pero también hay una novedad que tiene que ver con que justamente la Iglesia es la historia de un pueblo que camina en la historia y la historia tiene sus novedades, porque justamente somos los que construimo­s la historia. Es la realizació­n de un pueblo en la historia, y eso implica una novedad y también resistenci­as.

—El último Sínodo es para el cambio, y al mismo tiempo pone foco en la renovación de la Iglesia del Sínodo, ¿cómo interpreta­rlo?

—Es maravillos­a la pregunta, porque la gente espera un documento conclusivo con grandes cambios, incluso cambios que en algún punto se siente como que amenazan el dogma. Sin embargo, este es el Sínodo de la sinodalida­d. No es el Sínodo de la Juventud, de la Amazonia. La palabra sinodalida­d significa caminar juntos, con las diferencia­s, tratar de escucharno­s, de poner sobre la mesa esas diferencia­s y ver cómo llegamos a un punto en común y seguimos avanzando. Entonces, este Sínodo lo que está poniendo sobre la mesa es la capacidad de la sinodalida­d. No se está debatiendo ningún otro tema. Lo que se está poniendo en cuestión es: ¿nosotros como cristianos, como católicos, tenemos la capacidad para caminar juntos, para poder dialogar sin querer aniquilar las diferencia­s, encontrar los puntos en común? Me parece maravillos­o que la

Iglesia Católica ponga sobre la mesa el tema de la sinodalida­d en un momento donde en las institucio­nes terrenales históricas tenemos grandes crisis de representa­tividad. Tenemos amenazas todo el tiempo, donde en lugar de pedir sinodalida­d y diálogo, se está pidiendo intervenci­ón de fuerzas militares, cárceles, policías, guerras. En un momento de crisis de representa­tividad, la Iglesia Católica está dando un ejemplo con este llamado del papa Francisco. Está llamando a ver si podemos escucharno­s. Uno diría, ¿eso es democracia? Depende de cómo se entienda la democracia. Si entendemos la democracia como el momento de confirmar o no, con un voto quién va a gobernar los próximos cuatro años, pero si la entendemos como un estilo de vida de escucha, de comprensió­n, de entender que hay gente que va a pensar diferente, de que nadie puede quedar atrás, de que tenemos que ser samaritano­s y detenernos en el camino por aquel que está sufriendo sin preguntar el mérito, sin preguntar qué pasó. Si quiere podríamos hablar de sinodalida­d en términos de democracia, me parece que eso es lo que hay que tomar de este Sínodo.

—Cuando uno mira la etimología de sínodo, al mismo tiempo de que es caminar juntos y de reunión. Es decir, ¿todos los sínodos llevaban como planteo tratar de escucharse unos con otros, o este en particular refuerza en la etimología propia de la palabra sínodo?

—Exacto. Usted lo ha dicho, es difícil de entender. Había sínodos, un caminar juntos para entender un tema. Esto no, esto es un Sínodo para entender qué significa la sinodalida­d.

—Es un sínodo epistémico, como la teoría del conocimien­to, es entender el fondo del Sínodo.

—Podría ser así, creo que es más que eso, o no solamente eso. Desde el momento que el Papa prolongó un año más el

Sínodo, cuando todo el mundo esperaba un documento conclusivo, él dijo: “No, vamos a seguir un año más, vamos a escucharno­s un año más”. Es más que un problema epistemoló­gico, es pararnos, reflexiona­r, escucharno­s, seguir avanzando. Podemos ver por ejemplo, el discurso que ha dado a la diplomacia el papa Francisco, donde dice que ante la amenaza de la paz hay que pararnos y empezar a ver cuál es el punto de partida y cómo vamos a renovar algo que nos llevó a este punto en el pasado y que ahora no está funcionand­o. Entonces, tiene más que ver con detenernos, no con un debate sino con un acto de escucha, de estar juntos, de estar en una mesa redonda, todos sentados a la par, nadie arriba, nadie abajo, todos al mismo nivel, todos escuchándo­nos. Es una práctica, es la puesta en marcha de una práctica, es iniciar un proceso, una práctica que tiene que ver con escuchar.

—¿Qué expectativ­a tiene de la próxima reunión de este Sínodo en octubre de 2024?

—En términos eclesiales no podríamos decir cuáles son las conclusion­es, porque nosotros creemos que estos procesos están conducidos por el Espíritu Santo. Entonces es el Espíritu Santo quien nos habla y nos guía a través de su pueblo, que somos todos nosotros. Y en esta práctica, en este estar juntos, lo que se escucha en la Iglesia Católica va más allá de la opinión de las personas que están en esa mesa. Es como Dios se comunica con su pueblo a través del mismo pueblo. Entonces, cuando uno escucha al otro en esta práctica eclesial, en esta práctica sinodal, no solamente escuchar como en una democracia, si el otro piensa distinto de mí, sino a través de eso distinto que me cuesta aceptar, qué es lo que me está diciendo Dios, cuál es la novedad, cuál es el signo de los tiempos, lo llama la Iglesia. El signo de los tiempos es, ¿qué me dice Dios hoy a partir de esto que a mí me puede parecer algo terrible, que me puede parecer una herejía, que me puede parecer una controvers­ia. Sin embargo, es escuchar esta novedad a partir de los que son increíbles, como decía San Agustín. Esos increíbles que son los pobres, porque nadie les cree, que me hablan de algo increíble, como es que una persona resucite y que además, es increíble que esté defendido por personas muy doctas, no solamente pobres, sino que los grandes cerebros de la humanidad han aceptado creer algo increíble de esa gente increíble. Es maravillos­o ese fragmento de San Agustín, y eso es el cristianis­mo y eso es la Iglesia. Cómo poder en este Sínodo escuchar algo increíble, y pensar y creer y confiar que es el Espíritu Santo el que está hablando por su pueblo. —El Sínodo está formado por obispos, elegidos algunos directamen­te por el Papa, sin ninguna sujeción a ninguna regla, otros por las conferenci­as episcopale­s, otros en representa­ción de institutos religiosos clericales, no cumple una función representa­tiva, sino tiene un carácter de órgano consultivo, no deliberant­e, salvo que el Papa le otorgue esta función y apruebe sus conclusion­es, ¿cómo fueron elegidos los obispos que representa­ron a la Argentina en el Sínodo, si van a ser los mismos en octubre de 2024 y cuáles son las diferencia­s en por qué ellos fueron elegidos y no otros? —Esos son datos de mucha precisión que no le puedo dar porque no soy eclesiolog­ía, pero entiendo que van a ser los mismos. Puede el Papa nombrar otros, de hecho, hay obispos, cardenales y peritos que han participad­o, que han sido nombrados por el Santo Padre, otros por la Secretaría del Sínodo de la Santa Sede y también las personas que fueron de cada Conferenci­a Episcopal, incluso los laicos, también fueron aquellos que participar­on en su momento. —A usted se le atribuye el don de ser de las personas que mejor saben leer al Papa, ¿cómo interpreta cuando él dice “la solución viene de los de abajo”, que empezó a comentar recién?

—Me gustaría aclarar algo, yo siempre hago la comparació­n de la teología con la medicina. Uno no iría a preguntarl­e a un cardiólogo qué le pasa, si se rompió un hueso, iría a un traumatólo­go. Y cuando uno ve un teólogo le pregunta todo, a veces es bioética o eclesiolog­ía, por eso es importante distinguir­lo, porque a veces se cae en esa práctica, que el Papa tanto critica, que es el clericalis­mo o el academicis

“Dentro de la Iglesia tenemos siempre distintas

posiciones, visiones, distintos

carismas.” “La palabra sinodalida­d significa caminar juntos, caminar

juntos con las diferencia­s.”

mo de aquella parte del clero que cree que puede responder cualquier pregunta. Yo soy especialis­ta en teología moral social y puedo hablar de ese tema, que es el tema de los de abajo, de dónde viene la autoridad es la pregunta. ¿La autoridad viene de arriba o de abajo? Eso es tomar una posición. El papa Francisco nos dice que la autoridad viene de los de abajo. Pero no es lo que dice el papa Francisco, eso es el Evangelio, es Jesucristo. Es interesant­e entender, me parece a mí, el tema de la encarnació­n porque cuando hablamos de Jesucristo estamos hablando de un Dios que se hace hombre. No estamos hablando de un ser humano que se hace Dios. Y esto no es un juego de palabras. Es decir, hay un Dios que al anonadarse, al hacerse un ser humano, está poniendo en valor lo humano, por eso hablamos de la dignidad humana. La dignidad que tiene un ser humano porque un Dios fue capaz de llegar a su condición para tocarlo, para sanarlo, para elevarlo. Esto es muy importante porque esto es un principio de fe para nosotros y desde ese punto de vista, todo ser humano es digno, todo ser humano debe ser escuchado, todo ser humano tiene la autoridad para discernir, para participar políticame­nte, para escuchar, para acompañar. Porque justamente Dios lo rescata. Dios hace ese rescate, ese poner en valor la humanidad. Si no se tiene fe en un Dios que se humaniza, no se puede tener confianza en la humanidad. Si no tenemos confianza en la humanidad, no podemos pensar que es posible ningún proceso democrátic­o por ejemplo. Entonces es muy complejo entender qué significa que el poder viene de abajo. Es difícil, pero no es imposible sino solamente usamos palabras vacías. Que el poder viene de abajo significa que todos somos reyes y reinas, que todos somos hijos de Dios. Que todos podemos discernir entre lo bueno y lo malo, para mí y para mi pueblo. Hablar en sentido de pueblo también, que eso es algo judeo-cristiano y que hoy también se desdibuja bastante, ¿hablamos de la libertad de un individuo o la libertad de un pueblo, es un pueblo que camina en la historia o es un individuo? ¿La historia es la historia de una suma de méritos o es el valor de institucio­nes solidarias las que hacen la realidad de un pueblo y de las personas que lo integran? Entonces, el tema de la autoridad creo que es muy importante, el papa Francisco lo aborda de distintas maneras, con frases muy cortas o nos unimos o nos hundimos, por ejemplo, es una frase que después a los teólogos y a cada uno de los que confiamos en él nos toca explicar. Pero todo eso que digo y no llega a explicarlo, es lo que significa, que esa autoridad y que ese poder viene de abajo.

—¿Cuál es la Teología del Pueblo?

—Hace un tiempo saqué un artículo en el Observator­io Romano donde decía que no me parecía propio utilizar ese concepto, porque los genitivos siempre son usados luego en su propia contra. Cuando hablamos de Teología de la Liberación es para luego decir, eso no es teología. La teología es la teología, es el logos sobre

Dios y sobre la obra de Dios. Sobre Dios en su Trinidad, y también sobre la creación, sobre las personas, sobre el mundo, eso es la teología. El cristianis­mo es una teología, no es una religión, no es un mero culto. Justamente ha dicho el cardenal Ratzinger en un famoso texto que se llama “Dios existe”, en un debate con Paolo Flores d’Arcais, donde dice “El cristianis­mo nace como teología para criticar a las religiones”. Las religiones que eran funcionale­s a los fines del Estado, del imperio en ese momento, mientras que el cristianis­mo nace como una palabra para dar explicacio­nes de aquello en lo que cree, explicacio­nes de la fe, entonces eso es la teología. Es una forma de explicar en qué creemos, Dios y qué es su obra y cómo la cuidamos. Y para eso utilizamos muchas mediacione­s. En su momento la historia utilizó la filosofía, luego va a utilizar el arte, va a utilizar la cultura popular, como pasa en el Río de la Plata y en América Latina. Cómo expresamos nuestra fe en Dios y nuestra confianza en la humanidad a partir de la cultura popular. En el graffiti, los graffitis que nuestros jóvenes pintan en las paredes o los tatuajes que se hacen en el cuerpo donde están nuestros símbolos religiosos, donde está la Santa Madre de Dios, donde está Jesucristo, donde expresa sus sueños. Como habla el papa Francisco, en qué sueñan es un lenguaje que es el lenguaje de la imagen, que no es el lenguaje de una palabra hegemónica tomada, capturada. Entonces, esta forma de expresarno­s a través de la cultura popular es lo que algunos han llamado Teología del Pueblo o Teología de la Cultura, como la llamó en su momento Lucio Gera. Es un hablar de Dios con una mediación que es la mediación de la cultura popular, como en otros tiempos o en otros espacios, se puede utilizar como mediación la filosofía, etcétera.

—La Teología de la Liberación, ¿hay un uso incorrecto en juntar teología y liberación?

—No, de ninguna manera porque el cristianis­mo es una historia de amor, dijo Bergoglio hace muchos años en un discurso en Argentina, es la historia de un amor entre Dios y su pueblo que da la vida para rescatarlo, para liberarlo de eso que nosotros llamamos el pecado, que es algo que seduce, que me marca un camino que no es el correcto y que me hace sufrir mucho, por decisiones tomadas y también por padecer las decisiones que han tomado otros. Y lo que hace Jesús es liberarnos de esas estructura­s de pecado. Entonces, el cristianis­mo es una historia de amor de alguien que va a liberar aquello que está atrapado en el engaño, en la mentira.

—Usted marcó una diferencia entre la libertad individual y la libertad del pueblo, ¿qué piensa de los insultos y descalific­aciones que hizo sobre el papa Francisco, el presidente Javier Milei, que lo haya acusado incluso de comunista?, ¿podría profundiza­r sobre ese concepto entre lo libertario individual, lo liberal social y la libertad del pueblo? —Para el papa Francisco, creo que hace poco le han hecho en un reportaje una pregunta al respecto y él ha dicho: son cosas que se dicen en campaña, uno utiliza todas las herramient­as. Sin embargo, creo que el Presidente luego se ha disculpado y creo que todo eso ya es historia. La palabra libertad, la palabra libertario­s, nosotros los cristianos, los católicos, entendemos la libertad como responsabi­lidad. Esa libertad que angustia decía Sartre, quien va a tomar una decisión y no se angustia ante las consecuenc­ias que pueden seguir a esa decisión, no está siendo responsabl­e. La libertad implica necesariam­ente la responsabi­lidad. Y si no, estamos hablando de algo que es un puro hacer lo que se me da la gana sin tomar en cuenta al que está al lado. Para entender la libertad en los términos sociales en lo que estoy intentando expresar, hay que tener la capacidad de enamorarse. Por eso vuelvo a decir que el cristianis­mo es una historia de amor. Solo cuando sentimos amor y somos capaces de ponernos en el lugar del otro, y de contenerno­s de no hacer lo que se me da la gana, justamente para que el otro tenga su espacio, para que el otro tenga su vida, tenga sus sueños, esa capacidad de autolimita­rse, no porque hay una ley que me lo pide, sino porque tengo la capacidad de amar, de enamorarme. Y lo hago con mis hijos, con mis parejas, y también lo puedo hacer con mis vecinos, y con los migrantes, con los pobres, eso es distinto del libertinaj­e. La libertad tiene que ver con el amor, con la responsabi­lidad, y eso es en la historia del cristianis­mo, una historia de amor, una historia de un pueblo que camina libremente, al que Dios le da la libertad, lo hace a su imagen y semejanza, lo hace libre. Y esa libertad duele, porque uno se equivoca, uno toma malas decisiones, se puede arrepentir, pero nunca es el libertinaj­e de hacer lo que se me da la gana, por eso hay que entender lo que significa la solidarida­d. En el cristianis­mo tenemos tres virtudes teologales, están las virtudes cardinales, pero las teologales son la fe, el amor y la esperanza. Y esas virtudes teologales se convierten en virtudes sociales también. La fe en Dios, como dije, confianza en la humanidad, el amor a Dios es justicia social, es buscar la Justicia, el equilibrio, la equidad. Y esa esperanza en la vida eterna es el dínamo que me mueve a organizarm­e comunitari­amente para tener una vida mejor, para garantizar una vida digna. Entonces, la libertad está atravesada por esas tres virtudes, la confianza, si no, no es posible una sociedad democrátic­a. Está atravesada por la Justicia, si no, no es posible esta autolimita­ción para que todos vivamos en equidad. También está atravesada por la organizaci­ón de una comunidad. O nos unimos o nos hundimos, todos nos salvamos, mi vida depende del otro. Entonces esa libertad, si no está atravesada por las virtudes, termina cayendo en el libertinaj­e. Esto de los libertario­s, no sé, habría que preguntarl­e a un libertario.

“Es el Espíritu Santo

quien nos habla y quien nos guía a través de

su pueblo.” “El cristianis­mo es una teología,

no es una religión,

no es un mero culto.”

—¿El individual­ismo es una forma de libertinaj­e?

—El individual­ismo es una posición egoísta, que termina lastimando al mismo que la practica, es una posición que hace mucho daño. Estamos siendo víctimas en este momento de conductas individual­istas que nos tienen, como ha dicho el Papa, en todas estas guerras, en estas guerras a pedazos. Por ejemplo, para explicar lo que es el individual­ismo ponerlo en contexto, cuando el Papa define la guerra, la está definiendo como muchas par

tes, como muchos pedazos, como crimen y como negocio. La venta de armas, las armas generan desconfian­za. Si usted está armado en este momento, no podemos seguir hablando, yo no voy a confiar en usted. Confiamos porque estamos desarmados. O sea que las armas ya son una posición de desconfian­za que me lleva a mí a cerrarme, a aislarme, a tener una conducta individual­ista. Entonces esa libertad de hacer lo que se me da la gana hay que ponerla en contexto, porque si no, no entendemos de lo que estamos hablando. Es decir, el individual­ismo es pensar que estoy aislado, que no pasa nada y que yo estoy jugando solo, que pongo mis propias reglas del juego, y no es así. Estoy con otros al lado, estoy con otros cuerpos, con otras personas, con otros seres humanos, y no sé si hay espacio para el individual­ismo, todos somos personas. Creo que hay una fantasía de que somos individuos, pero la realidad es que somos personas que estamos en relación y que mi vida y mi suerte depende de tu suerte. Como dice un bolero, si quiere, de una manera más popular.

—Me gustaría que profundiza­se en la diferencia entre individuo y persona.

—Yo creo que no hay individuos. Creo que hay una fantasía de que uno es un individuo. Uno es una persona. Desde la posición cristiana católica, hablamos de persona. El concepto de persona es justamente lo que yo me voy haciendo a mí misma a lo largo de la historia, en relación con otros. Esto que yo soy depende de mis padres, de los amigos que tuve, de los maestros que tuve, de los contextos sociales, políticos, económicos donde me crié y de las decisiones que en cada momento fui tomando de acuerdo a esas relaciones. Entonces

esta persona que soy es el producto de una red de relaciones, es historia, es un pueblo, por eso hablamos de un pueblo. Ahora yo puedo tener la fantasía de que soy un individuo, de que puedo entrar y salir de una relación cuando se me da la gana, sin que eso me toque, sin que eso me lastime. Pensar que uno puede vivir en un país de manera individual, sin que la desgracia de mis vecinos en algún momento me toque. Eso es una fantasía, ojalá que nadie pueda comprobarl­o, pero no es verdad. O sea, puedo creer que estoy muy bien, pero si a mi vecino le va mal, finalmente eso me va a tocar a mí de distintas maneras. Entonces es importante aclarar la diferencia entre un individuo y una persona. Nosotros hablamos de Jesucristo, justamente como la persona del Verbo a partir de dos naturaleza­s. La naturaleza divina, la naturaleza humana, la persona, y luego las tres personas de la Trinidad, la persona del Padre, la persona del Hijo, la persona del Espíritu Santo en una sola naturaleza. Vamos a dar una clase de teología, pero el concepto de persona es clave para entender el dogma del cristianis­mo. Y de esa manera, si decimos que las personas son imagen y semejanza de un Dios que es persona, entonces no podemos pensar que somos individuos y en eso hay una responsabi­lidad y en eso sí apelo a todos aquellos que se consideran cristianos, que se consideran católicos, y si no tienen bien claro este concepto de persona, no pueden ver en la guerra, por ejemplo, el crimen. No pueden ver en la guerra el negocio. Las armas matan. A veces, veo cómo la gente pide que manden más armas a Ucrania, ¿pero cómo puede ser que un católico diga eso? Las armas matan.

—En el pasado se puso en duda la posibilida­d de ser al mismo tiempo neoliberal o liberal económico y ser católico, ¿se puede ser libertario y católico, o se puede ser individual­ista y cristiano? —El cristianis­mo no es de ninguna manera una posición individual­ista. Ahora, eso no significa que a una persona que se perciba a sí mismo como individual­ista, yo lo expulse del cristianis­mo, porque ahí estamos tocando un terreno muy delicado. Es decir, nosotros abrimos la puerta y corazón a todos. Y si hay personas que tienen concepcion­es o percepcion­es de sí mismas individual­istas y en función de eso toman decisiones que no van a ser buenas para el conjunto de la sociedad, no por eso los vamos a cuestionar en su cristianis­mo, de ninguna manera. Lo que hacemos es predicar un evangelio de un Jesucristo que se presenta como persona y que nos pone en valor como persona.

—Usted mencionaba la diferencia entre un ser humano, una persona que pretende convertirs­e en Dios y la diferencia entre un Dios que se convertía en ser humano, ¿teme que aquellos que apelan, por ejemplo, a las fuerzas

del cielo puedan aspirar a convertirs­e en semidioses o falsos profetas, en palabras del Papa?

—Esa pregunta es muy buena porque varias veces he dicho, no lo digo yo, sino también otros filósofos políticos contemporá­neos que estamos entrando en una etapa postsecula­r de la política. La política es secular cuando hay un diálogo y un juego entre pares, pero hay un momento en que ese diálogo se corta y empieza a reinar el caos. Y en ese caos hay una gran tentación de querer ser Dios. Va a haber un montón de candidatos a proponerse como dioses. ¿Qué hace un Dios? Un Dios en el relato bíblico, tenemos dos momentos de creación del mundo, uno es ordenar el caos, y en ese momento caótico, aparecen muchos candidatos que muestran o entienden la política como aquel que va a ordenar ese caos y va incluso a crearlo todo de la nada. Es decir, que ya no estamos hablando de un cambio en la forma de gobierno. Estamos hablando de un cambio en la forma de Estado. Si yo puedo crear un Estado nuevo en este caos, crea un Estado nuevo y ahí es donde se ponen en el lugar de Dios, los dioses mortales digamos. La fantasía de que puedo crear todo de la nada, que es un poco la fantasía individual­ista. Nadie crea todo de la nada. Si alguien puede crear todo de la nada, eso es lo que entende

“Es importante ver que a los falsos dioses, aquellos que se quieren poner en el lugar de Dios”

“Tenemos que querernos más los argentinos,

aprender a escucharno­s y confiar

en nosotros”

mos por Dios. Pero justamente por eso ponemos a Dios fuera de la historia y dejamos el trono vacío para que no haya esta tentación de querer ocupar ese lugar como dioses mortales. Entonces, me parece que en este momento donde por causas económicas, como lo dice muy bien el Papa en muchos de esos documentos, cuando estamos en un contexto bélico, cuando estamos en una situación de guerra tenemos que pensar cuáles son esas causas. Esas causas son sociales, políticas, económicas. Entonces, en ese momento de caos, esta tentación de querer ordenar, eso es grave, pero hay que volver a poner palabras. No sé cómo se hará eso, pero es importante ver estos falsos dioses, aquellos que se quieren poner en el lugar de Dios.

—A ver si interpreto: el postsecula­rismo es convertir a la política en categorías absolutas, como pudieran ser los extremos en dioses, falsas religiones.

—Es querer ponerse en el lugar de Dios. O de pensar que uno lo puede crear todo nuevo, que uno puede crear todo de la nada. Y no es así.

—¿Así como la persona sería un falso profeta o un falso dios, la doctrina, como podría ser en su momento, el comunismo o el libertaris­mo, serían falsas religiones?

—Se llama ideología. Justamente la teología es el discurso, es un logos sobre Dios, sobre Teo. La ideología es un logos sobre el eidos, es una idea.

—¿El postsecula­rismo sería convertir a la política en algo parecido a una teología, tratar de sustituir a la verdad siempre condiciona­da del pensamient­o científico, que tiene un mecanismo de autocrític­a y revalidaci­ón continua, en una verdad absoluta que solamente lo daría la teología?

—El Papa lo dice mucho. Un poco por ahí va la cosa. O sea, el Papa critica todo el tiempo las ideologías. Es muy importante esta contraposi­ción entre la teología y la ideología. La ideología es justamente, un invento, un falso Dios, si quiere. Entonces, por eso no hablamos de religiones sino de ideologías, sería la palabra correcta. O de idolatría, en todo caso. Eso es el rendir culto a un ídolo.

—Usted cita a Piketty para referirse a la desigualda­d y cómo la pobreza es consecuenc­ia de cierta forma de riqueza, y tal como dice el papa Francisco, es un problema cultural, ¿cómo se cambia la percepción de la riqueza? Y le pido que amplíe esa idea de que al hablar de la pobreza se invisibili­za a la riqueza.

—De la pobreza se habla mucho y creo que se la conoce bastante. La riqueza no. Durante mucho tiempo decía en la universida­d, cuando trabajaba en las universida­des de las periferias, que iba a armar excursione­s con mis estudiante­s para llevarlos a ver cómo viven los ricos, porque vio que eso hacen los colegios de los niños ricos, los llevan a ver cómo viven los pobres y a misionar

entre los pobres. Todos conocemos la pobreza, pero no todos conocemos la riqueza. Y la pobreza es justamente una consecuenc­ia de la concentrac­ión de los bienes en unas pocas manos, que deja a la mayoría de la población mundial sin acceso universal a los bienes que consideram­os comunes. Ese es un principio de la Doctrina Social de la Iglesia, el acceso universal a los bienes, a los bienes comunes, que son los bienes creados, pero también los bienes desarrolla­dos a partir de los bienes creados. Por ejemplo, las vacunas, la conectivid­ad, eso es el bien común. Ponerle un contenido al bien común. Justamente la pobreza es no poder acceder a esos bienes comunes. Volvemos a la pregunta por la persona, es decir, no hay un bien que se cree de la nada. El bien, cualquier bien tecnológic­o es el producto de un trabajo y de una acumulació­n de trabajo y de conocimien­to de muchas generacion­es y de muchos pueblos. Entonces, esos bienes tecnológic­os también son bienes comunes. Por eso el Papa, en el discurso de la diplomacia, critica el tema de las patentes, por ejemplo. O sea, hasta qué punto hay una propiedad privada de esos bienes que son producto de un trabajo histórico, de una acumulació­n de conocimien­to histórico. Entonces ahí es donde la riqueza o la acumulació­n de los bienes está totalmente deslegitim­ada, porque todos los bienes son producto de un trabajo de toda la humanidad. Y ahí es donde la riqueza pasa a ser de alguna manera, o de todas las maneras,

ilegítima si hay gente que está sufriendo.

—“Rerum Novarum” abre un camino para la Doctrina Social de la Iglesia, que luego de ella germinó 20 años después el concepto de justicia social, que ya lleva más de cien años de marcar una perspectiv­a respecto del trabajo y del valor de los bienes. Primero me gustaría su definición de justicia social y luego, qué siente usted cuando, por ejemplo, el Presidente argentino dice que no existe la justicia social. —Me ha pasado algo curioso, hace un año estaba participan­do de un seminario internacio­nal en una universida­d en los Estados Unidos y el tema que se nos había pedido, usted sabe que a los científico­s se nos pone un tema, trabajamos ocho meses en esa investigac­ión, después vamos, presentamo­s el paper, tenemos un debate entre pares, unas 15 o veinte personas y luego volvemos, lo corregimos y lo publicamos. El tema era Justicia y habían llamado a teólogos de distintos contextos para que explicaran la Justicia desde su contexto. Entonces yo hablé de justicia social, y decía que no se puede hablar de Justicia en el plano de lo histórico, sin hablar de justicia social, porque si no, estaríamos hablando de la justicia divina, lo cual, sería un despropósi­to, ¿verdad? Entonces, si hablamos de Justicia, hablamos de justicia social en términos humanos. Para concluir, mi paper no se publicó. Es decir, me pagaron por el trabajo, pero no lo publican porque estaba prohibido hablar de justicia social. Me sorprendí mucho, y con el tiempo me enteré que en contextos como los de los Estados Unidos hoy la palabra justicia social está asociada a cuestiones de género. Entonces, entra todo en un mismo combo de lo que llaman ideología de género. Entonces, cuando hay gente que critica en nuestro contexto la justicia social está tomando prestadas categorías de otros contextos. Usted sabe que hoy la frontera,

ya no es solo geopolític­a, sino también la frontera del idioma más que del lenguaje. Hoy tenemos gente que puede estar hablando en Argentina e influir en las elecciones en España o en Ecuador, o en México, o viceversa. Entonces, también del mismo modo, se están utilizando categorías que son válidas en otros contextos, o por lo menos la gente sabe lo que se está diciendo con eso. Pero cuando se repiten en un contexto como el rioplatens­e, por supuesto shockean, y aparece como que los sujetos que la están utilizando acabaron de inventarla en ese momento. Pues no es así. Hay un montón de textos donde se critica el concepto de justicia social, entendida de esa manera. Para nosotros en el Río de la Plata, el concepto de justicia social tiene que ver con los cuatro principios concretame­nte de la Doctrina Social de la Iglesia, que son dignidad humana, acceso universal a los bienes comunes creados y desarrolla­dos, solidarida­d y subsidiari­edad. Esos cuatro principios que son el fundamento de la Doctrina Social de la Iglesia, en contextos como el argentino y como el brasilero, fueron la base de las organizaci­ones sindicales. Entonces, es curioso, porque a diferencia de otros modelos sindicales en el mundo, estos sindicalis­mos, el de Argentina, el de Estados Unidos, incluso el de Brasil, Argentina y Estados Unidos, fueron sindicalis­mos organizado­s por católicos. Y luego, esos mismos sindicalis­tas, sindicatos, fueron los encargados de formar en doctrina social a los trabajador­es y a los católicos. Es interesant­e este ida y vuelta. O sea, aquellos que se encargaron de transmitir la Doctrina Social de la Iglesia en sus cuatro principios fueron institucio­nes, organizaci­ones, comunidade­s organizada­s, se llaman en Argentina, ‘organizing community’ lo llaman en los Estados Unidos, que son justamente estas organizaci­ones de una comunidad que tienen como fin la solidarida­d en el sentido de institucio­nes. No solidarida­d, doy lo que me sobra a mi vecino porque eso no es la solidarida­d. La solidarida­d es justamente esta organizaci­ón de una comunidad, de manera tan sólida que hace que la necesidad, cuando es reconocida por el Estado, se convierta en un derecho. De ese modo, las leyes son institucio­nes solidarias, es decir, son institucio­nes que tenemos gracias a que ciertas comunidade­s se organizan de manera ordenada para lo que en Estados Unidos llaman el ‘advocacy’, ir por derechos. Y eso es lo que distingue una comunidad o un movimiento político, una comunidad política de un mero movimiento organizaci­ón social, no política, porque las comunidade­s organizada­s de carácter político, van por derechos.

—¿Qué influencia, a su juicio, tiene la Doctrina Social de la Iglesia en el peronismo?

—Muchísima, como también lo ha tenido con otros movimiento­s políticos. Estoy hablando de los Estados Unidos, por ejemplo. Pero también podemos hablar de Italia, podemos hablar de Polonia, podemos hablar de España. Es decir, por supuesto que la Doctrina Social de la Iglesia ha tenido influencia en la política del siglo 20. No solamente del peronismo. Es muy fuerte porque hay que entender ese momento de la historia, el momento del trabajador devenido obrero, trabajando en una fábrica seis, siete días a la semana, ocho horas, donde aparece como decía Hanna Arendt, la palabra pública, donde empiezo a ver que esto que me pasa no es un castigo del cielo, sino que es producto de una injusticia social. Entonces empiezo a organizarm­e con mis compañeros para que esta necesidad que tiene la causa en una injusticia social, el Estado la pueda reconocer como un derecho, y ahí tenemos las leyes. Las leyes laborales, la jornada de ocho horas de trabajo, el descanso pago. Por ejemplo, el cristianis­mo, en el Génesis, cuando Dios crea el mundo, la dinámica del trabajo son siete días, seis días crea el mundo y el séptimo descansa. El descanso es parte de la dinámica del trabajo, el trabajo creativo. Hay trabajo que no es creativo, entonces no es trabajo, es explotació­n. Todos estos conceptos, que uno podría decir están en el peronismo en Argentina, pero son parte de la Doctrina Social de la Iglesia, pero también son parte de un relato cristiano, un relato judío-cristiano. Entonces, estos principios de la Doctrina Social de la Iglesia son lo que

“Hay una fantasía de que somos individuos, pero somos personas que

estamos en relación.”

“Es un principio de la doctrina social

de la Iglesia el acceso universal

a los bienes comunes.”

forman eso que llamamos justicia social. Y son absolutame­nte legítimos. No son un invento argentino, de ninguna manera. Podemos ver un reflejo en los Estados Unidos y en otros países. Digo Estados Unidos porque nadie acusaría a los Estados Unidos de comunista. Ahí tiene un contexto donde la justicia social y estos principios, la Doctrina Social de la Iglesia, organizaro­n a los trabajador­es. Le digo más, esos trabajador­es han peleado por tener sus propias universida­des. Las universida­des católicas nacen justamente para que los hijos de los trabajador­es puedan tener un título universita­rio, llegar al Congreso y poder hacer que esas necesidade­s sean convertida­s en leyes. Esto es la historia de la Iglesia católica de los Estados Unidos, a la que nadie acusaría de comunista. Y eso es justamente un principio de justicia social, porque es una Justicia que se va elaborando en un diálogo, en una organizaci­ón, de manera respetuosa, de manera ordenada, de manera solidaria, es decir, sólida, respetuosa. Y también diría yo, amorosa, porque son relaciones de reconocimi­ento, no de desconocim­iento. Lo contrario no es justicia social. Lo contrario es tratar a las personas como mascotas. Parece que lo único que hay que darles es agua, comida y un techo, que más se parece a una cucha que una casa. Eso no es justicia social y eso de ninguna manera tiene que ver con la Doctrina Social de la Iglesia. —No sé si la palabra acusar, pero se lo cataloga, más allá de que él lo desmienta, al Papa de peronista. Me gustaría que profundiza­ra sobre esa controvers­ia de asignarle al Papa una categoría política argentina.

—Esa es una expresión muy local, muy argentina. No creo que en otros contextos del mundo se diga que el Papa es peronista, porque para eso tendría que saber lo que fue el peronismo en Argentina, y es ese debate que hay. Y cuán presente fue el catolicism­o en el peronismo, y al revés, o que no solamente. El Papa, de ninguna manera, si es o no peronista no es mi tema, no creo que pase por ahí. Es decir, se puede explicar absolutame­nte lo que hace el Santo Padre a partir del cristianis­mo, a partir del catolicism­o, a partir de toda la tradición de la Iglesia y a partir de la Doctrina Social de la Iglesia. La Doctrina Social de la Iglesia, como acabo de decir, tiene esos cuatro pilares que aparecen en cada uno de los magisterio­s sociales de cada uno de los papas, desde León XIII hasta el papa Francisco, por supuesto con distintos matices. Pero también lo vemos, por ejemplo, en Laborem Exercens es Juan Pablo Segundo, donde explica la teología del trabajo, por ejemplo. Laborem Exercens desarrolla por primera vez la teología del Trabajo, y en ese documento en un punto dice que el liberalism­o es la ideología del capitalism­o. ¿Qué le parece? ¿Alguien acusaría a Juan Pablo II de comunista o de peronista? No. Hay que disculparl­o. Uno trata, a veces de interpreta­r las cosas con los elementos que tiene. El peronismo es algo que está identifica­do en la Argentina como aquello que lucha por los derechos de los trabajador­es. Entonces, siempre que uno hable de estos temas se van a asociar rápidament­e, pero de ninguna manera creo que eso explique la teología y el Magisterio del Santo Padre Francisco, porque si tuviésemos tiempo podríamos, hacer una cita a pie de página de cada una de sus palabras, mostrando y señalando como eso está presente en la tradición de la Iglesia católica y sobre todo en la Doctrina Social de la Iglesia.

—¿Usted cree que tiene que venir a la Argentina este año?

—Me gustaría muchísimo y me gustaría acompañarl­o. La verdad que sí creo que tiene que venir, yo quiero que vaya a la Argentina. No sé qué pasará.

—Decidirá el Espíritu Santo. —Y también todos nosotros y su pueblo que lo espera, que lo quiere, el pueblo argentino que quiere al papa Francisco. Hoy podemos verlo en las redes sociales. Podemos ver el sentimient­o y sobre todo la transforma­ción. Cada persona

“Los principios de la doctrina social de la Iglesia son los que forman lo que llamamos

justicia social.”

“El Papa ejercería una transforma­ción muy amorosa para nuestro pueblo que tanto

lo necesita.”

que ha estado con el Papa, yo soy testigo de gente que fue a ver al Santo Padre, que ni siquiera era creyente, y salieron conmovidos, y eso es una capacidad, eso es un don que tiene el papa Francisco que es maravillos­o y creo que si él está en contacto directo físicament­e, en la carne, como dice él, tocando como dice el documento, la nueva constituci­ón de la curia romana, predicar el Evangelio es tocar la carne sufriente de Cristo en el pueblo. Y en ese contacto, en ese tocar, en ese amor de ternura, es donde está la transforma­ción. Y segurament­e ejercería una transforma­ción muy amorosa para nuestro pueblo que tanto lo necesita.

—Déjeme hacer un corolario.

Si sínodo implica reunión, escucharse, entenderse, y lo que usted plantea de que muchas personas que tenían una visión distinta después de conocer al Papa, se transforma­ron, ¿el Sínodo argentino sería que venga el Papa y produzca la reunión de la gente que piensa diferente? —Tenemos que aprender a caminar juntos, está en el Martín Fierro también, no solamente en el cristianis­mo. Si los hermanos se pelean, los devoran los de afuera. Tenemos que querernos más los argentines, aprender a escucharno­s y tenemos que confiar en nosotros. Creo que nos hace falta ese caminar juntos, por supuesto, pero para eso tenemos que despertar un poco más el patriotism­o, un poco más el hacernos dueños de lo nuestro, en sentir que nosotros tenemos una riqueza que Dios nos dio, que es un don para que todos tengamos una vida buena y en abundancia, como dice el evangelio de Juan 10:10. Esa riqueza es para nosotros, para que vivamos felices en abundancia, todo un continente americano, no solamente Argentina. Tenemos que defender eso, tenemos que recibirlo y quererlo como un don de Dios y eso nos va a permitir caminar juntos. Pero para eso hay que amar, hay que enamorarse.

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MARCELO DUBINI
 ?? MARCELO DUBINI ?? TEOLOGÍA. “Esta forma de expresarno­s a través de la cultura popular
es lo que algunos han llamado teología del pueblo”.
MARCELO DUBINI TEOLOGÍA. “Esta forma de expresarno­s a través de la cultura popular es lo que algunos han llamado teología del pueblo”.
 ?? CeDoC ?? DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. La tapa del libro “Para leer a Francisco” de Cuda donde la académica interpreta las ideas del Pontífice. Al lado, una imagen del Papa dirigiendo la ceremonia de consistori­o en la Plaza de San Pedro el 30 de septiembre de 2023 para ordenar a nuevos cardenales, muchos de ellos seguidores de su pensamient­o. Una diferencia con la vieja guardia que es crítica.
CeDoC DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA. La tapa del libro “Para leer a Francisco” de Cuda donde la académica interpreta las ideas del Pontífice. Al lado, una imagen del Papa dirigiendo la ceremonia de consistori­o en la Plaza de San Pedro el 30 de septiembre de 2023 para ordenar a nuevos cardenales, muchos de ellos seguidores de su pensamient­o. Una diferencia con la vieja guardia que es crítica.
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 ?? MARCELO DUBINI ?? ACERCAMIEN­TO A LA IGLESIA CATOLICA. Tras sus declaracio­nes críticas al Papa durante la campaña electoral, ya como presidente en ejercicio Milei asistió al Tedeum en la Catedral.
En la foto saluda al arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva.
MARCELO DUBINI ACERCAMIEN­TO A LA IGLESIA CATOLICA. Tras sus declaracio­nes críticas al Papa durante la campaña electoral, ya como presidente en ejercicio Milei asistió al Tedeum en la Catedral. En la foto saluda al arzobispo de Buenos Aires, Jorge García Cuerva.

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