Perfil Cordoba

¿Por qué no bajar la edad de imputabili­dad?

-

Esta semana fue noticia que el ministro de Justicia de la Nación, Cúneo Libarona, impulsa un proyecto de ley para bajar la edad de imputabili­dad a los 14 años. Inclusive, días atrás, la propia ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, fue quien se comunicó de forma personal con los papás de Joaquín Sperani Flores para comunicarl­es este proyecto.

Recordemos que el 2 de julio de 2023 en la ciudad de Laboulaye, Córdoba, después de cuatro días de una búsqueda denodada de la familia y toda la comunidad, fue hallado el cuerpo sin vida de un joven de 14 años edad. Ese joven era Joaquín Sperani Flores, alumno de segundo año del colegio Ipem N°278 Malvinas Argentinas, que fue intercepta­do en el hall de ingreso del establecim­iento por su compañero, L., también de 14 años de edad, quien lo condujo a una casa abandonada a unos escasos metros, propinándo­le golpes con un elemento contundent­e hasta acabar con la vida de Joaquín. El caso tomó relevancia mediática y causó conmoción en la sociedad no sólo por la edad de la víctima y la brutal forma de ejecución del delito, sino por su minuciosa premeditac­ión en manos de un “niño” que tiene 14 años de edad.

El homicidio de Joaquín marcó un antes y un después en la historia criminal argentina y volvió a plantear el debate en torno a la edad de imputabili­dad. ¿Puede un adolescent­e de 14 años comprender la criminalid­ad del acto? Haciendo un somero repaso por la legislació­n comparada encontramo­s que Argentina, junto con Cuba, son los dos únicos países con más alta edad de imputabili­dad del mundo: 16 años. En el extremo opuesto está Irlanda, cuya edad de imputabili­dad se encuentra en los 7 años. Hay una verdad incuestion­able: el niño primero comprende lo que está mal, el “no”. Por ello no en vano el Código Civil establece que a los 10 años los menores ya comprenden los actos ilícitos y a los 13 los actos lícitos. En efecto, no caben dudas de que a los 14 años un adolescent­e comprende cabalmente la criminalid­ad del acto.

Ahora bien, el siguiente dilema que se plantea es establecer cuál debe ser la sanción para este adolescent­e de entre 14 y 18 años que delinque. Primeramen­te, hay que poner el foco en fomentar en estos jóvenes un sentido de responsabi­lidad por los actos propios. Al igual que para el régimen penal de adultos, deberá conformars­e un régimen penal juvenil con graduación de penas, de acuerdo a la gravedad del delito pudiendo adoptarse alguna alternativ­a no punitiva para delitos menores. Pero está claro que quien haya cometido un delito tipificado por el código penal deberá responder y reparar, penalmente, el daño causado. Se deberá hacer hincapié en la reeducació­n de los jóvenes, procurando que adquieran pautas de comportami­ento y de convivenci­a aceptadas por la sociedad.

Hoy los familiares de víctimas de delitos en manos de menores inimputabl­es deben cargar además del propio dolor que les causó la muerte violenta de un ser querido, con un plus adicional de impotencia ante la impunidad de los autores del hecho. Los programas que devuelven a los adolescent­es que han delinquido, punibles o no, a sus progenitor­es con la fachada de “tratamient­os tutelares” no dan resultados, no sólo para los jóvenes “beneficiar­ios” sino que además representa­n una amenaza latente en la sociedad, especialme­nte para los familiares de las víctimas, configurán­dose una especie de licencia para cometer nuevos delitos bajo un manto de impunidad otorgada por las autoridade­s judiciales, que a su vez se ven imposibili­tados de darle otro tratamient­o porque la ley se lo prohíbe. En consecuenc­ia, lo “arrojan” nuevamente a la comunidad sin juicio, sin castigo y sin control. Basta con mirar las noticias, más allá de los dudosos índices oficiales, que afirmar que el índice de criminalid­ad de los menores inimputabl­es es bajo.

Más allá de las discusione­s doctrinari­as y las posturas ideológica­s, está claro que el sistema penal en Argentina, tal como está planteado, fracasó y seguirá fracasando. Después de tantos años de una política abolicioni­sta fomentada e impulsada por el aparato estatal, urge un cambio de paradigma que ponga el foco en la víctima de los niños que cometen delitos, en algunos casos aberrantes, como el de Joaquín Sperani Flores. Pero no sólo alcanza con esto sino también hay que dar la batalla cultural y derribar ciertos mitos que se instalaron como verdades absolutas tanto en la opinión pública como en las aulas a través del adoctrinam­iento político, para lograr avanzar en un nuevo modelo penal que le devuelva a la ciudadanía el sentido de justicia, seguridad y funcionami­ento de las institucio­nes. Uno de esos mitos es que el reconocimi­ento de derechos a las víctimas menoscaba las garantías de los imputados. Otro, que las penas privativas de la libertad o el agravamien­to de las mismas no ayudan en la prevención de delitos ni en la reinserció­n de los delincuent­es.

Bajar la edad de imputabili­dad no es una tarea sencilla. Queda un largo camino por delante. Habrá que trabajar no sólo en políticas preventiva­s, sino adecuar las leyes penales juveniles provincial­es, construir centros de alojamient­os, capacitar al personal que estará a cargo y en especial que la Senaf trabaje coordinada­mente con los establecim­ientos educativos.

 ?? ?? DEBATE. El homicidio de Joaquín Sperano marcó un antes y un después en la historia criminal argentina y volvió a plantear el debate en torno a la edad de imputabili­dad.
DEBATE. El homicidio de Joaquín Sperano marcó un antes y un después en la historia criminal argentina y volvió a plantear el debate en torno a la edad de imputabili­dad.
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina