Perfil Cordoba

Gobierno y tecnología, una relación necesaria que demanda recaudos

El abogado miembro del directorio del Centro de respuesta y Alerta Temprana de Seguridad Informátic­a, analiza los hackeos que sufrieron los portales pertenecie­ntes al Gobierno provincial. En este contexto, asegura que “es oportuno reflexiona­r respecto de

- ANDRÉS PIAZZA* *Abogado. Miembro del Directorio de CSIRT Córdoba.

La semana pasada estuvo signada por tres noticias acerca de vulnerabil­idades de seguridad de la informació­n en entidades centrales del Estado provincial como la Policía, el Ciudadano Digital (Cidi) y el Poder Judicial.

En un contexto en el que todos los meses se conocen filtracion­es o violacione­s a sistemas de informació­n críticos de organismos públicos y privados, es oportuno reflexiona­r respecto de la falta de políticas sostenidas en cibersegur­idad. Ya no es un asunto menor, de nicho, sino una falta grave que puede poner en peligro la continuida­d de los poderes del Estado.

Si el escenario fuera el de las comunicaci­ones de crisis no sería posible detenerse en los problemas de fondo y, afortunada­mente, esta semana las noticias fueron falsas alarmas. No causa mayores inconvenie­ntes que se acceda a un aula virtual de la Policía provincial y es tranquiliz­adora la aclaración por parte de las autoridade­s.

Tampoco estamos frente a un problema sistémico si un ‘hacker’ adolescent­e alardea con detentar credencial­es del Ciudadano Digital. Lo que se ha vulnerado, en ese caso, no es la seguridad de los servidores provincial­es, sino activos individual­es de personas que tienen la obligación de cuidar sus contraseña­s.

La tramposa relación entre gobierno y tecnología.

Los activos del Estado y de las empresas, aun en las industrias tradiciona­les, se componen cada vez más por informació­n. La transforma­ción digital es una buena noticia y esos datos alojados en servidores, procesados en tiempo real y con intervenci­ón coordinada de decenas, cientos o miles de actores al mismo tiempo, son piezas claves de nuestras institucio­nes.

En el caso del Estado, es una excelente noticia que las personas, edificios, reglas y procesos que brindan servicios a sus ciudadanos incorporen cada vez más la informatiz­ación. Salvo excepcione­s muy puntuales, como el voto electrónic­o, este proceso de transforma­ción digital es inexorable.

¿Quién puede estar en contra de que una inteligenc­ia artificial analice los precedente­s judiciales (mientras sean humanos los que sigan decidiendo) y ayude a los tribunales a reducir la duración de los juicios? Cuando otros países ya están regulando la ola de riesgos de la IA –que parece más bien un tsunami–, esta columna pretende detenerse un paso antes en los aspectos básicos que aún no están satisfecho­s.

La cornisa del Ciudadano Digital.

Con políticas de seguridad adecuadas e ‘invicta’, hasta ahora, en materia de vulnerabil­idades, la plataforma CiDi no deja de ser una política pública ambiciosa que centraliza en un servidor provincial un sinnúmero de funciones administra­tivas y de gobierno electrónic­o: impuestos, acceso a registros, autenticac­iones de identidad, creación de empresas y hasta asiento (en original) de los libros comerciale­s de esas empresas. Ningún recaudo parece demasiado para un sitio que tiene todos los datos de las personas y detalles de todas las empresas, con o sin fines de lucro, de la Provincia. Si se persiste con esta maniobra osada de ‘un único punto de falla’ habrá que redoblar esfuerzos para retener al personal tecnológic­o calificado, invertir en infraestru­ctura y profundiza­r la colaboraci­ón público y privada.

Por otra parte, obligar a los ciudadanos a usar máquinas para interactua­r con el Estado no tiene un efecto neutro. Si 7.000 cordobeses, dentro de los millones que usan el Ciudadano Digital, pierden su clave y corren riesgo también es un problema de los gobernante­s. Lo mismo aplica para 31 mil ciudadanos argentinos en el incidente de Renaper.

¿Se puede confiar en los tribunales?

El caso del Poder Judicial merece otra clase de preocupaci­ón. Luego del episodio de ransomware de 2022 que tuvo sin servicio a la Justicia provincial por tres semanas, con peligro de continuida­d institucio­nal, toda noticia de una posible vulnerabil­idad es sensible. Especialme­nte porque la entidad aún no ha podido ofrecer una versión consistent­e respecto de los acontecimi­entos de aquel ciberataqu­e y las circunstan­cias en las cuales el servicio de justicia fue restableci­do.

Más allá de los detalles sobre los recaudos que han tomado empleados y operadores judiciales en esta última semana, las preocupaci­ones se acrecienta­n cuando las versiones periodísti­cas de este episodio evidencian como aprendizaj­e un cambio de política básico: “Desde el ciberataqu­e de agosto del 2022, cada usuario (empleado, funcionari­o, magistrado) sólo tiene permitidos los accesos a ciertos registros”. Sostener esto públicamen­te es evidenciar la precarieda­d de las medidas básicas en la materia.

La tentación que existe para implementa­r Inteligenc­ia Artificial es lógica, aunque falta un largo trecho para contar con un adecuado marco normativo, que no solamente requiere normas específica­s sino que precisa llenar los vacíos en aspectos esenciales de los derechos digitales que están en ‘el debe’ hace más de 20 años. Protección de datos, seguridad, ciberdelit­o, gobernanza de datos, sus leyes (algunas las tenemos vigentes, otras están desactuali­zadas y otras, en ‘el debe’), las políticas y especialme­nte las buenas prácticas para cuidar a la informació­n ya no son el futuro, sino un requisito esencial.

Los ministros, magistrado­s o legislador­es tendrán que estar a la altura de cumplir con las exigencias de esta época y no pueden continuar confesando en público sus incumplimi­entos o incapacida­des de manera gratuita cuando la Constituci­ón Provincial define al mal desempeño con absoluta claridad.

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