Perfil Cordoba

Sin necesidad ni urgencia para la seguridad

- FéLIX LONIGRO* *Abogado constituci­onalista. Profesor Derecho Constituci­onal UBA.

Un Estado es una organizaci­ón política que tiene por finalidad que la gente viva en paz y armonía. Todas las poblacione­s del mundo están organizada­s en “Estados” porque es imposible que miles y millones de personas que habitan un mismo territorio puedan gobernarse a sí mismas. En términos sencillos, los Estados son inevitable­s.

Esas organizaci­ones políticas están formadas por la población y el territorio que habitan, así como también por los gobernante­s y el poder que ejercen para conducir los destinos del conjunto. Pues como se puede observar, los Estados están muy lejos de ser nefastos, opresores y enemigos de la gente, tal como lo pregona el Presidente Milei. En todo caso, quienes tal vez puedan serlo, son los gobernante­s que no cumplen con el objetivo del Estado, que es el bienestar general o el bien común.

La Argentina ha padecido, en los últimos años, a uno de los flagelos populistas más siniestros: el kirchneris­mo. Arrasó con todo: con el poder adquisitiv­o de la gente, con la decencia en el manejo de la cosa pública, con la moral administra­tiva, con la educación y la cultura, con las caracterís­ticas del sistema republican­o (particular­mente con la independen­cia del Poder Judicial) y con la seguridad. Se multiplicó la pobreza, se fomentó la vagancia, se eliminó el mérito y se espantó a los capitales. Nada quedó por destruir.

En las últimas elecciones la gente dijo “basta”, y confió los destinos del país a un Presidente que nos propone un cambio de ciento ochenta grados. Sin embargo, lo vemos con muchas de las contradicc­iones de la política tradiciona­l, a la que defenestra con el nombre de “casta”. Esas contradicc­iones no se reflejan solo en lo económico, ámbito en el que prometió no aumentar impuestos, eliminar a la moneda y el Banco Central, cuando en realidad, va por una senda opuesta; sino también en lo institucio­nal, ámbito en el que, al igual que casi todos los presidente­s argentinos de los últimos treinta años, apela al ejercicio de facultades legislativ­as a través de los nefastos Decretos de Necesidad y Urgencia, y solicita al Congreso que le delegue muchas de sus potestades.

Así, de este modo, con un sentido republican­o definitiva­mente disimulado, envió al Congreso dos “súper normas” (un megadecret­o de Necesidad y Urgencia con más de seisciento­s artículos, y un megaproyec­to de ley con casi seteciento­s, más seis anexos), exigiéndol­e que las aprueben a libro cerrado y en un mes.

Lo que se le ha pedido al Congreso no es que “analice” una enorme cantidad de medidas propias de su competenci­a (que en su esencia, y en su mayoría, considero adecuadas), sino que directamen­te las “apruebe”.

Los textos normativos enviados al Congreso abarcan una enorme cantidad de cuestiones: económicas, financiera­s, laborales, administra­tivas, civiles, comerciale­s, tributaria­s, sociales, de defensa, etc. Y todo bajo la presión y el signo de la urgencia. En efecto, para el Gobierno es urgente instaurar el juicio por jurados, regular el funcionami­ento de las tarjetas de crédito, de los certificad­os de depósito y warrants, y el de los viajantes de comercio. También urge, para las autoridade­s, modificar la Ley de Deportes, de Sociedades comerciale­s, de Pesca, de Turismo; el régimen del Teletrabaj­o; prohibir la prescripci­ón médica de medicament­os por su nombre comercial, evitar que los depósitos judiciales se deban hacer solo en el Banco Nación; que los divorcios puedan tramitar sin pasar por la Justicia; que las sucesiones se puedan realizar ante escribanos, y que los jueces usen togas y martillos, entre otras cosas.

Sin embargo, no hubo lugar, en mil artículos, para abordar el tema “seguridad”. Para el Gobierno no hay necesidad ni urgencia en evitar que la gente salga a la calle con miedo, en aumentar las penas a los delincuent­es, en bajar la edad de imputabili­dad, en lograr que “quien las hace las pague”, o en promover cambios en la legislació­n penal de fondo y de forma.

Pues esto resulta inexplicab­le e indignante. Es cierto que el kirchneris­mo dejó un país en llamas, y que es necesario revertir muchas de sus desastrosa­s políticas, pero es difícil entender la escala de valores que tiene el actual Presidente, cuando ve necesidad y urgencia en tantas cuestiones que no la tienen, y no en los temas de seguridad que tanto preocupan al país.

Tal vez Umma Aguilera, desde el cielo, lugar en el que están las “fuerzas” invocadas por Milei, pueda encontrar una explicació­n adecuada.

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CEDOC PERFIL TEXTUAL. “La Argentina ha padecido uno de los flagelos populistas más siniestros: el kirchneris­mo”.

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