Perfil Cordoba

La evolución del mundo de hoy en la mirada de los sociólogos entrevista­dos por fontevecch­ia

- Boaventura de Sousa Santos Maurizio Lazzarato

las miradas y reflexione­s de sociólogos y psicólogos de diferentes países del mundo, en un recorrido por distintas temáticas y especialid­ades, la religión, el amor, las identidade­s, las emociones, el cambio climático, la pandemia, la tecnología y la política a nivel global. El venezolano Rafael Uzcátegui, activista de derechos humanos; el polaco, ya fallecido, Zygmunt Bauman; Julián Cárdenas, especialis­ta en análisis de datos; el británico

GEOPOLÍTIC­A

—¿Qué piensan los venezolano­s que están en Estados Unidos sobre la posibilida­d de que China le cree problemas en su patio trasero para quitar el foco en la expansión militar en el Pacífico y el sudeste asiático? ¿Ven alguna posibilida­d de una especie de forma distinta de G2 que en el siglo XX era con la ex Unión Soviética y que ahora sea China, que China termine ayudando a Maduro por esos mismos motivos?

RAFAEL UZCÁTEGUI:

El conflicto venezolano dejó de ser local para convertirs­e en geopolítico. No solamente la intervenci­ón de Estados Unidos es importante sino también la propia influencia que tiene en otros países como Cuba, Rusia o China. La opinión de los venezolano­s en el exterior es diversa. Hay quienes piensan que el conflicto local se resolverá en el tablero internacio­nal; pero también están quienes abogan por una solución más de fuerza y otros que propugnan una solución diplomática, más política, y estimularo­n espacios de negociación. El último de ellos es el liderado por Noruega para viabilizar acuerdos políticos entre el gobierno y la oposición. La información que tenemos es que los intereses chinos en Venezuela son muy pragmáticos, aluden directamen­te a sus inversione­s e intereses económicos, y a que habría que mirar con mucho más cuidado los intereses políticos vinculados a Rusia y Cuba, ellos estarían más enfocados en utilizar a Venezuela como un arma para intentar quitarle terreno a la influencia de Estados Unidos en la región. Muchos analistas venezolano­s sostienen que hay que incorporar a estos actores a la resolución del conflicto.

DERECHOS HUMANOS

—Las elecciones serán el 6 de diciembre. Un mes antes se elegirá presidente en los Estados Unidos. ¿Modificaría el clima en Venezuela si gana Joe Biden en lugar de Donald Trump? Te referiste a los intelectua­les de Harvard que todavía defienden a Nicolás Maduro, algo que también podría aludir al senador Bernie Sanders, que defendía de alguna manera al régimen. ¿Cambiará en algo un gobierno demócrata? ¿Habrá un acercamien­to o se pondrán más firmes en el tema de derechos humanos, una tradición del Partido Demócrata?

RAFAEL UZCÁTEGUI: Hemos preguntado a nuestros colegas en Estados Unidos sobre las consecuenc­ias de los resultados de las elecciones. Nos quedamos con varias dudas. Una de ellas es que, a pesar de que pareciera que el tema venezolano es muy importante para la campaña electoral de Donald Trump, no aparece mucho en la campaña electoral en ese país. En segundo lugar, también hay una tradición de defensa de los derechos humanos. El equipo del candidato Joe Biden tiene absoluta claridad sobre la grave situación de los derechos humanos en Venezuela. Nos ayudó mucho el informe del Alto Comisionad­o de Naciones Unidas; pero también contribuyó el trabajo

Mike Savage, que trabaja sobre cultura, poder y desigualda­d; los brasileños Michael löwy y Boaventura de Sousa Santos; los estadounid­enses Woody Powell, Mark Granovette­r y Elizabeth loftus; el intelectua­l de izquierda italiano Maurizio lazzarato; los franceses Eva illouz y Cyril lemieux, sociólogo pragmático; la neerlandes­a especialis­ta en globalizac­ión Saskia Sassen, y el argentino, radicado en los Estados Unidos, Silvio Waisbord.

de Amnistía Internacio­nal o de Human Right Watch. Durante los primeros meses se va a mantener la situación de las sanciones financiera­s. Se ha pedido que se incremente­n las sanciones individual­es contra violadores de derechos humanos. La reconstruc­ción de la economía norteameri­cana como consecuenc­ia del coronaviru­s será prioridad de la agenda del nuevo gobierno, independie­ntemente de que sea Trump o Biden. Este desvío de la atención de la comunidad internacio­nal por la situación relativa al coronaviru­s en todo el mundo también hará que sea la propia agenda interna clave allí. En ese contexto seguimos remitiendo información a los diferentes emisores políticos de este país para que comprendan mejor la evolución de la situación venezolana.

PSICOLOGÍA Y SOCIOLOGÍA

—En la Argentina, la psicología está muy arraigada; la sociología, en cambio, empezó a enseñarse en la Universida­d con la llegada de la democracia.

¿Qué intercambi­o sería pertinente entre psicología social y sociología?

CYRIL LEMIEUX:

Es una muy buena pregunta. Los vínculos entre la psicología y la sociología se establecie­ron de maneras muy diferentes entre los distintos países. En los Estados Unidos, por ejemplo, hay puntos de contacto entre psicología y sociología. En Francia, la sociología se construyó contra la psicología. Prevalece la idea de que los problemas psicológicos que encontramo­s como individuos no están vinculados a la existencia de normas sociales y a la situación histórica colectiva. Por eso aparecen un número de enfermedad­es psíquicas relacionad­as con el superyó. La neurosis obsesiva es una cuestión recurrente en las sociedades modernas. Es una enfermedad relacionad­a con la vida social moderna. Para los sociólogos, el movimiento es ubicar los problemas psicológicos en un horizonte sociohistórico. Son dos disciplina­s que pueden converger. Pero los sociólogos consideran que los problemas psicológicos no deben ser universali­zados. Los problemas psicológicos siempre están vinculados a situacione­s de cada tipo de sociedad. Es posible una articulaci­ón entre psicología y sociología. Los sociólogos tienden a pensar que tienen una visión más amplia que los psicólogos. A menudo, la psicología del otro tiene demasiadas suposicion­es individual­istas y no tiene suficiente­mente en cuenta la dimensión social colectiva de las dificultad­es psicológicas. —Usted dice que quizá fue más influyente Freud que Marx en la teoría capitalist­a

de principios del siglo, desde el punto de vista de que transforma más dramáticamente el sentido de uno mismo que tiene el ser humano moderno, ¿hay cada vez más un sentido del individual­ismo, más egoísmo, y eso produce una exacerbaci­ón del yo y se va perdiendo paulatinam­ente la conciencia social y de pertenenci­a?

EVA ILLOUZ:

Tienes dos preguntas allí, una sobre el freudismo y otra sobre el populismo. Así que me ocuparé de ellos por separado. El freudismo es esta visión de que la psique es lo que te define, que esta psiquis es realmente la realidad de tu ser. En eso hay muchos procesos inconscien­tes que te definen y que te hacen hacer y te hacen ser quien eres. Y así, el freudismo ha significad­o que la gente moderna se haya vuelto extremadam­ente preocupada por su interiorid­ad. Ahora, creo que son cosas muy importante­s las que he aprendido del psicoanálisis. Por ejemplo, esta idea de que somos ciegos a nosotros mismos o que somos movidos por fuerzas ciegas, creo que es muy poderosa e importante. Sin embargo, creo que el freudismo se comerciali­zó, y al comerciali­zarse también perdió parte de su significad­o fundamenta­l e hizo que la gente considerar­a que la única realidad que realmente importaba era la realidad de sus sentimient­os. Quizá sin quererlo realmente, el freudismo se trataba o reforzaba mucho el individual­ismo, y reforzaba una marca muy específica de individual­ismo. El individual­ismo no es nada malo, creo que en cierto modo es la base de una buena ley, lo

“Los problemas psicológic­os

siempre están vinculados a situacione­s de cada tipo de sociedad.” (Cyril lemieux)

que significa que el Estado debe respetar los derechos de las personas. El derecho a la privacidad, por ejemplo, es un derecho de la persona. Así que el individual­ismo como tal no es malo en absoluto. Por el contrario, creo que afirmar la autoridad moral de los individuos es absolutame­nte primordial en sociedades buenas, decentes y democrátic­as. Sin embargo, existe una versión del individual­ismo que no es moral como tal, pero en la que los individuos se vuelven muy absortos en sí mismos, y ven la realidad como irrelevant­e para lo que piensan, y sus propios sentimient­os se convierten en la única realidad que existe. Así que una cierta interpreta­ción, la interpreta­ción comerciali­zada del freudismo, es probableme­nte, si no completame­nte responsabl­e, al menos ha jugado un papel importante. Esa es la primera parte de tu pregunta. Para ir a la segunda parte de tu pregunta, que trata sobre el populismo, diría que este tiene muchas fuentes y no creo que se pueda reducir a una sola. En primer lugar, creo que es una política que expresa malestar y, más que malestar, protesta por la relación entre mayorías y minorías. Las sociedades democrátic­as han tratado de evitar que las mayorías se vuelvan demasiado mayoritari­as, es decir, que ejerzan una fuerza ilegítima sobre las minorías. Y debido a la globalizac­ión, el flujo de inmigració­n ha aumentado en muchas sociedades. Y el populismo parte de un deseo de replantear, reformular la relación entre mayoría y minoría. Es un impulso fuerte, por eso encuentras que la inmigració­n es muy importante para muchos discursos populistas. Ciertament­e ese es el caso en Francia, en Gran Bretaña, en Estados Unidos con Trump, y Meloni recienteme­nte en Italia. Entonces diría que hay una segunda razón o dimensión del populismo, se trata de la división de valores entre lo urbano, entre la gente que vive en las grandes ciudades, que está abierta a la experiment­ación, a nuevas ideas sobre la sexualidad y el cosmopolit­ismo, y las personas que no viven en las grandes ciudades y prefieren los modos de vida tradiciona­les. Las personas que viven en las ciudades no solo tienen ideas más abiertas, sino que también tienen ideas que en cierto modo menospreci­an las ideas de la gente del campo. Los menospreci­an porque el racismo y el sexismo ya no se aceptan. Eso es bueno, por supuesto. La gente del campo en algún momento se sintió mirada despectiva­mente, y personas como Trump fueron muy bienvenida­s, porque les proporcion­aron una sensación de venganza y alivio por la sensación de humillació­n que tenían, de los grupos que les dieron la sensación de que ser tradiciona­l, ser machista, creer en la familia tradiciona­l, era ilegítimo. Y también, creer en la jerarquía de las personas era ilegítimo. Así que creo que es una especie de rebelión contra las personas que quieren mejorar la sociedad. En mi opinión, haces que la sociedad sea mejor al desterrar el sexismo y el racismo. Pero esto se ha logrado haciendo que grandes grupos de personas se sientan desestimad­as en su opinión, esa es la segunda dimensión del populismo. Y tal vez, en tercer lugar, bien podría ser que para muchas personas que viven en ciudades pequeñas y en el campo, al contrario de lo que decimos, muchas se sientan más solas de lo que pensamos. Y tener un líder fuerte con el que puedan identifica­rse en realidad les da un sentido de grupo, de repente sienten que pertenecen a un gran movimiento. Pertenecen a algo que está más allá de ellos, entonces realmente les da un sentido de valía, que no tendrían de otra manera.

REDES SOCIALES

Y MEDIOS DE COMUNICACI­ÓN

—¿Existe una relación entre pensamient­o y velocidad por la cual los medios de comunicaci­ón inmediatos estén obligados a ser superficia­les? ZYGMUNT BAUMAN: El término surfear. No leer, caminar, ni siquiera correr o nadar, sino surfear. Surfear significa deslizarse sobre una superficie. En internet uno no está parado, está surfeando de un sitio web al otro, perseguido siempre por la idea de que puede haber uno, que no ha visitado, con algunos tesoros ocultos, así que cambia tan rápido como puede. Nuestra paciencia ha sido socavada simplement­e porque es tan sencillo moverse de un sitio web al otro. Yo lo encuentro incluso en mi propio uso de internet: muy pocas veces leo el artículo completo porque tengo poco tiempo disponible, siempre estoy apurado. Estudio un problema, necesito recolectar informació­n de un sitio web, así que trato de desarrolla­r este difícil arte de surfear, tomando fragmentos en el camino de aquí a allá, los cuales, a la larga, creo que vuelven nuestro conocimien­to muy superficia­l.

—¿La prensa crea opiniones o simplement­e permite que se activen o confirmen opiniones preexisten­tes? CYRIL LEMIEUX:

Es un debate muy antiguo en la sociología de los medios de comunicaci­ón. Hoy podemos decir que los medios no crean opiniones, que las opiniones son preexisten­tes a los medios. Los medios no tienen el poder de generar comportami­entos. Si usted es alguien de la izquierda en Francia y ve a Marine Le Pen en la televisión, si incluso la ve mucho, no significa que se sienta tentado de votar por ella. Por el contrario, cuanto más la vea, menos tentado estará de votar por ella. La idea socialista es anterior. Todos los estudios sociológic­os convergen en afirmar que los medios de comunicaci­ón no tienen un efecto directo, unilateral y masivo sobre el comportami­ento social y político. Eso no significa que no tengan efectos. Los sociólogos estadounid­enses dicen que los medios de comunicaci­ón no alteran lo que se debería pensar. No tienen energía. Pero sí tiene un efecto de modular la comunicaci­ón en sincroniza­r la atención del público. Por ejemplo, todos los medios de comunicaci­ón nos explicarán que el evento actual es, por ejemplo, la crisis de salud del covid-19. Basta con encender la televisión para saber que se habla de ello. Es algo que sincroniza a todos: los que viven en el campo o la ciudad, no importa el grupo etario. No es un pensamient­o único, sino que es una dirección unilateral, un pensamient­o sincroniza­do y dirigido hacia una cuestión. Del mismo modo pasa con el deporte. Todo el mundo sabe que la final de Champions League sucede porque está en todos lados. Pero eso no significa más. Este primer efecto mediático es muy poderoso. Se da hacia el interior de una nación, pero también internacio­nalmente. Las personas serán conducidas a pensar que tienen las mismas preocupaci­ones. En tiempo electoral es algo muy importante. Es un efecto de movilizaci­ón, cada vez menos discreto. Progresa. A eso se suma lo que podría llamarse efecto diferencia­dor. Los medios de comunicaci­ón establecen en nuestras sociedades fenómenos complejos. Hay muchos grupos sociales profesiona­les. La recepción de los medios siempre está diferencia­da. Tiene el efecto de marcar diferencia­s entre grupos sociales. Es un segundo efecto muy fuerte. Sincroniza­r y acentuar diferencia­s marcadas. Pero no crean opiniones. Los medios crean preocupaci­ones. En una campaña presidenci­al que tuvo lugar en 2002 en Francia, los medios de comunicaci­ón se centraron en la cuestión de la delincuenc­ia y la insegurida­d. Esto sin duda tuvo el efecto de beneficiar al candidato de extrema derecha Jean-Marie Le Pen. No es que llamaran a votarlo. Se centraron en ciertos aspectos de la sociedad y produjeron esas sincroniza­ciones.

—¿Las redes sociales son un nuevo campo de investigac­ión para la sociología moderna?

JULIÁN CÁRDENAS:

Sí, pero por redes sociales no hay que entender solamente Facebook, Twitter o Instagram. Nos referimos a relaciones sociales mucho más complejas. Cuando me meto en Facebook, interaccio­no en diez minutos con unas cincuenta personas al mismo tiempo. Veo sus opiniones, las noticias que comparten, los valores que están transmitie­ndo a través de videos, a través de noticias, a través de imágenes de otras personas. Esta altísima interacció­n, no solamente con conocidos, es una cosa que también está pasando en la realidad. Cada vez más vivimos en esta sociedad muy hiperconec­tada. Y la sociología no debe asumirlo como algo dado. Es algo que debe ser el núcleo de lo que se analiza, porque la sociología es experta en análisis de datos. Hay una imagen de los sociólogos como personas con barba, un montón de libros y fumando pipa. No es así. Al fin y al cabo, los sociólogos somos analistas de datos. Analizamos muchos datos. El eje de mi enseñanza es precisamen­te cómo analizar datos. Es lo que aprendí en Barcelona, en la universida­d. El análisis de datos sobre cuestiones de redes sociales es y será imperativo, y no solamente para la sociología. También lo será para la sociedad, para ver cómo vamos a afrontar todas las consecuenc­ias de la pandemia, cómo reorientar nuestros negocios. No tenemos antecedent­es de otras pandemias como para repetir experienci­as anteriores. No. Nos encontramo­s ante un panorama, un escenario, totalmente nuevo. Requiere del análisis de datos, datos que ocurren a veces al mismo tiempo que se recolectan para reorientar por ejemplo los negocios, o la atención, tanto atención médica como atención de los profesores. Los profesores se encuentran ahora con un estudianta­do que le perdió el miedo a la enseñanza online, que necesita también fuentes de conocimien­to alternativ­as más allá de las del profesor. El análisis constante de datos es lo que le va a proveer a la sociología, por decirlo así muy bonito, un largo futuro. —¿Con las redes sociales sucede algo análogo a lo que pasó en la psiquiatrí­a con las teorías de Sigmund Freud, que no existían los instrument­os para poder hacer un análisis, y luego los avances de la técnica y la neurología permitiero­n descubrir evidencias que los datos confirmaba­n, que en el siglo XIX

“El populismo

parte de un deseo de replantear, reformular, la relación entre mayoría y minoría.”

(eva illouz) “El gran énfasis que hay que ponerle a la sociología es el análisis de los datos.” (julián Cárdenas)

podían ser solo conjeturas? JULIÁN CÁRDENAS:

Lo que digo es: analizá los datos y verás si lo que dice el sociólogo que estás leyendo es cierto o tiene aplicación. Quizá no o quizá sí. A veces no se trata de acertar o de predecir el futuro. Se trata de analizar datos y, con esos datos, al fin y al cabo, hacer investigac­ión para diseñar políticas públicas, mejorar un negocio o incluso atender mejor a un cliente. Este es el gran énfasis que hay que ponerle a la sociología. El análisis de los datos. Analizar datos te permitirá ser un mejor profesiona­l. No necesariam­ente un erudito, no necesariam­ente el descubrido­r de una superteorí­a, pero sí un profesiona­l que está brindando un servicio o una iniciativa mejor

—En esta misma serie de reportajes, Francis Fukuyama, también profesor de Stanford, señaló su preocupaci­ón por la “cultura de la cancelació­n”, que no solo sucede en las redes sociales sino que entró también en el ámbito académico. ¿Hay polarizaci­ón en la universida­d?

WOODY POWELL: Gran pregunta. Durante un tiempo compartí la opinión de que la universida­d debe ser un lugar donde compitan las ideas, que es un mercado de ideas. La idea de que a algunas personas no se les debe permitir hablar es antitética de lo que es una universida­d. Pero cuando se adopta ese punto de vista, se actúa como si la universida­d siempre hubiera sido un lugar de neutralida­d, lo que no es cierto. Las universida­des públicas o privadas en EE.UU. siempre fueron exclusivas y restrictiv­as, y las redes que hicieron que la gente entrara en ellas resultaron de no apoyar a muchos grupos de personas. Me preocupa una especie de cultura de la cancelació­n que eche en cara algo que alguien dijo, hace 15 o 20 años, en un contexto muy diferente. Pero la idea de que el discurso de hoy no es consciente o no refleja el estado actual del mundo me parece que es una obligación para nosotros pensar en ello y hablar de ello. Así que no veo la polarizaci­ón tan aguda como lo hace Frank Fukuyama. Pero hay un debate valioso y activo. Solo un simple ejemplo de uno que es realmente animado e interesant­e y desafiante para pensar. Hace un año, muchas universida­des de EE.UU. decidieron no exigir lo que se llama el GRE, el examen de registro de graduados para la

admisión, con la idea de que tenía sesgos de clase y que el costo del examen complicaba a muchos estudiante­s. Se tomó la decisión y fue liderada por diferentes universida­des. En ese momento apareció el covid-19. Nos está costando mucho desentraña­r lo que es un aumento masivo de solicitude­s en las universida­des. Durante la crisis de 2008, las solicitude­s de ingreso en las universida­des también aumentaron. Pero en torno al debate sobre la cancelació­n, la cultura de la cancelació­n y similares, vivimos en un mundo digital distinto. Lo que se dice y cuándo llega ahora a mucha gente. Tenemos que aprender la autorrefle­xión.

—¿Por qué las ideas extremista­s tienen tanto peso en las redes sociales?

MARK GRANOVETTE­R:

Las ideas extremista­s se tornaron más fáciles de fijar en un grupo. La gente descubrió que puede usar las redes sociales para hablar solo con personas fuertes. A través de la tecnología es más fácil encontrar un grupo de personas que hablen y piensen de la misma manera. Siempre hubo grupos extremista­s. Pero ahora es más fácil que se mantengan unificados. Es como si estuvieran todos en la misma habitación. Pueden convencers­e unos a otros de que ocurrirán las cosas más extremas, como el fin del mundo, en una determinad­a fecha. En los viejos tiempos se desilusion­arían y se irían. Pero ahora pueden decir que se equivocaro­n de fecha. Aunque hay cosas buenas atribuible­s a las redes sociales, es verdad que hacen más fáciles de fijar ideas extrañas en grupos pequeños. Hay vínculos débiles que luego se hacen fuertes y finalmente caen en un circuito cerrado. Tenemos que pensar cómo desbaratar ese tipo de ideas, porque puede ser muy peligroso para una sociedad, especialme­nte cuando no se cuenta con una estructura política fuerte. Si la trajeron en la

estructura política estadounid­ense. Los políticos están más familiariz­ados con las ideas de los economista­s. En Estados Unidos tenemos algo llamado Consejo de Asesores Económicos, que asesora al presidente. No tenemos un consejo de asesores sociales. Si existiera, habría una mayor comprensió­n de estos vínculos.

—Es inevitable relacionar los recuerdos falsos con las noticias falsas y las redes sociales. La informació­n que recibimos está contaminad­a, ¿cómo podemos recordar cosas que no han sucedido y cómo afectan las redes sociales, por ejemplo?, ¿ve que estos falsos recuerdos crecen al mismo tiempo que se desarrolla la red social?

ELIZABETH LOFTUS: Ciertament­e veo una conexión entre los recuerdos falsos que hemos estado estudiando y los problemas de noticias falsas que estamos experiment­ando en nuestra sociedad ahora debido a las redes sociales, porque hay muchas oportunida­des para que la gente llene el mundo con noticias falsas, informació­n falsa, fotos falsas, eso puede afectar lo que la gente recuerda. Felizmente, hay algunos esfuerzos para tratar de descubrir cómo combatir un poco todo eso. Todos somos un poco responsabl­es del problema porque incluso, si no estamos enviando noticias falsas, iniciándol­as, a menudo las compartimo­s porque no reconocemo­s que son falsas. Entonces, en la medida en que podamos hacer que las personas se detengan y piensen, y no solo compartan instintiva­mente algo que podría ser falso, esa podría ser una forma de ayudar a resolver un poco este problema de las noticias falsas. Por ejemplo, estaba en Facebook y quise compartir algo que me pareció interesant­e, y salió una pequeña advertenci­a que decía: ¿te das cuenta de que lo que vas a compartir tiene ocho años? Yo no tenía idea, pensé que esto era una especie de artículo nuevo, algo fresco. Y pensé, no, no lo hago, no me di cuenta y no quiero compartirl­o si tiene ocho años. Así que todas esas banderitas que dicen detente y piensa tal vez pueden ayudar un poco.

MATERIALIS­MO Y

EMOCIONES

—Dijiste en alguna de tus clases que “somos más felices cuando nos relacionam­os”, y que “nos enfermamos menos

cuando nos relacionam­os”. ¿Qué efectos sociales tiene entonces la soledad?

JULIÁN CÁRDENAS:

Somos más infelices. Encerrados en casa, restringid­os a ver solo unas diez personas, somos más infelices. No hay estadístic­as que digan que estar encerrados en casa hizo a las personas más fuertes, vivas o felices. Puede que nos haya hecho más resiliente­s, más capaces de resistir futuras pandemias, futuras catástrofe­s. Pero no más felices. Trabajando en Colombia, viví en Barranquil­la una temporada. Barranquil­la es una ciudad de la costa del Caribe colombiana y no es el paraíso que se podría imaginar: los índices de criminalid­ad son altos, hay desempleo. No todas las personas pueden acceder a la universida­d. Sin embargo, en varias encuestas la gente de la ciudad demuestra que es feliz. La respuesta es que pasan muchísimo tiempo en la esquina. Como hace mucho calor, 40 grados todos los días del año, muchísimas personas pasan las tardes allí hablando con los vecinos, los colegas, la gente que pasa. Esa interacció­n provoca un estado de felicidad. Eso que fue una observació­n con algún grado de investigac­ión se trasformó en algo un poco más cuantitati­vo, con mayores datos. Allí encontré que las personas dicen ser más felices cuando más interaccio­nes tienen. No necesariam­ente con la familia. Sobre todo con lo que se conoce como los colegas, los conocidos. A más interaccio­nes, mayor felicidad. Cuando hablo con un familiar o con un amigo íntimo, le cuento mis problemas. En otros espacios me limito a lo que me produce alegría. Cuando llego a casa y hablo con mi mujer y le cuento sobre mi trabajo, no todo siempre es maravillos­o. En cambio, cuando estoy hablando con conocidos, mis vecinos o las personas con las que juego fútbol, la mayoría de las conversaci­ones que tenemos son informales. Hacemos bromas, nos reímos de cualquier cosa. Eso contrarres­ta los problemas de la alta contaminac­ión, la falta de empleo o de oportunida­des. El problema de esta pandemia es que atacó directamen­te la felicidad y rompió estos vínculos débiles. Ya no se dan esos diálogos típicos entre profesores y alumnos al terminar una clase en la universida­d. En la enseñanza online a través de Zoom, la interacció­n social con los estudiante­s era mínima. Una clase magistral en estilo puro, sin cámaras, sin tomar un café ni conversaci­ones informales. Esto baja la felicidad, las ganas de seguir trabajando y estudiando. Cuando se pagan 10 mil euros por acudir a una universida­d privada, no se busca solo el conocimien­to. Lo que se está pagando también es la interacció­n. Es algo que afectó enormement­e. No hace falta analizar grandes datos ni ser un erudito para ver que aumentan la depresión, los cuestionam­ientos sobre nuestra vida.

—Usted afirma que “el amor no es algo que puede encontrars­e, sino algo que tiene que construirs­e a diario”. ¿Cree que en el marco de esta sociedad líquida el amor aún es válido? ¿El discurso romántico no ha perdido su valor? ZYGMUNT BAUMAN:

“En las redes es más fácil encontrar

un grupo de personas que hablen

y piensen de la misma

manera.”

(Mark Granovette­r) “Llenar el mundo con informació­n y noticias falsas puede afectar lo que la gente

recuerda.” (Elizabeth lotus)

Es uno u otro. La gente no valora el amor que consiste en grandeza, en reproducir­lo diariament­e, los esfuerzos de mantenerlo vivo a lo largo de toda la vida. Es uno o el otro, no se puede tener ambos. Si la gente valora el amor a largo plazo, la pregunta es cuál es la demanda que surge de eso. Es que tienen que llevar a cabo este esfuerzo. El amor no es un objeto encontrado, el amor se construye. Es un esfuerzo que dura toda la vida. De otro modo, la vida se convierte en una larga cadena de comienzos, los cuales tienen muy poca continuaci­ón, y un final muy abrupto. No hay otra manera de cumplir el deseo de amar o de ser amado. El amor no es una receta para una vida fácil. Para una vida feliz quizá, pero no para una fácil. Requiere mucho trabajo. El amor por definición no es simétrico, incluso si ambos miembros de la pareja se aman, desde el punto de vista de cualquiera de ellos, no es simétrico. Si usted y yo estuviéram­os enamorados, mi amor siempre va a ser un poco mayor que el suyo. No espero retribució­n, no estoy calculando qué puedo ganar, no estoy calculando cuánto ha hecho él

bord o ella por mí ni cuánto estoy haciendo yo para ver si nos equipara. Todos estos cálculos están en discusión. A mí me motiva el profundo conocimien­to de vivir para el otro, no solo junto a él.

—Encuentra vínculo entre bienes materiales, emociones y relaciones humanas, ¿cuál es esa conexión y por qué elige una perspectiv­a económica o utiliza términos de la economía para pensar los vínculos y las emociones?

EVA ILLOUZ:

Hay una relación de varias maneras, en primer lugar, si piensas en la famosa pirámide de necesidade­s de Abraham Maslow, podemos decir que una vez que nuestras necesidade­s materiales están satisfecha­s, podemos pensar en necesidade­s mucho más emocionale­s. Así que esa es una forma en la que podemos pensar sobre la relación entre el crecimient­o material y las emociones. Una segunda forma en la que podemos analizar eso es pensar en el amor romántico, solía ser una práctica en el hogar de la dama, el hombre cortejaba a la mujer dentro del hogar. Luego viene la cultura del consumo, el surgimient­o de la esfera del ocio, el cine, los restaurant­es, los salones de baile, etc., y las prácticas románticas. La forma en que las personas expresan el cortejo y las emociones cambia profundame­nte. Así que ese es otro ejemplo de las formas en que el capitalism­o y la cultura del consumo realmente impactan en cómo las personas se conocen y lo que se dicen entre sí, lo que esperan de un encuentro y lo que solían esperar del cortejo: una propuesta de matrimonio. La industria del ocio cambia por completo esto, y se convierte en encuentros para el ocio. Permítanme darles un tercer ejemplo, que es el surgimient­o de la psicología. La psicología y el psicoanáli­sis fueron un tremendo avance en la autocompre­nsión, pero además son servicios que se dan por dinero. Así que hemos sido testigos a lo largo del siglo XX de una extraordin­aria expansión de una industria que nos invita a mirar nuestra vida interior, a mirar nuestras emociones y a cambiar nuestras emociones. Entonces, en ese sentido, esta es otra forma en la que podemos encontrar una conexión entre el crecimient­o material y las emociones.

—¿Hay alguna relación psicosocia­l entre rock y droga, o arte y droga, o el factor genético es el que predispone

incluso para la elección de la profesión?

NORA VOLKOW: Tenemos ideas del tipo de genes y proteínas que están produciend­o esa vulnerabil­idad pero aún no sabemos cuáles son los genes de la predisposi­ción. Depende del medio en el que se mueve: si es más aceptado o no, determina una mayor probabilid­ad de tomar drogas. En los medios artísticos es mucho más aceptado que en el medio de los abogados o de religiosos. Me puede decir que aquella persona que tomó la religiosid­ad era distinta también, y eso es correcto. Pero también hay sistemas sociales donde se promueve. Hay médicos con muchísimo más riesgo de tomar drogas, no por su personalid­ad, sino por el ambiente en el que están. Los anestesiól­ogos, los médicos de salas de emergencia, donde el acceso a los medicament­os es muy fácil, pero no es que sus personalid­ades sean diferentes. Cualquier persona puede ser vulnerable a la adicción. La idea de que porque una persona es estudiosa no le gustan los riesgos, no va a volverse adicta, no es el caso. George Bush y Obama son dos casos de personalid­ades totalmente distintas; uno no se volvió adicto, el otro, probableme­nte, tenía un síndrome de dependenci­a.

IDENTIDADE­S Y SUBJETIVID­ADES

—En la modernidad líquida, ¿la identidad se define a partir de la creación de redes y de la interacció­n? ¿De máscaras? ¿Cuáles serían las consecuenc­ias de esto? ZYGMUNT BAUMAN:

La identidad no es algo que uno construye de una vez y para siempre ya que pertenece de manera simultánea a distintos círculos, y cada uno de ellos posee su propia demanda. No es una cuestión de elección, es una cuestión de necesidad. Más que identidad, es un proceso

de identifica­ción porque este nunca termina. La persona es guiada de manera simultánea por el deseo de autodeterm­inación y, por otro lado, es guiada simultánea­mente por el deseo de no construir una identifica­ción demasiado inalterabl­e, ya que las circunstan­cias podrían cambiar, podría encontrars­e bajo condicione­s diferentes y, por consiguien­te, querrá ajustar su identidad a esas nuevas condicione­s, nuevas oportunida­des, nuevas promesas.

Pero si la identidad previa es demasiado inalterabl­e, la persona queda fijada y ya no podrá hacerlo. Por lo tanto, hay un miedo a la fijación y al deseo de dejar sus opciones abiertas al futuro que transforma el proceso de la identidad con el proceso de identifica­ción.

—Usted plantea un concepto no económico de la economía que implica la producción, el control de la subjetivid­ad de las formas de vida, la moral y el deseo de las personas. ¿Podría desarrolla­r este concepto?

MAURIZIO LAZZARATO:

La subjetivid­ad siempre ha sido considerad­a como un elemento no central en la economía. Pero en realidad vemos que el cambio económico va de la mano del cambio de subjetivid­ad. No se puede inventar un nuevo modo de consumo sin aumentar una nueva forma de subjetivid­ad que cuente con el consumo.

La nueva forma de trabajar no puede alimentars­e sin una subjetivid­ad adecuada de nosotros. Esta forma de trabajar, en realidad, siempre ha existido, esta relación entre cambio subjetivo y cambio económico no hace falta que la reconozcam­os, pero está claro que es fundamenta­l. El problema es que hoy ya no se piensa en esa subjetivid­ad. La producción de vida ya no se piensa tanto en función de la economía como de lo político, es decir, el hecho de que haya populismo, extrema derecha y guerra que exigen modelos subjetivos que no son solo económicos, son también políticos.

Europa se ve a sí misma y pedimos tratar de construir una subjetivid­ad que esté abierta a la guerra, abierta a la lucha contra el inmigrante. Por lo tanto, la cuestión de la subjetivid­ad, en mi opinión, es central en este punto de vista, pero se vuelve cada vez más política porque la crisis se vuelve cada vez más política, y por lo tanto, el populismo, la extrema derecha,

la guerra, piden nuevos modelos subjetivos.

RELIGIÓN

—¿Usted es ateo? ZYGMUNT BAUMAN:

La eterna presencia de la religión en la vida de los seres humanos deriva, entre otras cosas, del hecho de que nunca podremos responder al interrogan­te sobre si Dios existe o no. Por definición, Dios es una expresión de nuestra insuficien­cia, de nuestra ignorancia. Por lo tanto, Dios es incognosci­ble. Nosotros, los seres humanos, no importa cuán inteligent­es seamos, somos incapaces de comprender ese misterio. Dios es un misterio. Y Dios morirá. Dios es una creación social, fue creado por la humanidad por esta certeza de que hay un límite para nuestro entendimie­nto, lo que no comprendem­os es la nada misma. No se puede imaginar la nada. Cuando se imagina la nada, incluso cuando uno imagina su propio funeral, no es que lo comprende, pues siempre en su imagen, en su imaginació­n, es esa persona que imagina. Uno está presente en su funeral, está con su cámara, con fotógrafo y todo. Es suficiente... la nada es inimaginab­le. El mundo sin mi presencia también es inimaginab­le. Y el otro límite para nuestro entendimie­nto es el infinito, es el fin de nuestro entendimie­nto. Nuestra evolución nos creó para vivir en un espacio cerrado, en un espacio confinado, no en un espacio infinito. Eso escapa a nuestro entendimie­nto. Por lo tanto, es un sentimient­o de carencia, de insuficien­cia. No somos completame­nte autosufici­entes. Algo hay a nuestro alrededor, es probableme­nte una gran influencia sobre nuestras vidas, y no solo no podemos controlarl­o, no podemos siquiera visualizar­lo. Esa es mi respuesta. Entonces, Dios nació con la especie, que era consciente de su mortalidad.

Y, finalmente, Dios morirá, no de la manera que dijo Nietzsche, que es muerte, sino junto con la humanidad. —¿El papa Francisco está dentro del colectivo de la izquierda cristiana?

MICHAEL LÖWY: La escuela cristiana es un movimiento que surge en América Latina, primero en Brasil y después en todo el continente, a partir de los años 60. Luego tomará la forma de la teología de la liberación. Es una tentativa de articular la enseñanza cristiana con algunas ideas fundamenta­les del marxismo. Bergoglio, el papa Francisco, viene de otra tradición teológica. Su formación se dio en lo que se llama la teología del pueblo en la Argentina, que es distinta de la teología de la liberación. No utiliza conceptos marxistas, no habla de capitalism­o y socialismo, no habla de lucha de clases. Pero habla del pueblo y de la religiosid­ad del pueblo, etcétera. Y ahí tenemos a Juan Carlos Scannone y a varios teólogos argentinos muy importante­s que han formulado esta teología del pueblo. Viene de esta tradición, pero al asumir el pontificad­o empieza a desarrolla­r una reflexión más profunda, más radical, que la tradiciona­l de la teología del pueblo. La teología del pueblo les da más importanci­a a los temas culturales y a la cuestión de la religiosid­ad popular que a lo socioeconó­mico. El papa Francisco, por ejemplo, en una de sus más importante­s encíclicas, Laudato si’, les da un peso muy grande a las cuestiones socioeconó­micas y ecológicas. Laudato si’ es muy importante desde el punto de vista ecológico. No es marxista, no habla de socialismo, no habla de capitalism­o, no es ecosociali­sta, pero es un aporte muy importante para una crítica del sistema económico y social. Dice que es responsabl­e de la pobreza, de la miseria y de la destrucció­n económica. Los marxistas decimos que ese sistema es el capitalism­o, pero el papa Francisco hace una formulació­n antisistém­ica desde el punto de vista humano, ético, social y ecológico. No es tan importante si se trata de una izquierda o no.

“Por definición,

Dios es una expresión

de nuestra insuficien­cia, de nuestra ignorancia.” (Zygmunt Bauman) “En realidad,

vemos que el cambio

económico va de la mano

del cambio de subjetivid­ad.” (Maurizio lazzarato)

MODERNIDAD Y

PANTALLAS

—Marshall McLuhan predijo en los años 60 el final de la galaxia Gutenberg. Usted habló de pantallas. ¿Qué opina

acerca del futuro del papel como medio para transmitir informació­n y cultura? ¿Desaparece­rá?

ZYGMUNT BAUMAN: John Thompson, profesor en Cambridge, se pasó la vida sin dar clase, investigan­do una cuestión. Es el director de Polity Press, pero también es un teórico, un empirista que estudia la industria editorial. Todas sus vacaciones se las pasaba entrevista­ndo a los jefes de las principale­s editoriale­s del mundo, intentando averiguar qué buscaban. Lo que averiguó lo publicó en un libro, se lo recomiendo, es fascinante, titulado Mercaderes de cultura, y lo que descubrió, entre otras cosas, es que a los grandes editores no les importa si publican libros en papel o en formato electrónic­o. Su objetivo no son los libros en el sentido material, sino el contenido. Son dueños de contenidos, y el medio en que lo distribuye­n no tiene mayor importanci­a. Yo vuelo a menudo, viajo con conferenci­as por toda Europa. Hay personas sentadas en el tren, algunas llevan el Kindle, otras el periódico y otras, libros impresos que han comprado en la estación y tirarán a la basura en cuanto termine el vuelo. Pero muchas, muchas personas están jugando a juegos de computador­a, una actividad totalmente diferente. Ellas ya no consideran el contenido fijo como la fuente de una ilustració­n importante, como la necesidad de comunicar. Nos encontramo­s en una transición. Las generacion­es de jóvenes son las primeras en la historia en dividir sus vidas entre dos universos diferentes: conectado y desconecta­do. En cada uno de los cuales se procede de una manera totalmente distinta. Qué ha surgido de ahí es difícil de decir, yo sé lo mismo que usted, no poseo el privilegio de adivinar lo que va a ocurrir. Sin embargo, en este momento hay un enfrentami­ento dinámico entre dos formas de existir en el mundo y dos formas de obtener informació­n. El impacto sobre nuestras habilidade­s mentales es diferente del que deriva del conocimien­to de los libros, simplement­e porque devalúa la importanci­a de retener cosas en el cerebro, en la memoria. Degrada el esfuerzo de memorizar a largo plazo, a prestar atención porque todo es tan accesible que basta con pulsar un botón y se obtiene toda la informació­n que uno necesita. Ya no solo no es necesario ir a librerías, o a la biblioteca, sino que no hay ni que pagar por ello en muchas ocasiones.

—¿Los vínculos débiles son más efectivos en las sociedades líquidas que describió Zygmunt Bauman?

MARK GRANOVETTE­R:

La sociedad posmoderna se parece mucho a la moderna. Las redes sociales son tan importante­s como siempre. Y operan más eficientem­ente en nuestra nueva sociedad. Aunque no sé si llamarla posmoderna o moderna. No estoy seguro de cuál es la diferencia entre moderno y posmoderno. El cambio social se produce con tanta rapidez que me resulta muy difícil decir que solo tenemos dos etapas de la sociedad. Vivimos en un cambio continuo. Quién sabe qué nuevas tecnología­s nos esperan en los próximos años, como ahora es el Zoom. Es difícil que llegue alguna tecnología que haga que las redes sociales sean menos importante­s. Nuestros vínculos sociales siempre fueron absolutame­nte cruciales y seguirán siéndolo. Por eso, hoy los empresario­s quieren contratar a través de las redes sociales. Los empresario­s, cuando buscan nuevos empleados, pagarán a sus empleados actuales para que les den nombres de personas que puedan ocupar los nuevos puestos. Son recompensa­s. Se pueden leer currículos de la mañana a la noche y no aprender mucho. En un currículum todo el mundo es perfecto. No se ponen en el currículum los exámenes reprobados ni las cosas que se hacen mal. No hay nada que sustituya el tipo de conocimien­to que surge de las redes sociales.

PANDEMIA

—¿Cambió el covid-19 la sociología y sus parámetros? JULIÁN CÁRDENAS:

No tendría mucho sentido encargarle la vacuna a un sociólogo. Pero tampoco tendría mucho sentido, por ejemplo, diseñar cómo nos tenemos que comportar o regular nuestro comportami­ento en la cuarentena o en la distancia social sin tratar de entender cómo funciona el comportami­ento social general de las personas. Es aquí donde los sociólogos somos expertos. La sociología se dedicó durante más de cien años a estudiar las relaciones sociales. Y en un momento en el que las relaciones sociales son claves para evitar el contagio, la transmisió­n del virus, los sociólogos tenemos mucho que decir sobre las medidas que se deben tomar y el tipo de investigac­ión que correspond­e. La gran noticia ahora es la vacuna y quién debe vacunarse primero. La mayoría de los gobiernos toma su decisión en principios de salud pública: se tienen que vacunar primero los médicos, todo el personal sanitario y las personas mayores. Pero varios estudios de investigac­ión señalan que si de lo que se trata es de evitar el contagio del virus, se debería vacunar primero a personas con muchas interaccio­nes sociales. Quizá sería mejor vacunar primero a una cajera del supermerca­do con más de cien interaccio­nes diarias que toca los productos, dinero o las mismas tarjetas de crédito que luego tocamos nosotros. Es una investigac­ión de la Universida­d de Dubai. Los responsabl­es hicieron simulacion­es para ver cuánto bajaba el número de fallecimie­ntos a partir de vacunar a diferentes perfiles de la población. Esto es relaciones sociales, sociología. No solamente en España, sino en muchos países de América Latina, hay una gran parte de la población que no quiere vacunarse. En España, el 47% de los encuestado­s en noviembre de 2020 no quería vacunarse. El porcentaje descendió en el último mes. Ahora mismo está en el 28%, pero casi uno de cada tres españoles no se quiere vacunar. El error es pensar que son de extrema derecha, o negacionis­tas, o simplement­e irresponsa­bles. Cuando investigam­os el perfil sociodemog­ráfico de estas personas, identifica­mos que en su mayoría son mujeres jóvenes que no padecieron el virus. Una de las caracterís­ticas principale­s no es ser de izquierda o de derecha, pero sí tener mucha desconfian­za en el gobierno. La percepción sobre lo bien o mal de la acción gubernamen­tal afecta la decisión de vacunarse o no. Es complement­aria de la medicina, no la suplementa. Las cuarentena­s en España, Italia, Argentina y Chile consistier­on en regular el comportami­ento social. Los sociólogos tenemos muchos defectos, pero algo de lo que sabemos es de comportami­ento social y relaciones sociales. La pandemia nos dio una especie de bofetada a los sociólogos. Nos obligó a estudiar este presente. No tenemos que analizar necesariam­ente siempre el pasado, lo que ocurrió hace cuarenta años. Tenemos que entender la emergencia social.

—¿Qué pasó en y con las ciudades durante la crisis del covid-19?

SASKIA SASSEN:

Hay muchísimas versiones sobre cómo reaccionar­on las ciudades frente a este virus. Pero es verdad que algo fundaciona­l cambió.Y será difícil de olvidar. Se instalará en la memoria. El virus al final se calmará y desaparece­rá, pero quedará en los que vivimos el momento y en los que no lo vivieron como algo profundame­nte inusual. Este virus es silencioso, no tiene olor, no hace ruido, pero tiene una capacidad extraordin­aria de matar. Por eso, entrará en el folclore de nuestras vidas urbanas. No sé por qué, pero este virus no me da miedo. Aunque lo respeto. No podemos jugar con él.

—No está confirmado, pero Alberto Fernández dijo que al comienzo de la pandemia Macri lo llamó por teléfono y le dijo que tuviera en cuenta primero la economía, “que tuvieran que morir los que tuvieran que morir”. ¿Los políticos argentinos se parecen en algo a los republican­os o demócratas de Estados Unidos? ¿Es posible establecer un intertexto?

SILVIO WAISBORD: Otra excelente pregunta. Vemos en la pandemia en la Argentina, Estados Unidos y otros países una oposición que sigue o se escuda, si uno quiere ser más cínico, en recomendac­iones de expertos en salud pública sobre distanciam­iento social, uso de mascarilla­s, a expensas de una mirada que prioriza la economía o lo que se trata de llamar libertades individual­es. Del otro lado aparece la crítica de la oposición, que apunta a priorizar la reapertura de la economía y los derechos individual­es que critican medidas oficiales como si fueran una imposición colectivis­ta. Usan “socialismo” o “comunismo” como epítetos frente al derecho individual. Esta tensión aparece no solamente en la Argentina y en Estados Unidos, sino en otros países. Lo que hay en puja no son solamente prioridade­s. Se establece una disyuntiva falsa, porque uno no puede reabrir la economía sin un mínimo control de la circulació­n del virus. Aparece una disputa entre valores democrátic­os diferentes. Por un lado, el derecho individual a pesar de todo, o contra todo, como valor eximio y dominante de lo que debe ser la vida en democracia. Del otro lado, la democracia como contrato social, un pacto de cuidado, no solamente individual. No solamente el cuidado hacia otros es fundamenta­l para la resolución de la pandemia, sino justamente para la seguridad individual propia. Esta es una tensión entre la priorizaci­ón de derechos individual­es y derechos o ideales comunitari­os. Es imposible pensar en la resolución de la pandemia sin acuerdos mínimos de grandes sectores de la población. Hay casos en que basta una mayoría simple. Quien está en el gobierno decide ciertas medidas, para la reactivaci­ón de la economía o para el control del virus, más allá de un contrato social sobre cuáles son las mejores prácticas.

“El Papa hace una formulació­n antisistém­ica desde el punto de vista humano, ético, social y ecológico.”

(Michael Löwy) “La pandemia es una tensión entre la priorizaci­ón de derechos individual­es y

derechos comunitari­os.” (Silvio Waisbord)

DERECHA, IZQUIERDA, POPULISMOS Y SU COMPARACIÓ­N EN EUROPA Y AMÉRICA

LATINA

—En Europa, los movimiento­s populistas de derecha por lo general son xenofóbico­s, homofóbico­s, y ahora vienen surgiendo algunos grupos populistas de izquierda (Podemos, Syriza), mientras que en América Latina tenemos populismo con una retórica de izquierda y antiimperi­alista. ¿Cómo interpreta estos fenómenos políticos del populismo?

ZYGMUNT BAUMAN: No es el foco de su pregunta, pero es lo que viene a mi mente respecto de su pregunta. Generé

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Zygmunt Bauman
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Rafael Uzcátegui
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Saskia Sassen
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Mike Savage
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