“Ningún país está en su sano juicio”
El actor, conductor, bailarín y director teatral estrenó junto a Daniel Casablanca Argentina al diván, un show donde reflexionan sobre las dinámicas y ritmos de la Nación. Celebra su pasado aprendido de Hugo Midón.
Diego Reinhold está haciendo mucho teatro y, también, como desde hace 8 años, llevando adelante, “un hogar para chicos y chicas de 0 a 6 años, el que se nos está haciendo muy difícil sostener, más en este contexto”. El actor, director, conductor piensa el mundo, hace espectáculos y mantiene ese espacio que recibe niños que, por diversos motivos, no pueden ser cuidados por sus familias. Pide colaboración: “Estamos recontracubiertos de juguetes y ropa; necesitamos plata. Sacamos una rifa, para que la gente pueda colaborar. Para comprarla, tienen que mandar un mensaje al IG a @conceptossencillos”.
Mientras tanto, Reinhold actúa en Argentina al diván, con Daniel Casablanca, obra de Marcelo Cotton, dirigida por Guadalupe Bervih (ND Ateneo, viernes y sábados a las 20.30). Como director, tiene tres proyectos más. Velorio a la carta, de Andrea Szyferman, con Julián Weich, Alejandra Majluf, Nicolás Maiques, Fabián Arenillas y Celeste Campos, va los viernes y sábados a las 22.30 en el Teatro Regina. Mi madre, mi novia y yo, de Mechi Bove, hace su tercera temporada, de jueves a domingo, en el Complejo La Plaza, con Sebastián Presta,
Graciela Tenenbaum y Victoria Almeida. También estrenó el unipersonal de Maxi de la Cruz, Maxi cómico, los jueves a las 21 en el Teatro Broadway. Y va preparando próximas intervenciones en Microteatro.
—Tus actuales propuestas son comedias. ¿Qué te atrae de este género?
—En la vida, lo que decimos está empujado por cosas ocultas detrás. Algo te da vergüenza pero decís otra cosa, para que no se note. El sentido de toda obra teatral es darle profundidad a lo que se dice; hacés el camino inverso: buscar el motor que explique cada palabra. Por ejemplo, en Mi madre…, el texto parece lleno de lugares comunes entre una madre y una nuera, pero detrás hay mucho para profundizar. Se dicen cosas simples que tapan cosas simples, y eso es gracioso. Se tapa la tragedia con palabras que la visten de comedia. Es tragicómico. En la comedia, a través de una experiencia artística divertida, podés mostrar cosas patéticas y el espectador es impactado por experiencias que pueden ser de lo más oscuras. En Velorio…, el protagonista tiene miedo a la soledad y quiere corroborar si lo quieren; los demás personajes sacan provecho. En todo lo que dicen, hay un motor oculto.
—En “Argentina al diván”, ¿cómo sucede la comedia? ¿Qué conflicto tiene detrás nuestro país que lo lleva a hacer terapia?
—En la obra, la Argentina piensa por qué le va como le va, por qué siente que no puede progresar. Tiene una especie de traba neurótica. Siente que está siendo saqueada,
robada, estafada. Entonces, indaga en su infancia y aparecen los grandes secretos que el psiquiatra cree reconocer: qué pasó con su madre, con su padre, con tantos padres sustitutos que tuvo y le dieron golpes muy fuertes.
—¿Llega al presente?
—Llegamos a 2001 como un momento de eclosión de la neurosis; no pasamos del 2001 para adelante. La obra tiene algo circular, porque termina como empieza, se muestra una cosa simbólica cíclica.
—El remate de la promoción es “Al gran pueblo argentino, salud… mental”. ¿Es posible imaginar un momento de salud mental en la Argentina?
—Eso es como preguntar si el mundo en algún momento va a poder sanar, si Estados Unidos es un país normal cuando tiene cinco guerras activas y un Fondo Monetario y un Fondo de Inversiones que les están pisando la cabeza a tantos países y que han generado golpes de Estado. Ningún país está en su sano juicio; seguimos destruyendo el planeta; somos muy crueles entre nosotros. Pero tampoco hay país que no pueda mejorar. Por otro lado, no estamos en el peor país del mundo, así que hay que parar un poco con la autoflagelación, hay que divertirse con lo que está pasando. De ahí sacamos las ganas para contar esta historia.
ROL.