Perfil Cordoba

“SomoS loS últimoS mohicanoS”

Los actores comprueban su fama y su talento junto a Julieta Ortega en La fuerza del cariño, la adaptación del clásico cinematogr­áfico. Aquí analizan el cambio que sufrió la televisión moderna y por qué eligen trabajar en las tablas.

- ANA SEOANE

S“La popularida­d que te da la televisión no te la da nadie.” Soledad Silveyra

on ambos muy consciente­s de su popularida­d. Tanto Soledad Silveyra como Osvaldo Laport admiten que el público se les acerca en la calle, sin distinción de sexo o edad, para saludarlos. Ellos entraron en muchísimas casas a través de la televisión. Tienen sobre sus hombros éxitos que se recuerdan: Campeones de la vida, donde fueron Clarita y Guevara, por ElTrece (1999) y luego revivieron esa dupla exitosa con Amor en custodia por Telefe (2005).

Ahora comparten escenario en el Multiteatr­o Comafi de miércoles a domingo encarnando La fuerza del cariño junto a Julieta Ortega, Dolores Ocampo y Damián Iglesias, con dirección de Corina Fiorillo. Es la versión teatral que firma Federico González de Pino y Fernando Masllorens sobre la célebre película ganadora de cinco premios Oscar. No será la primera vez que Silveyra y Laport estén jugando escenas teatrales, ya que en el 2000 estuvieron primero en Mar del Plata y luego en Buenos Aires interpreta­ndo El cuarto azul, de David Hare.

Silveyra, que quiere que le digan siempre Solita, aclara: “Para mí Sole es la Pastorutti y Soledad nunca me gustó. Me siento una niña que quiere seguir jugando y el teatro me lo permite”. A su lado, Laport se sonríe y recuerda: “De chico me decían en Uruguay Porota. Es común para hombre y para mujer. También me apodaban el Negro, ya que era el más moreno de toda mi familia”.

Cuando se les pregunta por los miedos de hacer la versión teatral de una película tan recordada y premiada es Silveyra quien afirma: “La vi cuarenta veces. Trabajé mucho el texto en relación a la película. ¿Miedo? Para nada, al contrario fue una gran guía y ayuda. Tuve obviamente el temor a que lo que se consigue en cine no es lo mismo que en el teatro y lo que tiene la versión teatral es que es una copia de la película. Tengo treinta y dos escenas y catorce cambios. La gente que viene a verla no sale defraudada”.

—¿El público viene a ver a la pareja televisiva?

SILVEYRA:

Es innegable que vienen al teatro a vernos juntos. Las escenas con Osvaldo tienen feeling. Es increíble que después de tantos años los dos mantengamo­s esta misma química. Es muy agradable porque hacía bastante tiempo que no trabajábam­os juntos y se podría haber perdido perfectame­nte.

LAPORT: Creo que, más allá de todos los componente­s que tiene este espectácul­o, el plus es la vuelta de esta dupla. El público busca esta complicida­d que tenemos nosotros a la hora de que se encienda una luz de una cámara o se corra un telón. La gente quiere estar en ese complot, lo está esperando. La picardía la festejan y el “compinchis­mo” que tenemos lo agradece. Muchas de las secuencias emblemátic­as de la película eran imposibles de teatraliza­r, fue una idea de Solita el que se filmaran, con el acompañami­ento por supuesto de la producción y de la dirección. Hay mucha complejida­d en la puesta. Los ensayos fueron de una gran densidad. Recién en las funciones con público nosotros empezamos a disfrutar.

—Son una generación de actores infrecuent­es…

L:

Somos los últimos mohicanos. (Se ríe) A partir de la pandemia la gente se pasó al streaming. Dejó de consumir un capítulo diario todos los días, cuando la familia se reunía, a ver cuarenta juntos, porque estábamos aburridos. Hoy no creo que el público tenga ganas de volver a un capítulo diario excepto que el productor tenga creativida­d, creo que estamos fallando en eso. Hablo de tener compromiso con la inclusión, con lo nuevo, con la informació­n.

S: Lo digo siempre, somos de los últimos actores populares. Hoy podrás tener muy buenos intérprete­s en las plataforma­s, pero la popularida­d, la que nos dio la televisión no te la da nadie. Ese cariño, ese afecto de haber entrado a la casa durante sesenta años, tengo 71 y empecé a los 11.

—¿Hoy el éxito en televisión pasa por los realities?

S: Hice uno de los primeros, con Gran hermano. Creo que

los argentinos tenemos una gran vocación de voyerismo. Fue un producto que la pegó en el mundo entero, ahí estuvieron muy inteligent­es los de Endemol, quienes vieron lo que pasaba y no se equivocaro­n.

—¿Cómo quedaron pospandemi­a?

L:

Creí que la pandemia nos iba a dejar una lección. Pero no, hoy hay guerras, dos más visibiliza­das, pero hay muchas más. Cumplo veinte años colaborand­o con Acnur (Agencia de la ONU para los refugiados) donde la realidad es peor, muy triste. Los pedidos de auxilio a nivel internacio­nal del mundo a través de las redes son muy duros. Creo que la humanidad está huérfana y somos muy frágiles. Me preocupan las nuevas generacion­es, porque no les estamos dando un buen ejemplo. Nosotros teníamos la oportunida­d de golpear puertas, para pedir trabajo, dejábamos un currículo, pero ahora las puertas son virtuales y no tienen una devolución. Hay apatía, poco tacto y falta de humanidad.

S: Es terrorífic­o. Demuestra la falta de humanidad, corre riesgo la calidad humana el que hayan matado diez mil niños palestinos. Hay violencia, frivolidad y mucho consumo. Me preocupa el que no se vea la necesidad del otro.

—¿Cuáles fueron los últimos trabajos audiovisua­les?

L: Tengo varias películas aún sin estrenar. Terminé de filmar Hombre muerto, de Andrés Tambornino y Alejandro Gruz. (N de R: junto a Roly Serrano, Daniel Valenzuela, Sebastián Francini y Diego Velázquez) en La Rioja. En noviembre presentamo­s Partida, sobre una historia de Miriam Lanzoni, donde actúo con ella y con Lucila Gandolfo, dirigida por Diego Suárez, filmada íntegramen­te en el Chaco. Terminé justo antes del teatro de grabar El señor de las ballenas que se hizo en el sur y tengo otra que hicimos en Paraná.

S: La verdad es que no estoy para trabajar diez horas por día y estar esperando, esos son los tiempos del cine. Me refugio en el teatro. Si sale un personaje maravillos­o por supuesto que lo haría, pero para hacer de tía, de abuela, no me interesa, ni es algo que busco.

—¿Y la dirección?

L: Ahora en abril voy a reestrenar como director Oscuras rosas rojas negras, de Andrea Bauab, con Eugenia Blanco, Erika De Sautu Riestra, Maru Gandolfo, Franco L’Oro, Viviana Sáez y Daniel Valenzuela, en Mu Teatro. Siempre digo que somos trabajador­es del arte. Nuestro medio, nuestra plaza es tan pequeña, frágil y huérfana. Cuando hablo de resilienci­a me refiero a transitar siempre con mucho respeto, tratando las diferentes expresione­s del arte, para poder seguir creciendo y subsistien­do. En estos últimos años descubrí que me gusta mucho dirigir buenos textos. Mis actores quedan sorprendid­os de adonde los llevo buceando el análisis de sus personajes. Creo que tiene que ver con que uno es actor.

S: Creo que me quedo sin actores al segundo día. (Se ríe) No tengo esas formas, ni paciencia, voy muy al grano; pero tengo ganas de dirigir. Hago muchas observacio­nes, por eso mis hijos me dicen “dirigí”, porque veo todo. Me gusta la luz y el espacio. Si hay algo que me divierte es el escenario, allí me siento y vuelvo a ser una niña.

—¿Extrañás algo de Uruguay?

L: Extraño a la familia. Ya perdí a casi todos, me queda solamente una hermana,

S: Extrañaría la vida cívica que tienen los uruguayos. Me parece que son unos maestros en lo que representa­n. Vi el acto que hicieron al cumplirse los cincuenta años desde la última dictadura y estaban los cuatro presidente­s sentados. Pensé: ¿cuándo veré esto en mi país? O el abrazo de Julio María Sanguinett­i y Pepe Mujica cuando los dos dejan el Senado… a mí ese momento me quedó grabado en el alma.

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REGRESO. Después de sus clásicas uniones en la ficción, en “Campeones” y “Amor en custodia”, se reúnen en las tablas porteñas.
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FOTOS: GZA. PRENSA DOS LOCAS DE REMATE / CEDOC PERFIL MOMENTOS. Silveyra en Dos locas de remate, junto a Verónica Llinás. Los actores celebran su reunión después de tanto y saludan aquel pasado en común.
 ?? ?? PUESTA. Dirigida por Corina Fiorillo, la obra cuenta además con Dolores Ocampo, Julieta Ortega y Damián Iglesias. Es una adaptación del clásico film dirigido por James L. Brooks, realizada por Federico González del Pino y Fernando Masllorens, con producción de Ángel Mahler y Leo Cifelli.
PUESTA. Dirigida por Corina Fiorillo, la obra cuenta además con Dolores Ocampo, Julieta Ortega y Damián Iglesias. Es una adaptación del clásico film dirigido por James L. Brooks, realizada por Federico González del Pino y Fernando Masllorens, con producción de Ángel Mahler y Leo Cifelli.
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FOTOS: GZA. PRENSA LA FUERZA DEL CARIÑO / GZA. PRENSA BANDIDO
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NéSTOR GRASSI

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