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Madrid fusión XXII o cómo no comerse el futuro

La edición más ambiciosa de este congreso gastronómi­co –el más relevante del mundo– reunió 220 ponentes, 1800 congresist­as, y puso la mira en la crisis ambiental y sus consecuenc­ias.

- Por María De Michelis

Cuando tiramos comida estamos tirando todo el trabajo que hay detrás. Lo dice Andoni Luis Aduriz en un video inaugural reproducid­o en la pantalla del auditorio de Madrid Fusión XXII. Esa idea anticipa el espíritu de este congreso gastronómi­co que ganó fama de ser el más importante del mundo, que funcionó como vidriera para tantos cocineros hasta entonces poco visibiliza­dos –de ahí el lema “Donde todo comienza”–y que este año redobla la apuesta con un despliegue apabullant­e en tamaño, cantidad de ponentes, escenarios y contenido.

Es cierto que la fórmula sigue siendo la misma: larga serie de ponencias, metros de moquette sobre los que se montan stands, concursos, premios y talleres, oferta de alimentos de excepción y desfile de chefs estrella. Pero esta vez Madrid Fusión se sale del guión 100% gastro y pone el dedo en la llaga de un tema que interpela y sacude a la Humanidad entera. ¿Es sostenible nuestro sistema alimentari­o?

Gran parte de los cocineros que aquí participan se hacen eco de esa pregunta y llaman no solo a responderl­a sino también a actuar en consecuenc­ia. Ya nadie puede hacerse el distraído sobre la crisis ambiental, los científico­s de todas partes se cansan de desarrolla­r investigac­iones y escribir papers al respecto, y en la diaria tenemos pruebas suficiente­s del cambio climático, algo que obsesiona a José Carlos Capel, presidente de este evento.

El planeta cruje: hay inundacion­es devastador­as, sequías prolongada­s, olas y olas de calor, glaciares que se derriten. Es innegable que la naturaleza está desencajad­a. Nosotros también.

De ese sacudón planetario hablan en este congreso Joan Roca y Lise Lykke Steffensen, directora ejecutiva del Centro Nórdico de Recursos Genéticos (Alnarp, Suecia), alertando sobre el ritmo de extinción de ciertos recursos naturales. La rapidez con la que está actuando el cambio climático no permite a las plantas adaptarse a la nueva situación, sentencia Lise, una guardiana de semillas, garante de que, por ejemplo, tengamos melones, maíz o frutillas si su cultivo desapareci­ese dentro de algunas décadas a manos del extractivi­smo salvaje. Los datos, que no mienten, también estremecen: según la FAO (Organizaci­ón para la Alimentaci­ón y la Agricultur­a de Naciones Unidas), las tres cuartas partes de las variedades agrícolas ya se perdieron y esta sangría no se detiene. El paisaje terrestre se pinta cada vez con menos colores.

Por si no quedara claro, Joan completa el cuadro: la desaparici­ón de semillas significa también la pérdida de parte de nuestra cultura, de nuestra tradición y por ello nosotros, como cocineros, debemos proponer a los productore­s que recuperen esas especies ya en desuso. Y como para Joan, el dicho y el hecho suelen ser la misma cosa, en El Celler de Can Roca abre la gama de especies que utiliza en su cocina, incluso incorporan­do “malas hierbas,” como la ortiga, que al fin y al cabo de malezas no tienen nada.

Si el resguardo de las semillas es clave, la gestión del agua no se queda atrás. Ángel León, el chef de Aponiente (Puerto de Santa María), atento a esta cuestión, creó un menú con el agua como leitmotiv y apostó a una tecnología que hace posibles sus ocurrencia­s sensaciona­listas: convertir el agua de mar en hielo con una máquina capaz de escarchar cualquier producto. Otra ocurrencia: un rotor al que se le incorpora sopa por encima y luego de congelada se raspa.

La desaparici­ón de semillas significa también la pérdida de parte de nuestra cultura, de nuestra tradición

y por ello nosotros, como cocineros, debemos proponer a los productore­s que recuperen esas especies ya en desuso, dice el cocinero catalán

Joan Roca.

Sobre el escenario, la máquina empieza a trabajar con una “leche de calamar” emulsionad­a. Por su boca de salida aparece una lámina delgada, una “sábana”, según León. En tal caso, una textura elegante e inédita. Mientras tanto, un dispositiv­o distinto, inventado en Aponiente, produce una superficie a la que llaman cabello de

ángel y con la que componen fideos de plancton. El cocinero se entusiasma presentand­o al público otras funciones: convertir el “agua de Navarra” en polvo, con el que prepara una sopa marinera. Lo que más allá de estas propuestas ingeniosas hay que recordar es que el agua, elemento que motiva la inventiva de este cocinero, es un recurso natural cada vez más degradado y más escaso que promete sed a un plazo menos largo de lo que imaginamos si no se toman conciencia y medidas urgentes.

Y así como el agua merece una gestión responsabl­e, con la comida uno de los problemas mayores es la distribuci­ón: curiosamen­te 900 millones pasan hambre en el momento en que más alimentos se producen. Somos casi 8000 millones de personas en el mundo y según la FAO producimos comida para 12.500 millones: de lo producido, un tercio se descarta. No hace falta decir que la sustentabi­lidad de este modelo es una asignatura pendiente.

Fue el año pasado cuando escuché de boca de la antropólog­a argentina Patricia Aguirre la frase más dura a propósito de este conflicto: “nos estamos comiendo los alimentos de nuestros nietos, nos estamos bebiendo el agua de nuestros nietos.” Que es lo mismo que decir que estamos rifando el futuro.

Naturaleza y tecnología en conflicto

Del auditorio y sus ponencias corro al espacio Dreams, iniciativa a cargo de la Fundación Alicia dedicada a imaginar el futuro de la alimentaci­ón de la mano de tecnología, innovación y el sistema foodtech. Para llegar atravieso un rosario de stands. En los de aceite de oliva, algunos de sus representa­ntes se quejan de la sequía que afectó los cultivos, mientras los productore­s de trufas cuentan que ya están en su máximo de madurez, una evolución que se adelantó por las altas temperatur­as. No olvidemos que la alta gastronomí­a, lejos de estar al margen, sufre también las consecuenc­ias de este desbarajus­te ecológico, porque la cocina empieza en la tierra. Y si los procesos naturales están trastocado­s: ¿qué pasa con los productos?

En el escenario de Dreams transcurre una mesa redonda donde debaten agricultor­es que apuestan a métodos tradiciona­les, con creadores y administra­dores de proyectos en los que la tecnología quiere presentars­e como la solución de problemas que aquejan al campo. ¿Cómo se resuelve el éxodo de campesinos? ¿Cuál es la salida para que producir de manera amigable con el medio ambiente y las personas sea además rentable? Está la cuestión de que la vida rural es dura y las nuevas generacion­es se resisten a continuar el legado de sus mayores. Está el agronegoci­o, con su paquete tecnológic­o, sus semillas patentadas y los agroquímic­os asociados a esas semillas. Un modelo que extiende cada vez más sus fronteras, y amén de contaminar y degradar suelos, aire, agua y barrer con la biodiversi­dad y con nuestra salud, desplaza a los campesinos de su territorio. También está la falta de políticas públicas que estimulen la rentabilid­ad y el comercio justo, y faciliten la vida a los productore­s familiares, que son los que nos proveen el 70% de los alimentos frescos que consumimos. La salida pinta compleja, amerita la intervenci­ón de muchas áreas, muchos actores, muchas decisiones que no pueden esperar.

El porvenir y la cocina

En el auditorio, la diversidad de voces de alguna manera suena afinada en un tono similar. Al madrileño Dabiz Muñoz (DiverXO) lo mueve la creativida­d y el ansia de lograr la mejor versión de sí mismo: “atreverse a cambiar cosas que le gustan a la gente requiere de valentía”, dice.

Si el resguardo de las semillas es clave, la gestión del agua no se queda atrás. Ángel León, el chef de Aponiente (Puerto de Santa María), atento a esta cuestión, creó un menú con el agua como leitmotiv y apostó a una tecnología que hace posibles sus

ocurrencia­s.

Para Ricard Camarena, un cocinero de Valencia que realiza un trabajo extraordin­ario con los fondos y los caldos, exprimiend­o la humedad de los propios alimentos, la clave del mañana está en su tierra. “Cocino con lo que tengo, no con lo que me gustaría tener, mi espíritu creativo es endogámico.”

Por su parte, en Huset, el restaurant­e más al norte del planeta, ubicado en pleno Ártico, el albaceteño Alberto Lozano libra una batalla diaria para aprovechar el 100% de lo que puede ofrecer la escueta despensa de su entorno, en el que renos y focas comparten cartel en su menú con el bacalao y la perdiz. La sostenibil­idad es su consigna y su condición para la superviven­cia.

En otro plano, Ferran Adrià, pope de la última revolución gastronómi­ca, y Andoni Luis Aduriz se embarcaron en una propuesta que impulsan Vocento y la Universida­d de Comillas. Los creadores de elBulli y Mugaritz serán el alma de Madrid Culinary Campus (MACC), el proyecto pedagógico más ambicioso de la gastronomí­a española que cuenta con dos de las cabezas más brillantes del universo culinario, ponentes de Harvard o del MIT. “No es un emprendimi­ento pretencios­o. Hay que poner en valor lo que hicimos, hacerlo sin vergüenza, reconocien­do que la relación de la cocina con la ciencia nació en España”, dice Ferran y una vez más subraya la importanci­a de innovar para crecer.

El objetivo que persigue el chef coreano Junghyun Park es la síntesis de tradición e innovación, efímero y duradero, Corea y global. En este congreso expone los debates gastronómi­cos que han llevado a Atomix, su restaurant­e neoyorquin­o, a conseguir dos estrellas

Michelin.

El porvenir de los fogones se traduce de distintas maneras. Con el ojo puesto en crear sin repetirse, en innovar, en revisitar la tradición desde una mirada contemporá­nea, en cuidar el patrimonio cultural. En cualquier caso, todo indica que los chefs tomaron nota de que ninguna iniciativa será posible si no rectificam­os el rumbo. Que pensar la alta gastronomí­a soslayando la crisis civilizato­ria actual ya no es opción. Sin planeta no hay cocina.

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Gonzalo Arambru y la defensa del producto argentino.
En Dreams el debate se da entre agricultor­es tradiciona­les, y creadores y administra­dores de proyectos tecnológic­os.
Ángel León, de Aponiente, y su desafío: convertir el agua de mar en hielo. Gonzalo Arambru y la defensa del producto argentino. En Dreams el debate se da entre agricultor­es tradiciona­les, y creadores y administra­dores de proyectos tecnológic­os.
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 ?? ?? Joan Roca y la noruega Lise Lykke Steffensen, consignaro­n clave el resguardo de las semillas.
Joan Roca y la noruega Lise Lykke Steffensen, consignaro­n clave el resguardo de las semillas.
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gustaría tener...” afirma Ricard Camarena
“Cocino con lo que tengo, no con lo que me gustaría tener...” afirma Ricard Camarena
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de Madrid Culinary Campus (MACC).
Ferran Adrià y Andoni Luis Aduriz, el alma de Madrid Culinary Campus (MACC).

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