Enfermos y canciones
La gente tiene cierta atracción por conocer historias de enfermos terminales. Eso explica el gran éxito en la taquilla de películas como en la que Bette Davis personificaba a una millonaria a quien un médico le descubre un tumor cerebral, o en la que el personaje de Margaret Sullavan, una mujer casada y con una hija pequeña, descubre que tiene una enfermedad incurable y le quedan solo diez meses de vida. El argumento de ambas películas estaba atenuado con la música: en la primera con la melodía
y el vals de Strauss y en la segunda con el adagio de la de Brahms.
en la que Shirley MacLaine componía a una madre que mantenía una relación conflictiva con su hija (Debra Winger), sus vínculos mejoran cuando a su hija le diagnostican un cáncer terminal. Ahora esa película fue adaptada para el teatro con Soledad Silveyra y Julieta Ortega en el escenario del Multiteatro. La versión teatral, para alivio de los espectadores, posee momentos de humor que derivan de las discusiones entre madre e hija y deja de lado la parte trágica de la obra para los últimos minutos.
La obra está apoyada por varias canciones que enriquecen el argumento. De entrada se la ve a Julieta Ortega cantando en perfecto inglés junto a la actriz Dolores Ocampo un tema de la película A lo largo de la obra suenan dos canciones en la voz de Doris Day:
y
El primero se dio a conocer en 1955 en la película de Alfred Hitchcock
Doris Day.
en la que Doris era una cantante retirada cuya vida es alterada por el secuestro de su hijo durante sus vacaciones con su marido y su niño en Marruecos. En aquella película la canción sirve como una contraseña cuando descubre, al ser invitada a una embajada, que su hijo está encerrado en una habitación del primer piso. La letra de la canción es una conversación entre una madre y su hijo de la que se deduce que el futuro de las personas es impredecible. La esperanza y el fatalismo de la letra es aplicable a
con música de Robert Allen y letra de Richard Adler, fue grabado por Doris Day en 1958. El tema tenía la particularidad de que cada verso estaba precedido por tres notas del contrabajo y que la segunda estrofa incluía la grabación de un contrapunto de la cantante con su propia voz.
es el tema incluido para ilustrar el coqueteo de Soledad Silveyra con Osvaldo Laport, que compone a un vecino astronauta. Esa canción fue compuesta por Bart Howard en 1954, pero el tema logró popularidad mundial solo cuando lo grabó Frank Sinatra en 1964.