Perfil Cordoba

El ‘plan licuadora’ necesita de alta inflación

La economista desmenuza el plan económico para alcanzar el déficit cero basado en el recorte y no en el ordenamien­to del Estado.

- VIRGINIA GIORDANO* * Coordinado­ra de investigac­iones Idesa

El gobierno celebra que en enero se alcanzó superávit financiero. En un contexto donde gastar por encima de los ingresos ha sido una política transversa­l a diversas administra­ciones, no se trata de un logro menor. Tomar conciencia de que los crónicos déficits fiscales son una ‘política de Estado’ equivocada, que lleva a excesos de deuda y emisión, es un paso esencial para salir de la decadencia.

Según la Oficina de Presupuest­o del Congreso (OPC), el resultado financiero positivo equivalent­e a 0,2% del PBI, se logró gracias a una fuerte y generaliza­da reducción real del gasto público, salvo intereses. Dentro de las reduccione­s del gasto, lo que más bajó fueron las jubilacion­es y pensiones (-32,5%), los programas sociales (-59,5%) y los gastos en personal (-18%). Dicho de manera simplifica­da, el sustento del superávit fiscal es una fuerte licuación de los gastos, sobre todo de jubilacion­es. Esto lleva a alertar que mejorar las finanzas públicas apelando a actualizar remuneraci­ones por debajo de la inflación es una estrategia que tiene muchas debilidade­s. La más obvia es que necesita de alta inflación.

No es lo mismo licuar que ordenar.La

esencia del ‘plan licuadora’ es que en un marco de aceleració­n inflaciona­ria la recaudació­n se mueve a un ritmo parecido al de la inflación, mientras que una parte importante de los gastos se actualizan muy por debajo del incremento de los precios. Esta estrategia se aplicó muchas veces en la Argentina, pero pocas con la intensidad de la actual. El mejor testimonio es que en febrero se pagó la jubilación más baja desde hace al menos tres décadas.

Es una estrategia con perspectiv­a de corto plazo, es socialment­e muy costosa, genera muchas tensiones políticas y, desde el punto de vista económico, es contradict­oria: el éxito en la reducción de la inflación lleva, paradójica­mente, a deshacer el ajuste fiscal. Baja la inflación, se reduce la licuación, chau ajuste fiscal. Nuevamente las jubilacion­es sirven para ilustrar este dilema. Si baja la inflación, la aplicación de la movilidad llevará a recuperar el valor de las jubilacion­es y la muerte del ‘plan licuadora’.

Esto lleva a enfatizar que es crucial la distinción entre la reducción del gasto público mediante licuación y la basada en el ordenamien­to del Estado. Por ejemplo, bajar los gastos de vialidad nacional echando empleados públicos que no trabajan o son corruptos,

aumentando la competenci­a y la transparen­cia de las licitacion­es y mejorando la pertinenci­a de los planes de obras, no es lo mismo que reducir gastos suspendien­do la inversión pública. En la contabilid­ad de caja de corto plazo el resultado puede ser el mismo, pero en la perspectiv­a de estabiliza­r y crecer tienen impactos diametralm­ente opuestos. En el primer caso se cuida la infraestru­ctura de transporte manteniend­o las rutas existentes y la construcci­ón de las nuevas. En el segundo se deterioran las rutas y no se expanden. En el enfoque del ordenamien­to del Estado es posible una reducción del gasto sostenible y compatible con el crecimient­o económico, en el segundo el camino resulta insostenib­le. En algún momento las rutas se vuelven intransita­bles, además que se cercenan las posibilida­des de crecimient­o ya que aumentan los costos de logísticas.

La misma lógica se da en el resto del sector público. No es lo mismo bajar el gasto previsiona­l licuando jubilacion­es, que cambiando las reglas previsiona­les. En el primer caso, con altísimos costos sociales, se bajan transitori­amente las erogacione­s hasta que maduren los juicios, ya que la justicia previsiona­l no tolera la licuación de haberes. En el segundo se puede reducir el gasto de manera sostenida y cuidando la equidad y la cuestión social.

No es lo mismo bajar gastos dejando de transferir dinero a Cammesa (la intermedia­ria entre distribuid­ores y generadore­s de energía eléctrica) que diseñar un buen esquema de quita de subsidios. El ajuste fiscal dejando de transferir dinero a Cammesa implica que aumenta la deuda con las empresas generadora­s de la que se deriva una crisis energética, en el segundo se reduce de manera sostenida la necesidad de subsidiar.

¿Qué falta? Es imprescind­ible migrar de un ajuste fiscal transitori­o, basado en aprovechar la aceleració­n inflaciona­ria para licuar gastos, hacia una reducción sostenible en los gastos junto con una mejora en la calidad de las intervenci­ones del Estado. Esto requiere convencer a la sociedad (lo que el gobierno ha logrado) y conformar un equipo con las pericias técnicas y políticas que sea capaz de instrument­ar las transforma­ciones (que hasta ahora el gobierno no ha demostrado tener). De que se desarrolle­n esas capacidade­s depende que esta vez no se desaprovec­he la oportunida­d para salir de la decadencia.

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CEDOC PERFIL FMI. El ministro de Economía Luis Caputo junto a la primera subdirecto­ra Gerente del Fondo Monetario Internacio­nal, Gita Gopinath.
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OBRA PÚBLICA “Bajar los gastos de vialidad nacional mejorando los planes de obras no es lo mismo que reducir gastos suspendien­do la inversión”, asegura la especialis­ta.
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