El difícil honor de ser mujer
Visiones de un género que busca el reconocimiento e igualdad El poder de la carga mental
MMientras me lavo los dientes, preparo el desayuno, leo mails, hago las compras, me baño, cuelgo la ropa limpia; antes de dormir, en todo momento y lugar, sin excepción, mi cabeza no para de ordenar y procesar datos de crianza. Tareas pendientes, turnos y todo tipo de situaciones e información.
La llamada “carga mental” muestra la desigualdad en la repartición de tareas de cuidado. La carga mental es patriarcado puro. Es en la gran, grandísima, mayoría de los casos absorbida por la madre. ¿Es una cuestión de género? ¿No será que es otro mandato disfrazado de mayor capacidad?
Nos quieren vender que como somos más capaces y multitasking, por eso tenemos que ocuparnos de todo. Entonces yo les pregunto: ¿cómo hacen las familias con dos padres? Las mujeres y los hombres somos igual de capaces de retener y administrar esa información. Acabemos con ese mito.
La carga mental funciona como un fantasma que acecha; es intrusivo de pensamientos, insaciable, inacabable, inagotable y agotador. Es un procesador de computadora, son miles de libretitas de pendientes, son papelitos en la heladera. Cosas, cositas, datos, datitos fundamentales para la crianza y el cuidado de un ser humano. Es planificación, logística, repartición, coordinación de tareas.
La carga mental es sinónimo de soledad. Una soledad despiadada y cruel, un mandato que maltrata. Lo peor de todo: un maltrato aceptado socialmente y amparado en el deber ser.
Nos catalogan de no saber delegar y yo me pregunto: ¿por qué no hay actitud proactiva? ¿Por qué hay que decirle las cosas al otro cuidador? ¿Somos exigentes o eso también es una creencia cultural?
Me cuesta tener respuestas, me surgen sobre todo interrogantes y cuestionamientos, es un tema profundo que arrastra siglos de designación de roles. La mujer cuida, el hombre provee.
La mujer sumisa, el hombre poderoso. La mujer procrea y cría, el hombre trabaja fuera de casa, escala posiciones y alcanza los más altos puestos.
La dura verdad: el padre o progenitor puede hacer todo menos amamantar. Puede alzar, consolar, cuidar, educar, cambiar pañales, registrar datos, pedir turnos (¡y recordarlos!), comprar, salir a pasear, dormir con el bebé, dar mamadera, participar de los chats del colegio, recordar peso y dosis de antitérmicos. Puede, es capaz. Sí, puede. Repitan conmigo: ¡sí, puede! No solo puede, sino que
DEBE, es su responsabilidad. Aun cuando la pareja ya no convive. Si se separa la pareja, no así la mapaternidad, no exime de cuidados y responsabilidades.
El padre no está para proveer y jugar. Nosotras cansadas y agotadas con poco resto para disfrutar, y la parte divertida y exenta de responsabilidades se la lleva el padre. No puedo generalizar, cada vez más hay padres que paternan. Pero estamos muy lejos de la igualdad en la repartición de tareas.
“Te felicito, cómo te ocupás de tu hijo”, “Qué padrazo”, “Se puso la 10”. Parece que estoy haciendo un chiste, pero solo reproduzco frases que aún hoy circulan.
Es lo que corresponde. ¿Acaso felicitan a las mujeres por hacer lo que corresponde? (…)
El precio de las tareas no remuneradas
Si bien las tareas de cuidado tienen un valor incalculable, en sus redes sociales con el hashtag #elpreciodecuidar y #contarcuenta, Florencia Freijo publicó una lista de tareas no remuneradas que realizamos veinticuatro horas por siete días de la semana al mes, al año y por años:
• Ordenar: 339,5 la hora.
• Limpiar pisos y ventanas: 339,5 la
hora.
• Lavar, tender, planchar y guardar la ropa: 339,5 la hora.
• Ir a comprar alimentos: 339,5 la hora.
• Cuidar mascotas y plantas: 339,5 la hora.
• Amamantar: 380,5 la hora. •Gestión de la escolaridad, tareas semanales: 339,5 la hora.
•Cuidado de adultos mayores dentro del hogar: 339,5 la hora.
•Trámites del núcleo familiar: 339,5 la hora.
•Preparar la comida: 339,5 la hora. •Lavar los platos: 339,5 la hora. •Llevar a terapias médicas a niños y ancianos: 339,5 la hora.
•Traslado a actividades de formación y recreativas: 339,5 la hora.
•Reparaciones del hogar: 339,5 la hora.
•Gestionar la compra de ropa: 339,5 la hora.
•Cuidar a un familiar con alguna enfermedad: 380,5 la hora.
Prueben hacer cuentas, se van a sorprender.
Florencia sostiene que las madres ganan menos, tienen menor posibilidad de ahorro, pérdida de años de aporte, menos concentración de capital simbólico.
Las tareas de cuidado no producen dinero, son tareas reproductivas. Producen seres humanos, y eso, en esta sociedad mercantilista, pareciera no tener valor.
Estas tareas pueden intensificarse en algunos períodos del año como el inicio del ciclo escolar con reuniones y compra de útiles, uniformes, pintorcitos, libros y fin de ciclo.
Siguiendo esta línea, a la hora de confeccionar un currículum, tener una entrevista de trabajo no se pone en valor la maternidad y sus tareas. Aparecen baches de formación y trabajo remunerado que coinciden con licencias. Repensemos esto como una inversión y pongamos en valor la inmensa tarea de criar.
Sentía culpa de no poder jamás equiparar a mis colegas sin hijos o colegas hombres. En mi profesión, como en la mayoría, a la hora de ocupar un puesto de trabajo, beca o similar, eligen a un hombre por sobre una mujer. La mujer “se embaraza”, falta porque se enferman los hijos, implica una pérdida para el empleador. Esto sucede porque continúa siendo desigual el rol y la tarea. Si faltaran por igual hombres y mujeres, al enfermarse un hijo esa diferencia disminuiría. (…)
Nos quieren vender que como somos multitasking, por eso tenemos que ocuparnos de todo
¿Qué propongo?
•Generar acuerdos de pareja. Por ejemplo, asignar tareas de antemano con posibilidad de flexibilidad, incluso desde antes de que nazca el bebé.
Las tareas de cuidado son trabajos no reconocidos y no remunerados. Démosles un lugar. Por ejemplo, hacer un chat en común en el que escribir los pendientes (con cuidado de que no sea uno solo el que haga la lista): uno se encarga de pedir los turnos, otro de las compras; y por supuesto de cuáles serán las tareas compartidas. Hay parejas donde esto fluye sin necesidad de acuerdos explícitos, así debería ser. Pero quedarnos en el esperar que las cosas sucedan puede llevar más tiempo y desgaste diario. Todos los acuerdos serán válidos siempre y cuando haya consenso.
A medida que la mapaternidad progrese, los acuerdos pueden ir modificándose. Encontrar un equilibrio que les sirva a ambos. Habrá que ceder, negociar, recapitular. Siempre está la opción de terapia de pareja para ayudar al consenso y la introspección.