A la sombra del policial contemporáneo
Derecho penal sobre bases constitucionales; Historia de la solución final; El crimen de tortura. En el Estado autoritario y en el Estado de derecho; La tortura y otras prácticas ilegales a detenidos
Editorial: Planeta, $19 mil
OMAR GENOVESE Existen varias referencias al cine en esta novela que, a pesar de Alfred Hitchcock, respeta más al whodunit que al suspenso. O, para ser ecuánimes, juega entre ambos, en tenso equilibrio que remite a cierta inocencia por la trama en la selección de textos policiales, desde Borges y Bioy Casares hasta el idealizado criterio de Rodolfo Walsh.
El tiempo no pasa en vano, y el diablo de los hermanos Coen mete la cola: Cormac McCarthy también enuncia que la Argentina ya no es un país para viejos. Algo que confirmó el último resultado electoral.
El Rafecas novelista tampoco es inocente, ni culpable de delito literario alguno; al contrario, supo tejer aquí una historia de historias, un relato que se lee como anécdota de anciano sabio junto al fuego, en una sola noche, entre gritos de aves nocturnas y vientos helados. Autor consciente, ilustra al lector sobre a crueldad y sumisión que genera el narcotráfico, la infiltración social y deshumanización que produce.
Hay un Aleph perdido, que cambiará un solo destino, y se trata de la solitaria valija repleta de dinero. Es el botín malogrado luego de una mexicaneada contra traficantes mexicanos, detrás de un terraplén, con acceso carnal a una Buenos Aires con lado B reciente, lado narco, entre tiroteos en estacionamientos de shopping y fosas con tres muertos en zonas semirrurales del Tercer Cordón suburbano. Por eso Rafecas cuenta con ventaja: conoce el paño de lo real, donde la apuesta es a todo o nada, donde los resultados culminan en la morgue.
También por ello, el autor ubica en escena a un investigador profesional mexicano, pero al servicio de los mexicaneados, del cartel. Es decir, la jueza que investiga tiene menos recursos y capacidad operativa real que un advenedizo matón que a la vez es inteligente, sagaz y del que nada escapa a su criterio para recuperar el dinero.
Otra referencia en él es el personaje Mike Ehrmantraut en la serie “Breaking Bad”, porque hay una derrota ahí, algo de romanticismo por una era de códigos que ya no rigen entre delincuentes. Esto lo subraya Tarantino: los hombres sin ley tienen el peor final. Lo que también existe en “Pinche” es un recuento pormenorizado de los métodos con los que el dinero suelto, el que circula por el narcotráfico, corrompe y desvía todo tipo de investigación policial o judicial. No tanto como resignación hacia el futuro, sino para demostrar que muchas veces el gesto heroico mediático de una investigación no es más que una cortina de humo.
El acierto fundamental es Pinche, el personaje velado que se descubre fundamental, que a su vez es el lugar más bajo en la organización de un juzgado federal, que tanto se ocupa por los accidentes ferroviarios como de un tiroteo con siete víctimas fatales donde, a las claras, droga no hubo, pero parece que ése era el motivo, el precursor químico efedrina, elemental para la metanfetamina. El Pinche es lúcido, inteligente, lee mucho, lee policiales, y por su perspicacia llega al núcleo de la incógnita, su irreversible valor fuera de la sangre.
Existe en “Pinche” un recuento pormenorizado de los métodos con los que el dinero suelto, el que circula por el narcotráfico, corrompe y desvía todo tipo de investigación policial o judicial.