“El boca a boca va generando que la sala se llene”
La dramaturga, directora y actriz presenta su creación más reciente, Cartón pintado. Repasa el fenómeno que sigue siendo La sala roja.
LANALíA MELGAR os sábados de marzo a las 22.30 sigue Cartón pintado, obra escrita y dirigida por Victoria Hladilo, la misma de La sala roja, éxito del teatro independiente, casi sin cortes anuales entre 2013 y 2023. La actriz, autora y directora –que se formó y trabajó, entre otros, con Julio Chávez, y que también incursionó en el cine– presenta esta pieza en la que ella actúa, junto a Julieta Petruchi y Mercedes Quinteros (más la voz en off de Mike Amigorena). La ficción que allí se desarrolla gira en torno a tres amigas que se encuentran en un local comercial y, al comenzar a revisar sus vidas, descubren diversas causas de infelicidad, todo presentado con dosis de humor.
—¿Qué relación tiene el título “Cartón pintado” con el contenido de la obra?
—“Cartón pintado” da una imagen de algo que, de lejos o en la apariencia, se ve de un
modo tentador, sustancioso, agradable, pero, cuando te acercás o mirás detrás, no hay nada. Es solo una máscara, una careta. Estas tres mujeres amigas, por mandatos sociales, por cómo han sido criadas, están o estuvieron construyendo una máscara hacia el afuera, hacia la sociedad, pero algo en el interior de ellas mismas no está funcionando. Además, la estética del material muestra tres mujeres que se tienen que adornar o maquillar, por demandas sociales.
—¿Cómo es cada una de ellas y qué tienen en común?
—Son tres amigas que se conocieron posiblemente en el inicio de su adolescencia y hoy están llegando a los 40 años. Una de ellas acaba de tener una ruptura amorosa y sueña y desea el amor romántico: un varón a su lado que la rescate del vacío que siente internamente. Otra tiene una familia con hijitos; sin embargo, también siente un vacío, porque cedió el tiempo de su desarrollo personal al armado de su familia. La tercera de las amigas no está en pareja y está muy feliz con la sensación de estar con ella misma, aunque está en crisis porque siente una profunda soledad. Las tres empiezan a exteriorizar de un modo sincero lo que sienten.
—¿Qué recorrido ha tenido La sala roja y qué posibilitó que hiciera tantas temporadas?
—Durante 10 años, La sala roja hizo funciones, las últimas en 2023. También se realizó en Brasil, Paraguay, Panamá, Uruguay. Este año decidí dar por primera vez los derechos para que se hagan otras puestas no dirigidas por mí, en el interior del país: me pone muy contenta. Mi puesta ha tenido una conexión con el público maravillosa, supongo que por muchos factores, aunque nunca se sabe bien por qué: un material estrenado en un momento justo, que resulta novedoso, que genera identificación y humor, que reflexiona sobre la crianza, sobre la educación. Además somos un equipo con una fuerza de trabajo siempre hacia adelante, en las buenas y en las malas. Sostener una obra de teatro en el tiempo genera madurez en los materiales. El boca a boca va generando la posibilidad de que la sala se llene, y las obras van creciendo, mutando, porque el contexto resignifica sus lecturas.
—¿Qué te gusta del teatro? ¿Y qué, del cine?
—Me gusta crear y contar historias, y trabajar con actores y actrices para darles cuerpo a esas historias y que se transformen en aparentes realidades. Parto de una observación minuciosa de la sociedad en la que vivo, y eso me genera preguntas, me refleja o me genera crisis. El teatro y el cine son distintos lenguajes para plasmar estas ideas. El teatro es un recorte de una totalidad; muchas cuestiones quedan omitidas y los espectadores construyen a partir de lo chiquito que se ve. El cine parece que lo muestra todo. Tanto teatro como cine corporizan historias y las hacen aparentes realidades por un ratito.