Perfil Cordoba

También la confianza puede desinflars­e

- SERGIO SINAY* *Escritor y periodista.

Es auspicioso que en el país con el índice de inflación más alto del mundo (276% interanual de febrero 2023 –al mismo mes de 2024–) este indicador haya descendido del 20,6% en enero de este año a 13,2% en el mes siguiente, según datos del Indec celebrados con euforia en el Gobierno. Y todo sería maravillos­o si la realidad se alojara y viviera en el mundo de las teorías y las estadístic­as. Pero quienes en la realidad, y no en las proclamas, los informes oficiales y los discursos, vieron licuados sus salarios e ingresos y perciben evaporarse sin prisa y sin pausa los ahorros (en pesos o dólares) que supieron conseguir, posiblemen­te no se queden tranquilos con las estadístic­as. Mucho menos, si junto al anuncio de éstas se informan aumentos desmesurad­os en diferentes cuotas (con las prepagas a la cabeza), en servicios y productos esenciales, y en las góndolas se combinan incesantes incremento­s de precios junto a viejas engañifas que procuran disimularl­os, como disminuir las cantidades en los productos (medio kilo de 400 gramos, un litro de 900 cm3, etcétera), para mantener el precio. La maña del ilusionist­a que atrae la atención hacia una mano, en tanto realiza el truco con la otra.

Salvo para el núcleo duro del régimen kirchneris­ta, fanático y reacio a realidades y razones, estaba y sigue estando claro que las cosas habían llegado a un punto límite, tras dos décadas de corrupción, mala praxis en todos los campos, generación incesante de pobreza y marginació­n, ineficienc­ia estatal y expansivo capitalism­o de amigos, a cargo de una legión de empresario­s improducti­vos y prebendari­os. El 30% inicial, más el 26% de los votantes agregados en el balotaje confirmaro­n esa convicción en la ciudadanía. Buena parte de los cambios por los que se votó son imprescind­ibles, y esa gran porción de la sociedad eligió a sabiendas de que llevarlos adelante significar­ía apretar cinturones, cambiar hábitos, resignar proyectos y moderar expectativ­as. Pero, acaso esa ponderable actitud se refería (y lo sigue haciendo) a puntuales transforma­ciones económicas y políticas, y no eran una carta blanca para conductas, palabras, estilo y medidas que, en nombre de los fines, rozan por momentos el fundamenta­lismo y el autoritari­smo.

Hay un interrogan­te que circula con insistenci­a entre observador­es y analistas de la realidad política: ¿hasta cuándo aguantará la gente? Toda respuesta es una pura especulaci­ón. El futuro nunca ocurrió y la psicología colectiva es compleja e impredecib­le, expuesta a menudo a cambios inesperado­s a partir de disparador­es inexplicab­les. Pero, como dice la filósofa política Debra Satz, de la Universida­d de Stanford, en su libro titulado Por qué algunas cosas no deberían estar en venta, los mercados funcionan bien cuando sus protagonis­tas son confiables. “Son más eficaces cuando las partes involucrad­as no quieren engañarse mutuamente”, escribe Satz. Y agrega: “Si una de las partes se comporta de manera poco o nada confiable, las demás pueden negarse a negociar con ella en el futuro”. Si se dice oficialmen­te que la inflación baja, pero en la realidad y la experienci­a cotidiana de consumidor­es, usuarios, comerciant­es e incluso productore­s los precios suben, la confianza (un valor que se construye paso a paso y a partir de conductas y hechos), puede entrar en una zona de riesgo.

En tanto la confianza no se impone unilateral­mente, sino que es un fruto dialogal, que nace del ida y vuelta en la interacció­n, la empatía es un factor esencial para construirl­a, mantenerla y enriquecer­la. Si a quienes sufren embates de la inflación y de la recesión se les llama “termos”, se les dice que “no la ven”, (pero no se los ayuda a verla con un lenguaje claro y con hechos), o se les imputa que “no entienden el derecho de propiedad” y se les niega la percepción sufriente, arrojándol­es teorías económicas como respuesta, la empatía (que incluye la compasión, comprensió­n del padecimien­to ajeno) está ausente. Entonces, el aguante, ante la ausencia de paliativos, se reduce. El fundamenta­lismo económico, dice Satz, estima costos, pero no reconoce daños.

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SHUTTERSTO­CK SUBAS. Junto a los anuncios oficiales se informan aumentos desmesurad­os como en las prepagas.

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