Perfil Cordoba

Anarquismo mileísta y solidarida­d mecánicoor­gánica de Durkheim

- JORGE FONTEVECCH­IA

Versiones sobre Santiago Caputo y Javier Milei relatan que cuando se les advierte de la mala administra­ción del Estado que realizan los libertario­s, por ejemplo cierran Télam en el discurso pero no lo pueden ejecutar sin las normas legales procedente­s, se ufanan diciendo: “Hacer que el Estado no funcione es lo correcto para un anarquista que precisamen­te no quiere que haya Estado”.

Quien por el contrario considerab­a a la anomia el más grave síntoma de desintegra­ción social fue Émile Durkheim, uno de los padres de la sociología. Nace en 1858, se gradúa en 1882 y en 1893 escribe uno de sus principale­s libros: La división del trabajo social, en el que desarrolla su teoría del orden social sobre la base de diferentes tipos de solidarida­d, bases de la naturaleza del lazo social. Escribía su obra en medio de la precarieda­d republican­a de la III República francesa después del fracaso de la experienci­a colectivis­ta de la Comuna de París en 1871. Contemporá­neo de Karl Marx asistía a los profundos cambios que había producido la idustriali­zación y la creciente consolidac­ión del capitalism­o. Pero a diferencia del autor de El capital, Durkheim sostenía la autonomía de los hechos sociales sobre la economía: “Solo un hecho social puede ser causa de otro hecho social”.

El sustrato material de la organizaci­ón social se basaba en la división del trabaja en función de dos tipos de solidarida­d: la solidarida­d mecánica y la orgánica. Escribió: “El efecto más notable de la división del trabajo no es que aumenta el rendimient­o de las funciones divididas, sino que las hace solidarias”. Cuanto más se divide y especializ­a el trabajo se depende más de la sociedad.

Etimológic­amente solidarida­d proviene del latín solidus, que se puede traducir como sólido, macizo, firme, compacto, completo. La raíz sol alude a entero.

La sociedad es algo que a la vez está fuera y dentro del individuo: es un conjunto de creencias y sentimient­os comunes: “Amar la sociedad es amar algo más lo que podría ser una crítica tanto a Marx como a la Escuela Económica Austríaca: “En la medida en que solo retiene esa dimensión económica, es insuficien­te; su diagnóstic­o sobre los males de la sociedad moderna es limitado porque solo pone al descubiert­o uno de los aspectos del problema”. allá de nosotros mismos y algo en nosotros mismos”, escribió Durkheim. La sociedad es mucho más que la suma de los individuos que la componen.

Durkheim hizo de la moral una ciencia positiva, pregonaba la irreductib­ilidad de hecho social criticando el individual­ismo. “Creemos fecunda la idea de que la vida social no debe explicarse por las ideas que los individuos tiene sobre ella, sino por las causas profundas que escapan a su conciencia, y esas causas deben buscarse en la manera según la cual se agrupan los individuos”.

Buscaba hacer inteligibl­es las representa­ciones colectivas, que son la base por las cuales los actores se representa­n el mundo y les dan sentido a sus acciones, con el objetivo de informar a la sociedad y “así educarla a fin de hacerla autoconsci­ente de sí propia”.

Su concepto de “sustrato social” se oponía radicalmen­te al de “estructura” de Marx. Por ejemplo, sostenía a que la economía dependía de la religión y no al revés coincidien­do con el otro gran padre de la sociología, su también contemporá­neo Max Weber, quien defendía “la eficacia del carisma, el impacto sobre lo mundano y muy especialme­nte sobre la actividad económica que ejercen las creencias religiosas”. En otro de los libros canónicos de Durkheim titulado Cita al precursor del socialismo, El suicidio, publicado en Henri de Saint-Simon, 1897, expuso estadístic­as sobre reconocer la insuficien­cia de cuánto más suicidios por lo material para lograr la paz mil habitantes había en las sociedades social: “Lo imprescind­ible protestant­es que en para que haya orden social las católicas. Años después en es que la generalida­d de los 1905, Weber publicó su libro hombres se contenten con su canónico La ética protestant­e suerte (...) y para ello es absolutame­nte y el espíritu del capitalism­o. preciso que haya

Para Durkheim, la religión una autoridad a la que se le es el más primitivo de reconozca superiorid­ad y que los fenómenos sociales y “la decida”. Estaba en contra del concepción materialis­ta de la uso de medios violentos para historia yerra cuando atribuye producir cambios sociales y una eficacia causal determinan­te rechazaba por ingenua e imposible a lo económico” y en de realizar la idea de que se pudiera hacer desaparece­r enterament­e un orden social y reemplazar­lo por otro enterament­e nuevo porque “las institucio­nes futuras no son sino las pasadas transforma­das”.

Para Durkheim, lo más importante era “entender las relaciones entre el individuo y la sociedad. Los individuos, al agruparse y al entrar en interacció­n, forman una realidad nueva, distinta a cada uno de ellos y distinta de la suma de todos ellos: la sociedad”. El lenguaje, la religión o las normas jurídicas “no son creaciones de este o aquel individuo en concreto, son algo producido por la existencia de asociación entre individuos”. Hechos sociales que “ejercen coacción sobre la forma de actuar y de pensar del individuo”.

Y la sociedad “no solo es una realidad sui generis producida por los seres humanos al asociarse, es también garante de la civilizaci­ón; todos esos hechos sociales de creación colectiva son quienes poseen la llave del progreso humano: fuera de la sociedad, sin vida social, aislado de los demás, el hombre no habría superado el nivel de animalidad”. La vida social implica coacción, concesione­s del individuo a la sociedad (pagar impuestos, por ejemplo, que para Milei son “un robo”), “pero esa coacción es la llave de la civilizaci­ón y viceversa, la ruptura de integració­n social es el paso decisivo para la pulverizac­ión de la posibilida­d de progreso humano, es la recaída en la barbarie”. Escribió: “Analicen la constituci­ón empírica del hombre y no encontrará­n nada relacionad­o con ese carácter sagrado que hoy le conferimos y de donde arrancan todo lo que llamamos derechos; es la sociedad quien le ha añadido ese carácter, es ella quien ha consagrado al individuo y es ella la que ha hecho de él la cosa respetable por excelencia”.

La autoridad, para Durkheim, siempre es moral, todo lo contrario a la coacción física: “La autoridad moral se opone a la autoridad material, a la de la supremacía física”. Compara la coacción de los hechos sociales sobre el individuo “a algo parecido al peso inmenso que la atmósfera ejerce sobre nosotros y que sin embargo no sentimos y, aunque fuéramos consciente­s de ello, terminamos por aceptarlo porque percibimos su superiorid­ad moral, su capacidad para generar objetivos más elevados que la satisfacci­ón de los deseos que brotan de nuestra particular­idad. La sociedad es sobre todo autoridad moral”.

“Cuando las conciencia­s individual­es, en lugar de permanecer separadas unas de otras, establecen relaciones, actúan efectivame­nte unas sobre otras, forman una síntesis que crea una vida psíquica nueva (...) los sentimient­os que nacen y se desarrolla­n en el seno de los grupos tienen una energía que los sentimient­os puramente individual­es no alcanzan nunca”.

La solidarida­d mecánica son sociedades cerradas sobre sí propias, los individuos se relacionan uno a uno sin la interposic­ión de grupos secundario­s (asociacion­es, sindicatos, partidos, etc.); las sociedades con solidarida­d orgánica son lo opuesto: los individuos se organizan en torno a grupos secundario­s que a la vez se relacionan con el órgano central y ese artefacto normativo aumenta la cohesión.

Pero más allá del tipo de solidarida­d, lo importante en nuestra coyuntura es la crítica de Durkheim al individual­ismo: “Al conjunto de teorías sociales según la cual la organizaci­ón integrada y el funcionami­ento armónico de la sociedad podrían conseguirs­e a partir del libre e ilimitado ejercicio de cada cual de sus intereses estrictame­nte particular­es, poniendo especial énfasis en la dimensión material de esos intereses (...) si no hubiera nada más que intereses individual­es que acuerdan algo en un momento determinad­o, la sociedad no existiría”.

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ÉMILE DURKHEIM: CEDOC PERFIL padre de la sociología.

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