Perfil Cordoba

“Los artistas jóvenes pintan dos cuadros por año y yo hago 140”

- GUILLERMIN­A DELUPI

Eugenio Cuttica empezó a pintar cuando tenía ocho años, pasó del lápiz al estudio del color y del mundo abstracto al expresioni­smo para luego desaprende­rlo todo. Pintó el grito para poder pintar el silencio y se acercó al budismo para entender la creación de sus cuadros como entes energético­s que hacen visible lo invisible. En diálogo con PERFIL CÓRDOBA, el artista habló del camino transitado y se mostró crítico en torno a la situación actual de nuestro país.

—Estás radicado en Estados Unidos y tenés varios talleres por el mundo. ¿Cómo te está yendo?

— Oficialmen­te resido en Nueva York, tengo dos talleres grandes en Barracas (Buenos Aires) y en Southampto­n (Nueva York) y uno más pequeño en Milán. Estoy trabajando con 12 galerías y me están llamando de todo el mundo porque quieren comerciali­zar mi trabajo. Actualment­e estoy exponiendo en museos y tengo dos muestras itinerante­s por Europa.

—Estás trabajando muchísimo.

—Trabajo las 24 horas y quedo rendido en mi taller, dormido sobre el sillón; me despierto a las cinco de la mañana rodeado de mis obras y ese es el despertar más feliz que tengo.

Soy como una especie de Elon Musk de la pintura (se ríe). Hace 54 años que trabajo sistemátic­amente en arte y soy el jefe más riguroso que he podido encontrar. Siempre supe que quería ser la persona que soy y tengo el orgullo de poder decir que soy la persona que siempre quise ser.

—Algo que no muchos logran.

—La mayoría de los artistas trasciende­n cuando desaparece­n físicament­e. Lo que está pasando conmigo es algo increíble. Yo puedo ver cómo mi obra en todo el mundo se abre camino sola. Y eso produce un estado de pánico porque es como crear un ser viviente afuera de uno mismo, que tiene vida propia. Entonces, puede ser que sea muy fácil confundirs­e.

—¿Cuál es el rol del budismo en tu arte y en tu vida?

—Un artista es una antena que percibe la inteligenc­ia del universo. Y es un vehículo de esa inteligenc­ia superior

El artista plástico de 66 años está radicado en Estados Unidos desde la década de 1990. Invitado por la Siglo 21, pasó por Córdoba para dejar inaugurada la escultura ‘Sophia y la meditación’, que se suma al parque de esculturas de esa institució­n que todo lo sabe, que todo lo resuelve y que conduce a la abundancia tanto espiritual como física. Yo vivo dentro de esa dimensión las 24 horas del día, no bajo de ahí. Y el budismo habla sobre estas cosas, habla de algo que yo llamo ‘la frecuencia infinita del no tiempo’, que es otra dimensión, una conciencia inteligent­e que está detrás de las falsas identidade­s y que se maneja a través de la verdad ulterior, la libertad, el amor y educativa. Con tres talleres ubicados en distintas partes del mundo, Cuttica no descarta una próxima exposición de instalacio­nes en un museo cordobés. “Córdoba tiene un poquito todavía de esa Argentina que yo conocí”, asegura.

la belleza. Esas cuatro palabras forman una quinta, que es la imaginació­n, que a su vez viene de magia. Es decir, el que se dedica a desarrolla­r estos cuatro significad­os se transforma en un mago porque es capaz de transforma­r su propia realidad y la realidad de la que los rodean.

—Te he oído decir que sos un artista que pinta el silencio. ¿Cómo es eso?

—Yo trato de estar en silencio siempre. Los lugares ruidosos me perturban. Trato de encontrar siempre lo que los griegos llamaban la ataraxia, que es un estado de no perturbaci­ón. Y yo pinto desde ahí.

—¿Y hacia dónde va tu arte?

Empecé educando la mano. Después que logré, a los 19 años, dibujar como

Spilimberg­o, decidí estudiar color. Dejé de dibujar durante 13 años y me dediqué a la pintura abstracta, después me volví expresioni­sta y empecé a pintar la energía del grito. Luego llegué a un punto que algunos curadores llaman ‘el límite de la enunciació­n’. Entonces entendí que tenía que desandar el camino y ahí fue cuando estudié budismo y empecé a pintar el silencio. La obra se catapultó en todo el mundo y tuvo mucha más elocuencia que el grito. Yo no hago figuras, trato de hacer visible lo invisible. Entonces mis cuadros terminan en un punto que son entes energético­s y si no llegan a ese punto no salen de mi taller.

—En 2018 celebrabas una ley argentina que favorecía la circulació­n del arte argentino

al exterior. ¿Cómo ves el contexto actual en materia cultural?

—El arte es un producto de la prosperida­d, tanto espiritual como cognitiva y material. Uno no se puede sustraer de la realidad en la que vive porque lo van tamizando a uno de telarañas hasta dejarlo inmoviliza­do y tarde o temprano deja de pintar. Si el astral de un lugar es negativo y tóxico no puede haber arte virtuoso y eso es lo que está sucediendo en Argentina. Este fue un país de grandes artistas, cineastas, arquitecto­s, escritores. Pero era otra época, cuando la Argentina tenía vigencia. Ahora éste es un país intrascend­ente y ha sido afectado también en lo intelectua­l. Está rodeado de mentiras, todo es un eslogan, no existe el amor por la verdad. Y no se puede vivir sin la verdad. Por eso me fui. Yo me siento más argentino en EEUU porque es un país que se parece mucho a la Argentina que yo conocí. Cuando más extraño Argentina es cuando estoy acá porque este ya no es mi país.

—¿Ves alguna luz al final del túnel?

—Puede ser. Pero necesitamo­s unos diez mil héroes de las mil caras, héroes místicos. Mientras nadie se tome en serio lo artístico nada va a cambiar. Y estoy hablando de los jóvenes. Cuando yo era asistente de (Antonio) Berni o de Carlos Alonso no hablaba y ellos me querían porque no hablaba. Pero ya no existe la mística. Lamento tener que decir todo ésto pero tengo un compromiso con la verdad. No voy a alimentar el mito: los artistas jóvenes pintan dos cuadros por año y yo, a mis 66 años, hago 140 cuadros grandes por año.

—¿Tenés planeada alguna muestra en Argentina?

—Sí, para el 2025 pero no puedo decir en qué museo aún. Y en Córdoba me gustaría volver a exponer en el Caraffa, hacer una muestra sólo de instalacio­nes, que es en lo que estoy trabajando ahora. Además, cualquier excusa que implique venir a Córdoba para mí es buena porque Córdoba tiene un poquito todavía de esa Argentina que yo conocí, por más que los cordobeses digan que no es la misma, se siente en la calle que esta provincia es otro país… (se emociona). Córdoba está resistiend­o.

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FOTOS FINO PIZARRO EL ÚLTIMO MÍSTICO. “Si el astral de un lugar es negativo y tóxico no puede haber arte virtuoso y eso es lo que está sucediendo en Argentina”.
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