Es la democracia, estúpido
En sus primeros cien días, Javier Milei logró pocos objetivos. El éxito lleva tiempo. Basta analizar el gobierno de Nayib Bukele, el presidente de El Salvador que asumió en junio de 2019, pero sus primeros logros llegaron en 2021.
¿Se puede comparar a Bukele y Milei? ¿Cuál es el objetivo de compararlos? Ambos llegan a la presidencia con una experiencia política corta. Bukele fue alcalde con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, reconocido partido de izquierda, cuando se postula como presidente lo hace como outsider. Milei fue candidato a presidente siendo diputado nacional por su partido, La Libertad Avanza. Los dos se presentaron por fuera de una clase política, incapaz de resolver problemas profundos: El Salvador era el país más peligroso del mundo y la Argentina tiene la inflación más alta del mundo.
Cuando Bukele asume la presidencia, la tasa de homicidios era de 61,59 asesinatos por cada 100 mil habitantes. El 2021 fue el año más seguro de toda la historia del Salvador. Sin embargo, en marzo de 2022, hubo una ola de homicidios y Bukele decretó el Estado de Excepción. Desde entonces, más de 72 mil presuntos miembros o colaboradores de las maras han sido arrestados. El Estado de Excepción, aprobado en primera instancia por un mes, fue prorrogado por la Asamblea Nacional por vigésima tercera vez.
Cuando Milei asume la presidencia, el Índice de Precios al Consumidor había alcanzado 211,4 por ciento anual. El indicador más alto en tres décadas. El día que asumió, Milei dio su discurso de espaldas al Congreso de la Nación. Bukele fue un paso más allá: en febrero de 2020 presionó a los diputados para que aprueben un préstamo de US$ 109 millones para modernizar el equipamiento de la policía y las Fuerzas Armadas. Bukele llevó efectivos de las Fuerzas Armadas al Congreso. Los dos presidentes parecen tener en común un desprecio por el Poder Legislativo.
Bukele logró terminar con la violencia con un costo altísimo, que es el deterioro de las instituciones de la democracia. Aunque la Constitución prohíbe la reelección, Bukele se presentó a las elecciones del pasado febrero y obtuvo el 82 por ciento de los votos. Nadie puede desconocer su gran logro: la derrota de las pandillas. Sin embargo, tampoco debemos desconocer que pareciera que, como Hugo Chávez, llegó al poder democráticamente para destruir la democracia perpetuándose en él.
Milei se enfrenta a un enemigo diferente: una sociedad polarizada con una lucha de clases activa, sindicatos y organizaciones sociales opositoras y escasos aliados políticos.
¿Por qué compararlos? Los dos ganan elecciones con organizaciones partidarias nuevas, diferenciándose de partidos políticos tradicionales. Ambos pretenden romper con estructuras incapaces de resolver los problemas más importantes del país. En el caso de Milei, en sus primeros cien días, la devaluación, el aumento de tarifas y la inflación provocaron una caída en los ingresos y una reducción en el nivel de la actividad. Milei intenta reducir las estructuras estatales, aún con el costo de aumentar el número de argentinos que viven en la pobreza. De acuerdo con el Observatorio de la Deuda Social de la UCA, entre diciembre y enero, la pobreza pasó del 49,5 por ciento al 57,4 por ciento.
La comparación es útil, para no olvidar que, aun logrando desacelerar la inflación y estabilizando la economía, es importante tener presente los riesgos que la democracia enfrenta con aquellos que creen ser imprescindibles. Sobran ejemplos en América Latina desde Hugo Chávez a Nayib Bukele.
Quiénes somos? ¿Somos quienes de niños nuestros padres educaron? “Compórtense bien”, “digan gracias y pidan por favor”, y otras tantas frases más que, como éstas, hemos escuchado una y mil veces en todos los hogares. Y cuando digo “todos” son todos, sin distinción alguna. Sin objeciones, se cumplía. Normas de buenas costumbres y de urbanidad. Así empezábamos a caminar hacia y por el mundo.
Hoy, el mundo nos interpela a repasar todo aquello aprendido. El mundo es nuestro espejo y nos muestra un crisol de pensamientos, creencias, valores y emociones representadas en conductas y comportamientos que emergen de nuestra libertad.
Son las dos caras de la moneda y de la misma realidad. De un lado, estamos inmersos en un escenario dominado por los avances e innovaciones tecnológicas al servicio de la salud y la educación, de la promoción de las relaciones interpersonales al acortar distancias y brechas generacionales y de la globalización. Del otro, nos adueñamos de guerras y pandemias, del hambre y de la pobreza. Construcción y destrucción. Promoción y degradación. El hombre como protagonista de su propia historia y la de la humanidad.
“El hombre y sus circunstancias”, diría Ortega y Gasset. El hombre y su entorno. El hombre, ser indeterminado y condicionado por sí mismo y el contexto. Explorando el mundo para encontrar las respuestas y el de su existencia.
Entonces, vale preguntarse: ¿qué pasa si esas respuestas no llegan?, ¿qué pasa si el sentido buscado no se encuentra? El hombre y la barbarie. Sin importar el cómo y condicionados por la complejidad del contexto, vamos por más, aun cuando el