Perfil Cordoba

2 de abril y 24 de marzo

- JORGE FONTEVECCH­IA

Precio en el exterior: EE.UU. US$ 4 / España

4 / Paraguay Gs. 10.000 / Brasil R$ 7 2 de abril, el exjefe del Ejército y veterano de Malvinas, Martín Balza (ver o leer en bit.ly/ martín-balza).

El lector interesado podrá sacar sus propias conclusion­es al escuchar a cada uno de los cinco, yo adelanto la propia: el exguerrill­ero Luis Labraña no tiene ninguna evidencia, testigo o prueba de ser él el autor de “30 mil desapareci­dos”, además atribuye la repetición de esa cifra frente a los casi 9 mil de los registros de la Conadep y otros posteriore­s para justificar que se cobren casi 22 mil subsidios de personas que no fueron desapareci­das citando el libro de José D’Angelo. Luego el autor del libro

aclara que nunca pudo conseguir la lista de los subsidios que se pagan ni la cantidad, por lo que no tiene pruebas de lo que Labraña le atribuye, y agrega además que está a favor de que todas las verdaderas víctimas del terrorismo de Estado cobren un subsidio. Y el exsecretar­io de Derechos Humanos Horacio Pietragall­a confirma que quienes cobran subsidios por ser víctimas del terrorismo de Estado son más de 20 mil pero que no son únicamente familiares de desapareci­dos, sino detenidos ilegalment­e que apareciero­n, detenidos legalmente y desde hace unos años personas que se exiliaron durante ese período. A priori resultaría contraintu­itivo que cobrase un subsidio un familiar de un desapareci­do que luego no se incluyese en la lista oficial de desapareci­dos.

En síntesis, medias verdades que se utilizan para construir una mentira: la cifra de 30 mil desapareci­dos no fue construida para generar 22 mil subsidios a desapareci­dos por fuera de la lista oficial, lo que no quita que hubo criticable­s abusos en la cantidad de subsidios a los no desapareci­dos.

Respecto de las versiones que circularon junto con el video del 24 de marzo, donde el Gobierno pone foco en las víctimas de la guerrilla,

/ Chile $ 1.000 / Domingo 31 de marzo de 2024 y anunciaba una medida que permitiría a los condenados por delitos de lesa humanidad de más 75 años acceder a prisión domiciliar­ia, el Premio Nobel de la Paz, coherente con su condición de defensor de los derechos humanos, se muestra a favor de permitirlo humanitari­amente en todos aquellos condenados que tengan alguna dificultad de salud.

Y el testimonio más esclareced­or es el de Martín Balza, en su doble condición de héroe de la Guerra de Malvinas y primer comandante del Ejército que reconoce los delitos de lesa humanidad. Condujo el Ejército entre 1991 y 1999, en la presidenci­a de Carlos Menem (quien indultó a los militares entonces condenados ), y fue Balza el artífice de la consolidac­ión democrátic­a porque el 3 de diciembre de 1990 venció con las armas a los carapintad­as que se habían levantado contra Alfonsín en dos oportunida­des previas sin haber sido repelidos.

Con lógica y didactismo de quien fuera profesor de la Escuela Superior de Guerra, la que llegó también a conducir, Balza centró su lógica en desarmar la siguientes falacias:

1) Es falaz el argumento de que el gobierno democrátic­o de Isabel Martínez de Perón había ordenado “aniquilar” a la subversión porque militarmen­te “aniquilar” es el accionar y no las personas: “Pongo un ejemplo, en Malvinas, nosotros fuimos totalmente aniquilado­s en una de las batallas de cerco más precisas de la historia. Se conformó un cerco naval, un cerco aéreo y luego terrestre. Fue una batalla de aniquilami­ento perfecta. Sin embargo, yo estoy conversand­o con ustedes al igual que muchos veteranos que están trabajando en Buenos Aires y en el interior. No nos hicieron desaparece­r”.

2) Es falaz el argumento de que las juntas cumplían la órdenes emanadas del poder civil porque habían derrocado al poder civil y no cumplían sus órdenes en ningún otro campo.

3) Es falaz el argumento de que hubo una guerra: “Durante la dictadura cívico-militar la palabra guerra estaba prohibida en los documentos oficiales y cualquier declaració­n que uno hiciera. Porque si se dice la palabra guerra hay que reconocer al adversario, y como no se les quería dar estatus beligerant­e a las fuerzas guerriller­as subversiva­s, no se aplicaba la palabra guerra. Pero aun en el supuesto caso de que aceptemos que hubo una guerra, que yo no lo acepto, se olvidan de que en la guerra no vale todo. Yo estuve en una guerra, y vi otras guerras en el Medio Oriente cuando era capitán. Yo fui prisionero de guerra. En la guerra, los prisionero­s de guerra deben ser protegidos de todo acto de violencia. En los Convenios de Ginebra, esencia del derecho internacio­nal humanitari­o, en 1949, se establece esto. Se les debe respetar el derecho a practicar su religión. Especifica también que la alimentaci­ón del prisionero de guerra debe ser idéntica a la ración que come la tropa. Se prohíbe cualquier forma de crueldad, específica­mente daños superfluos. Se prohíben los medios de lucha pérfidos que atentan contra el honor. De manera que si fue una guerra, hay cosas que no se pueden aceptar. Me pregunto: ¿quién ordenó las violacione­s sexuales que se cometieron en este lamentable período? Hombres de uniforme cometieron relaciones sexuales, robos de propiedade­s, de bebés, han torturado prisionero­s, han lanzado gente al río y al mar, se ha generado la desaparici­ón forzada de miles de personas”.

La historia –ciencia fáctica–, al igual que el perodismo, tiene componente­s subjetivos y casualment­e por eso tenemos que hacer los mayores esfuerzos en autocontro­lar nuestro sesgo.

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