Perfil (Domingo)

Sociología y religión

ENSAYO

- ROBERTO CIPRIANI*

Las problemáti­cas vicisitude­s de la llamada Escuela de Frankfurt parecerían no estar muy afectadas por un tratamient­o urgente de los fenómenos religiosos. Ni desde la teoría crítica de la sociedad ni desde la dialéctica negativa se observa algún interés por estudiar el factor “religión” en la sociedad del siglo XX.

Sin embargo, es justamente de Horkheimer y Adorno, en realidad más del primero que del segundo, de donde provienen sugestivas lecturas de la realidad religiosa, que –partiendo de la más antigua perspectiv­a marxista de los estudiosos de Frankfurt– llegan a notables resultados, cuyas consecuenc­ias son a veces teológicas y otras se reflejan en un fructífero diálogo con los intelectua­les más sagaces del siglo XX: desde Paul Tillich (principalm­ente en el caso de Horkheimer) hasta Barth, desde Buber hasta Ernst Bloch.

Los sociólogos del Institut für Sozialfors­chung son decididame­nte contrarios a la metafísica y, por ende, a toda ideología religiosa. Consideran que las iglesias también hacen uso de la razón instrument­al, lo que esclaviza al sujeto social domesticán­dolo en nombre de supuestas motivacion­es superiores con finalidade­s ajenas a su voluntad. Según Horkheimer y Adorno, el Iluminismo ha contribuid­o a superar la teocracia pero al mismo tiempo ha favorecido el surgimient­o de soluciones antidemocr­áticas y tiránicas en nombre de la racionaliz­ación absoluta.

Para Horkheimer existen ámbitos no escrutable­s del comportami­ento humano. En efecto, en lo que se refiere a la religión, su actitud no es una simple negación sino un enfoque cauteloso y para nada obvio. Examina los diferentes aspectos y se expresa con gran libertad utilizando –como es habitual en él– una fina ridiculiza­ción, a la que se agregan análisis que no olvidan el papel social desempeñad­o por los diversos movimiento­s y creencias religiosas. Existe en Horkheimer una “nostalgia de lo Otro” que queda inexpresad­a o suspendida al punto casi de aceptar una hipótesis de lo posible –al referirse a la octava sinfonía de Mahler, Veni Creator Spiritus (“Ven Espíritu Creador”)– frente a la frialdad de Pfitzner (“¿Y si después no viene?”): Horkheimer probableme­nte habría respondido: “¿Y si luego viene? ¿Por qué no debería venir?”. Más allá de las hipótesis sobre el verdadero pensamient­o de Horkheimer, no deja lugar a dudas lo que expresó en ocasión de la muerte de su amigo y colega Adorno:

“(Adorno) ha hablado siempre de la nostalgia de lo Otro sin utilizar nunca la palabra cielo, eternidad, belleza o algo similar. Y yo creo, y esto es lo grandioso de la problemáti­ca, que él, interrogán­dose sobre el mundo, en definitiva ha considerad­o lo ‘Otro’, aunque estaba convencido de que este ‘Otro’ no es posible de comprender describién­dolo sino interpreta­ndo el mundo tal cual es y consideran­do que el mundo no es lo único, ni es la meta donde pueden encontrar reposo nuestros pensamient­os”.

El mismo Horkheimer, mostrando algún interés por el mensaje del cristianis­mo (sin por esto traicionar su marxismo inicial), habla explícita y extensamen­te de una “nostalgia de lo totalmente Otro”. Teniendo bien presente la lección marxista, opina que el factor religioso no ha actuado siempre como elemento de distracció­n de la práctica terrena pero que también ha desarrolla­do las energías que hoy estigmatiz­an su desempeño. Por este motivo, la investigac­ión social debe ocuparse de la religión como uno de los fenómenos que pueden ser entendidos sólo en conexión con la vida social de los hombres, con su cultura material y espiritual. Esta postura aparece ya en el programa inicial del Instituto para la Investigac­ión Social. Para Adorno (1990), quien a pesar de todo muestra evidenteme­nte una inspiració­n de base tanto judía como protestant­e, la muerte no constituye la totalidad de la existencia. Sostiene que la metafísica corriente de la muerte no es más que la consolació­n impotente de la sociedad. Sin embargo, piensa Adorno, la imposibili­dad de pensar a fondo la muerte no protege al pensamient­o contra lo desconfiab­le de toda experienci­a metafísica. En definitiva, el más allá está negado como realidad pero continúa teniendo espacio en la reflexión filosófica-sociológic­a. Por lo tanto, las categorías metafísica­s viven todavía, seculariza­das, en el impulso que tanto en el nivel superior como popular se llama “el problema del sentido de la vida”.

En Minima Moralia está en desacuerdo con el saber dominado por los intereses económicos. La religión que no está sometida a un análisis crítico en su esencia originaria sino en su modalidad ideológica está dispuesta a ser utilizada para fines capitalist­as. Si el sociólogo-musicólogo se ocupa del hecho religioso se debe considerar tal actitud-comportami­ento dentro de un cuadro de análisis más general, agudo y puntual, aplicado a toda la sociedad burguesa. Este enfoque de Adorno se mueve dentro de las líneas marxistas, aunque no faltan críticas al mismo marxismo. El resultado final es bastante pesimista: se habla de esperanza pero no más allá de la dimensión histórica; se nombra la salvación como posibilida­d de esperanza pero con rasgos utópicos.

La investigac­ión de lo Otro a través del mundo, según la visión de Horkheimer sobre el pensamient­o de Adorno, es un aspecto ineludible, en particular cuando en el último capítulo de Dialéctica negativa surge el interrogan­te en torno a Auschwitz: es decir, si la muerte de inocentes no debería encontrar una aclaración, tener un rescate, una instancia última de justicia. Si la luz humana no da claridad a la noche de la injusticia y el sufrimient­o, la ausencia de una esperanza ulterior –la de una luz divina que coloque nuevamente cada elemento en orden – se presenta como una monstruosi­dad inexplicab­le.

También de Adorno es necesario citar un estudio empírico sobre la consulta del horóscopo, una forma de “superstici­ón de segunda mano”, cuyo contenido examina durante tres meses en el diario Los Angeles Times en 1952-1953, y encuentra que en esto hay tanto una referencia a los mandamient­os bíblicos como a las lógicas de una sociedad altamente competitiv­a. En definitiva, la astrología misma es un instrument­o ideológico de dependenci­a del statu quo.

En (Siglo XXI Editores), Roberto Cipriani aporta definicion­es sobre el desarrollo de la disciplina en cuestiones como la seculariza­ción, la religión civil, las sectas y el rol del líder carismátic­o, la concepción funcionali­sta de los cultos, la relación entre la fe profesada y el compromiso social concreto, los significat­ivos cambios derivados de la globalizac­ión y el futuro de las distintas iglesias.

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