Sociología y religión
ENSAYO
Las problemáticas vicisitudes de la llamada Escuela de Frankfurt parecerían no estar muy afectadas por un tratamiento urgente de los fenómenos religiosos. Ni desde la teoría crítica de la sociedad ni desde la dialéctica negativa se observa algún interés por estudiar el factor “religión” en la sociedad del siglo XX.
Sin embargo, es justamente de Horkheimer y Adorno, en realidad más del primero que del segundo, de donde provienen sugestivas lecturas de la realidad religiosa, que –partiendo de la más antigua perspectiva marxista de los estudiosos de Frankfurt– llegan a notables resultados, cuyas consecuencias son a veces teológicas y otras se reflejan en un fructífero diálogo con los intelectuales más sagaces del siglo XX: desde Paul Tillich (principalmente en el caso de Horkheimer) hasta Barth, desde Buber hasta Ernst Bloch.
Los sociólogos del Institut für Sozialforschung son decididamente contrarios a la metafísica y, por ende, a toda ideología religiosa. Consideran que las iglesias también hacen uso de la razón instrumental, lo que esclaviza al sujeto social domesticándolo en nombre de supuestas motivaciones superiores con finalidades ajenas a su voluntad. Según Horkheimer y Adorno, el Iluminismo ha contribuido a superar la teocracia pero al mismo tiempo ha favorecido el surgimiento de soluciones antidemocráticas y tiránicas en nombre de la racionalización absoluta.
Para Horkheimer existen ámbitos no escrutables del comportamiento humano. En efecto, en lo que se refiere a la religión, su actitud no es una simple negación sino un enfoque cauteloso y para nada obvio. Examina los diferentes aspectos y se expresa con gran libertad utilizando –como es habitual en él– una fina ridiculización, a la que se agregan análisis que no olvidan el papel social desempeñado por los diversos movimientos y creencias religiosas. Existe en Horkheimer una “nostalgia de lo Otro” que queda inexpresada o suspendida al punto casi de aceptar una hipótesis de lo posible –al referirse a la octava sinfonía de Mahler, Veni Creator Spiritus (“Ven Espíritu Creador”)– frente a la frialdad de Pfitzner (“¿Y si después no viene?”): Horkheimer probablemente habría respondido: “¿Y si luego viene? ¿Por qué no debería venir?”. Más allá de las hipótesis sobre el verdadero pensamiento de Horkheimer, no deja lugar a dudas lo que expresó en ocasión de la muerte de su amigo y colega Adorno:
“(Adorno) ha hablado siempre de la nostalgia de lo Otro sin utilizar nunca la palabra cielo, eternidad, belleza o algo similar. Y yo creo, y esto es lo grandioso de la problemática, que él, interrogándose sobre el mundo, en definitiva ha considerado lo ‘Otro’, aunque estaba convencido de que este ‘Otro’ no es posible de comprender describiéndolo sino interpretando el mundo tal cual es y considerando que el mundo no es lo único, ni es la meta donde pueden encontrar reposo nuestros pensamientos”.
El mismo Horkheimer, mostrando algún interés por el mensaje del cristianismo (sin por esto traicionar su marxismo inicial), habla explícita y extensamente de una “nostalgia de lo totalmente Otro”. Teniendo bien presente la lección marxista, opina que el factor religioso no ha actuado siempre como elemento de distracción de la práctica terrena pero que también ha desarrollado las energías que hoy estigmatizan su desempeño. Por este motivo, la investigación social debe ocuparse de la religión como uno de los fenómenos que pueden ser entendidos sólo en conexión con la vida social de los hombres, con su cultura material y espiritual. Esta postura aparece ya en el programa inicial del Instituto para la Investigación Social. Para Adorno (1990), quien a pesar de todo muestra evidentemente una inspiración de base tanto judía como protestante, la muerte no constituye la totalidad de la existencia. Sostiene que la metafísica corriente de la muerte no es más que la consolación impotente de la sociedad. Sin embargo, piensa Adorno, la imposibilidad de pensar a fondo la muerte no protege al pensamiento contra lo desconfiable de toda experiencia metafísica. En definitiva, el más allá está negado como realidad pero continúa teniendo espacio en la reflexión filosófica-sociológica. Por lo tanto, las categorías metafísicas viven todavía, secularizadas, en el impulso que tanto en el nivel superior como popular se llama “el problema del sentido de la vida”.
En Minima Moralia está en desacuerdo con el saber dominado por los intereses económicos. La religión que no está sometida a un análisis crítico en su esencia originaria sino en su modalidad ideológica está dispuesta a ser utilizada para fines capitalistas. Si el sociólogo-musicólogo se ocupa del hecho religioso se debe considerar tal actitud-comportamiento dentro de un cuadro de análisis más general, agudo y puntual, aplicado a toda la sociedad burguesa. Este enfoque de Adorno se mueve dentro de las líneas marxistas, aunque no faltan críticas al mismo marxismo. El resultado final es bastante pesimista: se habla de esperanza pero no más allá de la dimensión histórica; se nombra la salvación como posibilidad de esperanza pero con rasgos utópicos.
La investigación de lo Otro a través del mundo, según la visión de Horkheimer sobre el pensamiento de Adorno, es un aspecto ineludible, en particular cuando en el último capítulo de Dialéctica negativa surge el interrogante en torno a Auschwitz: es decir, si la muerte de inocentes no debería encontrar una aclaración, tener un rescate, una instancia última de justicia. Si la luz humana no da claridad a la noche de la injusticia y el sufrimiento, la ausencia de una esperanza ulterior –la de una luz divina que coloque nuevamente cada elemento en orden – se presenta como una monstruosidad inexplicable.
También de Adorno es necesario citar un estudio empírico sobre la consulta del horóscopo, una forma de “superstición de segunda mano”, cuyo contenido examina durante tres meses en el diario Los Angeles Times en 1952-1953, y encuentra que en esto hay tanto una referencia a los mandamientos bíblicos como a las lógicas de una sociedad altamente competitiva. En definitiva, la astrología misma es un instrumento ideológico de dependencia del statu quo.
En (Siglo XXI Editores), Roberto Cipriani aporta definiciones sobre el desarrollo de la disciplina en cuestiones como la secularización, la religión civil, las sectas y el rol del líder carismático, la concepción funcionalista de los cultos, la relación entre la fe profesada y el compromiso social concreto, los significativos cambios derivados de la globalización y el futuro de las distintas iglesias.