TUCUMAN IV
La meta pareció lograrse cuando en 1912 se sancionó la Ley 8.871, conocida como “Ley Sáenz Peña” –por el presidente que la impulsó–, que fue acordada entre él e Hipólito Yrigoyen. Pero con el golpe de 1930 llegaron las proscripciones y el “fraude patriótico”. Posteriores quiebres constitucionales hicieron que la pureza del sufragio fuera una quimera, porque por mucho tiempo ni siquiera había sufragio. Desde la recuperación de la democracia, el 10 de diciembre de 1983, creíamos que ese problema se había solucionado. Las dificultades económicas y de todo tipo serían un duro desafío, pero el sagrado principio de la legitimidad democrática de los gobernantes no sería puesto en duda. Pero en los últimos años esa creencia se ha visto lamentablemente puesta a prueba. Las sospechas de maniobras fraudulentas son múltiples. El espectáculo de la provincia de Tucumán termina de confirmarlas. Clientelismo explícito; leyes y prácticas electorales destinadas a confundir al ciudadano y facilitar el desvío de la voluntad popular; compras de votos; quemas de urnas; alteración de las actas y telegramas; en fin, Tucumán podría haber montado una “expo” de los peores vicios en materia de elecciones. Frente a estos atropellos, el gobierno nacional y su (no querido) candidato presidencial relativizan las cosas o directamente atribuyen la responsabilidad a los opositores. La presidenta de la Nación Leí el excelente editorial del señor Fontevecchia sobre la muerte del luthier Daniel Rabinovich. He vivido esa Argentina de idoneidad y cultura que regaló cerebros al mundo, pero también fui partícipe de esa misma Argentina demasiado urbana que nunca descubrió a los “hombres perro” (por desnutrición) en Santiago del Estero. Sin hablar de alguna esporádica inauguración de una escuelita rural sin un pozo de donde sacar agua. Los países no mueren, sólo se van acumulando capas geológicas generacionales. Tucumán nos enseñó que no está dispuesto a que esta generación vea una democracia “amañada” más. El nuevo gobierno transitará el aniversario de los 200 años de la decisión de ser un país soberano. Paradójicamente,