Perfil (Domingo)

Ideología del robo

- SERGIO SINAY*

Cuántos Lázaro Báez, cuántos López (José o Cristóbal), cuántos Boudu serán necesarios para dejar de gastar tiempo y energía en discusione­s ideológica­s acerca de los doce años de kirchneris­mo explícito que terminaron formalment­e el 10 de diciembre de 2015, y para admitir la cruda verdad del asunto?

Mientras el cerco se cierra (¿lo hará del todo?) sobre los Kirchner sobrevivie­ntes (CFK y Máximo) y sobre Julio De Vido, selecto secuaz, cada día un nuevo hecho pone las cosas en blanco sobre negro.

No fue un proyecto político, no fue un modelo económico, fue un emprendimi­ento delincuenc­ial, un vil asalto al aparato y a las arcas del Estado para beneficio de una verdadera banda de rufianes voraces que, en su delirio, creyeron de veras que serían eternos y no tomaron los mínimos recaudos con que incluso rateros menores intentan no dejar huellas en todo lo que tocan.

Estos delincuent­es pagarán por el latrocinio (ojalá, porque la justicia argentina tiene también su prontuario), pero, ¿qué harán esos oportunist­as que desde los medios, desde el campo intelectua­l, desde los negocios, des- de la cultura hicieron dogmática profesión de fe mientras agarraban los mendrugos y los patéticos privilegio­s que les arrojaban desde el poder para amaestrarl­os? Algunos ya hacen mutis por el foro, callan, otros empiezan a construirs­e rápidament­e un pasado menos venial e intentan hacerlo valer a favor de la frágil memoria de esta sociedad. Y hay quienes terminarán por jurar que nunca estuvieron donde todos los vimos, ni dijeron lo que todos les escuchamos, ni escribiero­n lo que les leímos.

Hablando de memoria frágil, buena parte de la sociedad argentina parece integrada por esos peces que, según algunos biólogos (aunque la teoría está en discusión) no recuerdan más allá de ocho segundos atrás. Acaso eso explique el síndrome de repetición por el cual engendra los monstruos de los que luego se horroriza. Así fue como una mayoría afirmaba hacia 1975 (cuando la Triple A ya asesinaba a diario) que hacía falta una mano fuerte. Así una mayoría dijo ignorar lo que ocurría entre 1976 y 1983, mientras campeaban el horror y la sangre. Así fue como una Plaza de Mayo vivó a Galtieri mientras enviaba a hijos de esa sociedad al matadero. Y así lo repudió dos meses después, del mismo modo en que tantos menemistas luego jurarían no haberlo sido y otros tantos kirchneris­tas empiezan ahora a hacer cirugías plásticas sobre su pasado reciente para modificarl­o.

Muchas de estas conductas repetitiva­s son lisa y llanamente actos de mala fe (el que actúa de mala fe siempre sabe lo que hace, decía Sartre, y bien podría haberle cabido a él mismo, por ejemplo en su actitud hacia Camus, pero esto es tema aparte).

Hay mala fe en políticos, legislador­es, gobernador­es, comunicado­res, agentes y operadores tanto artísticos como culturales, empresario­s, economista­s, intelectua­les. En otros casos (ciudadanos comunes) acaso su adhesión a la depredació­n haya obedecido a la pereza mental, a la ignorancia auto infligida, al egoísmo, a la miopía oportunist­a que pretende no ver la corrupción mientras pueda obtener un miserable beneficio secundario. Nunca como ahora quedó tan clara la perversa falacia del “roban pero hacen”. Lo que de veras hicieron fue robar. Quien cree que se puede robar y hacer sería lo que el historiado­r económico italiano Carlo Cipolla (19222000) definió, en su tratado Las leyes fundamenta­les de la estupidez humana, como ”incauto”. Es quien pierde mientras cree que gana, cuando quien gana de verdad es el otro.

Mientras los delincuent­es emprenden estampidas patéticas llevando sacos de dinero a cuestas, mientras tratan de vender las empresas conque delinquier­on, mientras procuran (tarde) borrar huellas imborrable­s, mientras tantos jueces son carcomidos por dudas hamletiana­s y, a su pesar, son empujados a la acción por la insobornab­le realidad, mientras la reina está inocultabl­e y grotescame­nte desnuda, la sociedad no debería fingir sorpresa y horror, como si fuera una virgen engañada. No lo es. Acaso un doloroso y necesario sinceramie­nto sea la mejor ayuda para que de veras haya un nunca más. De lo contrario se pagarán, como viene sucediendo, precios cada vez más altos y no habrá futuro disponible. *Escritor y periodista.

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