Perfil (Domingo)

“Mi literatura gira en torno al arte”

-

Pablo Montoya (1963) se hizo conocido en Latinoamér­ica cuando ganó el prestigios­o Premio Rómulo Gallegos con su novela Tríptico de la infamia. Publicada en 2014, la novela repite tópicos de sus novelas anteriores, en especial de La sed del ojo, publicada el año pasado en Argentina por una editorial independie­nte, como su obsesión por los personajes artistas y franceses. La sed, editada originalme­nte hace más de diez años, trata de un artista devenido fotógrafo que es acusado de pornografí­a y perseguido por un detective. La acción transcurre en el París del siglo XIX. Montoya, para hablar de sus vivencias, necesita remontarse al pasado. En Tríptico los personajes son tres artistas franceses, y esta vez aborda el impacto que generó en la Francia del siglo XVI el nuevo continente americano, con las peleas entre hugonotes y católicos.

La explicació­n de por qué Francia está tan presente en sus escritos parece simple. Vivió once años en París y se obsesionó por los escritores franceses, en especial por Céline, del que llegó a traducir un libro: “Ahora también hay escritores que han vivido mucho tiempo en otro país y no les ha con- cernido el país en el que han vivido. A mí me ha parecido interesant­e dejar que estas realidades, estos personajes, entren en los libros que escribo, pero todo eso está jalonado por el interés de lo visual”. Estas novelas son recreacion­es visuales de ciertas temáticas: en Tríptico, por ejemplo, hay una relación con la pintura como testimonio y también como soporte a las expedicion­es explorador­as que los franceses hicieron en América: “Más que una preocupaci­ón por lo francés, lo mío pasa por encontrar en estas existencia­s un motivo literario para trabajar esas correspond­encias entre literatura e imagen”.

Montoya ha tratado entonces de abrir el imaginario colombiano, cooptado por muchos años por el realismo mágico de Gabriel García Márquez y luego por el realismo sucio saturado de violen- cia, narcotráfi­co y paramilita­res: “En alguna medida buena parte de mis libros tienen que ver con abrir el imaginario colombiano que ha estado tan afincado en lo nacional, en las identidade­s regionales, pues desde Tomás Carrasquil­la hasta García Márquez se ocuparon de los problemas netamente colombiano­s y del ser nacional”. Agrega que no es el primero en hacerlo; hay una tradición que surge como herencia del modernismo de Rubén Darío, al que paradójica­mente García Márquez admiraba, y en la que figuran, entre otros, Alvaro Mutis y Germán Espinosa. Montoya empezó a escribir en los 80, con una literatura nacional muy influida por el autor de Cien años de soledad “y sus preocupaci­ones nacionales”; treinta años después la literatura colombiana sigue preocupada por los problemas nacionales, sobre todo con temas vinculados a la violencia. A diferencia de sus contemporá­neos, ha tratado de huir de esos temas, aunque la discusión de por qué un escritor colombiano debe escribir de temas colombiano­s le parece pueril: “A Marguerite Yourcenar nunca le preguntaro­n en Francia por qué se había ocupado de Roma o por qué se ocupaba en sus ensayos de Oriente, pero a nosotros sí nos preguntan por qué nos ocupamos de Europa”.

es el quinto colombiano en obtener ese reconocimi­ento.

Pese a que se ha escrito bastante sobre García Márquez, es inevitable volver sobre él y al campo que instaló antes de morir: extinto el realismo mágico como estética o situado en el terreno de los bestseller­s tipo Isabel A llende, dedicó sus últimos esfuerzos a difundir la crónica en Latinoamér­ica a través de la Fundación Nuevo Periodismo. Para Montoya, es indudable que dejó obras notabilísi­mas, pero a la larga se convirtió en una especie de patrimonio nacional: “García Márquez en su momento fue muy importante, marcó una ruptura con el Grupo de Barranquil­la, con Cepeda Samudio en particular; fue un escritor que supo resolver sus inquietude­s en cuanto artista, pero lo que ha pasado con él es que se ha instaurado como el gran referente de la literatura colombiana, y se lo ha santificad­o como hombre y como escritor”. Entre otros problemas surgidos a raíz de eso estuvo la imposición de una estética literaria, pero además se instaló con él el poder literario en Colombia, que tiene mucho que ver con el periodismo: “Por mucho tiempo fue tabú criticarlo. Y yo he hecho el esfuerzo por zafarme de esa sombra tan importante”.

El empeño que ha puesto en zafarse de esta sombra ha surtido efectos, pese a que cuando vivía en Francia los editores le pedían libros sobre violencia, narcos y paramilita­res. Pablo Montoya resistió y sus novelas mezclan diversos géneros y disciplina­s: en Tríptico de la infamia hay antropolog­ía, literatura de viaje, crónicas coloniales, una mirada latinoamer­icana del arte francés: “Mi literatura gira en torno al arte y casi todo lo que he escrito trata de pintores, músicos, fotógrafos, que siempre están cuestionán­dose un poco sobre el oficio del arte. ¿Qué significa hacer arte y qué significa representa­r las diferentes facetas de la belleza o del horror? Las cuatro novelas que he publicado abordan esa conflictiv­a relación entre un arte brutal y una sociedad opresiva”. Montoya es uno de los primeros escritores escogidos por Random House para incluir el Mapa de las Lenguas, una especie de colección donde serán escogidos dos autores por país para ser publicados en toda Latinoamér­ica.

“Por mucho tiempo fue tabú criticar a Gabriel García Márquez.”

 ??  ??
 ??  ?? MONTOYA. En 2015 ganó el Premio Rómulo Gallegos con su novela Tríptico de la infamia;
MONTOYA. En 2015 ganó el Premio Rómulo Gallegos con su novela Tríptico de la infamia;

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina