Perfil (Domingo)

Los apoyos del ámbito editorial y cultural

- J.F.G.

Son hasta ahora más de 1.600 las adhesiones personales de traductore­s, escritores, pensadores, lingüistas, editores, docentes, estudiante­s y profesiona­les del área de la cultura en general al proyecto de ley. Entre los apoyos institucio­nales aparecen la Academia Argentina de Letras, la Sociedad Argentina de Escritores, el Club de Traductore­s Literarios de Buenos Aires, el Instituto Goethe; las Asociacion­es de traductore­s de España, Cataluña, Austria, Alemania, Canadá; los departamen­tos de las carreras de Letras y de Filosofía de la UBA; editoriale­s como Mansalva, Eterna Cadencia, Caja Negra, Mardulce, Godot, El 8vo. loco, entre otras. La editora Leonora Djament, de Eterna Cadencia, señala: “Un traductor es también un autor de la obra que traduce, en la medida en que hace un trabajo muy específico –político y estético a la vez– sobre la lengua y sobre la tradición. Por lo tanto, ese estatuto debe estar reflejado necesariam­ente en los contratos que los traductore­s firman con las editoriale­s. Y es necesario reglamenta­r esa relación que también es de potestad sobre la obra traducida, con todos los derechos pero también todas las obligacion­es que eso conlleva”. Ana Ojeda, escritora y editora de El 8vo. loco, destaca: “Considero la labor de los traductore­s a la vez muy esforzada e invisibili­zada. Son puentes culturales fundamenta­les, muchas veces las puertas de ingreso de autores y textos desconocid­os. Considero al traductor un segundo autor. Hoy se les paga poco, a veces ni siquiera se los menciona en la portada, o se los consigna en las primeras páginas del libro pero no en la tapa. Si a la traducción le va bien gana el editor, gana el autor, gana la editorial, pero para el traductor es lo mismo que si hubiera sido un fracaso. Creo que con la ley algunas de estas cosas, y sobre todo la mentalidad que subyace, podrían empezar a cambiar”. Por su parte, la socióloga y escritora María Pía López reflexiona al respecto: “No leemos a un autor de otra lengua directamen­te, sino que leemos al traductor o traductora de esa obra, que vuelve a crearla en otra lengua. La cultura argentina se forjó, en muchos momentos, alrededor de traduccion­es. Tuvo una industria editorial potente y traductore­s muy relevantes, como Bianco para Henry James, o Salas Subirat para Joyce, o Benjamín de Garay para Da Cunha. No eran traductore­s colegiados sino escritores y expertos en las lenguas. Por eso, no hay que aceptar límites corporativ­os. La traducción literaria es otra cosa. Actualment­e hay un gran movimiento de generar traduccion­es locales, pero sin provincian­ismos. A los que no cesamos de incordiarn­os con las traduccion­es españolísi­mas de Anagrama nos alegra ese cosmopolit­ismo con entonación local. La ley no reconoce sólo derechos a los traductore­s sino que incentiva este movimiento necesario”.

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GEORGINA FRAZER. Tradujo Regreso a Reims, de Didier Eribon (Del Zorzal).

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