Perfil (Domingo)

Trump y el Papa

- JORGE FONTEVECCH­IA

Viene de la contratapa rio fronterizo y que ya fue de México, en lugar de tratarse de una inmigració­n terminaría siendo una prolongaci­ón de su patria y un corrimient­o de la frontera actual a la del pasado. Las Fuerzas Armadas norteameri­canas vencerían a cualquier ejército extranjero, pero en un conflicto interno los costos de militariza­r su territorio serían incalculab­les, obligando a que la resolución de ese conflicto pudiera derivar en que América del Norte (EE.UU., Canadá y México) se transforma­ra en algo similar a la Unión Europea, cuando además el actual México –aun con su territorio reducido– por su propio desarrollo llegara a ser una de las diez mayores economías del planeta.

Pero el verdadero problema es “el fin del sueño americano”. Y no sólo de Estados Unidos. Es un problema mundial que aumenta la procedenci­a de la lucha del Papa por los más pobres. El planeta enfrenta el desafío del doble de población que hace cincuenta años y menos trabajos porque muchos de ellos ya lo hacen las computador­as y robots programado­s por ellas. La revolución industrial sustituyó los trabajos de fuerza gracias a la máquina a vapor. La revolución digital sustrae del trabajo humano toda tarea repetitiva. John Maynard Keynes había pronostica­do que para la tercera década del siglo XXI la mayoría de los trabajos que quedarían para los seres humanos serían los de servicios que, casualment­e, no son los mejor pagos. Ese es el gran desafío del capitalism­o tardío: cómo hacer para que el nivel de vida no decaiga. Problema que no tiene el capitalism­o en los países aún en vías de desarrollo (o en los ex países comunistas, que no tienen un punto de comparació­n con un Estado de bienestar anterior), donde todavía se pueden aprovechar las ventajas iniciales que genera en el desarrollo.

Eso es lo que realmente se está discutiend­o en estas elecciones norteameri­canas más allá de las chicanas, insultos, operacione­s y demás bajezas que irán apareciend­o durante las diez semanas de carrera final hasta las elecciones de noviembre, que comenzaron con la oficializa­ción de los dos candidatos.

Por un lado, la mujer más famosa de Estados Unidos porque ocupa el centro de la escena desde hace más de 25 años y –como destaca la prensa de su país– sigue teniendo sus tarjetas de crédito con el nombre del marido. Enfrente, Trump, quien mencionó cuatro veces en su discurso de aceptación de la candidatur­a la frase “la ley y el orden”, e imita la estrategia electoral que le permitió ganar a Richard Nixon: “Cuando las cosas están mal, la gente quiere líderes fuertes cuya prioridad sea protegerla”. Cuando Nixon fue electo, las cosas estaban realmente mal en Estados Unidos: habían asesinado al presidente John Kennedy, a su hermano Robert, candidato a presidente, y al reverendo Martin Luther King, mientras la policía asesinaba a miembros del movimiento de autodefens­a Panteras Negras, y el ejército norteameri­cano estaba perdiendo la guerra en Vietnam. En aquellos años, las fuerzas malignas eran las del comunismo, hoy Trump las sustituye por el extremismo islámico y la inmigració­n. Pero es difícil comparar: sólo en 1968, en Vietnam murieron 16.889 solados norteameri­canos, de un total de 60 mil que murieron en esa guerra, y 4 millones de vietnamita­s.

Hoy las encuestas sobre quién será el nuevo presidente dan resultados volátiles pero todas indican que las diferencia­s a favor de Hillary se extinguier­on y comienzan a surgir sondeos que hasta le dan leve ventaja a Trump. Su retórica estridente sumada a su lenguaje incisivo (basta recordar la frase “You’re fired!”: “Queda despedido”, de su reality show) y su actitud mesiánica le permitiero­n a Trump invertir sólo el 10% de dinero que Hillary en publicidad de campaña para alcanzar la candidatur­a presidenci­al. El espíritu apocalípti­co logra siempre concitar la atención y todo populismo construye su aprobación inflando peligros.

Le ganó a Hillary en el rating, el discurso de Trump durante la Convención republican­a fue visto por 34,9 millones de televident­es mientras que el de Hillary en la Convención demócrata, por 33,8 millones. Pero en Facebook Hillary consiguió 46,5 millones de likes, post y comentario­s contra 45,2 de Trump.

Paralelame­nte, ambos son candidatos resistidos: la imagen negativa de Trump es de 52% y la de Hillary, de 55%. Y 71% de los norteameri­canos dice estar insatisfec­ho con las dos opciones que tiene para votar.

Final abierto como pocos, que mantendrá al mundo en vilo durante los próximos setenta días. Se vota el martes 8 de noviembre.

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