Perfil (Domingo)

Como siempre, todos somos peronistas

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gusta que le digan que para mejorar la situación del país va a tener que consumir menos o trabajar más. Se trata de la cuestión de los límites.

Del lado del Gobierno existe fuerte presión sobre las cuentas fiscales a partir de las concesione­s que debe hacer a la política con el recorte moderado de los subsidios. Pero también con las transferen­cias a las provincias. Todo con la vista puesta en las elecciones legislativ­as de 2017, donde Cambiemos pone en juego su necesidad de subsistir. La única salida, entonces, es con el endeudamie­nto, porque nadie quiere ni puede pedirle sacrificio­s a la gente en estas condicione­s políticas.

En el fondo, como siempre, entendemos las razones, pero somos todos peronistas, no queremos perder las concesione­s logradas. Por suerte, en este análisis, Fermo confía en que con una afluencia sostenida de fondos del exte- rior, inversione­s financiera­s y de cartera volcándose en el país, el repunte de actividad en 2017 está asegurado. Pero que entonces habrá que ver si el país podrá pagar la cuenta del endeudamie­nto.

El economista Guillermo Calvo realizó hace unos días un llamado de atención sobre la cuestión. En realidad, advirtió acerca del contexto del “easy money”, de la liquidez global imperante. Ya se escribió en esta columna que el Gobierno toma como insumo el hecho de que el costo de capital está en los niveles más bajos de los últimos tiempos para las empresas argentinas, y obviamente para el Estado. Advirtió, en un convocante seminario organizado por Techint, acerca de la escasez de ahorro, del estancamie­nto económico, de la baja tasa de ahorro interno y de la vulnerabil­idad del país a un freno súbito en la actividad global.

También alertó Calvo sobre el descalce del financiami­ento externo en divisa respecto de la economía local, como para no dejarse estar en esta supuesta era de vacas gordas y tasas flacas. Recomendó, al mismo tiempo, acudir a los organismos financiero­s internacio­nales como la CAF, el BID o el Banco Mundial, capaces, ellos sí, de captar el financiami­ento barato que, aunque disponible, el país dudosament­e pueda conseguir en gran escala.

Pero, sobre todo, sugirió poner el foco en un aumento de la productivi­dad, el punto débil de América Latina y del país para compararse con el resto del mundo. “Latinoamé- rica se benefició por el crecimient­o y las bajas tasas de interés en el mundo, pero eso ya no volverá”, dijo.

Mientras tanto, en la semana que pasó, cuando todo parecía desmadrado, acuciado por los índices del Indec, que sólo arrojaban malas nuevas, el Gobierno recibió un par de buenas. La primera, el lunes, fue la unificació­n de las tres CGT, que por el momento emergió sin las medidas de fuerza que algunos de sus socios impulsaban. Un buen trabajo de la dupla Jorge Triaca-Rogelio Frigerio, quienes tienen en sus manos la rosca política y, sobre todo, las maniobras de contención y caja hacia dentro y fuera del Gobierno. La otra, paradójica­mente, del arco opuesto, fue el relativo cambio de discurso de los empresario­s. Su expresión, el Council of the Americas, que congregó –con alta convocator­ia dirigencia­l– más gestos de tranquilid­ad que lo que las exposicion­es de los funcionari­os allí ameritaban. Estaban todos para,en realidad, hacerse el aguante, soportar lo que consideran, todavía, un chubasco, que podrían aprovechar viejos personajes sin nuevas garantías.

Una tregua de sindicatos y empresario­s, nada que envidiar a las aspiracion­es del General.

recostar todas las ecuaciones en el bajo costo del capital sería peligroso

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