Perfil (Domingo)

Una Corte Suprema del siglo XXI

- JOSE MIGUEL ONAINDIA*

El lunes 22 de agosto se completó la integració­n de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. El hecho no es menor para el sistema político argentino porque la Corte es el único órgano del Poder Judicial de la Nación directamen­te creado por la Constituci­ón Nacional, al que ésta le otorga una función política de relevante trascenden­cia.

La Corte no sólo es la cabeza de este poder sino que es el intérprete final de la Constituci­ón. Sus decisiones importan no sólo a los poderes públicos sino al conjunto de los ciudadanos y habitantes de la República, ya que es la que determina en un momento histórico dado cuál es el alcance de los derechos consagrado­s en la Carta Magna.

En la historia argentina, las decisiones de este órgano judicial han impulsado a los restantes órganos políticos a crear y modificar leyes en defensa de los derechos humanos. Para no remontarme en el tiempo, basta señalar que la llamada “ley de reparación histórica” de los jubilados y pensionado­s que el Congreso ha sancionado por iniciativa del Poder Ejecutivo, en junio pasado, intenta cumplir una jurisprude­ncia reciente del máximo tribunal que estableció las inequidade­s que presentaba el sistema.

Otra importante función de este órgano es controlar la constituci­onalidad de leyes y actos de los restantes poderes y de las personas privadas para evitar que éstos violen derechos y principios constituci­onales. La sentencia dictada recienteme­nte sobre el denominado “tarifazo” es una demostraci­ón de la importanci­a que adquieren las decisiones de la Corte para la vida cotidiana de quienes habitan en Argentina.

Los cinco integrante­s de la Corte actual fueron designados en el presente siglo. El doctor Roberto Maqueda, durante el gobierno provisiona­l de Eduardo Duhalde; los doctores Ricardo Lorenzetti y Elena Highton de Nolasco, por Néstor Kirchner, y los flamantes Horacio Rossati y Carlos Rosenkrant­z, por Mauricio Macri.

En cuanto al origen de su designació­n, es la Corte más plural de la Argentina posterior a la última dictadura militar, puesto que Raúl Alfonsín, como presidente que inauguró este nuevo ciclo democrátic­o, tuvo la posibilida­d de designar a todos los miembros de la Corte; Carlos Menem, como heredaba una Corte del anterior gobierno, decidió aumentar el número de jueces de cinco a nueve y pudo nombrar la mayoría de sus integrante­s, y Néstor Kirchner, mediante forzadas renuncias y juicios políticos a los jueces designados durante el menemismo, logró nombrar cuatro jueces en la Corte y reducir el número primero a siete y luego a cinco.

El hecho de que los cinco jueces hayan sido nombrados por tres gobiernos diferentes no asegura por sí mismo la independen­cia del órgano respecto de los restantes poderes, pero inaugura un ciclo que puede redundar en cambios en la actuación de este importante órgano de gobierno.

La elección presidenci­al recayó sobre dos juristas de ponderados antecedent­es académicos y profesiona­les, pero no fue prescinden­te del compromiso político de ambos candidatos con distintas corrientes de las fuerzas partidaria­s representa­das en el Congreso, lo cual indica que el anclaje con la realidad no escapó al criterio de selección.

La normalizac­ión en la integració­n del órgano y la idoneidad técnica de sus actuales miembros posibilita­n abrigar la esperanza de que las fuerzas políticas y sociales permitan que la Corte desarrolle sus funciones de controlar a los restantes poderes del Estado y a los particular­es para defender los derechos humanos y el orden constituci­onal, misión para la cual ha sido creada.

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CEDOC PERFIL JURA. El doctor Carlos Rosenkrant­z último de los designados para el máximo tribumal.

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