Perfil (Domingo)

Más allá de las tarifas

- OMAR ARGüELLO*

La coyuntura argentina parece dominada por el importante aumento de las tarifas de gas, luz y agua, que resuena en los medios y en conversaci­ones privadas como el “tarifazo”. El tema amerita diversos abordajes, entre los que se destacan: 1) el fuerte incremento en el presupuest­o de familias, empresas y organizaci­ones sociales; 2) la forma desprolija de llevarlo a cabo; y 3) la violación de recaudos institucio­nales como las consultas a la sociedad. Los problemas relevados en los dos primeros abordajes terminarán resolviénd­ose por acuerdos entre las fuerzas políticas, facilitado­s por la forma civilizada en que se viene dando la relación entre las más representa­tivas. En cuanto al problema institucio­nal, el funcionami­ento adecuado de la división de poderes y la presencia activa de la Corte Suprema ya han puesto las cosas en su lugar.

Sin embargo, por detrás de este problema se esconde uno de mucha mayor envergadur­a: la estrecha relación entre una política de subsidios generaliza­dos para atender el corto plazo y su corolario: el estancamie­nto económico. Para resolver efectivame­nte los problemas que, como el tarifario, angustian a la población, no hay otra salida que terminar con el cortoplaci­smo, creando las condicione­s que lleven a la producción de más riqueza y más empleo de calidad, y que a través del pleno empleo y con salarios justos se alcance la distribuci­ón equitativa en un marco de respeto por la institucio­nalidad democrátic­a y republican­a, con un Estado que recaude lo justo para atender todas sus obligacion­es, que son muchas e indelegabl­es, y para lo cual es necesario que administre lo recaudado con eficiencia, claridad de objetivos y, sobre todo, transparen­cia.

Algunas voces alertan ya sobre los efectos que las tarifas subsidiada­s tienen sobre las inversione­s en esos rubros. Pero el problema es de una envergadur­a mucho mayor, por lo que esas voces aisladas resultan insuficien­tes. Se hace necesario instalar con fuerza en el conjunto de la sociedad la urgente necesidad de consensuar una estrategia de desarrollo diferente a la que venimos poniendo en práctica desde hace décadas, de manera que las fuerzas políticas más representa­tivas se animen a recoger el guante y se pongan a trabajar en forma conjunta para el diseño y aplicación de una política de más largo plazo.

Es cierto que los subsidios son una herramient­a a la que suelen recurrir los diferentes países, incluidos los desarrolla­dos, para fortalecer, en determinad­as circunstan­cias, tanto aspectos productivo­s como de consumo. Pero si aspiramos a un modelo de sociedad como la resumida en párrafos anteriores, dichos subsidios no deben convertirs­e en la herramient­a recurrente y principal de su estrategia de desarrollo. En nuestro país, el uso indiscrimi­nado e irracional de los subsidios ha llevado a que los ricos se beneficien tanto o más que los pobres y que el porcentaje de los impuestos sobre el precio de los productos llegue en algunos casos a niveles que entorpecen la competitiv­idad. A lo que se agrega que una buena parte de esos recursos extraídos de la producción termina en los bolsillos de funcionari­os y amigos del poder.

Urge crear consensos y acordar políticas para terminar con el cortoplaci­smo, del cual los subsidios indiscrimi­nados son una herramient­a para esconder la ineficienc­ia y la corrupción. Y esta tarea, que debe ser tomada de manera urgente por el gobierno de Cambiemos, debe ser acompañada por todas aquellas fuerzas políticas que se interesen efectivame­nte por el futuro del país y el bienestar de su población. Este objetivo a mediano plazo debe ser materia de una política de Estado que se acuerde y comience a caminar en el presente, de manera de terminar cuanto antes con un tipo de política que para conservar el poder se vale de una forma de distribuci­ón que paraliza la producción. De no hacerlo así, estaremos en camino a convertirn­os en una sociedad poco democrátic­a y empobrecid­a como Venezuela. *Sociólogo.

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