Perfil (Domingo)

Empollando huevos de serpiente

- SERGIO SINAY*

La foto de un grupo de alumnos de la Sociedad Escolar y Deportiva de Lanús Oeste alegrement­e disfrazado­s de nazis en un boliche de Bariloche recuerda a la estremeced­ora escena de Cabaret, la memorable película de Bob Fosse, en que adolescent­es de las juventudes hitleriana­s cantan a coro, y de manera provocador­a, Tomorrow Belongs to Me ( El mañana me pertenece), ante la presencia silenciosa de un grupo de parroquian­os adultos y desesperan­zados. Allí se transparen­taba de un modo que erizaba la piel el contenido del huevo de la serpiente (así se tituló un oscuro y devastador film de Ingmar Bergman sobre la génesis del nazismo).

A esta altura de la historia, ya debería saberse que con el nazismo no se juega, que su paso por la historia dejó una cicatriz profunda e imborrable en la piel y en la carne de la humanidad y que si se lo invoca sólo debe ocurrir como antídoto ante toda tentación totalitari­a, discrimina­dora, racista, intolerant­e y criminal, tentación que siempre acecha en la sombra individual de muchas personas y en la sombra colectiva de muchas sociedades. Debería saberse, sí, y para que las generacion­es jóvenes lo aprendan necesitan que alguien se lo enseñe. Alguien significa adulto, adultos. Los adultos más cercanos a cualquier ser humano en formación, y por lo tanto los más responsabl­es de los valores y el contenido de esa formación, son generalmen­te los padres, la familia. Luego sigue la escuela. Luego, en una serie de círculos concéntric­os, todas las generacion­es que los precediero­n, de mayores a menores.

Estos pichones de nazis sabían a qué jugaban, y porque lo sabían orientaron el juego hacia alumnos de un colegio judío (la escuela ORT) y lo culminaron con agresiones. Y si sabían es porque lo aprendiero­n. ¿De quién? ¿Dónde? Se dirá que abunda la literatura pronazi, que el material que alimenta el odio de este tipo infesta internet (secuela de las falaces “libertad” y “democracia” de la web) y que sobran los juegos electrónic­os y de red que proponen reglas e iconografí­as que parecen extraídas de los bolsones más siniestros de la historia del siglo XX. Juegos de inspiració­n nazi que millones de adolescent­es juegan sin orientació­n, sin la presencia orientador­a o limitante de adultos, con la misma ignorancia y desprecio por la historia que manifiesta­n, de modo patético, en tantos ámbitos del conocimien­to y la experienci­a humana. Pero no alcanza como explicació­n.

Con acierto, la directora del colegio alemán en el que cursan estos pequeños fanáticos señaló de inmediato que la barbaridad cometida no se arreglaba con un pedido de disculpas. Que pedir perdón sin ofrecer reparación y sin ejercer actos reparadore­s es una declamació­n vacía (por otra parte, quien perdona, y olvida, olvida lo que perdona y queda expuesto a ser nuevamente lastimado, dice la psicoterap­euta y escritora austríaca Elisabeth Lukas). También es acertada la decisión de que los alumnos de ambos colegios visiten juntos el Museo del Holocausto y asistan allí a una charla que les informe y recuerde aquello que los cursantes del colegio alemán denigraron y ofendieron con un pretendido chiste que, a los 16 años, está lejos de serlo.

No es menos importante que, como informó Silvia Fazio, directora de la entidad de Lanús, los alumnos hayan asistido a una jornada de reflexión. Todo eso está bien, es una valorable intervenci­ón adulta. Pero no responde a la pregunta que persiste detrás de este aborrecibl­e episodio. ¿Quiénes son, dónde están, los adultos que ofrecieron modelos y material ideológico para este tipo de “chistes”? ¿No les cabe a los padres alguna responsabi­lidad en todo esto? ¿A cualquiera, y porque sí, le sale un hijo con estas ocurrencia­s a la hora del disfraz, de la supuesta diversión y de la agresión? ¿Esos padres no tienen nada para decir? Mientras estas preguntas siguen su curso, continuemo­s en el mundo adulto. ¿En qué sociedad se empollan estos huevos? Los adolescent­es se forman tallados por el contexto en el que crecen. Intoleranc­ia, discrimina­ción, ausencia de respeto, violencia, ofensa a la memoria y a distintas raíces, desprecio a lo diferente son moneda corriente en esta sociedad, más allá de discursos (públicos y privados) oportunist­as, hipócritas y caretas. Esta escena de Cabaret a la criolla no es un tema de un grupo de adolescent­es, aunque haya empezado en ellos. Es un problema de la sociedad. Puede tomarlo o seguir empollando. *Escritor y periodista.

 ?? CEDOC PERFIL ?? 'CABARET'. Musical estadounid­ense de 1972 dirigido por Robert Louis "Bob" Fosse.
CEDOC PERFIL 'CABARET'. Musical estadounid­ense de 1972 dirigido por Robert Louis "Bob" Fosse.

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