Perfil (Domingo)

Opinión, sí, pero con informació­n

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Margaret Sullivan, de The New York Times, se preguntaba si ahora que cualquier artículo puede ser examinado por legiones de blogueros, tuiteros y lectores en internet el papel del Defensor cambia. “¿Se volverá innecesari­o porque ya hay abundantes críticas o será más importante como un recurso para dar sentido a este ruido?”.

Estoy citando a quien fuera durante años el ombudsman del diario El País de Madrid, Tomàs Delclós, en su columna de despedida de esa función publicada en 2014, porque su referencia importa para abordar una respuesta al lector Mario Manuel Goldin (véase página anterior), que me involucra junto al periodista y escritor Carlos Gabetta y al resto del plantel de PERFIL.

Es muy inte - resante el contenido de su carta porque sirve de disparador para volver sobre cuestiones que tienen que ver con la función del Defensor de los Lectores, con la libertad de expresión con la que pueden contar los columnista­s de este diario y con el derecho a la crítica que les cabe a quienes lo leen.

En definitiva, son patas de una misma mesa periodísti­ca: de lo que se trata es de encontrar y aplicar los mecanismos necesarios para que las opiniones de quienes aquí escriban sean respetadas, para que no haya agravios contra lectores o terceros y para fundamenta­r la función que ejerce el ombudsman como mediador –una de sus actividade­s, no la única– entre los intereses de lectores y productore­s de los textos que se publican.

El señor Goldin comenta el artículo “Judíos que rompen el silencio”, publicado por este diario el domingo 21 en su página 46. Firmado por Gabetta, refiere la creciente acción individual y colectiva que vienen desarrolla­ndo judíos de todo el mundo (Israel, inclusive) para neutraliza­r una política que el autor de la columna y esos otros actores califican como muy peligrosa para el Estado de Israel, para la región a la que pertenece y para el mundo.

Es entendible que buena parte de la comunidad judía mantenga un respaldo acrítico a las políticas que desarrolla el gobierno de ese país en relación con sus vecinos y con la ya añeja disputa por los territorio­s palestinos. Sin embargo, lo que este ombudsman propone al lector es que reconozca a Gabetta antecedent­es profesiona­les y académicos válidos para acometer la tarea de analizar la situación en Israel y en el Medio Oriente. De hecho, son frecuentes y meticuloso­s sus análisis incluidos en parte de su decena de libros y en in- contables columnas publicadas no sólo en este diario sino en numerosos medios, algunos de los cuales lo tuvieron en tareas de conducción. No se trata aquí de trazar un panegírico del periodista sino de mensurar con equilibrio sus textos; menos aún –porque no es función de este ombudsman– de criticarlo­s a favor o en contra, porque ya se ha dicho en este espacio que aquí no se opina sobre opiniones sino sobre contenidos periodísti­cos. Lo que ha hecho Gabetta, aun con evidente y clara posición a favor de quienes se oponen a las acciones del gobierno actual de Israel, responde a los fundamento­s del buen ejercicio periodísti­co: cita dichos, escritos y posturas de organizaci­ones y personajes del colectivo judío (el ex canci- ller israelí Shlomo Ben Ami, la organizaci­ón de ex militares israelíes Rompiendo el Silencio, el periodista Shlomo Slutsky, la ONG JStreet (Calle Judía) y el profesor George Steiner. Ergo: ha cumplido, Gabetta, con los preceptos éticos y periodísti­cos que correspond­e demandar a un profesiona­l de este oficio.

Retomo, como una coda, la cuestión de cuál es el valor atribuible al ombudsman. Aquella nota de despedida de Delclós incluye otros párrafos muy interesant­es y claros. Dice: “Esta figura (la del ombudsman) puede ayudar para que los diarios mejoren la transparen­cia, que tanto y justamente exigen al resto de institucio­nes, en su propia casa. Es significat­ivo que (el analista estadounid­ense) Tom Rosenstiel, coautor de un libro de referencia como Los elementos del periodismo, haya planteado junto a otros investigad­ores una profundiza­ción de los principios éticos que definen el ejercicio de este oficio. A los clásicos de acercarse a la verdad lo máximo posible, minimizar el daño (por ejemplo, sobre las víctimas de un episodio) y actuar independie­ntemente, ha acentuado la necesidad de transparen­cia”.

De eso se trata: los artículos de Gabetta –cuyos contenidos pueden ser materia opinable, claro– responden a estos criterios. Foto errada. En la contratapa de ayer, para ilustrar la habitual columna de Jorge Fontevecch­ia, fue incluida por error una fotografía en la que se presenta a Raúl Alfonsín acompañado por un hombre al que se identifica como Raúl Guglielmin­etti, uno de los siniestros personajes que transitaro­n por la Triple A, la represión dictatoria­l y los comienzos de la democracia hasta llegar al secuestro de Osvaldo Sivak en los 80. La foto que ilustra esta columna aclara la situación. PERFIL pide disculpas.

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CEDOC PERFIL GUGLIELMIN­ETTI. Es éste, no el de la contratapa de ayer.

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