Se estrena el rock
Hace sesenta años, el 30 de agosto de 1956, se estrenaba en Buenos Aires Al compás del reloj, la película que dio a conocer la danza conocida como rock and roll a los espectadores argentinos.
La película era esencialmente una vidriera para mostrar la música de Bill Haley y sus Cometas, que tuvo una difusión y un éxito inaudito luego de haber sido incluido su tema Rock Around the Clock en los títulos de Semilla de maldad, con Glenn Ford y Sydney Poitier. La adopción de ese tema fue accidental: el director Richard Brooks pidió prestado varios discos a Peter Ford, el hijo adolescente del protagonista, y finalmente eligió el tema grabado por Bill Haley. La inmediata adhesión del público a Bill Haley y al rock and roll inspiró a la Columbia Pictures el proyecto de realizar una película de bajo presupuesto pero con abundantes bailes con el título de aquel tema musical para dar a conocer la imagen de este músico y otros menos conocidos que cultivaban este nuevo género musical.
La trama se origina en un promotor que viaja a un pequeño pueblo en los Estados Unidos y allí descubre la banda de Bill Haley y sus Cometas, y al notar la euforia que producían en los jóvenes decide contratarlos para presentarse en ciudades más im- portantes. Su hallazgo resulta un suceso comercial para todos y, además, al promotor le reporta un romance con una de las bailarinas.
En algunas de las ciudades en las que se estrenó Al compás del reloj el entusiasmo de los espectadores los llevó a bailar en los pasillos y a destrozar algunas butacas. En Buenos Aires la conducta del público en los cines fue más respetuosa. Algunos apenas golpeaban los pies contra el suelo o aplaudían acompañando los números musicales o se animaban a practicar los pasos del nuevo ritmo. La curiosidad que despertó esta película fue tan grande que hasta la reina de Inglaterra Elizabeth II pidió una copia para verla privadamente en el Palacio de Buckingham.
Viendo ahora la película tal vez algunos no se expliquen cómo esa música pudo despertar tanta euforia. Sin embargo, hasta el título final que decía The living end en lugar del tradicional The end parecía presagiar que el rock iba a permanecer en el gusto de la gente un largo rato.