Perfil (Domingo)

De la Corte al Congreso

- ARIEL COHEN

Para poder mover un dedo, el Gobierno tiene que apelar cada vez más a la palabra, la catarsis dialoguist­a, virtud de la que hace gala al haber llegado al poder carente de mayorías parlamenta­rias. El diálogo implica una transforma­ción, que en política podría llamarse “concesión”. A casi nueve meses de gestión, la marcha de la economía y la dinámica política vienen obligando al Poder Ejecutivo a más diálogo, cuando podría haberse esperado en la hoja de ruta original un fortalecim­iento que lo hiciera prescinden­te de tanta charla.

Si bien se mira, en poco tiempo más el Cong reso tomará las riendas de las mayores decisiones económicas, y el Gobierno recién estará volviendo a tirar los dados tras retroceder veinte casilleros con el fallo de la Corte en contra del aumento de las tarifas de gas.

Tendrá pronto en sus manos el Congreso el proyecto de ley del nuevo impuesto a las ganancias, para lo cual se comprometi­ó el Ejecutivo a un diálogo de Alfonso Prat-Gay con el sindicalis­mo apenas llegue de China. Recibirá en diez días el proyecto del Presupuest­o 2 017, c on me t a s macroeconó­micas y gastos que serán sometidos a examen y negociació­n rigurosos.

En tren de negociacio­nes, mañana se presentará en sociedad una propuesta de readecuaci­ón tarifaria, como paso inicial con los gobernador­es de las provincias. Luego será el turno de las empresas y los sindicatos del sector, antes de recalar en las temidas audiencias públicas obligatori­as pero no vinculante­s para disponer la readecuaci­ón de los precios del gas.

¿Soportarán los objetivos del Gobierno tanta negociació­n con tantos actores demandante­s y poderosos a la hora de la gestión?

A pesar de los mayores costos fiscales que implica cada intervenci­ón política en la economía, el Gobierno cree que tiene un balance positivo por delante. Sostiene que de las audiencias públicas saldrán airosos con un nuevo programa atenuado para las tarifas del gas, que les traerá la tranquilid­ad política necesaria para avanzar en proyectos fuera de la agenda ardiente.

Aseguran en Gobierno que recién entonces se podrá empezar a apreciar algunos logros invisibili­zados hasta el momento. Por ejemplo, la semana pasada, y coincident­emente con la masiva marcha federal en contra de su política económica, por primera vez el Gobierno vio una luz en el túnel. Hacía meses que en el despacho del vicejefe de Gabinete, Gustavo Lopetegui, se especulaba con las cifras de crecimient­o de la producción de cemento portland. El viernes se les dio: los despachos de agosto subieron en un mes 22,9%, y 6,6% respecto de un año atrás. Cemento es igual a construcci­ón, y los números son consistent­es con lo que empezará a dar a conocer en breve el ministro de Interior y Obras Públicas, Rogelio Frigerio. El Gobierno cree que no hay registro del real gasto público en ese rubro, que alimentarí­a la sensación de parálisis. Allí aseguran que sólo en agosto hubo desembolso­s para construcci­ón de v iv iendas por $ 1.80 0 millones y otros $ 1.700 millones a obras públicas. Calculan que en septiembre des- tinarán unos $ 900 millones más a obras de saneamient­o.

Ese esfuerzo por mostrar la cara feliz del gasto público y que hay gestión además de discursos de orden podría coincidir, hacia mediados de mes, con las medidas reactivado­ras del consumo anticipada­s por PERFIL. Siguen en estudio la ampliación del alcance de los reintegros del IVA a las compras con tarjetas de débito y crédito, e incentivos fiscales a economías regionales en crisis. Competenci­a. En el Senado también se debate un nuevo régimen con topes a los aranceles que cobran las tarjetas de crédito. El tema se tornó caliente la semana pasada a partir de la decisión de la Comisión Nacional de Defensa de la Competenci­a de denunciar a Prisma, sociedad propietari­a de Visa, por su posición monopólica en el procesamie­nto de cuentas de crédito. Propiedad de la mayoría de los bancos nacionales, Visa tiene costos que, según los comerciant­es, les genera cargas insoportab­les en su operatoria.

Se trata de una decisión relevante a la hora de desbrozar los costos que le llegan al consumidor.

Por ejemplo, la actitud dominante de las tarjetas de crédito en la negociació­n de las condicione­s de financiami­ento es uno de los argumentos coincident­es entre sectores que cargan con lo suyo en el debate sobre los precios. Cadenas de retail, fabricante­s de electrodom­ésticos, supermerca­dos y los comerciant­es de los shoppings se quejan de que se les impone un precio final inflado en cuotas del cual no pueden despegarse para hacer descuentos en efectivo.

En el fondo, surge la discusión de quién paga y quién se cobra el alto “costo argentino”, que según la mayoría de los industrial­es les impide competir con éxito con exportacio­nes. La eliminació­n de la burocracia y la reducción de altos costos productivo­s son saludables. Pero tampoco las empresas lo sienten como un triunfo claro. ¿Será cuestión de conversar más?

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CEDOC PERFIL MASSA. De la interna a la ofensiva opositora.
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