Perfil (Domingo)

No hay proyecto ni liderazgo

- ALDO NERI*

Esto no es para escandaliz­ar a nadie. Enfrentar la realidad no es escándalo. El sistema político argentino hoy es débil: no hay en él proyectos consistent­es y liderazgos firmes. Está desorbitad­a la necesaria vocación de ganar las elecciones, frente a las supuestas ideas centrales del proyecto que la inspira; por eso la dirigencia cae tan fácil en la demagogia y las contradicc­iones. Y que no se ofendan mis colegas políticos: no somos ni peor ni mejor que los que nos antecedier­on, sucede que los actuales vivimos en Occidente, que atraviesa un cambio de cultura política que dialéctica­mente se interrelac­iona con los cambios en la economía, la tecnología, los mercados de trabajo y la estructura social. Pienso que a la historia la orientan el determinis­mo de los hechos y la voluntad política de la sociedad, en proporción desconocid­a. Y hagamos un poco de periodismo político sobre nuestra realidad actual, para ilustrar lo que afirmamos.

El peronismo está desorienta­do, impregnó de populismo toda la vida política –no se pueden ganar eleccio- nes aquí sin ser un poco populista–, e implica mucha mitología de “pueblo”, imprecisió­n programáti­ca, y un enemigo común, imaginario o real. Los herederos de los trabajador­es postergado­s que reivindicó Perón están hoy agrupados en sindicatos fuertes, y son la mitad de la masa laboral, frente a los intereses, parcialmen­te opuestos, de la otra mitad en la informalid­ad. Y además el peronismo, fiel a su origen militar, necesita un líder absoluto que no existe hoy. A la aspirante Cristina la traicionan su temperamen­to arrogante y los escándalos de corrupción que la involucran.

El PRO, partido nuevo que gobierna, de centrodere­cha modernizan­te, se enfrenta con un descalabro nacional y con una economía internacio­nal no favorable para un país periférico, frente a la memoria social de pródigos años anteriores. Ante una sociedad impaciente, la economía se toma su tiempo para recuperars­e.

El radicalism­o no supo actualizar la alianza de los pobres y la clase media que lideró Irigoyen y reactualiz­ó Alfonsín, y eligió servirle al PRO, sin peso significat­ivo en el poder, de cabecera de puente en el interior, apostando a la reconstruc­ción de algunas institucio­nes valiosas de la república, que si se consigue –y es deseable que se consiga–, son laureles para otros.

El Frente Renovador, en su origen la imagen de algo nuevo e integrador en la política, al calor de la lucha electoral cayó, en el afán de conseguir votos, en la demagogia cortoplaci­sta. Los socialista­s –“los curas de la vereda de enfrente”, como los llamaba Unamuno– mostraron su límite para crecer nacionalme­nte y se destacan por la honestidad en la administra­ción de los recursos públicos.

La izquierda “extrema” se diluyó en menudas discusione­s doctrinari­as y lucha por el protagonis­mo. Y también existe el abanico de agrupacion­es que se aglutinan alrededor de alguna figura destacada, y que muestran un acentuado vaivén en su composició­n.

En cuanto a la corrupción, apuntemos que es malo que un pueblo sepa el nombre de todos los jueces federales, como era malo antes que conociera el de todos los generales, almirantes y brigadiere­s; simbolizan dos malas notas para un país imprevisib­le.

Confiemos en que madure un grupo político al que no le importe abrevar en distintas fuentes históricas, que logre armonizar un capitalism­o eficiente con objetivos sociales socialista­s, que no tema perder elecciones por hacer docencia de futuro, que tenga al Estado como un instrument­o eficaz pero no la solución de todo. Y ya surgirán los líderes de todo esto. La historia no es avara. Los líderes surgen cuando en la entraña de la sociedad palpita una necesidad dominante. Y si esto no sucede, la sociedad argentina tendrá un destino no trágico, pero sí mediocre. *Médico, ex ministro de Salud y Acción Social del presidente Alfonsín, dos períodos diputado nacional por la UCR.

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