“Mi relación con Estela arrancó tarde”
El nieto recuperado de la titular de abuelas de Plaza de Mayo se prepara para dar en octubre en la Usina del arte su primer concierto.
Será n los pr imeros conciertos que daré con mi nombre ya corregido”, dice Ignacio Montoya Carlotto. El año pasado, el nieto recuperado de la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, le pidió al juez federal Marcelo Martínez de Giorgi cambiar el nombre que había tenido durante 36 años –Ignacio Hurban– para llevar los apellidos de sus padres biológicos, desaparecidos durante la última dictadura militar. Habla de los dos recitales que el mes próximo llevará a cabo el septeto del que forma parte como pianista y que completan Inés Maddío en voz, Ingrid Feniger en clarinete, clarinete bajo y saxo, Luz Romero en flauta, Valentín Reiners en g u ita r r a , Nicolás Hailand en contrabajo y Juan Simón Maddío en batería: el domingo 9 de octubre en la Usina del Arte, con entrada libre y gratuita, y el 27 en la sala Caras y Caretas, con el grupo del Pollo Raffo como parte del programa.
Ignacio también acaba de terminar su trabajo como productor de un disco de una banda de blues de Olavarría, Forasteros. Criado en el campo, en un lugar donde no había luz ni agua corriente, recuerda cuál fue su primer contacto importante con la música: “En casa escuchábamos la radio a pilas, pero no circulaba mucha música. Pero un día los viejos me llevaron a una tertulia en el club de Colonia San Miguel, un pueblito cercano. Yo tenía 9 años. Fue la primera vez que escuché a una especie de orquesta típica que tocaba de todo un poco: tango, folklore, pasodoble, foxtrot, cumbia... No lo podía creer, me impactó muchísimo, dije ‘esto es para mí’. Era la época de oro de los teclados electrónicos, llegaban los Casio japoneses en cantidades industriales. Esa banda tenía dos, y los sonidos que salían de ahí eran increíbles para mí. Al toque les pedí a los viejos que me llevaran a estudiar música. Y me acuerdo de que fui a una primera clase y salí pensando que ya sabía todo, que había desentrañado los secretos más profundos de la música. Pero me di cuenta muy rápido de que no era tan así (risas). De ahí en más no paré”.
Consciente del interés que despierta en los medios y en el país su dramática historia, Ignacio no esquiva el tema: “Si no hubiera tenido esa historia, quizás no estaría hablando acá, para esta nota”, admite. “A mí me gusta pensar que todo suma, pero es cierto que la cuestión se ha transformado en una especie de mochila un poco pesada. Muchas veces tengo la sensación de que lo único que le interesa a la prensa es cómo me llevo con mi abuela. Y a mí me interesa hablar de la música que estoy haciendo. Con Estela la relación ha ido mejorando con el paso del tiempo. Yo la entendí a ella, entendí sus límites como personaje público, y me entendí a mí en ese lugar. Es una relación que arrancó tarde, 36 años tarde. Pero tengo el deseo de ahondar en esa relación. Vivimos a 300 kilómetros de distancia, pero nos vemos muy seguido. Sé que necesariamente el tiempo que pasamos separados va a ser más largo que el que pasamos juntos, así que hay que aprovecharlo y disfrutarlo”.
“Si no hubiera tenido esa historia, quizás no estaría hablando acá, para esta nota.”