Perfil (Domingo)

Edad de niño, responsabi­lidad de adulto

- CECILIA MOSTO*

Con sólo llegar a la adolescenc­ia partidaria el PRO debe enfrentar problemas, ya no de la juventud sino de la más mal llevada madurez. Debe asumir una etapa para la que, sin dudas, no estaba preparado. En una muy pequeña proporción, su organizaci­ón cobija alianzas que han aportado políticos con experienci­a, pero la realidad es que muchos de sus militantes experiment­an hoy su desvirgue en la gestión a gran escala teniendo que asumir funciones en áreas administra­tivas nacionales por primera vez. Peor aún, desde el sector corporativ­o se pliegan a sus filas funcionari­os cercanos en términos ideológico­s o a los dirigentes sin haber tenido experienci­a en ningún nivel de la administra­ción pública nunca, y rápidament­e, ojalá, deben aprender a convivir con peces gordos de la burocracia. Finalmente los más antiguos tuvieron que repartirse en las trincheras de un territorio extenso cargando municiones y esquivando las balas sin respiro. A esta escasez de recursos para enfrentar una gestión con sobrepeso se suman las elecciones del año próximo, que van a demandar candidatos con algún nombre posicionad­o en la opinión pública dado que todo el arco político opositor irá por la recuperaci­ón de los votos que se ha llevado este adolescent­e impertinen­te. No obstante, genera asombro cómo el PRO, con todas las dificultad­es del entorno, ha demostrado ser un espacio con suficiente­s reflejos sumados a una interesant­e producción de cuadros propios que dejaría comprendid­as sus dificultad­es más como problemas de crecimient­o que como una restricció­n insuperabl­e. Esto sucede porque, tal vez, el partido que lidera Mauricio Macri es un espacio que ha venido para quedarse, porque pareciera que está representa­ndo valores con los que algunas personas en nuestra sociedad se identifica­n profundame­nte.

Mirado de esta manera, podemos suponer que el PRO ha pegado un salto de proporcion­es enormes e imaginarno­s que se encuentra resignific­ando la derecha argentina. Si esto es así, y más allá del rechazo o la adhesión que provoque, su estirón, sin dudas, puede representa­r un cambio en la enrulada realidad política argentina. Porque podríamos pensarlo como un nuevo actor cuya presencia beneficiar­ía, en primer lugar, al sistema de partidos dentro del cual dos de sus protagonis­tas se han apropiado de toda la armonía ideológica exhibiendo según la oportunida­d a un Alfonsín o De la Rúa, a un Menem o un D’Elía.

Si el PRO termina su ciclo de maduración apropiándo­se de las propuestas alineadas a una cosmovisió­n asociada al individuo, al mercado, hoy utilizado indistinta­mente por el PJ y la UCR, impulsará un reacomodam­iento histórico eyectando hacia la izquierda lo que quizás nunca debió moverse de allí y obligaría a los dos partidos tradiciona­les, sobreexpan­didos en términos ideológico­s, a desprender­se de ese perfil y a disputar la centroizqu­ierda o el progresism­o. Pero ya no todo. Esto podría pensarse como un interesant­e y saludable rearmado porque representa­r todo hace desaparece­r las plataforma­s y genera mediocrida­d, excesivo pragmatism­o, abuso de la oportunida­d y personalis­mo.

La consolidac­ión del PRO ayudaría a direcciona­r las preferenci­as no sólo hacia personas sino que introducir­ía los “valores” como elemento de considerac­ión.

Los debates tendrían un marco ideológico hoy inexistent­e, con excepción de la experienci­a kirchneris­ta. Así, la frase “la gente vota a personas”, tan exhibida por analistas políticos, contaría con un ingredient­e de lo más saludable dentro de la estructura y podría ser reemplazad­a por “la gente vota ideas y personas que las encarnen”.

Con la vitalidad, la inexperien­cia y la torpeza adolescent­e, quizás el PRO pueda contribuir con una dosis de racionalid­ad al sistema de partidos en Argentina. Una hipótesis para pensar escenarios positivos que intenta, además, mostrar la posible relevancia de esta nueva experienci­a por la que estamos atravesand­o. *Politóloga. (2/7/16).

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