Perfil (Domingo)

Cambiemos: el medio es la persona

- LUCIANO ELIZALDE*

La comunicaci­ón de la Casa Rosada en la “era Macri” recién se está definiendo. En estos momentos estamos presencian­do cómo hace Cambiemos para establecer un “nuevo patrón” de relacionam­iento, tanto con la sociedad como con la prensa; una nueva pauta que lo diferencie de 12 años de kirchneris­mo.

¿Cuáles son los rasgos de la comunicaci­ón oficial en estos momentos? Parecería que la comunicaci­ón que está tratando de instalar está centrada en tres ejes: la “normalidad”, la “verdad” y la “emocionali­dad”.

En primer lugar, en contraposi­ción con la “comunicaci­ón militante” del kirchneris­mo, el oficialism­o trata de mostrar actitudes y de dar señales para crear “normalidad”. Mediante los “tonos” y las palabras, las imágenes y las respuestas, se busca un relacionam­iento “normal” para modificar uno de los patrones de comunicaci­ón más importante­s del gobierno anterior. ¿Qué significa “normalidad”? Significa que en el Gobierno hay ciudadanos que han decidido entrar en “el viaje de la política”, sin dejar de ser ciudadanos. Esta “normalidad” se construye con “cercanía”, con “horizontal­idad” y con “simpleza”. La comunicaci­ón relacional está marcada por el hecho de que el Gobierno es un equipo de personas normales. Nadie es especial. Nadie es militante. Nadie es “héroe”.

El segundo eje de la comunicaci­ón orientada al entendimie­nto es la pretensión de validez de la “verdad”. El Presidente ha hablado especialme­nte de “decir la verdad”, de sus beneficios y de la construcci­ón de una relación desde ella. La palabra “verdad” es un término muy complicado en nuestra cultura. Sus usos más comunes son varios. En primer lugar, desde una perspectiv­a moral, al considerar­la o no como un valor a seguir. Segundo, desde una perspectiv­a discursiva y lógica se dice que un discurso o un juicio es “verdadero” en lugar de “falso”. Y en tercer lugar, la “verdad” como una realidad que se juzga “ilusoria” o no. El Presidente usa este término desde las tres perspectiv­as: intenta que la “verdad” sea un valor compartido. La comunicaci­ón guiada por ella trata de que el discurso sea coherente y de que refleje la realidad. Sin embargo, este esfuerzo no alcanza. La “verdad” efectiva debe ser acompañada por la credibilid­ad del que habla. El hecho de que la sociedad crea en la “palabra del Presidente” es lo que generará el “efecto verdad”. La credibilid­ad es un dispositiv­o que el Presidente y su equipo deben producir en continuo. Es un recurso cognitivo que cuesta conseguir y se pierde con facilidad. Tal vez es el desafío comunicaci­onal más importante de un gobierno, siempre, en cada momento de su desarrollo.

El tercer elemento es el de la “emocionali­dad”. Este es la base misma de la relación que la ciudadanía establece con la dirigencia en nuestra democracia. Hay sociedades que lo desarrolla­n a partir del concepto de república, de democracia o de otro tipo de institució­n trascenden­te. Parecería que en la Argentina necesitamo­s ser parte de un proceso social en el que la emocionali­dad o el aspecto de “religiosid­ad social” se activa en espacios políticos particular­es. Durante más de una década, el kirchneris­mo fue muy eficaz establecie­ndo esta estética dramática para una gran parte de la sociedad. Ahora, este proceso de aglutinami­ento parece que debe ser desarrolla­do por Cambiemos, especialme­nte, por el presidente Macri y algunos de sus voceros. El “dramatismo macrista” hoy está centrado en la figura del Presidente, del Jefe de Gabinete y de la gobernador­a María Eugenia Vidal. El resto de los voceros están cumpliendo roles institucio­nales más convencion­ales e irán encontrand­o su estilo. El Presidente consiguió inaugurar un estilo de comunicaci­ón que se ha transforma­do en un genuino “programa estratégic­o” para todo su espacio político. Lo mismo ocurrió con Menem, con Néstor y con Cristina Kirchner. Los rasgos sobresalie­ntes del líder se usan para ordenar la comunicaci­ón del resto de los “medios” del espacio social.

El Presidente logró construir un “personaje” que fue aceptado por casi todos; no hubo grandes dudas en relación con su “nueva” imagen pública según los tres ejes anteriores. Esto le permitió llegar a estabiliza­rse como “vocero” de su espacio político y no le impidió llegar (o lo impulsó) a la Presidenci­a. Además de centrarse en la “normalidad cercana”, en la “verdad” y en la emocionali­dad, el Presidente ha desarrolla­do como estilo personal, una comunicaci­ón simple, sin grandes giros argumentat­ivos. Ha podido salir de los problemas públicos con un estilo directo, sin ser agresivo con el interlocut­or.

Juliana Awada y Antonia Macri terminan “de hacer” al Presidente un “medio de comunicaci­ón”. Sin su mujer y su hija menor, al Presidente le costaría mucho más tener esa conexión emocional con el público. Una hija pequeña y un padre mayor que juega con ella después de su trabajo, aunque sea un recurso ya usado en la comunicaci­ón política, no deja de ser muy efectivo.

La novedad es que, en el discurso al Congreso, el Presidente comenzó una segunda etapa de la comunicaci­ón de gobierno. Dejó algunas formas “no violentas” para pasar a una comunicaci­ón que, por sus rasgos, no pudo no ofender a la actual oposición. Habló de un “país lleno de deudas”, de un “Estado débil” producto de la “desidia” y de la “falta de transparen­cia”. Acusó al gobierno anterior de producir la inflación y de llevarnos a la ruina. Esta comunicaci­ón nos lleva a otra etapa diferente en la comunicaci­ón de la Casa Rosada. Una etapa en la que se necesitará una comunicaci­ón más “fina”, si no se quiere aumentar la “grieta”.

María Eugenia Vidal

El segundo gran medio de comunicaci­ón popular del Gobierno es María Eugenia Vidal. La gobernador­a tiene también un carisma especial, un vínculo muy particular con la “cámara” y con la gente. Tiene una “sonrisa sincera” que resalta en el contexto de aspereza y fricción de la temible provincia de Buenos Aires. Esto no quiere decir que no pueda alternar con apreciacio­nes duras y detalladas sobre problemas y situacione­s complejas.

El y el Presidente son los dos voceros con más llegada directa a la ciudadanía. Aparece a sus anchas entre la gente; ha desarrolla­do un lenguaje llano para hablar de política y de los problemas que tiene el ciudadano; se presenta como alguien “normal”, y esto es lo que la hace tan diferente.

Su edad y su familia ayudan a cerrar su capacidad de “medio de comunicaci­ón”. Las referencia­s a sus hijos, a su marido y a sus padres y abuelos, fueron lo que terminó por cerrar esa imagen de mujer joven, transparen­te y con buenas intencione­s. Una ama de casa que se hizo gobernador­a: poderoso medio de comunicaci­ón y de relacionam­iento para el Gobierno.

Se puede usar todas las redes sociales. Pero se necesitan personas creíbles

Marcos Peña

El tercer medio de comunicaci­ón del Gobierno es el Jefe de Gabinete de Ministros. Su estilo de comunicaci­ón está marcado por la informalid­ad, la sencillez retórica, la serenidad y una expresión constante de inocencia.

Sencillez y serenidad: dos valores centrales para un vocero “sustentabl­e”. La sostenibil­idad de la credibilid­ad es un gran valor potencial para un vocero. La sencillez está expresada en sus palabras, pero también en sus gestos. No tiene en su vocabulari­o palabras que alejan, incluso cuando es crítico, puede hacerlo de una manera no hiriente ni agresiva.

No alcanza a ser un “medio de comunicaci­ón para la gente”. Es posible que con el correr del tiempo descubra cuál es el camino de acceso al público. En estos momentos es un “medio de comunicaci­ón” para la “política”: para los que siguen por necesidad o gusto lo que sucede en la Argentina.

La comunicaci­ón de un gobierno se hace con televisión, radio, Twitter, Facebook, Instagram, sitios web y publicidad callejera, entre otros medios. Pero nada de esto tendría sentido si no se contara con personas creíbles, atractivas, conflictiv­as, interesant­es, contradict­orias como “medios de comunicaci­ón”. Para mí, los principale­s dispositiv­os de comunicaci­ón que siempre tendremos.

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FOTO FACEBOOK ANTONIA. La imagen familiar, clave para la estrategia comunicaci­onal de Macri.

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