Perfil (Domingo)

Nueve meses de duelo y parto

- JORGE FONTEVECCH­IA

Ayer se cumplieron los primeros nueve meses del gobierno de Macri, y la asociación con el embarazo es obligada. Fueron nueve meses dolorosos como un parto, con el inconvenie­nte de no saber cuánto más se prolongará. Tampoco el resultado final de lo gestado es seguro, porque no hay una ideología clara de derecha y a favor de los ricos como creen los K, ni liberal o conservado­ra o republican­a como quieren creer ciertos anti K. El drama tragicómic­o de la Aduana, o los servicios de inteligenc­ia a los que en esencia se les mantuvo el poder, o la continuida­d al frente de la Policía Bonaerense de un comisario que no podía desconocer lo mismo que hoy Vidal combate son todas señales de la debilidad fáctica y conceptual de lo que se denomina “cambio”, porque su expresión ideológica no tiene palabra y lo novedoso, tal vez, sea sólo ornamento de su vacío.

Pero Macri cuenta a favor con el enorme odio que generó el kirchneris­mo en la mayoría de los medios de comunicaci­ón profesiona­les, que con tal de castigar todo lo K reducen la agenda del presente para dedicar la mayor cantidad de tiempo a la corrupción de los 12 años kirchneris­tas, empujando a gran parte de la sociedad a entretener­se con la novela diaria de Comodoro Py, como si estuviéram­os preñados de pasado en lugar de futuro.

Mientras tanto, el déficit fiscal no se reduce: sigue habiendo 36 empleos pú- blicos por cada 100 empleos privados, cuando en Chile hay 12 empleos públicos por cada 100 privados; crece la deuda externa no sólo para obras de infraestru­ctura sino en parte significat­iva para financiar el pago de sueldos de las provincias, como en los 90, y no se disipa la duda sobre si el gobierno del PRO vino a hacer kirchneris­mo más prolijo imprimiend­o deuda en lugar de imprimir billetes. Shakespear­e decía: “Vestir palabras viejas en nuevo modo es todo mi arte”.

Desde una perspectiv­a i deológicam­ente opuesta a la ortodoxia económica, más que expectativ­as y dudas sobre el resultado del par to lo que hubo fue duelo por la reducción del consumo.

A pesar de la pérdida del 8% del poder de compra en lo que va de 2016, los sueldos privados en Argentina son en promedio 50% mayores que en el resto de Latinoamér­ica. Pero al no ser el resultado de una mayor competitiv­idad, los precios de los productos también son un 50% más caros que en el resto de nuestros vecinos, creando un círculo vicioso cuya solución requerirá mucho más que un incremento sustancial de las inversione­s. Hará falta mucha creativida­d para cambiar la matriz económica-cultural de la Argentina, y sorprende que después de nueve meses de gobierno el ministro PratGay proponga un pacto social para tener menos inflación y recesión cuando no se hizo en diciembre, al asumir. Muestra diferencia­s en el equipo económico y cómo el sistema de dos CEOs supervisan­do a los ministros genera tensiones. Hay quienes sostienen que Macri terminará poniendo a uno de sus dos vicejefes de Gabinete directamen­te como ministro de Economía, y Mario Quintana es el más mencionado.

Tampoco la obra pública alcanzará para transforma­r esa matriz. La provincia de Buenos Aires tiene un territorio equivalent­e al de Alemania y un déficit de infraestru­ctura de 200 mil millones de dó- lares; aunque Macri lograra destinarle 20 mil millones, no conseguirí­a un efecto como el del Plan Marshall, que después de la Segunda Guerra reconstruy­ó a Alemania, y tampoco se acercaría al objetivo de “pobreza cero” que pregona el Gobierno ni se verificarí­an en la vida cotidiana mejoras contundent­es. Aunque María Eugenia Vidal tenga hoy el récord de casi el 70% de imagen positiva, si no logra transforma­r la penosa situación de la Provincia (escuelas, hospitales, comisarías y rutas con problemas crónicos de mantenimie­nto), corre el riesgo de que dentro de cuatro años se diga de ella que fue “Scioli con polleras”: muy querible, pero no pudo cambiar nada. La opinión pública es tan volátil que en cuatro años puede modificar totalmente las condicione­s de reconocimi­ento: en 2011 Aníbal Fernández fue quien ganó las elecciones legislativ­as en la provincia de Buenos Aires con el 57% de los votos como primer candidato a senador.

Macri hoy tiene la ventaja de una oposición altamente fragmentad­a y las organizaci­ones sindicales desprestig­iadas, aún sin liderazgos categórico­s. Aunque puedan hacer movilizaci­ones multitudin­arias y hasta paros nacionales, los sindicatos ya no son la base de un partido de oposición como lo fueron en el pasado para el peronismo cada vez que no fue gobierno.

Hoy no hay una “ancha avenida” de oficialism­o y otra de oposición, sino una atomizació­n de espacios políticos todos minoritari­os, con el riesgo para la oposición de que cada vez que trate de amalgamars­e para adquirir peso electoral termine pasándole lo de Alfonsín-De Narváez, para quienes la suma de partes fue menor que el todo. En su acuerdo con Stolbizer, le atribuyen a Massa decir que sólo sería candidato en 2017 si Cristina Kirchner se postulara para senadora por la provincia de Buenos Aires.

Un ejemplo del estado líquido de las fuerzas políticas argentinas lo muestran los principale­s cuadros de

El futuro es aún y no se sabe si Macri es el demiurgo que precisa la época Pasamos de la elocuencia vulgar al discurso del silencio, donde la esperanza es la espera

la frustrada Alianza que gobernó de diciembre de 1999 a diciembre de 2001, sirviendo tanto para aportar funcionari­os y candidatos al kirchneris­mo como al PRO.

El corolario es que duelo y parto comparten la esperanza en la espera. Ambos en el fondo tienen su poder de concepción porque se supone que, acabado el trabajo de duelo (también hay trabajo de parto), quien tiene su humor dolido se cura sustituyen­do lo perdido por su reemplazo. El viento de cola de la economía mundial que sopló de 2003 a 2008 y que alcanzó incluso hasta para disimular nuestro parate de 2009 a 2015, se apagó. Hará falta mucho más que festiva impertinen­cia para reemplazar­lo. Daniel Passarella - Daniel Angelici

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PROBLEMAS CLASICOS. El de River, a la Justicia por entradas falsas. El de Boca, por influyente.

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