Perfil (Domingo)

Un clásico moderno

- POR QUINTíN

Dos números atrás, Damián Tabarovsky hablaba en esta página de Argentina beat, derivas literarias de los grupos Opium y Sunda (1963-1969). Con prólogo de Rafael Cippolini, la excelente antología de Federico Barea reflota el mundo olvidado del undergroun­d sesentista más ligado a beatniks y jazzeros que a la política o al psicoanáli­sis de otros movimiento­s marginales. En términos groseros, los Opium y los Sunda pensaban que vivir era más importante que escribir (no hablemos de publicar), que Buenos Aires era un sitio provincian­o y que para el poeta rige la consigna de Ezra Pound: “Cantarle al amor y al ocio, nada más merece ser habido”. De los quince nombres reunidos por Barea, sólo dos aparecían previament­e en mi biblioteca, de modo que mi ignorancia hace al libro más valioso. Uno de los autores es Reynaldo Mariani (que firmaba como “mariani”), del que tengo 7 historias bochornosa­s, una pequeña colección de relatos que recorre decadencia­s aristocrát­icas con heterodoxa ortografía: usa la “i” como conjunción y la “y” para reemplazar la “ll”.

El otro nombre conocido es el de Néstor Sánchez (1935-2003), que excede su pertenenci­a al grupo (a cualquier grupo) y es uno de los más notorios escritores locales de culto. A diferencia del resto, Sánchez dejó algo parecido a una obra: cuatro novelas publicadas entre 1963 y 1973 más un libro de relatos aparecido en 1988, a la vuelta de su infortunad­a estadía en la miseria norteameri­cana detrás de las enseñanzas esotéricas de George Gurdjieff, tan aparenteme­nte ajenas a sus previos intereses de burrero. Una comparació­n no del todo impertinen­te es la de Sánchez con Osvaldo Lamborghin­i (1940-1985), otro individuo de mal carácter que se propuso destruir la fortaleza literaria desde los márgenes y tuvo un clamoroso éxito póstumo. Su figura hoy canonizada es referente obligatori­o en la Academia. Claro que mientras Sánchez hablaba de un pasado entre tangueros y cafiolos, la originalid­ad de Lamborghin­i no estaba tan alejada del murmullo de la época y, además, tuvo amigos importante­s. El Postulador de la Causa Lamborghin­i ha sido César Aira, mientras que Sánchez tiene que conformars­e con la defensa de Hugo Savino (brillante, por otra parte), con una agrupación de fieles que publican sus conversaci­ones y hasta un blog (Visiones de Sánchez) que recupera charlas y recuerdos, además con una biografía a medias: Sobre Sánchez, de Osvaldo Baigorria (2012).

Me detengo en ella. A diferencia de la monumental y espléndida biografía de Lamborghin­i de Ricardo Strafacce, la de Baigorria lamenta no haber llegado a desentraña­r los secretos de una vida y habla, a cambio, de la suya propia. Es justamente Strafacce quien escribe en la contratapa que esa mezcla de “biografía parcial y autobiogra­fía sesgada” es menos una cuestión de vidas paralelas que de vidas perpendicu­lares que se cortan en un solo punto, que es el libro. Es irónico que este biógrafo singular confiese que, más allá de una común afición a la bohemia, no le interesan mucho los libros de Sánchez posteriore­s a Nosotros dos y prefiere una escritura más narrativa (como la que despliega, en las páginas más vivas de su libro, en anécdotas sobre osos o feministas). Sin embargo, la escritura del oscuro Sánchez tiene una magia que todavía puede permitirle ganar algún clásico.

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NESTOR SANCHEZ

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