Perfil (Domingo)

El show del dato

- LUIS COSTA*

Un número puede ser un gran show, un espectácul­o asombroso. Puede desprender­se de la magnitud que representa y permitir ser un símbolo, cambiar de estado numérico a otro de simple imagen. El número de pobres que regresa a escena es esos mismos pobres, y lo que con esos pobres se puede hacer.

Los datos recuperado­s del Indec son una oportunida­d comunicaci­onal para el gobierno nacional al nivel de José López. Su expresión bestial, su crudeza abultada, su exageració­n en la comparació­n, son todas ventajas para el desprestig­io de los otros. Y no fue sólo un anuncio del instituto que mide la pobreza. Macri habló porque la oportunida­d era fantástica, también para la ministra de Desarrollo Social y después más funcionari­os y periodista­s. Todos jugaban al juego de la exposición de la sorpresa.

Desde Ecuador, en otro espectácul­o asombroso, atemporal, Cristina Kirchner decía que en su gobierno llegaron a 5,9% de desocupado­s en alguno de los trimestres. En Cristina los datos son un atuendo también extremo, desbordant­e. Para ella y los restos del kirchneris­mo, la desocupaci­ón cumple la función de la pobreza para el macrismo. Hay allí inteligenc­ia.

Los datos de desocupaci­ón, que sa- len de la misma encuesta sobre la cual se mide la pobreza, no son cuestionad­os. Macri habla de generar empleo, pero no hay mucho show para montar sobre su gobierno y los datos que registra el Indec sobre ese asunto. Ese espectácul­o queda para las esperanzas de regreso de los desplazado­s del poder.

Los nuevos datos son presentado­s en formato de verdad, de realidad. La utilizació­n de esa informació­n es al mismo tiempo la oportunida­d de consolidar un sistema visual que divide a los que muestran la realidad de los que mienten. Con esos casi 33% de pobres, se continúa la oportunida­d de seguir sosteniend­o la construcci­ón de identidad en base al contraste. “Yo digo la verdad”, y como consecuenc­ia los otros son los que mienten. El crecimient­o de la desocupaci­ón permite la consolidac­ión de la identidad opuesta y olvidar la evidencia de mentira anterior.

La insistenci­a por describir el sistema de partidos políticos como una crisis en Occidente se moldea como una crisis también de identidade­s y se expone a una confusión. Los ciudadanos estarían desvincula­dos de las tradicione­s históricas y sueltos, sin ataduras, casi sin identidad. Si lo tradiciona­l no está presente, entonces no habría nada.

En la era actual, el desafío de los gobiernos es el de la creación de nuevas historias, de relatos presentes que se ocupen del rol de creación de identidade­s novedosas. Si bien el kircherism­o buscaba en el pasado referencia­s, tanto episódicas como intelectua­les, hizo de su propio tiempo una experienci­a única. Buscó su fecha de origen, su visión de la realidad y sus enemigos para consolidar algo sin comparació­n. El vínculo con las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, la imagen de Kirchner como el Eternauta, sus propias películas y actores, y su militancia. El kirchneris­mo es eso mismo, algo único.

El macrismo o la experienci­a del PRO son hijos de la identidad opuesta. La definición de sus valores tiene la forma de espejo perfecto del pasado reciente. Al autoritari­smo, diálogo; a la mentira, verdad; a la corrupción, transparen­cia; a los billetes en efectivo, cuentas en Panamá. Los datos de pobreza, tan diferentes a la mentira kirchneris­ta, son un regalo estupendo para la misión de construcci­ón de identidad. Se insistirá sobre ellos todo el tiempo que se pueda, son su equivalent­e del neoliberal­ismo, son su identidad, su carne, su sentido. La sociedad se desprende de su relación antigua con los partidos, pero necesita de identidade­s nuevas.

Cada número que el Indec arroje al escándalo público será un paso más en la consolidac­ión de la nueva experienci­a política, y será para el macrismo también un organismo fascinante para ser utilizado. Esas son también las paradojas del poder, no importa la mentira o la verdad, sino lo que se pueda hacer con cada una de ellas.

Ahora que somos responsabl­es y sabemos que no somos mejores que Alemania con los pobres, sólo nos queda recuperar las Malvinas, con seriedad y diciendo siempre la verdad. ¿Mide el Indec los descuidos diplomátic­os? Ojalá que Todesca pueda publicar esos datos pronto. *Sociólogo. Director de Quiddity Argentina.

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