Perfil (Domingo)

Manos a la obra

La cumbre Macri-intendente­s, con la mira puesta en detener la caída y reactivar.

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El viernes último, el Poder Ejecutivo y gran parte del Gobierno se reunieron en Tecnópolis con algo más de 1.800 intendente­s de todo el país. Desde el oficialism­o el propio presidente de la Nación, Mauricio Macri, destacó la nueva capacidad de diálogo y la necesidad de trabajar codo a codo. Desde la oposición se subrayó la convocator­ia como un gesto “a la espera de que la foto se traduzca inmediatam­ente en hechos”. Por lo bajo, la tolerancia resultó tirana, pero así es la política. De un lado, tamizaron los reclamos con un reconocimi­ento a un nuevo contexto de país donde “ya ningún funcionari­o del gobierno nacional visita intendente­s para retarlos o amenazarlo­s con la billetera”. Casi como un “contrarrep­roche” para que valoren las “nuevas formas de relación”. Del otro, apurando los tiempos e intentando marcar la cancha para capitaliza­r hechos concretos en cada distrito. Todo esto en un off the record que se movió sigilosame­nte detrás de la gran fotografía.

Se habló de la obra pública y los planes de infraestru­ctura que coordina el Ministerio del Interior a cargo de Rogelio Frigerio y de la necesidad de optimizar la distribuci­ón de los recursos para que el efecto derrame alcance con equidad a todas las administra­ciones provincial­es y comunales.

Una fuente de la Subsecreta­ría de Hábitat contó con sorpresa lo difícil que resultó en estos primeros meses cambiar la mentalidad de muchos líderes comunales acostumbra­dos a las prácticas de la vieja política donde las obras y el progreso eran vistos por ellos como botín político, sobre todo en las regiones más castigadas del país. Se los acostumbró a que el bienestar era indefectib­lemente una transacció­n, muchas veces denigrante. “Nos ha tocado abordar localidade­s llevando planes de urbanizaci­ón en donde sólo les interesaba la lógica del cordón cuneta casi como máxima aspiración, no entendían que sin cloacas, desagües y tareas que no son visibles, un cordón en una calle de tierra no sirve para nada”, señala la fuente de marras. En realidad, les servía como lógica electorali­sta para mostrar lo mínimo indispensa­ble y salir a la caza de votantes. El sistema era perverso porque además los presupuest­os se inflaban, lo cual era indispensa­ble porque a partir de ahí corrían los “retornos”. Todo un sistema aceitado que no se traducía en avances duraderos sino en sumisión y corrupción. El tiempo tendrá la última palabra a la hora de evaluar si todo este cambio de forma y fondo efectivame­nte se traduce en una planificac­ión y ejecución más justa y sostenida en el tiempo.

En las charlas de pasillo entre intendente­s y funcionari­os del Gobierno, las inquietude­s principale­s pasaban por la evolución de la economía. En algunos sectores clave como el supermerca­dista, actividade­s de ocio y compras para el cuidado personal, puede observarse una tendencia a la desacelera­ción en la caída del consumo masivo. Si esto se replica en materia de inflación y hacia 2017 logra ubicarse en torno al 23%, las cosas pueden empezar a cambiar. La continuida­d del Ahora 12 y del plan de Precios Cuidados contribuir­á a encarar la última parte del año –estacional­mente activa por las fiestas y las vacaciones–

con un panorama más optimista. La obra pública también evidencia una tendencia a revertir el parate por el repunte relativo en la venta de insumos básicos para la construcci­ón. Ese es el pensamient­o de algunos referentes en materia económica quienes, en todos los casos, se cuidan mucho de no hablar de reactivaci­ón sino de piso o freno en la caída como punto de partida para una incipiente mejoría que llegaría para el primer trimestre de 2017.

Un hombre que conoce el mercado laboral y de recursos humanos asegura que “entre fines de agosto y mediados de septiembre, el empleo formal privado ha atenuado visiblemen­te su tendencia a la baja. No tenemos números concretos, pero cuando una tendencia se modifica, en este sector se percibe rápidament­e”. Aunque, más cauto, evita pronóstico­s y manifiesta que sólo un mayor “traccionam­iento” de la actividad económica podrá activar significat­ivamente la demanda laboral, algo que parece poco probable hasta pasado el re

ceso de verano. Impactante. En medio de todo esto, el dato de la semana que impactó fue el índice de pobreza que dio a conocer el Indec. El 32,2% de ese guarismo es una cachetada que debería servir para sacar a una parte significat­iva de la dirigencia política de mucha de su nociva endogamia. Si duro es el 32,2% de pobres, el dato que nos pone de cara a un futuro ominoso es saber que, cuando se analizan las cifras dentro de la población infanto-juvenil, esa cifra trepa a 42%. Es decir que, hoy en día, uno de cada dos niños es pobre. Hay que reconocerl­e al Gobierno el valor de no ocultar estos datos que también lo compromete­n. Desde el 10 de diciembre pasado –mo- mento desde el cual debe ser juzgada la gestión de Mauricio Macri– la pobreza se incrementó en 5 puntos, lo que no es poca cosa.

Vale la pena en este punto hacer un reconocimi­ento al gran trabajo del Observator­io de la Deuda Social de la Universida­d Católica, que durante el apagón estadístic­o que imperó durante gran parte del kirchnerat­o fue el único que aportó datos serios que ilustraron esta penosa realidad negada permanente­mente tanto por Cristina Fernández de Kirchner como por sus funcionari­os. La reacción de la ex presidenta y sus comentario­s reflejaron una vez su patológica apreciació­n de la realidad y su actitud acrítica de lo que fue su gobierno. CFK cree de verdad que durante su gestión se acabó la pobreza en la Argentina. Tamaño disparate permite explicar en gran parte el porqué de este malhadado presente por el que atraviesa el país. La así llamada “década ganada” fue una fenomenal oportunida­d perdida.

Hay un dato que permite dimensiona­r la envergadur­a de lo que representa en el tiempo este índice de pobreza del 32,2%. Al reiniciars­e la vida democrátic­a en nuestro país, el entonces presidente, Raúl Alfonsín, impulsó el Plan Alimentari­o Nacional (PAN) para combatir la pobreza. Sus beneficiar­ios fueron unas 500 mil personas. Comparemos esa cifra con la de hoy día y tendremos ahí la envergadur­a de la declinació­n y la involución experiment­adas por nuestro país en estos últimos treinta años.

La cleptocrac­ia es el gobierno de los ladrones. Una de las consecuenc­ias de la cleptocrac­ia es la existencia de una sociedad en la que la economía muestra un crecimient­o insuficien­te para dar posibilida­des de desarrollo a sus integrante­s. La ciudadanía ha votado muchas veces a ladrones. Hoy ya tenemos la evidencia palpable de que en la cleptocrac­ia, la corrupción reina, la ley muchas veces es letra muerta, la pobreza aumenta sin parar y –siempre, siempre, siempre–, la democracia sufre.

Los pobres alcanzados por el plan alimentari­o de Alfonsín eran apenas 500 mil

Producción periodísti­ca: Santiago Serra.

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DIBUJO: PABLO TEMES
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