Perfil (Domingo)

POBREZA II

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personas pobres. En las grandes ciudades, un recorrido por zonas periférica­s da la pauta del sufrimient­o económico de miles de familias. Si queremos hilar más fino, sólo debemos salir a la calle y mirar. En cada esquina, en cada acera está el triste escenario de la miseria, con sus consecuenc­ias tremendas en la mayoría de los casos: la droga, la delincuenc­ia, la violencia con todas sus variables. Al resto del país federal que anhelamos le pasa lo mismo. Adentrarse aunque sea un poquito por provincias del interior y a la vista está la muestra. Y por si alguno no se había dado cuenta, ahora con las cifras del Indec, ¡por fin! se terminó la hipocresía. Porque ahora todos estamos informados. Todos, somos nosotros, los pobres y los que no somos pobres. Los que no pasamos hambre, mandamos nuestros hijos a estudiar, viajamos y hasta nos damos el lujo de dedicar algo de tiempo a la solidarida­d con la cual emparchamo­s bastante, pero no solucionam­os nada. Como hacemos en casa para que nuestros ingresos alcancen para todos por igual en épocas de crisis, los tres poderes que conforman el Estado tendrán también que agudizar su inteligenc­ia. Comenzar por priorizar lo necesario: educación, salud, trabajo y vivienda, al frente y ya. Luego vendrá el tiempo de mejorar el paisaje de las plazas y jardines, el Los índices de inflación, recuperado­s hace un par de meses, fueron la introducci­ón al conocimien­to de los dramáticos índices de pobreza conocidos este miércoles, que fueron ocultados durante los dos mandatos de Cristina. Hoy sabemos que esos números que el gobierno enviaba al mundo (y a los organismos internacio­nales, como el Banco Mundial) eran apócrifos, por no decir descarnada­mente “dibujados, alterados o fraguados”. Nadie duda, además, que la causa del peor mal de todos los que hemos padecido ha sido la falta de justicia. Que además de los archiconoc­idos “cajoneos”, con los cuales los jueces canjearon favores por el lavado de sus legajos en el Consejo de la Magistratu­ra, fue invadida por una agrupación que todo lo ensució y tergiversó. (A casi veinte meses de su muerte, todavía no ha habido un pronunciam­iento judicial que le diga al ciudadano si la muerte del fiscal Nisman fue un suicidio o, como el 99% pensamos, un homicidio). Otto Schmucler oschmucler@gmail.com

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